La jornada del 5 de diciembre en el club Kmasú nos proporcionó cabezazos de principio a fin con riffs y doble bombos ametralladores, y qué mejor que con bandas potentes y de alto nivel. El público cumplió a cabalidad dándolo todo en la pista—combos y patadas venían—sacudiendo las melenas y levantando los cuernos cada vez que se mencionaba a nuestro país. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de las bandas presentes; el problema no radica en las larguísimas esperas para que cada banda salga al escenario, sabemos que el aparataje del backline es algo que toma tiempo, sino que existieron puntos que uno no esperaba ni deseaba que ocurrieran en una jornada llena de brutalidad. Todos tuvieron sus altos y bajos, por lo que hay que ser objetivo cada vez que se va a un festival.
A eso de las 7:30 salen los chilenos Recrucide que cumplieron en totalidad su hazaña comenzando el headbanging de los pocos asistentes que
habían en ese momento, pero a medida que avanzaba el tiempo el recinto se
empezó a repletar, algo que se agradece ya que la banda dejó en alto el metal
nacional mostrando una performance a nivel internacional. La verdad es que lo
último de su obra “Supremacy” no es algo que haya marcado un antes y un después
de su carrera, ellos siguieron haciendo lo que mejor saben hacer y lo
demostraron ayer en la tarde abriendo el telón.
45 minutos después, el recinto se repletó para presenciar
por primera vez a los canadienses de Cryptopsy y la euforia fue total. Sólo
quiero destacar un punto de esta banda, los integrantes cumplieron con total
brutalidad tocando la mayor parte de sus clásicos que tuvieron que comprimir en
45 minutos, todo bien, pero qué diablos pasó con Matt McGachy en las voces,
lamentablemente por tu culpa hiciste que la monotonía de tus gritos de gato
violado cada tema sonara igual al otro, no sé si es su forma de cantar en vivo
pero me esperaba más de su desgarradora voz que presenta en su disco homónimo “Cryptopsy”
(2012), a mi gusto fuiste sólo un accesorio, el cheerleader de la banda,
mientras los demás cumplían con su labor de tocar y nada más, pero el público
chileno, como siempre, mostrando totalmente una fidelidad a las bandas
internacionales respondiendo con mosh y patadas en el culo, tal como debe ser.
Phobophile fue uno de los puntos más altos de su presentación, que a mi parecer
me dejó con gusto a poco, pasaron el ramo con un cuatro.
Después de otros 45 minutos (tal vez más) en que los roadie
se dieron como mil vueltas y dejando el escenario completamente a solas por
harto rato, suponiendo que las ansias por ver nuevamente a Suffocation
aumentaran cada segundo más, salieron a escena sin más comenzando con “Thrones
of Blood” provocando la exaltación de todos los presentes. Sin embargo otro
punto curioso acaba de ocurrir, la verdad desconozco el hecho, pero ¿Dónde
carajo estaba Guy Marchais? La banda se presentó solamente con Terrance Hobbs
en la guitarra, algo que le quitó mucho peso a la banda; también con Kevin
Talley como nuevo (y enésimo) baterista de la banda, y estando al tanto de que
el emblemático vocalista Frank Mullen se iba a despojar de la banda al terminar
la gira anterior, tuvimos al frente como vocalista sin más que a Ricky Myers,
baterista de Disgorge y un montón de otras bandas más. Este no era el mismo
Suffocation que vi a hace más de un año, ahora con una formación bastante
disfuncional, pero como perros viejos lo dieron todo en el escenario pasando
por todas las épocas de la banda destacando los mejores temas de su carrera,
tales como “Catatonia”, “Funeral Inception”, Pierced From Within” y sin dejar
de lado lo de su último disco con “Purgatorial Punishment”, para finalmente
despedirse con el clásico “Infecting the Crypts”. La banda cumplió con su deber
en una hora de concierto que nos dejó a todos con tortícolis el día de hoy, ya
que la brutalidad del Death Metal llegaba a su fin abriendo las puertas del
infierno para el próximo show.
A eso de las 11, las luces rojas del escenario como
resplandor de las llamas del infierno nos daban indicio de que la presentación
de Watain se veía por venir. Una escenografía completamente diabólica con
tridentes y cruces invertidas y la salida de los integrantes a escena y Erik
«E» Danielsson con una antorcha en mano prendiendo cada uno de los tridentes
dando a comienzo con”Black Flames March” para que el infierno se desate. En presencia
teníamos a nuestro compatriota a Álvaro Lillo en el bajo y en la guitarra a Set
Teitan, ex-Dissection, ambos como miembros en vivo. Con “Malpheitor” llegamos
al punto más alto de la noche recién siendo el segundo tema de la banda, luego
vinieron temas como “Reaping Death” y “The Wild Hunt”, pero a mitad de show ocurrió lo que nadie quería que se repitiera: el baterista estaba como piojo de curado (o drogado) ¿Qué cresta pasó? No lo sé, sólo que Set tuvo que
continuar en las voces cumpliendo a cabalidad lo que quedaba de show y Danielsson tuvo que tomar las baquetas. Una especie deja vu con lo ocurrido hace cuatro años atrás, algo lamentablemente terminó con pifias y botellas al aire lo que podría haber sido una jornada espectacular. Watain cavó su propia tumba demostrando el poco profesionalismo que tienen en vivo.
Con altos y bajos considero que este show podría haber sido
para más, sobre todo por el precio judaico que no equivalió a un show que
podría haber tenido un mayor desplante y un mejor manejo en la organización pero con un sonido impecable. De todos
modos me fui satisfecho con el hecho de que vi a grandes bandas que cumplieron
lo que más pudieron en el escenario, y sobre todo la fidelidad del público
chileno que siempre contará para todas estas instancias. El metal nos hace más
hermanos que nunca y esta vez no fue la excepción.
Redactor: Daniel Arias
Fotos: Julian Pacheco
Redactor: Daniel Arias
Fotos: Julian Pacheco