Hace unos años, el periodista estadounidense Eddie Trunk (destacado locutor de radio y y rostro de programas de TV como "That Metal Show!" en VH1), afirmó que "si hay una banda que es la epítome del Heavy Metal, sin duda esa es Judas Priest. Eran puro metal, tenían un look de puro metal y sonaban como puro metal". Una descripción más que acertada respecto a la banda británica que le dio nombre, imagen y sonido a un género que, hasta la aparición del seminal e icónico LP "British Steel" en 1980, no pasaba de ser un género musical al que la crítica especializada tendía a ignorar o mirar en menos. Y 10 años después de aquel lanzamiento, llegaría otro que no dejó indiferente a nadie. "Painkiller", como alguna vez señaló el guitarrista Glenn Tipton, fue una puñalada directa a la yugular. Para muchos, una obra maestra, trabajo insuperable, algo reconocido incluso por la misma banda. Una placa que remeció el planeta en los albores de una nueva década. Pero detrás de aquel éxito, hay toda una historia, una en la que el final pudo ser distinto.
A mediados de los '80, Judas Priest eran considerados el estandarte del Heavy Metal. Álbumes como "Bristish Steel", "Screaming For Vengeance" (1982) y el colosal "Defenders Of The Faith" (1984) eran considerados obligatorios para aquellos fans que conformaban una legión en todo el mundo. Sin embargo, todo cambiaría en 1986 con el lanzamiento de "Turbo", cuya recepción no fue muy positiva entre los fans más duros ante la pérdida de agresividad y peso en favor de las guitarras sintetizadas (uno de los recursos tecnológicos más resistidos por los puristas), canciones hechas para la radio y una imagen adoptada por la banda que los acercaba hacia las tendencias más Glam, dejando de lado esa icónica estampa de cuero y tachas que se volvió su marca registrada. 1986 también fue el año en que estallaría la revolución del Thrash Metal, de la mano de jóvenes bandas como Metallica, Slayer, Dark Angel, Kreator, entre otras. Ante semejante descarga de poder por parte de las nuevas generaciones, el Sacerdote de Judas lanzó, en 1988, "Ram It Down" (trabajo compuesto por material rescatado de las sesiones de "Turbo"), el cual marcó el regreso a su sonido más crudo. Pero, a pesar de la buena recepción entre los fans, sobretodo en EE.UU., la crítica especializada fue lapidaria: "Ram It Down" fue catalogado de "poco original" e, incluso, "obsoleto".
En la interna, las cosas no marchaban de la mejor manera. Una vez concluido el "Mercenaries Of Metal Tour", a fines de 1988, el baterista Dave Holland (ex-compañero de Glenn Hughes en Trapeze), quien "debutó" en el ya mencionado "British Steel", comienza a alegar un agotamiento físico y mental que le hacen tomar una drástica decisión: Holland renuncia a la banda y opta por el retiro luego de casi 10 años en la carretera. De paso, "Ram It Down" pasaría a ser la última colaboración con el productor Tom Allom, quien fuera responsable, en gran parte, del éxito obtenido por los de Birmingham durante su época dorada. Se terminaba un ciclo y aquellas partidas, dolorosas en un principio, darían paso a algo que quedaría marcado a fuego en la historia.
Y así es como vendrían los cambios esperados, en especial con la incorporación del baterista estadounidense Scott Travis, compañero del virtuoso guitarrista Paul Gilbert en Racer X. Si bien es sabido que el saliente Dave Holland participó en los trabajos más contundentes de Priest durante los '80, con Travis se recuperaba aquella celeridad de los años '70, en especial aquellos LP que contaron con Les Binks en las baquetas, como "Stained Class" y "Killing Machine" (ambos editados en 1978) y el histórico directo "Unleashed In The East" (1979). No cabía duda: Scott Travis era un batero joven y dotado de una técnica, por lejos, superior al limitado Holland. Lo que necesitaba una banda de veteranos para rejuvenecer y revalidar su reputación dentro del género.
En las perillas de control, el reemplazante de Tom Allom sería un viejo conocido: Chris Tsangarides (Anvil, Thin Lizzy, Exodus y Overkill, entre otros), el ingeniero de sonido titular en la producción de aquel lejano y revelador "Sad Wings Of Destiny" (1976). Tsangarides se reencontraba con una formación similar (el baterista, en aquel tiempo, era Alan Moore), esta vez para clamar por venganza, como el águila que adornaba la portada de aquel furioso "Screaming For Vengeance". Solo que, esta vez, la venganza sería total.
Grabado entre Enero y Marzo de 1990, el álbum vería la luz el 3 de Septiembre del mismo año. El resultado: diez cortes letales y una energía desatada como nunca antes. Un LP refrescante, con un sonido lisa y llanamente ASESINO. al menos esa es la primera impresión que se nos viene a la mente con aquel solo de batería al comienzo de 'Painkiller', el track homónimo. La carta de presentación perfecta por parte del "nuevo" integrante, a lo que se suman las guitarras gemelas de Glenn Tipton y K.K. Downing, esta vez luciéndose por igual con una furia bestial. La voz de Halford es la muerte personificada. El "Metal God" haciéndole honor a su título, descolocando a quienes creían que ya lo habían visto (y oído) todo. El bajista Ian Hill, a pesar de su sobriedad, conforma junto a Scott Travis una sección rítmica aniquiladora. Un coro que perfora tímpanos como un taladro. Un comienzo que te deja en shock durante 6 minutos que podrían ser mucho más. Un inamovible, hasta hoy, en las giras posteriores. La placa continúa con 'Hell Patroll', con la dupla Hill/Travis nuevamente como protagonista, aunque con un ritmo mucho más marcial y enérgico. Halford y un registro que simboliza la versatilidad. La dupla Tipton/Downing, ratificando de manera brillante su rol de pioneros de las "twin guitars" en el Heavy Metal. Lejos uno de los cortes que mejor grafica el trabajo de Tsangarides, con mayor énfasis en los detalles como el sonido de la batería. Al igual que en las voces, como ocurre en aquella intro a-capella en 'All Guns Blazing', con un Rob Halford que, repito, hace valer su reputación como LA voz que definió el Metal incluso más allá de lo meramente musical. Si bien pareciera menos "salvaje" que 'Painkiller', 'All Guns Blazing muestra a una banda e forma, disparando a quemarropa. Efecto similar en 'Leather Rebel', con un Halford en su registro más grave, pero no menos mortífero. Un riff inicial plagado de veneno, acompañado de una base rítmica que no baja ni por un segundo su intensidad. Las comparaciones son odiosas pero necesarias: Dave Holland era un baterista efectivo, pero el trabajo de Scott Travis era una muestra de contundencia y técnica destinada a hacer escuela. Y si el corte anterior no era argumento suficiente, 'Metal Meltdown' pone fin a las dudas. Desde el retorcido solo ejecutado por K.K. Downing en adelante, 'Metal Meltdown' no deja títere con cabeza. Los británicos lo entendieron: ante el surgimiento de corrientes metálicas más extremas, muchas de ellas influenciadas por ellos mismos, Judas Priest no podían ser menos. Los primeros 22 minutos de la placa finalizan solo para, después de un breve "receso" por parte del oyente, continuar con la descarga de metralla. Y es así como el lado B del vinilo y el cassette, previa una tenebrosa intro, abre los fuegos con la épica 'Night Crawler', un corte en el que, junto al tema-título, sigue la tradición de aquellas criaturas legendarias salidos de la mente creativa de Halford como letrista, como alguna vez lo fueron 'The Ripper', 'Sinner', 'Exciter' y 'The Sentinel', entre otros. Notable aquel momento a partir del minuto 3:30 aprox., con Halford recitando aquellos versos con un contenido similar al del mencionado 'The Sentinel', aunque con una atmosfera mucho más lúgubre. Le sigue 'Between The Hammer and the Anvil', cuyo título es una idea clara de la producción aplastante que define "Painkiller". Imposible no volver a mencionar a la dupla Tipton/Downing, por lejos el dúo de guitarras más letal en la historia del Heavy Metal, sino el más importante.
'A Touch Of Evil', uno de los singles del álbum junto a 'Painkiller', te envuelve en una atmósfera donde todo se vuelve oscuro, con la Luna tiñéndose de un rojo sangriento. Al menos esa es la sensación que a uno le viene a los sentidos, valga la redundancia, al que se le suma la influencia sabbathica, pero sin desentonar respecto a los demás cortes del LP. Y luego de la nebulosa de vapor generada por la instrumental 'Battle Hymn', el álbum concluye con 'One Shot At Glory', con el quinteto británico despachándose una Declaración de Principios en la que la bandera del Heavy Metal se mantiene en alto a pesar de la adversidad, contra todo y contra todos. Un cierre monumental para un álbum donde nada sobra ni falta. Heavy Metal químicamente puro, sólido y con un poder inigualable.
Como dato anecdótico, si bien el álbum fue grabado a principios de 1990, hubo que esperar hasta septiembre para ser lanzado, debido a un juicio que enfrentó la banda por el caso de dos adolescentes que en 1985 se quitaron la vida luego de escuchar un supuesto "mensaje subliminal" que contenía una de las canciones del álbum "Stained Class". Pero aquello no empañaría lo que se vendría en lo inmediato: una gira mundial con Pantera, Annihilator y Megadeth como teloneros (casi nada!!!); el debut sudamericano en el mítico Maracaná durante la segunda edición del festival Rock In Rio; el mastodóntico "Operation Rock 'N' Roll Tour" junto a Motörhead, Alice Cooper y Metal Church a mediados del '91. Lamentablemente, a principios de 1992, la banda iniciaría un receso que duraría hasta mediados de los '90. Halford se reuniría con sus compañeros de carretera en 2004.
Más allá de la positiva recepción por parte de la crítica y los fans, "Painkiller" fue un trabajo que allanó el camino hacia la renacimiento de un género que parecía estancarse en los clichés propios de los gloriosos y etéreos '80s. La revolución liderada por Pantera, Machine Head y Fear Factory le debe mucho a aquel trabajo cuyo legado se basa en mantener en alto la bandera de un estilo que, reitero, va más allá de la música. Puede que "British Steel" sea el álbum más importante dentro del catálogo del Sacerdote, pero lo de "Painkiller" fue equivalente, citando de nuevo a Tipton, a una puñalada en la yugular. La descripción precisa para un trabajo que, luego de 25 años, sigue sembrando la mortandad, castigo merecido para aquellos pecadores que perdieron la fe en los Dioses. El puñal del Sacerdote sigue bañado en sangre fresca. La venganza de los Dioses nunca fue tan despiadada.
Escrito por: Claudio Miranda
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