A mediados de los ochentas, hablar de metal en
Europa se reducía a potencias como Iron Maiden, Judas Priest, Accept y Mercyful
Fate. Por ese entonces, la New Wave Of British Heavy Metal, cuyo auge se produjo a
principios de esa década, daba sus últimos estertores y el movimiento thrash, iniciado en EE.UU., cobraba más fuerza en países como Alemania, de la
mano de nóveles agrupaciones como Kreator, Sodom y Destruction. Sin embargo,
desde Suiza surgía un trío que, por esos días, editaba su segundo LP, el cual
provocaría sorpresa y desconcierto entre los bangers durante esos años. Hablamos del Celtic Frost, grupo liderado por su guitarrista y frontman Thomas
Gabriel Fischer, conocido también como Tom G. Warrior, cuyo LP, titulado
"To Mega Therion" (1985), marcaría los estamentos de un estilo que definiría
la identidad de las tendencias más extremas en Europa para las próximas generaciones.
Formado de las cenizas de Hellhammer , el trío
conformado por Tom G. Warrior, el bajista Martin Eric Ain y el baterista Stephen
Priestly, debuta en 1984 con el demoníaco "Morbid Tales", una placa
que, a pesar de la mala crítica por la producción y la crudeza, tanto
compositiva como técnica, define una propuesta que, para muchos "metalheads" en
esos años, equivalía una entrada directa hacia el infierno de manera concreta. Cortes
como "Into The Crypts Of Rays" y "Procreation (Of The Wicked)" (versionada
posteriormente por Sepultura), eran un claro ejemplo de la determinante
influencia de referentes como Venom y Motörhead, pero con un toque sabbathico
suficiente como para generar una atmósfera de maldad y horror, aunque sus letras,
a diferencia de Venom o los mismos Mercyful Fate, iban mucho más allá de la
blasfemia con propósitos provocativos.
Al año siguiente, Stephen Priestly es
reemplazado por el baterista americano Reed St. Mark, con quien registran el EP
titulado "Emperor's Return" (1985), cuya lasciva portada, a cargo de Phil
Lawvere, sería la publicidad perfecta para un trabajo algo más crudo que el
anterior. "Circle Of The Tyrants", "Dethroned Emperor" y el black-speed de "Visual Aggression" denotan la influencia cada vez más notoria de Venom y Angel
Witch, alejándose un poco de la siniestra densidad de Black Sabbath. Sin
embargo, sería a fines de 1985 cuando, luego de la llegada de Dominic Steiner
en reemplazo del saliente Ain, se edita "To Mega Therion" (1985), un LP que,
reitero, removería los estamentos tradicionales en favor de un sentido mucho
más vanguardista.
Lanzado al mercado
el 27 de Septiembre de 1985 y producido por Horst Müller, "To Mega
Therion" es una placa tan alucinante como desconcertante a la vez. La
portada corresponde a una obra titulada Satan
I, realizada en 1977 por el mítico artista suizo H.R. Giger (el mismo que,
unos años antes, diseñó la figura del monstruo de la saga Alien), y que refleja a la perfección la oscuridad y la sordidez de una
placa en la cual el olor a azufre emana sin cesar.
Sin desmerecer a referentes
como Venom, Slayer o a unos jóvenes Possessed, Celtic Frost fue mucho más allá,
al punto de, por ejemplo, incorporar instrumentos propios de una orquesta
sinfónica, reforzando así la atmósfera infernal presente en toda la placa. Algo
descabellado en apariencia, pero efectivo desde el comienzo con la intro "Innocence and Wrath", una pieza musical amenazante que da paso a la crudeza de "The Usurper", una canción directa, pesada, en el que el trío demuestra, a
pesar de sus aparentes limitaciones técnicas, una mezcla perfecta entre
creatividad y agresividad que, durante los '90, sería una influencia decisiva
en el desarrollo del metal en el Viejo Continente.
"Jewel Throne", el siguiente
corte, contiene un riff machacante y oscuro que invita al cabeceo. El desempeño
vocal de Tom G. Warrior se vuelve un antecedente directo de corrientes más
extremas como el death metal y, obviamente, el black. Un claro ejemplo de
técnica y trabajo compositivo a partir de poco antes de los dos minutos, cuando
del groove inicial muta a una sección más rápida, con una "mala leche" que nos
recuerda que, a pesar de la vocación vanguardista de los suizos, Celtic Frost
es, ante todo, metal extremo químicamente puro.
"Dawn Of Meggido" es
una prueba fehaciente de que Celtic Frost se toma las cosas en serio. Un
comienzo similar al corte que abre la placa, con esa densidad sabbathica que
perfectamente podría ser utilizada como la banda sonora del eterno tormento. La
oscuridad del metal sinfónico por parte de bandas como Therion no hubieran sido
posibles de no ser por esta placa. Notable la combinación de elementos
sinfónicos con guitarras pesadas y sucias, sin perder el hilo conductor.
En "Eternal Summer", el trío luce una crudeza que, por momentos, evoca el pasado
de Tom G. Warrior en Hellhammer, mediante un black-speed metal con el que
Celtic Frost se gana un espacio dentro del naciente y refrescante movimiento thrash, algo que lograrían exitosamente con el hit de la placa, la clásica "Circle Of The Tyrants". Original del anterior "Emperor's Return" (1985), esta
versión suena mucho más poderosa y "limpia", manteniendo al mismo tiempo su
estructura. Si alguna vez fue versionada por Opeth, no es casual: "Circle Of
The Tyrants" define a la perfección la esencia de Celtic Frost en cuanto a identidad.
Un comienzo que remece cual erupción volcánica, desatando la furia
incandescente de la Tierra. Técnicamente, este corte grafica la contundencia y
versatilidad que caracterizan a la base rítmica conformada por la dupla
St.Mark-Steiner, mientras que Tom G. Warrior se despacha un trabajo vocal
terrorífico (metafóricamente hablando), cuyo efecto de ultratumba te deja
helado.
La estructura compositiva de "Circle Of The Tyrants" también se hace presente en "(Beyond The) North Winds", con la batería de Reed St Mark como protagonista,
por supuesto sin opacar a sus compañeros. Tanto la letra como el título, por
esos años, son claros indicios del origen del "metal vikingo",
compartiendo créditos como pioneros junto a Bathory.
Y si vamos a hablar de black metal, lo de "Fainted Eyes" es un testimonio de lo adelantados que
estaban los suizos durante aquellos años en que el mundo aun no podía
sobreponerse a la maldad sin escrúpulos de bandas como Slayer, Venom y
Possessed.
Y luego de la tétrica pieza ambiental/instrumental "Tears In A
Prophet's Dream" llegamos al final con "Necromantical Screams", el corte más
largo del álbum (6 minutos aproximadamente), cuya atmósfera maligna, al igual
que en toda la placa, deja al "Infierno" de Dante como un paisaje soleado y
repleto de flores. La banda sonora perfecta para algún ritual pagano, un
sacrificio en ofrenda a alguna divinidad descrita por H.P. Lovecraft en sus
escritos, coronada con una sutil voz femenina cuyo efecto fantasmal queda de
inmediato en la memoria de manera indeleble. Un final demoníaco, en el que las
fuerzas luminosas son sometidas sin mayor resistencia por la oscuridad maligna
de los Dioses del Infierno.
Luego de "To Mega
Therion" (1985), los suizos editaron trabajos bastante disimiles como "Into the
Pandemonium" (1987), placa que continúa la vocación experimental del trío, o el
decepcionante "Cold Lake" (1988), placa en la que Celtic Frost
incursionaría, con nefastos resultados, en el sonido glam-metal de los '80, por
lo que, luego de empezar los '90 con "Vanity/Nemesis" (1990), no quedaría
otra opción que la disolución.
Más allá de lo que vendría posteriormente,
"To Mega Therion" (1985) fue un trabajo que se sumergió en profundidades
desconocidas para muchos. Mientras Venom y Mercyful Fate se daban el lujo de
vomitar blasfemias capaces de sacar de sus casillas a los sectores
conservadores, Celtic Frost se atrevió y se sumergió en un territorio donde
nadie ha sobrevivido para contarlo. El infierno que insinuaba Slayer por esos
años realmente existe. Tom G. Warrior y sus secuaces lo comprobaron en carne
propia y le compusieron una banda sonora.
Escrito: Claudio Miranda.
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