#Especial: Reign In Blood- 30 años de Legado Sangriento


Cuando se habla de Metal Extremo, ya sea Thrash-Metal, Death-Metal, Black-Metal, etc., es imposible no pensar en Slayer. Es cierto, tanto Slayer como Venom, Kreator, Bathory y (¿por qué no?) Metallica cimentaron las bases de aquellos derivados del Heavy Metal que buscaban ir más allá de los convencionalismos establecidos hasta mediados de los '80, cuando el mundo apenas se reponía de la explosión generada en las islas británicas de la mano de la New Wave Of British Heavy Metal. Pero, más allá de la época y las tendencias reinantes, pocas bandas fueron capaces de generar un impacto con una magnitud similar al ataque nuclear sobre Hiroshima, con una letalidad comparable solo con el ataque japonés sobre Pearl Harbour. Ambos acontecimientos se dieron en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, aquel conflicto bélico que constituyó el mayor derramamiento de sangre durante el siglo pasado. Y precisamente, el tercer trabajo en estudio de Slayer graficaría aquel derramamiento de sangre mediante una 'banda sonora' perfecta, donde la muerte, el dolor y la perversidad humana nunca tuvieron una mejor definición.

Hasta 1986, la banda originaria de Los Angeles, California, contaba en su catálogo con dos trabajos en estudio: el demoníaco y brutal debut "Show No Mercy" (1983) y "Hell Awaits" (1985), el cual sigue en la línea de su antecesor aunque un poco más técnico. Entre esos dos trabajos se incluye el EP "Haunting The Chapel" (1984), para muchos el álbum con el que el cuarteto empezaba a definir su sonido, perfecta antesala para lo que se vendría un par de años después. Aquellos trabajos fueron producidos por Brian Slagel, dueño del sello Metal Blade Records y responsable de aquella compilación llamada "Metal Massacre", la misma que dio a conocer a aquellas bandas que, hasta entonces, formaban parte del circuito underground norteamericano (Slayer aparecería en el vol.3 con 'Aggressive Perfector').

El éxito y la reacción positiva de los fans hacia "Hell Awaits" era el aliciente perfecto para una banda que estaba lista para hacer algo grande, tal como lo veía el mismo Brian Slagel. Slayer, con contrato vigente con Metal Blade, decide negociar con diversos sellos, entre los que surge la posibilidad de fichar con Def Jam, perteneciente a Frederick Jay Rubin, un productor que, por entonces, se hace un nombre como reputado productor de Hip-Hop. Sin embargo, aquel punto se convierte en un reparo para fichar con el mencionado sello, no solo para la banda, sino también para Slagel, quien teme por la integridad mediática y estilística de sus protegidos. Es entonces cuando el baterista Dave Lombardo se contacta con Rubin para hacerle ver el interés por su oferta. Sin embargo, para Tom Araya, Kerry King y Jeff Hanneman, la propuesta del productor y dueño de Def Jam parece riesgosa, por lo que prefieren respetar el contrato aún vigente con Metal Blade.

Los contactos de Lombardo consiguen su primer objetivo: fijar la atención de Rick Rubin en Slayer. El productor, junto con el fotografo Glen E. Firedman (quien produjo el debut homónimo de Suicidal Tendencies), deciden acudir a algunos conciertos locales que ofrece la banda, haciendo notar el interés por trabajar en conjunto, lo que sorprende al mismo Jeff Hanneman, quien está maravillado con el trabajo de Rubin con grupos como Run DMC. Poco después, en plena gira europea, Slayer se encuentra directamente con Rubin, quien deja ver claramente el entusiasmo por trabajar con una banda que ya estaba lista para dar el siguiente paso.

Grabado entre Junio y Julio de 1986, "Reign In Blood" marcó la primera experiencia de Rick Rubin con el Heavy Metal, lo que implicaría a la vez, en un cambio drástico respecto a los trabajos anteriores. En especial el sonido, factor que, más allá de las estructuras y las temáticas -enfocadas especialmente en el satanismo-, mantenían a la banda relegada a un plano secundario respecto a lo que acontecía con sus compañeros de generación, entre ellos, Metallica. Así es como la banda se despacha un álbum cuyo impacto se hace sentir cual explosión atómica: diez cortes repletos de rabia canalizada, simples y directos como una bala a la cabeza. Cuando Metallica daba cátedra acerca de cómo evolucionar en cuanto a complejidad y ejecución instrumental, Slayer lo llevó a la dirección opuesta. A diferencia de los primeros trabajos, la furia maníaca del cuarteto no da tregua a nada y es Rick Rubin el gran responsable de graficar aquello poniéndolo todo adelante, al centro y de manera despejada.

Ritmos tan rápidos como explosivos, una metralla de riffs demoledores que no da oportunidad para dejar sobrevivientes. Composiciones que desafían todo tipo de dogmas y leyes musicales, suficiente como para provocar el desagrado de quienes no asimilan el que exista una banda capaz de barrer con todo eso y más. Y volvemos a mencionar el trabajo de Rubin, cuya labor como productor fue determinante al momento de graficar detalladamente el caos destructivo de una banda que buscaba barrer con todo lo establecido. Todo aquello ejemplificado en el trabajo de las guitarras, con Hanneman y King haciendo gala de una agresividad que, hasta hoy, sigue sin ser superada. Algo similar con el trabajo vocal de Tom Araya, quien arremete contra todo y contra todos, a pesar de que el bajo, en gran parte del álbum, se mantiene en un muy bajo perfil respecto a los demás instrumentos. Pero, más allá de aquel detalle, lo que Araya como vocalista es un ejemplo perfecto de furia y agresividad disparada contra todo aquello que signifique poder, ya sea religión, políticos/gobierno, ideología, etc. La batería de Lombardo, una clase magistral del dominio de técnicas como el doble-pedal, fundamental tanto en el sonido de Slayer como también una influencia obligatoria dentro del Metal Extremo gracias a aquella combinación contundente entre intensidad , velocidad y técnica.

Todos aquellos elementos mencionados anteriormente los podemos encontrar desde el inicio con el himno 'Angel Of Death', cuyo comienzo marcaría un antes y un después dentro del Metal Extremo. Intenso, directo, letal. El holocausto judío y la experimentación con prisioneros por el Dr. Joseph Mengele, todo aquello narrado con una crudeza descomunal. Los solos de Hanneman y King, totalmente blasfemos, una ofensa para cualquiera que se diga discípulo de Malmsteen y Satriani. Arrasando con todo, ya sea para agrado o desagrado de muchos.

El álbum continua con 'Piece By Piece', cuyo riff repetitivo y amenazante da paso a una sección rítmica más acelerada, manteniendo la intensidad asesina de una banda que no está dispuesto a conceder nada. Algo similar encontramos en 'Necrophobic', el corte más corto del álbum ( 1:41 minutos) pero, a la vez, tan letal como una puñalada en la yugular. Un elemento a destacar en "Reign In Blood", aplicándose la formula "menos es más": canciones de corta duración, pero cuyo nivel de salvajismo no te da respiro. Y ese salvajismo se hace notar más aun en los solos a cargo de Hanneman y King. Una dupla que parece haber pulido su técnica en el mismísimo averno.

'Altar Of Sacrifice' es un claro ejemplo del nivel de peligrosidad que caracterizaba a Slayer durante aquellos años. Amenazante, venenosa, nos recuerda a los primeros trabajos del cuarteto, sobretodo por su contenido directamente blasfemo ("ENTER TO THE REALM OF SATAN!!!"). Memorable la sección final, entrelazada con el inicio de 'Jesus Saves' y su comienzo lento y amenazante. Un inicio complejo pero que da cuenta de quienes son los generadores del caos reinante en el Universo. Un punto a destacar respecto a las capacidades técnicas de Slayer es el trabajo de Lombardo, cuya labor es la prueba de que en la música de Slayer no hay nada al azar.



La cara B comienza con 'Criminally Insane', cuyo contenido define el gusto de Slayer por los asesinos en serie. Un comienzo algo lento, con la batería de Lombardo definida detalladamente, pero que descoloca después de los primeros 30'' con un cambio de velocidad que te hará sudar sangre. Imposible dejar de mencionar el trabajo efectuado por la dupla Hanneman-King, como si hubieran hecho un pacto con Satanás. 'Reborn' mantiene la tónica del álbum, manteniendo la intensidad sin necesidad de caer en la monotonía. Riffs repetitivos pero que denotan sed de sangre. Algo similar en 'Epidemic', con un Dave Lombardo impecable al momento de mantener una métrica fija pero agregando elementos que le da un alto nivel de complejidad en su ejecución.Y el final de la placa, por lejos, es de aquellos que dan cuenta de qué tan adelantados estaban en aquellos años. El inicio de 'Postmortem' es la entrada misma al infierno, donde la muerte cobra vida. La influencia sabbathica sería decisiva al momento de generar esas atmósferas siniestras con que Slayer se volvería una influencia más allá del Thrash. Y cuando se cree que ya todo acabó, que se ha derramado la cantidad suficiente de sangre, el sonido de la lluvia nos advierte que falta el golpe final, a cargo de la siniestra y enajenada 'Raining Blood'. Destrucción y violencia definidas de principio a fin, en cada nota, en cada golpe, en cada verso. La esencia de Slayer graficada íntegramente. Una tormenta sónica que, hacia el final, deriva en una orgía de virtuosismo técnico y violencia químicamente pura.

"Reign In Blood" fue el álbum que definió el sentido de lo extremo dentro del Metal. Responsable directo del auge del Death Metal, aquel subgénero que supondría el siguiente paso en cuanto a complejidad estructural y ejecución. Incluso les valió el ser etiquetados como nazis, debido a que la letra de 'Angel Of Death' no condenaba ni defendía lo ocurrido en el Holocausto Judío. El mismo Hanneman (aficionado a la Historia Militar y estudioso de la Segunda Guerra Mundial) alguna vez dijo que "no hay nada en las letras que diga que era malo, porque para mí... bueno, no es ¿obvio? No tendría que decirles eso". La controversia generada era suficiente para atraer publicidad. La portada, a cargo de Larry Carroll, también fue objeto de controversia (razones obvias); Geffen, la compañía distribuidora a cargo, al ver la portada, optó por marginar el álbum de su agenda de lanzamientos.

Han pasado casi 30 años y "Reign In Blood" sigue definiendo parámetros cuando se trata de sonar extremo, directo y brutal. Nada sobra ni falta en esta placa que marcaría un momento crucial en la evolución de un género que, en un principio, parecía estar relegado a ser sólo un movimiento underground. En lo personal, aún recuerdo el impacto que me provocó este trabajo en mis años de adolescencia; una seguidilla de martillazos directos al cráneo, salpicando sangre por doquier. Una sensación que rebasa todo tipo de etiquetas y contextos. Cuando llueve sangre sobre nuestras cabezas, el Ángel de la Muerte no distingue género ni raza alguna. El altar de los sacrificios sigue recibiendo en masa a sus víctimas en ofrenda hacia los Dioses del Infierno. 


Escrito por: Claudio Miranda

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