Han pasado poco más de 20 años desde el debut de Rata Blanca en nuestro país; para ser más precisos, sucedió en 1992, cuando abrieron el show de L.A. Guns en el Court Central del Estadio Nacional.
Lo vivido la noche de este miércoles 18 de noviembre en el Teatro Caupolicán hizo mucho más que reafirmar el nexo entre el quinteto transandino, liderado por el eximio guitarrista Walter Giardino, y la fanaticada nacional que no falla. Porque, sin desmerecer las visitas anteriores recientes, como la de los 20 años del clásico "Magos, Espadas y Rosas" (1990) y los shows con el cantante original, Saúl Blanch, esta vez había un motivo relacionado con el presente que viven los del Bajo Flores (Buenos Aires), quienes vinieron a presentar "Tormenta Eléctrica" (2015), su décima placa en estudio, en el que sale a relucir un sonido mucho más crudo y desenfadado respecto a sus trabajos anteriores. Un álbum de puro y sucio rock 'n' roll que daba una clara idea de lo que se vendría. Y no solamente en cuanto a la música.
La jornada empezó con dos bandas nacionales icónicas dentro de la escena del heavy metal local. Quien abrió los fuegos fue Alto Voltaje, quienes descargaron todo su rock 'n' roll a la vena desde el primer minuto. Las canciones"Rock & Burdel", "Alto Voltaje" y "Rocker", entre otras, suenan potentes e intensas, a lo que se le puede sumar el desplante de su eterno frontman: el carismático Victor Escobar.
Poco después, sería el turno de Iron Spell, quienes promocionan por estos días "Electric Conjuring" (2015), su primer LP, con el que el quinteto mantiene en alto la bandera del heavy metal más tradicional. Trallazos de la talla de "Evil Gypsy", "Heavy Metal Witchcraft" y el single "Midnight Fire", grafican el poder en directo de una agrupación que ha traído de vuelta el sonido del metal clásico con éxito.
Pasadas las 20:30 horas, y ante un público que empieza a repletar el recinto ubicado en San Diego, se apagan las luces al mismo tiempo que suena la intro que da paso al potente "Tormenta Electrica", corte que se deja caer de manera abrupta generando la ovación inmediata de los fanáticos.
Una puesta en escena sobria, sin escenografía más que una pantalla Led al fondo, en la que serían los mismos músicos los encargados del espectáculo más allá de la música. En especial Adrian Barilari, un frontman cuya personalidad e interpretación técnica, a sus 55 años, parecieran conservarse como el vino; y el propio Walter Giardino, el jefe de la pandilla, cuya sola presencia sobre el escenario, con su Fender Stratocaster en mano, atrapó todas las miradas hasta el final.
Luego del potente comienzo, llega el turno de "Los Chicos Quieren Rock", también perteneciente a su reciente placa, a la que perfectamente se le puede catalogar como un himno inmediato, con el público entonando cada coro como si fuera el último, denotando la pasión que genera Rata Blanca desde el otro lado de la Cordillera.
Y esa misma pasión es la que se desata apenas suenan los primeros acordes de "Solo Para Amarte", clásico que, del presente, nos traslada de inmediato a cuando salió a la calle el debut homónimo. Un himno por derecho propio, algo que Barilari tiene muy claro al permitirle al público cantar los primeros versos. Son estos pasajes en los que, ademas de Barilari y Giardino, se hace sentir la solidez de la sociedad rítmica compuesta por el histórico fundador Guillermo Sanchez, bajista y único sobreviviente original junto al señor Giardino, y el contundente baterista Fernando Scarcella, quien ha acreditado durante 15 años su papel fundamental en el sonido de una banda que, más allá del dominio técnico, mantiene firmes sus principios con el rock como actitud. Actitud que es fielmente reflejada en el escenario.
Después del primer saludo al público por parte de un Adrian Barilari al tope de sus facultades, la noche siguió raudamente con un repertorio compuesto tanto del material nuevo como algunos clásicos y sorpresas tan inesperadas como bienvenidas, manteniendo la intensidad del show a base de éxitos como "El Círculo de Fuego", "Tan Lejos de Aquel Sueño", "Volviendo a Casa", "La Otra Cara de la Moneda" y "El Jugador"; todas cayendo una otras otra, generando la acalorada respuesta de un público que corea y canta como si fueran himnos de toda una vida.
Entre los clásicos inmediatos y las sorpresas, como la melancólica "Talismán", Rata Blanca se despachó un set que da cuenta de una frescura de la que pueden gozar pocas agrupaciones con más de dos décadas en el camino, manteniendo la forma y la inspiración, por lo que un un bombazo como "Rock and Roll Hotel" no tiene nada que envidiarle al más antiguo "El Sueño de la Gitana".
Rata Blanca es una banda de rock 'n' roll, más allá de la vocación más melódica que ha caracterizado históricamente el sonido de los argentinos, y eso lo tiene claro el mismísimo Walter Giardino, amo y señor de los Ángeles de Acero del Bajo Flores. Muchos pueden acusar (y con cierta razón) al tipo, de abusar de esa exquisitez técnica heredada de referentes como Ritchie Blackmore y el controvertido Yngwie Malmsteen. Pero, haciéndole honor a su estampa más callejera, Giardino dio una muestra de virtudes técnicas al servicio de la música por sobre las teorías de conservatorio. Todo aquello graficado en una excelsa y sutil versión del clásico instrumental "Preludio Obsesivo", pegada a una conmovedora versión del clásico de Leonard Cohen "Hallellujah", apoyado en teclados por un sobrio Danilo Moschen, un tecladista cuya capacidad técnica a ratos hace olvidar al histórico Hugo Bistolfi; pero, sabiendo lo odiosas que son las comparaciones, no tiene mucho que hacer ante el protagonismo casi omnipotente del explosivo Giardino.
"Aun Estás En Mis Sueños" da inicio al último tramo del set regular, con el público prácticamente adueñándose del coro. El remate llegaría con la pesada "Chico Callejero" y la épica "La Llave de la Puerta Secreta", un regalo para los fanáticos de la faceta más power metal del quinteto argentino. Rock 'n' roll o heavy metal, la fórmula directa de Rata Blanca prevalece entre sus fanáticos incondicionales. Insisto respecto al protagonismo de Walter Giardino, el Jefe: él es el centro de atención y, salvo por la personalidad arrolladora de Barilari, lo del violero argentino es una clara señal de que es SU banda, aunque la calidad que poseen sus compañeros de banda es fundamental al pulir un sonido tan electrizante como bien elaborado. Luego del final del set regular, llegaría el remate con una seguidilla de clásicos que avivaría a los fanáticos de ayer y hoy. El aviso por parte de la sutil intro "Las Voces del Mar", da paso a "El Reino Olvidado", con un Giardino más calmado, pero sin menguar su presencia ni por un instante.
Luego, el Caupolican se vendría abajo apenas Scarcella ejecuta el redoble inicial de "Guerrero del Arcoíris", el épico y poderoso corte que le da título al trabajo que trajo a los argentinos a territorio nacional por primera vez hace 23 años. A estas alturas, un himno cantado con el puño en alto, con Giardino ejecutando aquel solo que, por momentos, evoca a Ritchie Blackmore haciendo de la suyas en los Rainbow clásicos.
De aquel notable "Guerrero del Arcoíris" también se dejaría caer "Abrazando al Rock and Roll", una auténtica Declaración de Principios que, en vivo, causa estragos.
Y el broche de oro llega con los dos más grandes éxitos del quinteto trasandino en sus casi 30 años de existencia: el hit a nivel masivo por excelencia "Mujer Amante", con el público haciendo suyos los versos iniciales, y "La Leyenda del Hada y el Mago", con un remate final en el que Giardino simplemente desata esa dosis de locura que hace de él un personaje más allá del virtuosismo al momento de tirar su guitarra al aire cual malabarista.
Final catártico para dos horas y media de rock 'n' roll puro y honesto. Tal como dijo Giardino hace unos días, respecto a "Tormenta Eléctrica" (2015), la idea era defender con fervor el nombre del rock 'n' roll, el cual se está prestando para usos poco decorosos.
Si fue la mejor presentación o no de los argentinos en tierra nacional, la discusión está abierta. Lo que cuenta es que esta versión 2015 de Rata Blanca sacó a relucir su faceta más callejera ante cerca de 3 mil espectadores, cuya comunión con el quinteto parece ser incólume. Los Guerreros del Acoíris tienen calle de sobra.
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Review escrito por: Claudio Miranda
Fotos: Por Ivette Barría (*foto de Alto Voltaje por Christian Quiroz)
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