Hace muchos años, allá por mediados de los noventas, mi infancia
transcurría en Valparaíso. Debo haber tenido 12 o 13 años cuando vi por primera
vez el video de 'Big Bang Baby'. De lo poco que recuerdo en cuanto a
sensaciones, fue algo perturbador, como un mazazo en la cabeza. No solo por la
música (en la que me introduciría al poco tiempo), sino también por la figura
de su cantante, remarcada con un desplante y movimientos que para un niño de 12
años puede generar fácilmente un efecto de shock. Algo similar sentí cuando vi
el vídeo de 'Lady Picture Show' y los vídeos registrados anteriormente por
Stone Temple Pilots, aquel cuarteto originario de San Diego que, por esos años,
eran tachados como un vil plagio de Alice In Chains y Pearl Jam. El motivo: la
interpretación vocal y escénica de aquel cantante llamado Scott Weiland, un
tipo al que muchos acusaban de ser un imitador más de Eddie Vedder y Layne
Staley. De hecho, STP era considerada una banda que, simplemente, no había
inventado nada nuevo. Una acusación injusta y superficial hacia una figura que,
a diferencia de un Eddie Vedder o (por qué no decirlo) un Kurt Cobain,
simbolizaba el caos hecho carne y hueso. Un caos graficado en cada canción, en
cada verso.
Nacido un 27 de
Octubre de 1967 en Santa Cruz (California), Scott Richard Kline (el apellido
Weiland se debe a su padrastro, quien lo adoptó a los 5 años) era un fan
declarado de la música y poesía de Bob Dylan, al punto de que más de una vez lo
nombró como su gran influencia al momento de escribir. Pero también sería
decisiva la inspiración en el emblemático poeta y frontman de The Doors, Jim
Morrison. Una inspiración basada en la poesía pero también en el constante caos
que marcará su personalidad de por vida.
Sería fácil
referirnos a sus escándalos sobre y fuera del escenario, sus adicciones, sus
idas y venidas de Stone Temple Pilots, los conflictos que generaron el quiebre
con Velvet Revolver (el súper combo que Weiland lideró junto a Slash y Duff
McKagan), sus últimos días (ad portas de editar nuevo material en solitario)...
Factores superficiales que se relacionan poco y nada con lo esencial: la
música. Una voz tan apasionada como versátil, un registro camaleónico que
denotaba la gran influencia de David Bowie, no solo como cantante, sino también
en cuanto a su apariencia física. Dentro que aquel caos que lo envolvía en su
vida diaria, Scott Weiland supo darle una preciada utilidad a todo ese desorden
que lo atormentaba. De esta manera es como podemos recordarlo, a través de su
música, haciéndonos experimentar diversas sensaciones, una abismalmente
distinta de la otra. Desde la denuncia sin tapujos sobre el abuso de poder en
'Sex Type Thing' hasta la oscuridad y melancolía evocadas en 'Creep', pasando
por la sensualidad infecciosa de la mencionada 'Big Bang Baby', la intensidad inflamable
de 'Plush', el sentido de la pasión en 'Interstate Love Song', y la
autobiográfica 'Vasoline' (definida por el mismo Weiland como un relato acerca
de su experiencia con la heroína).
Poco después del
quiebre del cuarteto, y luego de un tiempo en que solo generaba noticia por sus
constantes líos con la ley, Scott Weiland audiciona para Velvet Revolver, el
grupo que lideran los ex Guns N' Roses Slash y Duff McKagan. De aquella unión
saldría "Contraband" (2004), un notable trabajo en estudio que
contenía el hit-single 'Fall To Pieces', en el que Weiland se despacha una interpretación que llega a
poner los pelos de punta. La intensidad explosiva de su voz cobraba mayor
fuerza y parecía que los buenos tiempos estaban de vuelta. Sin embargo, luego
de la edición de "Libertad" (2007) las cosas empiezan a venirse
cuesta abajo. El álbum no cumple con las expectativas en cuanto a venta y
crítica y, lo peor, la relación ente el cantante y los ex-GNR (en especial
Slash) termina de mala forma. Aquel momento sería aprovechado por Weiland para
reencontrarse con los hermanos Dean y Robert DeLeo para revivir la leyenda que
les hizo ganarse un lugar merecido en la escena mundial de los años '90 (para
gusto de los fans y disgusto de quienes los veían como 'parias del grunge').
Aquella reunión tendrá su punto culminé en la edición de nuevo material reunido
en una placa titulada con el nombre de la banda (2010), la cual resultaría en
un éxito de ventas y críticas debido al trabajo en producción que,
magistralmente, parecía un regreso a su época dorada en cuanto a lo interno.
Sin embargo, aquello duraría poco y en 2012, el cantante es oficialmente
despedido.
Más allá de la
lucha constante que tuvo el cantante con sus propios demonios durante sus
últimos años de vida, una cosa es cierta al respecto: Scott Weiland se fue de
este mundo en su ley. Quienes lloran la partida del polémico frontman, más allá
del fanatismo, quizás no hayan tomado en cuenta que el camino tomado lo
pavimentó él mismo. Un camino que solamente él pudo recorrer, en donde la lucha
contra sus adicciones fue una constante, un cuento de nunca acabar. Quizás en
otra dimensión haya encontrado la paz que no pudo encontrar en este mundo. Pero
el caos sigue presente en sus canciones, en sus letras. Mientras suene de fondo
'Creep', la oscuridad siempre será la mejor compañera en un mundo donde la luz
nos confunde y enceguece. Mientras 'Interstate Love Song' retumbe en los
parlantes, la pasión se mantendrá intacta y cobrará cada vez más fuerza. Y al
son de 'Big Bang Baby', los '90 siempre será recordada como una época en que el
Rock n Roll remeció a muchos niños y adolescentes abrimos los ojos ante nuevos
caminos y emociones sin importar cuán escandaloso parezca. Donde quiera que
estés Scott, gracias por tu legado de Pasión y Locura.
Escrito por: Claudio Miranda
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