Hace exactamente seis años, Venom debutó en nuestro país con un show histórico y devastador en el Teatro Caupolicán. En ese entonces, nos encontrábamos con la versión liderada por el controvertido bajista, cantante y fundador histórico, Conrad 'Cronos' Lant, el único sobreviviente de aquella mítica formación que sentó las bases de los subgéneros más extremos dentro del metal desde hace más de 30 años.
Y cuando nos resignábamos a la utopía de una reunión, la pesadilla más deseada por los fans de la era dorada del legendario trío, por fin se hizo realidad la noche del domingo 13 de septiembre en Kmasu, un recinto que, a estas alturas, ha acogido innumerables conciertos de referentes a nivel mundial y, aunque en menor medida local.
Se trataba de un combo que reunía a los dos restantes componentes de aquella formación: el guitarrista Jeff 'Mantas' Dunn y el hiperkinético baterista Tony 'Abbadon' Bray, a quienes se integraba el bajista y cantante Tony 'Demolition Man' Dolan (ex componente de los también ingleses Atomkraft), con quien Venom registró trabajos notables a fines de los '80, como "Prime Evil" (1989). Esta formación, por razones legales, se presentó bajo el nombre de Venom Inc., y como invitados estelares, se sumaría Master, el combo liderado por el eterno Paul Speckmann. A eso agreguemos la presentación de numerosas y potentes agrupaciones nacionales que harían del evento una clara muestra del estado de salud del que goza la escena underground nacional.
La banda encargada de abrir los fuegos sería Invincible Force, agrupación que se ha consolidado dentro de la escena local a través de su LP debut "Satan Rebellion Metal" (2015), un trabajo que denota la influencia más oscura y demoníaca del black-thrash europeo (sobretodo los primeros Destruction); y es que en vivo cobra una fuerza devastadora sin cuestionamiento alguno, algo de lo que pudieron dar cuenta los escasos asistentes que se encontraban en el recinto ubicado en calle Blanco Encalada.
Poco después, sería el turno de los argentinos Vomit Of Doom, quienes llegaron desde el otro lado de la cordillera a promocionar su debut en grande "Obey The Darkness", disco editado en agosto de este año, del que sobresalieron cortes como "Persecution", "Satan's Vengeance" y "Kill the New Messiah".
Minutos después, la parafernalia del ritual saldría a flote de la mano de tres bandas nacionales que se han ganado merecidamente un lugar de honor en la escena underground nacional, en base a un discurso de muerte, dolor y destrucción musicalizado, con la banda sonora del mismo infierno. Hablamos de Flesh Hunter & The Analassaulters, Communion y Ejecutor; agrupaciones cuyas propuestas tienen similitudes escénicas y técnicas entre sí, pero que se han ganado una reputación merecida como actos en vivo mientras los amplificadores escupen llamaradas de fuego con un claro y envolvente olor a azufre.
Alrededor de las 22 hrs., llegó el turno del invitado de culto, rótulo merecido para una leyenda del death metal más oscuro y putrefacto como lo es Master, aunque el comienzo no estuvo exento de obstáculos, debido a los constantes problemas de sonido.
Sin mayor parafernalia, directo a lo que realmente importa de la mano del corte que le da título a la banda (y, por supuesto, al debut homónimo que este año cumplió un cuarto de siglo), denotando la calidad intacta aún latente de un power trío bien dotado técnicamente.
Sin embargo, como mencionamos anteriormente, los problemas de sonido sobre el escenario jugaron en contra, denotando la evidente molestia de Paul Speckmann, quien hasta profirió un par de epítetos hacia la mesa de sonido. Problemas aparte, uno a uno retumbaron himnos como "Shoot To Kill", "Slaves Of Society", "Judgment Of Will" y "Collection Of Souls", con Paul Speckmann haciendo gala de una técnica impecable en las cuatro cuerdas, conformando también una dupla rítmica apabullante con el baterista checo Zdenek Pradlovský, respaldando notablemente la labor de otro checo: el guitarrista Alex Nejezchleba. Ante semejante combinación de elementos, imposible no caer rendido ante la fuerza destructora del death metal primitivo, ese que compensa la sobriedad de la puesta en escena con una ejecución contundente sin menguar la intensidad.
"Re-Entry and Destruction" (original de la otra agrupación fundada por Speckmann, Death Strike), y la machacante "Betrayal" se dejan caer como una cuchillada directa a la yugular, reflejando la calidad técnica de unos veteranos a quienes el paso de los años no parece afectarles.
Y luego de un breve pero energético solo de batería a cargo de Zdenek Pradlovský, llegaría el final con "Cut Through The Filth" y la clásica "Pay To Die". Cierre mortífero para una presentación que, pese a la corta duración (1 hora aproximadamente) y los problemas de sonido, disipó toda duda acerca del presente de una agrupación que no está dispuesta a tranzar sus principios.
Cerca de las 23 hrs., entre la ansiedad de los no más de mil asistentes en el recinto, se apagan las luces y una envolvente y fúnebre pista grabada anuncia el turno del número principal. El primero en salir al escenario fue el mismo Mantas, desatando la euforia entre los fans de todas las edades. Una euforia que cobraría más fuerza con las apariciones del emblemático Abbadon y Tony Dolan, este último listo y dispuesto a iniciar la inminente orgía de sangre.
Y qué mejor comienzo que con "Prime Evil" (la única mención en todo el set a la etapa de Venom con el ex frontman de Atomkraft), derivando en una fuerza aplastante a la que los fans responden con una energía similar. Comienzo arrollador, con Mantas despachándose un show aparte, al igual que Abbadon y su desempeño en la batería que no para de recordar a otro 'desquiciado' con estampa de genio como lo fue el mítico Keith Moon (The Who).
Tras cartón, se viene "Die Hard", con el recinto completo gritando, con puño en alto, ese imborrable coro que lo mantiene a la altura de los clásicos de Venom y de todo el metal.
Luego del primer saludo por parte de Dolan, se vendría la primera cita a "Black Metal" (1982) (el trabajo cumbre del trío originario de Newcastle), con una monstruosa versión de "Don't Burn The Witch", generando automáticamente el headbanging entre los cientos de fans que disfrutaban de una leyenda que, hasta entonces, parecía solo un sueño irrealizable.
Y del cabeceo frenético, pasamos a la fuerza devastadora de "Live Like An Angel (Die Like A Devil)", con un Mantas que, lisa y llanamente, fue el protagonista indiscutido.
Si para muchos parece una afirmación exagerada, "Buried Alive" y "Raise The Dead" no solo corrobora aquello, sino que envuelve todo el recinto hasta transformarlo en el mismísimo infierno descrito en la Biblia. Podríamos dedicarle bastantes párrafos a este momento, ya que aquella dupleta de canciones que forman parte del mencionado "Black Metal" (1982) fue clave para definir el sonido tanto de una banda a la que la crítica solía catalogar como una broma de mal gusto a principios de los '80, como también a todo un género que encontró en la música de Venom una manera de escupir todo tipo de blasfemias y darles una sonoridad que aún se mantiene fuerte y corrosiva. Pero quienes estuvieron presentes en Kmasu a esas horas sabrán mejor de lo que hablo, los mismos que coreaban a morir el simple y, a la vez, demoníaco coro de "1000 Days in Sodom", perteneciente al sucio y sangriento LP debut "Welcome To Hell" (1981).
Si hablamos de la participación del público, lo de "Warhead" es un claro ejemplo de devoción entre quienes conocen el catálogo completo de los británicos, con Abbadon aporreando los tarros como una suerte de invocación a los Dioses del Infierno. Por cierto, la voz de Tony Dolan no necesitó de ningún efecto para sentirse de ultratumba. La esencia de Venom (sí, por esta vez debo omitir el "Inc."), tanto en vivo como en estudio se mantiene intacta, y pocas bandas con la reputación de los ingleses pueden mantener aquello luego de tres décadas en la carretera y todo lo que aquello conlleva.
La insanidad de "Schizo" y el groove amenazante de "Seven Gates Of Hell" continuaron con un ritual en que las ondas provenientes del infierno causaron estragos. Algo esperable por parte de los fans más acérrimos, pero importante de remarcar cuando se trata del sello personal de una agrupación que le dio identidad a un estilo no apto para los "fariseos" del virtuosismo (discípulos de Malmsteen… ¡¡¡ABSTÉNGANSE!!!).
Mientras, "In Nomine Satanas" se dejó caer con ese riff aplastante y sucio que nos transporta mágicamente a 1981, cuando la escena quedó en shock ante la aparición de un trío que barría con todas las convenciones musicales. Tony Dolan recitando la parte del final como si estuviera poseído, imborrable al punto de hacernos olvidar la existencia de Cronos. De inmediato, Mantas se despacha un solo cuya suciedad y crudeza da cuenta de la esencia imborrable de la leyenda. Es cierto, técnica y musicalmente puedes decir lo que quieras de Venom, pero el metal en sus vertientes más extremas refleja una actitud rebosante de vida, energía y valentía.
"Bloodlust" y "Sons Of Satan", el corte que inicia el seminal "Welcome To Hell" (1981), dejan en claro aquella actitud sobre el escenario.
En una hora aproximadamente, hemos podido disfrutar de un breve pero letal repaso por la etapa dorada de un trío legendario al que muchos aman u odian sin puntos medios desde hace más de 30 años.
La recta final inicia con una selección de "éxitos" para el paladar de los fans acérrimos y los no tanto. Empezando con el riff ‘serrucho’ de la venenosa "Welcome To Hell", con el público en llamas. Luego será el turno del himno máximo de los de Newcastle, la archiconocida "Black Metal", aunque con un comienzo accidentado, teniendo que repetir nuevamente. Gajes del oficio que quedarían atrás para los cientos de fans sumergidos en el moshpit que, al mismo tiempo, entonaban con puño en alto el clásico grito de guerra "LAY DOWN YOUR SOULS TO THE GODS ROCK N’ ROLL!!!". Lo que "Ace Of Spades" es para Motörhead se aplica perfectamente en Venom y un himno que refleja la suciedad y el caos devastador del metal más allá del dominio técnico.
Y, hablando de himnos, la ganchera "Countess Bathory" haría su trabajo entre los fans que corearon hasta los emblemáticos punteos de guitarra que la volvieron un infaltable en los set en vivo durante más de tres décadas.
El remate llegaría con "Witching Hour", un corte que dejaba en claro la intención de bañar el local con sangre por parte del trío. Broche de oro para un show que, en poco más de una hora, revivió la leyenda de una agrupación que, en su etapa dorada, representó todo aquello que dentro del mismo rock/metal parecían tan imposible como prohibido.
En pocas palabras, una jornada maratónica en donde lo más granado de la escena underground nacional sacó a relucir sus armas más certeras, y dos leyendas del metal a nivel mundial siguen al pie del cañón más allá de las dificultades presentes, algunas de ellas ya mencionadas. En el caso de Venom, quizás la única crítica respeto al set es la escasa inclusión de material de la etapa con Dolan, no solo del mencionado "Prime Evil" (1989), sino también del mismo "Temples Of Ice! (1991), omisión hacia aquellos notables trabajos en favor de los años dorados. Por supuesto, una omisión perdonada por quienes se sintieron satisfechos en un ritual preparado especialmente para los "Hijos de Satán", los mismos que están dispuestos a beber del vómito de los sacerdotes para renovar una y otra vez el pacto sangriento. A esos elegidos el Infierno les dio una bienvenida calurosa. Solo apta para quienes dispusieron sus almas a los Dioses del Rock 'N' Roll.
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Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Tay Martinez
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