#Especial: "Sad Wings Of Destiny", El Sacerdote voló con sus propias alas


Cuando se refiere al Heavy Metal en un sentido histórico, es imposible no pensar en Inglaterra. Black Sabbath se encargó de colocar los cimientos del género, mientras que, años más tarde (entrada la década de los '80), Iron Maiden se ganó merecidamente el título de superestrellas. Pero si nos referimos al Metal en su esencia más pura, tal como lo conoceremos durante los próximos 40 años desde los '70, no hay duda de quiénes encarnaron el género a nivel musical, compositivo y, obviamente, estético: JUDAS PRIEST. A la banda originaria de Birmingham (al igual que Black Sabbath) le debemos el que un género musical que apenas se estaba gestando en medio de la explosión punk de fines de los '70 se volviera no solo música, sino también un estilo de vida y pensamiento. Porque luego de una década de lucha constante por llevar en alto la bandera del Rock más pesado que pudiera existir en una era dominada al comienzo por Sabbath, Deep Purple y Led Zeppelin, la aparición de "British Steel" en los albores de los '80 hizo del Heavy Metal la contracultura de toda una generación que poco y nada tenía que ver con las modas y estereotipos de aquella época que, curiosamente, sería la más fructífera para el Rock más duro en todas sus vertientes, el Heavy Metal y sus derivados cada vez más extremos (Thrash, Speed, Death Metal, la primera oleada Black Metal proveniente de los países nórdicos). Todo aquello fue posible gracias al dominio impuesto por los propios Metal Gods comandados por el gran Rob Halford, cuya voz, en esos años, equivalía a una letal puñalada a la yugular (o, en este caso, a los tímpanos), así como la dupla conformada por Glenn Tipton y K.K. Downing se volvió un referente absoluto respecto al devastador y efectivo sonido de las seis cuerdas, tanto a nivel individual como cuando se trata de fusionar dos guitarras en una sola arma de destrucción masiva. Todo aquello llegaría a su punto cúlmine con el mega-hiper-demoledor-sangriento-asesino "Painkiller" (1990), una obra maestra que incluso la propia banda ha reconocido como insuperable hasta hoy. Tanto a nivel creativo, técnico y estético (cuero, tachas, puntas... qué más Heavy Metal puede haber que todo eso?), Judas Priest encarnaba todo lo que debía ser, lucir y sentir el Heavy Metal, hasta la médula.



 Sin embargo, a la hora de hacer justicia y excavar en profundidades aún desconocidas para muchos, es imperativo señalar que la explosión causada por "British Steel" en 1980 no fue de la nada, sino producto de todo un camino recorrido durante la década de los '70, cuando agrupaciones de otras latitudes como AC/DC, Kiss y Aerosmith, dominaban la segunda mitad de una década en la que, previamente, predominaba el poderío británico. Por esos años, Judas Priest era una banda que, a pesar de no contar con el apoyo de los medios masivos (mucho menos por parte de la 'crítica especializada'), contaba con una serie de LPs en estudio que se volverían fundamentales en el desarrollo del Rock Pesado en su vertiente más dura respecto a sus compañeros de generación. Trabajos como "Sin After Sin" (1977), "Stained Class" (1978) y el definitivo album en vivo "Unleashed In The East" (1979) son, hasta hoy, obras fundamentales para entender las raíces del Heavy Metal como un género ya totalmente independizado del Blues-Rock que, en su momento, conformaba el ADN de las primeras bandas que se la jugaron por subir los decibeles, distorsionar las guitarras al punto de volverse un ruido molesto para la gente mayor y, muchas veces, pisar el acelerador al punto de sobrepasar los límites permitidos hasta entonces.
 De aquella etapa de culto para los fans de Priest y del Heavy Metal en general, es necesario destacar la importancia de un trabajo que, por estos días, cumple sus cuatro décadas. Hablamos de "Sad Wings Of Destiny", segundo LP de los de Birmingham luego del mediocre debut con "Rocka Rolla" (1974), un testimonio fundamental de lo que vería venir para las siguientes generaciones ávidas de nuevos y cada vez más extremos sonidos. A juicio de muchos (me incluyo), el primer álbum de Heavy Metal 100% puro, con una fórmula totalmente alejada de las raíces bluseras de sus compañeros de generación.


 Para entender la importancia de un álbum como Sad Wings Of Destiny, debemos remontarnos a lo que ocurría a nivel artístico en 1976. Led Zeppelin se despacha su séptimo álbum titulado "Presence", trabajo que, de alguna manera, marcará el principio del fin luego de una era brillante para el combo liderado por Jimmy Page. Algo similar ocurrirá con Black Sabbath, pues luego de una primera mitad de década productiva a nivel artístico y comercial, iniciaría el declive hacia el abismo con "Technical Ecstasy", un trabajo olvidable e irreconocible respecto a obras fundamentales como "Master Of Reality" o el colosal "Sabotage". Aquel mismo año vería la disolución de Deep Purple luego de la muerte del guitarrista Tommy Bolin, componente de la formación que registró el regular pero excelente "Come Taste The Band" (1975), aunque la banda volvería en gloria y majestad en 10 años aprox. Otras agrupaciones británicas como Uriah Heep y Budgie se mantuvieron en actividad hasta nuestros días, pero fueron curelmente ignorados por los medios que declaraban' muerta' a toda una generación. Las únicas agrupaciones que, por esos años mantenían en alto la bandera del Rock duro en Gran Bretaña eran Queen, Thin Lizzy y Rainbow (combo liderado por un ex-Deep Purple, el virtuoso y creativo guitarrista Ritchie Blackmore). Aquellas bandas se encargaban de revitalizar el género mediante placas como "A Day At The Races", "Jailbreak" y "Rising", trabajos con arrollador éxito a nivel de crítica y ventas. Suficiente para mantener vigente el género, incluso ante lo que será la explosión punk del '77 (Sex Pistols, Buzzcocks, The Clash).


 En el caso de Judas Priest, la situación no era de las mejores. Formados en 1970 (Rob Halford se incorpora a la banda luego de reemplazar al saliente Al Atkins en 1973), tardarían 4 años en ver salir a la luz su debut en grande titulado "Rocka Rolla", un trabajo que no solo fue ignorado por los medios, sino que la misma banda calificaría como un album pobre, mediocre. Un hibrido de los elementos característicos del sonido de Zeppelin y Sabbath, poco y nada que ver con lo que se vendría unos años más tarde. Por cierto, si buscan material audiovisual de la época, se darán cuenta de que el 'look' de Priest, en esos años, era más cercano al hippismo trasnochado de comienzos de década (Halford parecía un auténtico clon de Robert Plant, mientras que el sombrero y el cabello liso hacían de K.K. un sujeto irreconocible para quienes descubrimos al blondo guitarrista en la era dorada del Sacerdote) que a la agresividad salvaje del cuero y las tachas, imagen que, por cierto, será la definitiva desde fines de los '70.

Grabado en Noviembre y diciembre de 1975 en los estudios Rockfield (Gales), bajo la supervisión de Jeffery Calvert y Max West como productores, "Sad Wings Of Destiny" fue el resultado del esfuerzo colectivo de un quinteto cuyos apuros económicos obligó a la necesidad de recurrir a todo tipo de artilugios para costear los gastos requeridos. El bajista Ian Hill trabajaba como chofer en una empresa de transportes, mientras Glen Tipton se desempeñaba como jardinero para familias adineradas y K.K. laburaba como obrero en una fábrica. Claros ejemplos de constancia y dedicación para salir adelante a pesar de todo. Respecto a la parte técnica, el responsable directo de la mesa de control será un joven llamado Chris Tsangarides (con quien se reencontrarían 15 años después, cuando el connotado ingeniero se haga cargo de la producción de "Painkiller"). Gull Records, el sello con el que Judas Priest tenía contrato, le encargó al artista gráfico Patrick Woodroffe la tarea de diseñar la portada del álbum, mientras en la contraportada aparecía Halford en posición similar a la de Cristo crucificado.



 Yendo de plano a la música, imposible permanecer impasible a la onda expansiva y envolvente de 'Victim Of Changes'. El corte más largo de la placa, la unión de dos antiguas composiciones, derivando en una pieza única, cuya originalidad y apariencia sónica llega a ser demasiado vanguardista para ser de 1976. Downing y Tipton despachándose un trabajo de antología en las seis cuerdas desde el comienzo in-crecendo hasta mutar en un riff principal que se te incrusta en el oído y la mente de por vida. La interpretación de Rob Halford, como se aprecia en toda la placa, llega a ser sobrecogedora, desde los primeros versos hasta el grito final. Desde antes de que se acuñara el concepto 'Heavy Metal', el emblemático cantante, sin proponérselo, se erige como modelo a seguir para las futuras generaciones gracias a su amplio registro de tenor, el cual se hace sentir con más poder en vivo. Respecto a la base rítmica, el eterno bajista Ian Hill deja claro que no necesita recurrir a tantos malabares para conformar una sociedad sólida en conjunto con el baterista Alan Moore. Ambos conformarían en esta placa una dupla cuyo papel parece sencillo en apariencia, pero hace gala de efectividad al momento de generar patrones rítmicos que, años más tarde, se volverán propios de un género que, hasta entonces, era reservado solo para unos pocos, en su mayoría adolescentes.

'Victim Of Changes', a nivel creativo y sonoro, remarca la complejidad, la búsqueda por innovar y alejarse de las raíces bluseras con las que se asociaba al Rock más pesado. La producción también juega un papel importante cuando se trata de generar una atmósfera envolvente, densa, atractivamente siniestra, la cual se hacía mucho más real durante sus interpretaciones en vivo. Lección aprendida de la escuela de Sabbath: un riff certero y penetrante importa tanto como la velocidad, incluso más. Y si alguien lo pone en duda, 'The Ripper' reafirma aquello, aunque de manera más breve, pero manteniendo la agresividad y la oscuridad latentes en toda la placa. Un desarrollo similar al del corte anterior, pero más breve y más agudo. Y, por qué no, más cabeceable, suficiente como para mover todo el cuerpo de manera automática. Nada de raro que una banda como Mercyful Fate le deba su sonido y propuesta creativa a Judas Priest en esos años en que el mundo se estremecía ante aquella música que parecía más bien un conjuro para llamar al Príncipe de las Tinieblas. En cuanto a la letra, 'The Ripper' se refiere directamente, como dice el nombre, al mítico asesino serial Victoriano conocido como 'Jack el Destripador', un legendario criminal que apuñalaba en el cuello a sus víctimas (de preferencia, jóvenes mujeres, algunas prostitutas), pero cuya identidad real se mantiene hasta hoy en el misterio. Un temprano ejemplo de la fascinación de Rob Halford por los personajes de ficción, muchos de ellos salidos de la imaginación del frontman ('Sinner', 'Starbreaker', 'The Sentinel', 'Exciter', 'Grinder', 'Jawbreaker', 'Painkiller' y un larguísimo etc. le seguirían durante los años venideros).



 Luego del comienzo demoledor, la cara A del vinilo continua con la melancólica y lúgubre balada 'Dreamer Deceiver', con Halford despachándose una interpretación antológica, llegando a su climax con un grito que pareciera invocar a la misma muerte, mientras Glenn Tipton ejecuta un solo igual de conmovedor. Y de la oscuridad del alma, pasamos de inmediato a la luminosidad y el calor de las llamas del infierno con la más pesada y acelerada 'Deceiver'. Parece increíble que una banda pudiera sonar en 1976 como muchos lo hicieron más tarde en 1984. Y es que en 'Deceiver' queda explicado de manera sencilla y con los detalles a la luz el secreto: el peso y la velocidad de Led Zeppelin y Deep Purple empapados de la oscuridad gótica y siniestra de Black Sabbath. Una fórmula que, a pesar de estrenarse (sin éxito) en "Rocka Rolla", generaría los resultados deseados en "Sad Wings...". En la anterior 'Dreamer Deceiver' se pude notar algo similar. Es cuestión de imaginarse a Sabbath reinventando 'Since I've Been Loving You' de los mismos Zep. Queda claro en esta primera parte que en "Sad Wings...", Judas Priest no solo encuentra su propia identidad, sino también renueva un género como lo es el Rock duro, pero sobrepasando ampliamente los límites 'apenas' traspasados anteriormente por los Sabs.

 La cara B del vinilo comienza con un instrumental llamado 'Prelude', una fúnebre y sublime pieza de piano y teclados ejecutada por Glenn Tipton, perfecto preámbulo para el corte más rápido de la placa, la potente y explosiva 'Tyrant'. Un riff que perfectamente pudo anticipar lo que fue el Speed-Thrash Metal en los '80, destilando agresividad y salvajismo que, para la época, fue un puñetazo directo al mentón para quienes pensaban que el Rock más pesado y veloz se fue a la tumba con Zep y Deep Purple. Y aquella agresividad también se remarca en una letra que pasaría a ser una Declaración de Principios, una forma de expresar la aversión contra todo tipo de control, nada de tiranías, cual sea la ideología. Todo aquello también se ve reflejado en la menos acelerada pero igual de pesada 'Genocide', un corte notoriamente influenciado por Deep Purple y cuya letra es una suerte de estímulo hacia los placeres más excitantes para el ser humano. Técnicamente, 'Tyrant' posee pasajes cuya intensidad no cesa por nada del mundo, en gran parte gracias al aplastante trabajo desempeñado por Downing y Tipton, quienes son los encargados de generar aquella fuerza sonora que no tardaría en pulirse hasta tomar la forma con que llegaron a la cima del Rock en su forma de expresión más dura y radical.



 El tramo final de la placa está conformado por dos cortes aparentemente distintos entre sí pero que denotan la genialidad (entonces) incomprendida que poseían estos jóvenes provenientes de Birmingham. Primero con delicada y hermosa 'Epitaph', una exquisita y melódica balada de piano cuyo aire a Queen es más que evidente, pero no por ello podemos desconocer la versatilidad que mostraba Priest en aquella época, incluso más allá de la obvia asociación con el Metal como será poco tiempo después. Y, como remate final, una descarga intensa de furia y pasión a cargo de 'Island Of Domination'. Evidencia absoluta de cómo una joven agrupación inglesa se tomaba en serio una fórmula a la que sus antiguos colegas de generación renunciaron en favor de una propuesta más cercana a la diversidad y la experimentación, sensación que nos queda al finalizar esta placa.
 
 Contractualmente, "Sad Wings..." marca el final del contrato con Gull Records, luego de que el sello le ofreciera a la banda una serie de puntos y requerimientos que poco y nada significaban respecto a lo que esta última aspiraba, pues la situación financiera no era para nada favorable, a pesar del éxito a nivel de crítica (una prestigiosa publicación musical se refería al álbum como "una demoníaca obra maestra de Heavy Metal"). La situación económica también fue motivo suficiente para que Alan Moore, luego de la breve gira europea como teloneros de Budgie, decidiera retirarse de la música para, posteriormente, dedicarse al oficio de camionero. Mientras, el equipo Halford-Tipton-Downing-Hill se mantendría lo suficientemente estable como para aprovechar el impulso obtenido por la buena crítica, por lo que, luego de renunciar a Gull, aceptarían la jugosa oferta de CBS, el sello que les pavimentará el camino hacia el estrellato. Sin embargo, Gull nos e quedaría con las manos vacías: en respuesta a la partida de sus artistas 'estrellas', se adueña de los derechos de "Sad Wings..." y "Rocka Rolla", lo que impedirá, por ejemplo, que ambas placas formen parte de las ediciones remasterizadas oficiales editadas en 2001.



En lo personal, debo admitir que lo único que conocía de este álbum eran las 2 canciones que aparecían en el en vivo "Live Meltdown" (editado en 1998, con Tim 'Ripper' Owens en la voz), uno de los discos con los que me inicié en el sonido Priest cuando adolescente: "Victim Of Changes" y "The Ripper". Más tarde llegué al excelentísimo "Unleashed In The East" y mi fanatismo por el Sacerdote ya no tenía vuelta atrás. Fue así como llegué a este "Sad Wings..." y me quedó claro que las coincidencias no existían. Dave Mustaine y Mikael Akerfeldt (dos reconocidos fans de Priest y, específicamente, de este álbum) lo supieron mejor que nadie: el Metal, antes de conformarse como tal, tenía que independizarse totalmente de su padre: el Blues. Black Sabbath estuvo cerca de hacerlo en sus años dorados, pero Priest se atrevió sin miedo y fue más allá de lo imaginable. Hace cuatro décadas, el Heavy Metal en su estado más puro nacía solo, sin el más minimo apoyo de los medios. Solo le bastó extender sus alas para volar hacia aquella dimensión que muchos trataban de explorar pero pocos se atrevían. Judas Priest tomó el riesgo, se atrevió y forjó un sonido proveniente del mismo averno. El Sacerdote empezaba a desplegar sus alas con una furia incomparable.


                                                                                                  Escrito por: Claudio Miranda

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