#LiveReview: Accept "A prueba de balas"

   
Ni la copiosa lluvia ni el corte general de agua en la Región Metropolitana fueron impedimento para la tercera visita de Accept a territorio nacional, esta vez en el marco de la gira promocional del aclamado álbum “Blind Rage” (2014). Ni para los eternos Wolf Hoffmann y Peter Baltes (después de casi cuatro décadas juntos en la carretera, ¿qué podría detenerlos a estas alturas?) ni para los más de mil fans que repletaron el Teatro La Cúpula, incluso desafiando el turbulento clima que, a esas horas, inundaba a todo Santiago. Pero cualquiera que se diga amante del Heavy Metal hasta la médula sabe perfectamente que ante las inclemencias climáticas solo hay dos opciones: matar o morir. 


   Quizás sin la ‘ayuda’ del clima, muchos se habrían quedado afuera para esperar el plato principal (una costumbre que, desgraciadamente, obedece a los gustos personales de cada uno), pero de alguna manera la naturaleza conspiró para que, a eso de las 20 horas, el recinto ubicado al interior del Parque O’Higgins estuviera prácticamente al máximo de su capacidad para ser partícipes del poder destructor de nuestros emblemáticos Pentagram Chile. La histórica agrupación liderada por el ‘arquitecto del Metal Extremo’ a nivel local  Anton Reisenegger, se despachó un set que, a pesar de lo breve en cuanto a tiempo, fue suficiente para brindarnos una muestra del presente que disfruta una agrupación cuya deuda con el pasado ya está saldada. Desde joyas de culto como ‘Profaner’ y la archi-conocida ‘Demoniac Possession’ hasta el material del LP debut “The Malefice” (2013) representado en cortes como ‘The Apparition’, ‘Horror Vacui’ y ‘King Pest’, justo y necesario para hacer valer el merecido sitial de honor como referentes del Metal Extremo local, ayudado por supuesto por la calidad del sonido, permitiendo apreciar las cualidades técnicas que se desprenden en medio del fuego caótico proveniente del infierno. En solo media hora, se hicieron sentir los estragos de un maleficio que ni la muerte de Satan podrá curar.


     Con el Teatro La Cúpula al tope de su capacidad y un público de todas las edades hambriento de Heavy Metal químicamente puro, a eso de las 21 horas realiza su aparición sobre el escenario la Maquinaria Teutónica comandada por Wolf Hoffmann y Peter Baltes, eternos líderes y figuras de un conjunto cuya solidez técnica y compositiva no merece ninguna clase de cuestionamientos. A los dos recién mencionados se les suma el carismático cantante americano Mark Tornillo (símbolo absoluto del glorioso y devastador presente de los alemanes), el baterista Christopher Williams y el guitarrista Uwe Lulis (Grave Digger), todos recibidos por una multitud eufórica más no poder. Y toda aquella euforia estallaría de inmediato apenas retumban los primeros acordes de ‘Stampede’, el corte inicial del reciente ‘Blind Rage’, con el público fuera de sí. No es para menos cuando tienes delante de tus narices a una leyenda que le hace honor a su clase mostrando lo mejor del presente sin necesidad de vivir solamente de los éxitos del pasado. Gran parte de aquella potencia devastadora se la debemos mucho a la base rítmica compuesta por Baltes y Williams, mientras el ‘jefe’ Hoffmann y Lulis se encargan de demostrar que la fama de las guitarras de Accept respecto a su letalidad no es casual, como ocurre también en ‘Stalingrad’, con el público cantando las guitarras del inicio. Emoción, sentimiento, un sentido de la melodía propio de un músico de conservatorio. Al menos esa es la impresión respecto al papel de Wolf Hoffmann como encargado principal de las seis cuerdas, a la vez que los coros cobran fuerza cual grito de guerra antes de librar combate. El riff atrevido y pendenciero de ‘Hellfire’ es una clara señal de que el Accept que debutó en suelo local hace 5 años exactos aspira a cosas importantes y lo demuestra en el escenario con una soltura que tanto las nuevas generaciones como la mayoría de las ‘viejas glorias’ quisieran tener. Con ‘apenas’ tres canciones originales del material reciente, la grandeza y la vigencia conforman una mezcla tan efectiva como altamente explosiva.

  Luego de brindarnos lo mejor del presente, llegó el turno de ‘regalonear’ a los fans de la era dorada (no solo para Accept, sino de todo el Heavy Metal durante los ’80) con una seguidilla de clásicos que sacó sonrisas y apasionadas ovaciones. Primero fue el turno de ’London Leatherboys’, con Peter Baltes asumiendo el rol protagónico al momento de generar ese groove ‘vacilón’ que mantiene a toda una multitud saltando y cabeceando sin parar. Luego le seguiría el clásico ‘Restless And Wild’, el primer momento en el cual La Cúpula se vino abajo. Una feroz estampida de Heavy Metal clásico sin necesidad de colorantes ni saborizantes. Por cierto, ¡cómo le pega Christopher Williams a los tarros! Llega a estremecer semejante muestra de contundencia, fuerza y precisión en cada golpe, en cada compás. Respecto a Mark Tornillo (mucho más suelto e interactivo con el público que en las visitas anteriores, incluso arengando al público con un singular ‘Qué pasa conch……..!’), decir que es un ‘monstruo’ sobre el escenario es poco. Cuesta encontrar las palabras necesarias para describir lo que genera el ex TT-Quick entre los fans, incluso entre quienes creían que nada sería ante la ausencia del emblemático Udo Dirkschneider. La efectivdad de un himno como ‘Living For Tonight’ y la melodía pegajosa de ‘Midnight Mover’ (ambos del colosal “Metal Heart” de 1985) dan cuenta de la reputación de Accept como una de esas agrupaciones cuya fórmula en vivo funciona de manera eficaz. El secreto de aquel éxito: la energía desbordada por la misma banda sobre el escenario. Pura pasión y trabajo duro.

   El repaso de “Blind Rage” continúa con las notables ‘Dying Breed’ y ‘Final Journey’, ambas aprobadas merecidamente por un público que canta con puño en alto los versos y coros como si se tratasen de clásicos de toda la vida. Similar sensación se hace presente en ‘Shadow Soldiers’, con Mark Tonillo anotándose den la historia del Heavy Metal con un desempeño que, si bien recuerda bastante al pequeño y emblemático Udo Dirkschneider, funciona con personalidad propia. Por cierto, es imposible mantenerse impasible ante esos coros que perfectamente se ponen a la altura de los himnos de hace tres décadas. Sobre el escenario queda demostrada la irrefutable vigencia de un referente que no se conformará jamás con vivir de las glorias de antaño y eso se agradece de corazón.
  La más antigua ‘Starlight’ (corte que da inicio a “Breaker” de 1980) y la notoriamente influenciada por AC/DC ‘Bulletproof’ (original del injustamente olvidado “Objection Overruled” de 1993) continúan con el viaje entre el pasado y el presente de, más allá de los gustos personales, la versión más demoledora que haya podido existir del legendario quinteto alemán (viudas y fariseos de Udo Dirskchneider, favor absténganse). Volviendo a la década actual, ‘No Shelter’ marca un pasaje para el recuerdo con el notable ‘duelo de cuerdas’ entre Wolf Hoffmann y Peter Baltes, dejando en claro la calidad técnica y creativa en el que se basa la reputación de Accept como pioneros de un Heavy Metal que combina el buen gusto con la fuerza arrolladora de una estampida de toros, como lo grafica la portada del reciente LP “Blind Rage”. Y ya que mencionábamos las virtudes técnicas de sus músicos, llega otro momento memorable a través del eterno clásico ‘Princess Of The Dawn’, con los fans unidos todos en una sola voz cantando las notas de la guitarra a cargo de Wolf Hoffmann, un tipo al que el Heavy Metal europeo y mundial le debe mucho y más como referente absoluto de las seis cuerdas en un género en que la elegancia y la cualidad de crear melodías influenciadas por la música clásica en sus solos (como Malmsteen pero con la dosis justa y, por lo tanto, menos excesivo que el violero sueco) pavimentó el camino para lo que sería la escena melódica europea de mediados de los ’90 (Stratovarius, Gamma Ray, Helloween). Por lo mismo no es de extrañar que los alemanes, al menos en Chile, tienen asegurada la localía gracias a una fiel ‘hinchada’ que no cesa su comunión que que le debe su fortaleza a lo que cada músico expresa a través de sus propios instrumentos. Y en ese aspecto, Accept nos brinda una lección categórica de lo que es el Heavy Metal, más allá de la música: ACTITUD en esta vida y en la otra.


    El groove arrastrado y amenazante de ‘Fall Of The Empire’, y la melodía deliciosamente radial de ‘Dark Side of My Heart’ culminan de manera magistral el repaso de “Blind Rage”, mientras que ‘Pandemic’ (original del excelso ”Blood Of The Nations” de 2010, el trabajo que marcó el inicio del regreso a los mejores tiempos de Accept) se encargó de mantener la intensidad de un show que, repito, no tuvo altibajo alguno, siempre a un nivel que rozó lo perfecto. Y como remate del set regular, a través de su clásica intro cantada a todo pulmón por todo el público asistente, llega la ira de los dioses a través de ‘Fast As A Shark’ (cualquiera que se diga amante del Speed-Thrash Metal ochentero debe darle las gracias eternas a estos señores, razones obvias), a mi juicio uno de esos temas que ayudó a moldear la reputación de Accept como La máquina infernal alemana que, en base a la ferocidad y constancia de su propuesta, supo ganarse merecidamente su lugar en el Olimpo, a la misma altura que sus pares británicos (Judas Priest y Iron Maiden, para ser más exactos). Y sería esa misma máquina infernal que, luego de treinta años, aún sigue causando estragos entre distintas generaciones de fans que han mantenido la Fe en el Heavy Metal a pesar de todo y de todos.


   Luego de terminar el set regular de manera devastadora, la banda vuelve para iniciar la recta final de un show que, perfectamente, puede situarse entre lo mejor de lo que ha sido este año en materia de conciertos. Y qué mejor que corroborarlo que con una serie de himnos destinados a amenizar lo que será un karaoke masivo, el que sería ‘inaugurado’ con la solemnidad omnipotente de ‘Metal Heart’, cantada desde la intro hasta el golpe final de batería por un público cuyo amor por el Heavy Metal no se transa por nada. Un ejército completo de ‘metalheads’ cantando el solo de Wolf Hoffmann (directamente inspirado en Für Elise, obra para piano compuesta por Ludwig Van Beethoven, el más grande genio musical de todos los tiempos) es algo que tanto para el fan acérrimo como para el no tanto puede resultar conmovedor, incluso hasta las lágrimas. Y eso se lo debemos en gran parte a lo que hace Wolf Hoffmann al momento de ejecutar cada nota, con una técnica notable pero siempre dejando en claro que nada de esto tendría sentido sin los fans, a quienes el Heavy Metal debe su existencia a pesar del paso de los años y lo que dicten las tendencias del momento. Luego de aquel momento sublime, llega el turno de ‘Teutonic Terror’, el himno que define gráficamente la venganza de los alemanes, lo que para los fans es una celebración en torno a la resurrección de un género que, a pesar de las barreras existentes, nunca se dará por muerto. Es impresionante el cómo Peter y Wolff, cual hermanos de sangre, se mueven sobre el escenario con una vitalidad que hace imposible hablar de veteranos que llegaron  a las seis décadas, cuando a esa edad muchos empiezan a preguntarse cuándo cobrar la pensión. Puede que nunca lleguen a la categoría de ‘mega-estrellas’ como Iron Maiden, pero al fan del Heavy Metal que se declare como tal le da lo mismo cuando los principios se mantienen incólumes, como ocurre en la explícita y altamente ofensiva ‘Son Of a Bitch’ (otro corte extraído del crudo LP “Breaker”), con el público cantando el coro con una ‘mala leche’ que perfectamente podría intimidar a los señores políticos que solo redactan leyes a la medida de los más poderosos en ese antro de delincuentes con corbata llamado Congreso Nacional. Y para redondear un show excelso en su totalidad, el hit que puso en el mapa a los originarios de Solingen, EL himno por excelencia de Accept, ‘Balls To The Wall’, con todo el recinto saltando y cantando los coros con puño en alto. Final épico y glorioso para una jornada en la que, insisto, es imposible encontrar altibajos ante la ejecución magistral y la puesta en escena, sobria en apariencia pero que permite apreciar el excelente estado en que se encuentra la Maquinaria Infernal alemana. Hasta resulta imposible asegurar si se trata de la mejor actuación de los alemanes en nuestro país (en 2013, repletaron el Teatro Caupolicán en una noche que fue registrada para el posterior DVD/BRay adjunto al reciente “Blind Rage”). De lo que sí podemos estar seguros es que Accept, desde su regreso hace 6 años, vive su mejor etapa, incluso superando por un pequeño margen a lo forjado en los ’80, cuando el Heavy Metal dominaba el mundo sin que nada ni nadie pudiera impedirlo. Treinta años después, Accept sigue vistiendo su coraza metálica, especialmente diseñada y construida a prueba de balas. La Máquina Infernal alemana una vez más sembró la mortandad, desatando su furia ciega, turbulenta y salvaje. La bandera del Heavy Metal parece estar destinada a flamear incólume por los siglos de los siglos. GOD BLESS YA!

Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Beth Barría

  

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