#Especial: The Winery Dogs "Tres Razas Distintas, El Mismo Ladrido"

  
Cuando se refiere a The Winery Dogs, es imposible no quedar absorto ante el nivel técnico y creativo que sus tres componentes destilan por litros y, por qué no, toneladas. Formado a mediados de 2012, dos trabajos de estudio (el más reciente, el aclamado "Hot Streak", fue editado el año pasado) y un registro en vivo ("Unleashed In Japan", registrado durante la misma gira que los hizo debutar en un repleto Caupolicán a mediados de 2013) acreditan de manera contundente el éxito basado en una propuesta musical que traspasa todas las fronteras musicales. Desde el Hard Rock notoriamente influenciado por Led Zeppelin, hasta los sonidos de la denominada 'música negra' (Soul, R&B, Funk) que fácilmente los emparenta con referentes como Stevie Wonder. Un power trío cuya propuesta artística habla por sí sola, sin ninguna otra pretensión aparte de hacer música y, sobretodo, pasarla bien sobre el escenario.

    Y justamente el propósito de pasar un buen momento en cada presentación es lo que mueve los hilos de un proyecto que nació de unas cuantas sesiones improvisadas entre tres amigos. Puede parecer cliché, pero no hay otra razón que explique el por qué la fórmula de The Winery Dogs se ha ganado el cariño y la aprobación de quienes nos consideramos melómanos empedernidos, incluso más allá de las etiquetas a las que constantemente estamos expuestos tanto artistas como fans. Y eso lo saben perfectamente estos tres sujetos, todos dueños de un currículum equivalente al de sus dotes técnicas y compositivas, las mismas que le ha valido a cada uno hacerse un nombre por sus propios méritos.


  Algo de eso es cierto si nos enfocamos en la figura de Mike Portnoy, uno que no necesita ser presentado, al menos para quienes siguen su carrera después de Dream Theater. Fundador del quinteto originario de Berkeley junto a John Petrucci, en 2010 el extrovertido músico toma la (para muchos) dolorosa decisión de renunciar a la banda que le valió grabar su nombre a fuego entre los grandes de supuesto, situándose a la altura de referentes absolutos como Neil Peart, Keith Moon, John Bonham y Bill Bruford, entre otros. Luego de un cuarto de siglo como componente y mente creativa de una de las bandas más icónicas del Progresivo durante los '90 y la década pasada (período en que registró una serie de placas fundamentales en el género como "Images & Words", "Awake" y el excelso "Six Degrees Of Inner Turbulence"), Portnoy emprende nuevos rumbos, empezando por aquella recordada y controvertida colaboración con Avenged Sevenfold en "Nightmare" y el EP "Welcome To The Family", ambos editados el mismo 2010, lo que le valió la sorpresa y hasta el repudio por parte de los fans más duros de su ahora ex-banda. Sin embargo, quienes pensaban que aquella colaboración significaría un vuelco negativo respecto a sus raíces progresivas, no podían estar más equivocados. Sus trabajos con Flying Colors (un supercombo que cuenta entre sus filas, a Portnoy, Neal Morse y el actual guitarrista de Deep Purple Steve Morse) y el éxito a nivel de críticas y ventas del LP "Kaleidoscope" de los históricos Transatlantic (donde Portnoy y Neal Morse comparten roles junto al líder de The Flower Kings, Roine Stolt y el eterno bajista de Marillion, Pete Trewavas) pudieron revalidar el nombre de un referente actual de la batería que supo seguir su camino con sus propias armas.


  Distinto es el caso de Billy Sheehan, el de mayor edad (y experiencia, por supuesto) de los tres implicados. Con un recorrido que lo inició profesionalmente a fines de los '70 en Talas, el salto a la fama llegaría a mediados de los '80 como parte del proyecto solista de David Lee Roth (por esos años, recién salido de las filas de Van Halen, banda a la que Sheehan teloneó durante los primeros '80 mientras estaba en Talas. Aquella formación, que incluía a un prolifero Steve Vai en las seis cuerdas y al excelente Greg Bisonette en batería, editaría en 1986 "Eat 'Em and Smile", una placa de Hard Rock alegre y 'bailable' que pasaría a la categoría de clásico por sus melodías certeras ('Yankee Rose' se impuso como el hit single de la placa), la increíble calidad de su producción, y una ejecución que dio cuenta del buen ojo de 'Diamond Dave' al momento de elegir a sus colaboradores. Sin embargo, la extravagancia excesiva (lo que solemos denominar como 'chabacanería') del siguiente "Skyscraper" (1988) derivan en la renuncia del eximio bajista, quien opta por unir fuerzas junto a un joven Paul Gilbert en guitarras, un experimentado Pat Torpey en batería y un promisorio cantante de blues pero con vocación melódica llamado Eric Martin, dando vida a Mr Big, un combo que combinaba melodías certeras (cercanas al pop) con una calidad e interpretación magistrales, donde, a diferencia de la experiencia con David Lee Roth, la técnica y la actitud importaban más que el sobrecargado glamour entonces presente en el Hard Rock americano. Sería en ese contexto en que Billy Sheehan se haría un nombre como espectáculo aparte gracias a su combinación letal entre virtuosismo y espectáculo. Desde su inconfundible tapping hasta la manipulación de su Fender Precision con un taladro (la locura es la base todas las genialidades). Para qué ahondar en sus colaboraciones junto a Tony McAlpine y el mismo Steve Vai, entre otros renombrados músicos. Un genio total de las bajas frecuencias que, sobre el escenario, da rienda suelta a toda su creatividad.


   Finalmente, tenemos al tercer involucrado, precisamente el gran responsable del sonido de TWD y dueño de un timbre que se asemeja bastante al de Chris Cornell, pero con un sello escénico propio. Palabras mayores se nos vienen a la mente al referirnos a Richie Kotzen, uno de los músicos más influyentes de los últimos treinta años, cuya trayectoria, salvo contadas excepciones (Poison a comienzos de los '90), ha sabido mantenerse fuera de las exigencias de un mercado tan feroz como el estadounidense. Con poco más de quince placas en estudio, un álbum en vivo, un EP y seis compilaciones, la carrera artística de Kotzen a dado cuenta de una propuesta artística que rescata el legado de próceres como Jimi Hendrix, Jeff Beck y Jason Becker , al que le infiere severas y escalofriantes dosis de virtuosismo y, sobretodo, sentimiento. Aquel último elemento es el que le ha permitido desenvolverse en estilos tan diversos como exigentes. Desde el Blues-Blanco 'a la Clapton', hasta intensos coqueteos con el Jazz-Fusión, pasando por el Soul, el Funk y el Pop de primera selección, lo que le ha valido colaborar de manera fructífera con eminencias de la talla de Glenn Hughes, Guthrie Govan, Greg Howe y Lenny White. Aquella versatilidad sería suficiente para que, a inicios del siglo presente, llegara a Mr Big para ocupar el puesto del saliente Paul Gilbert, anotándose con el hit 'Shine', un corte que Kotzen rescata en sus set en vivo hasta hoy. 

  Y sería justamente su etapa en Mr Big la que marcará su primera colaboración junto a Billy Sheehan, derivando en una amistad que aún perdura, la cual llegaría a su punto culmine cuando el reconocido locutor radial Eddie Trunk, al enterarse de la búsqueda, por parte de Sheehan y Portnoy, de un cantante y guitarrista que cumpliera con las cualidades técnicas y creativas necesarias para dar vida al proyecto (aún sin nombre), recomienda el nombre de un viejo conocido, cuyo potencial sobrepasaba las expectativas, en especial las del mismo Sheehan, para quien, por experiencia propia, Richie Kotzen cumplía con todo lo requerido y mucho más. De esta manera, luego de productivos ensayos e intensas sesiones de grabación, en 2013 sale a la venta el debut homónimo, logrando una repercusión impensada para estos tiempos en que la fórmula de los "super-grupos" muchas veces solo logra generar ruido por motivos publicitarios. El caso de The Winery Dogs es distinto, pues la pasión por la música es lo que mueva a estos veteranos que se resisten a abandonar la cancha antes de finalizar el partido. Con dos magnánimas producciones de estudio y una reputación merecida como acto en vivo obligado para cualquier melómano, los ladridos de estos perros de raza son una clara señal de que la pasión los mantuvo unidos, incluso antes de juntar fuerzas hasta hace casi 3 años. 




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