A mediados de los ’90, Latinoamérica empezaba a conformar su propia
escena metalera, aprovechando la puerta que alguna vez abrió Sepultura para dar
el salto a nivel mundial. Después de Brasil, Argentina y Chile se volvieron, a
pesar de las dificultades, en potencias continentales en referencia a una
escena que, hasta esos años, parecía reservar un sitial de honor solo entre las
instituciones que dominaban el globo terráqueo desde el Hemisferio Norte. Dos
décadas después, a pesar de los distintos caminos que tomaron algunos respecto
a otros, esos mismos caminos se unirían de alguna manera en una suerte de
ritual/celebración tanto para los nostálgicos de esos años como para los recién
iniciados, los mismos que crecieron al alero de un legado cuya preservación se
hizo sentir en una emotiva jornada en el Club Kmasu, donde la comunión entre
los fans y los héroes derivó en una masa de energía suficiente como para
remecer el suelo no solo de Santiago, sino de todo un continente unido en un
solo sentimiento, una pasión que no se sustenta en modas ni dogmas puristas,
sino en el compromiso y el ardor de la sangre.
No fue casualidad que todo lo mencionado en el párrafo anterior se
remarcara de entrada, apenas Lefutray (“velocidad el sonido” o “sonido rápido”
en mapudungún) daba el puntapié inicial a una jornada que, salvo un caso
puntual, jamás decayó en cuanto a intensidad y calidad. En plena promoción de
su reciente LP “Oath”, Lefutray no tuvo empacho en brindar una clase magistral
de actitud y poder mediante cortes como ‘The World Infected’, ‘Womb’, ‘Minds Of
Horror’ y ‘Silent Inferno’. Un sonido algo saturado, sin generar molestias
auditivas pero que, en gran parte del show, impedía entender claramente la voz
en muchos pasajes, aunque mostraría mejora de manera progresiva. Sin embargo,
sobre el escenario es cuando prima el oficio por sobre todo y Lefutray lo
entiende a la perfección. Media hora fue suficiente para demostrar de qué están
hechos. Nadie podía salir ileso.
Poco después, llegaría el turno de Sangre Aborigen, agrupación
emblemática para los fans del Nü Metal sudamericano y, sobretodo, a nivel
local. Comandados por José Ruggeri (guitarra/voz) y Pablo Rtumba
(percusión/voz), el quinteto originario de Mendoza (radicado en Santiago hace
más de 15 años) no se guardó nada y transformó el recinto ubicado en Avda
Blanco Encalada en una pista de baile, donde el mosh y el headbanging se
volvieron pasos obligados a seguir en un ritual con aires callejeros. De la
mano de ‘Ser Latino’, ‘Sudamérica’ y ‘A ver’, entre otros bombazos, primó la
categoría y el discurso de una agrupación que, al igual que Sepultura
(innegable la influencia determinante del aún juvenil y destructor “Roots”), las
etiquetas no cuentan cuando la sangre latina hierve ante las injusticias bajo
las que todo un continente se siente sometido. Ante la injusticia, la
corrupción y el aparente dominio de los ‘poderosos’, si no se puede cambiar
todo, se puede gritarlo todo. Versatilidad técnica, interpretación y discurso
implacable, todo acorde a estos tiempos en los que el dinero pretende imponer
su soberanía por sobre la tradición de nuestras tierras. Las preferencias
personales dan lo mismo ante la actitud y eso se agradece de corazón.
Si lo de Sangre Aborigen fue una renovación de principios respecto a un
género comúnmente asociado a la ‘moda’ imperante a fines de los ’90 y
principios de la década anterior, lo que genera Total Mosh sobre el escenario
sobrepasa todo tipo de gustos y estilos. Comandados por Osvaldo Quintero (uno
de los mejores cantantes y frontman de la escena local), el quinteto brindó un
espectáculo de primer nivel, en el que cortes como ‘Factor Inhumano’,
‘Holocausto Caníbal’ y ‘Necrosistema’ desataron de inmediato la respuesta de
sus fans, prácticamente su propia ‘hinchada’. Al menos no se nos ocurre otro
calificativo para aquellos fans que flameaban la bandera con el nombre de la banda como en los estadios, incluso con la
banda invitando al fan portador de la bandera a hondearla sobre el escenario.
Una postal para enmarcar de por vida en la memoria, junto a otro momento a
destacar como fue la aparición del cantante Sergio Berríos y el baterista
Rodrigo Sánchez (hoy en los progresivos Crisálida), reuniéndose de esta manera
la formación que registró el LP debut ‘Violencia Necesaria’, del cual
sobresaldría una colosal versión de ‘Sangre India’, dedicada a la comunidad
chilota que está sufriendo los embates de la codicia de unos pocos, algo que
ocurre también con las comunidades mapuche en la Araucanía. Aplastante y
emotiva presentación de un referente histórico al que las etiquetas le
resbalan.
Desgraciadamente, no todo podía ser 100% agradable y perfecto. la presentación de Saken no estuvo a la altura. Un cantante que realizó un mal desempeño vocal. Una banda que, pese a la solidez de la música a nivel compositivo y sonoro (la escuela de Pantera y Machine Head formó a una serie de alumnos en distintas latitudes, incluso en suelo nacional) demostró una falta de pasión y sentimiento que llega a ser ofensiva y poco seria. Imperdonable cuando se trata de una agrupación con casi veinte años de experiencia, los cuales no pudieron demostrar su talla en el escenario. Si bien la banda logro encender a parte del público, no todos estuvieron conformes con su presentación, que además de fallas vocales, mostró evidentes problemas de saturación. Por cierto, Saken fueron confirmados, hace unos días, como teloneros de Megadeth en lo que será una nueva visita de los estadounidenses a comienzos de agosto en el Teatro Caupolicán. Esperemos que solo haya sido una mala noche, porque si fueron elegidos por el propio Dave Mustaine como invitados nacionales, habrá que demostrar si están a la altura. Tarea para la casa.
A eso de las 21:45, y sin necesidad de ninguna parafernalia innecesaria,
se hacía realidad el momento que todo un recinto repleto esperaba desde hacía
más de 15 años. El emblemático trío comandado por su eterno ‘jefe’ Andrés
Gimenez en voz y guitarra no se guardó prácticamente nada. Desde el comienzo
con ‘Familia (Es La Oportunidad)’, A.N.I.M.A.L. hizo honor a su condición de
referente y leyenda del Metal a nivel latinoamericano, gracias a una actitud
que redujo a nada la cantidad de años entre el pasado como estrellas en el
mítico programa ‘Headbangers Ball’ de MTV a mediados de los ’90 y el presente
reflejado en una presentación sólida en todas sus líneas. Porque además de
Giménez, el bajista ‘Titi’ Lapolla y el baterista Marcelo Castro dieron cátedra
de versatilida técnica y espectáculo sobre el escenario, manteniendo a los fans
en un trance que jamás decayó. Ni siquiera en pasajes ‘melancólicos’ como
‘Lejos De Casa’, con los fans entonando cada verso con puño en alto y, de paso,
permitió apreciar las virtudes técnicas e interpretativas de un trío en el cual
todos miran y avanzan hacia la misma dirección. El mar de gente saltando en
‘Revolución’ y el mosh infernal desatado en ‘Barrio Patrón’ bastan para
graficar lo que genera A.N.I.M.A.L. en su incondicional y fervorosa ‘hinchada’,
los mismos que tienen marcado en la piel un sentimiento que hace hervir la
sangre mediante el groove pendenciero de ‘Gritemos Para No Olvidar’ y el
‘vacilón’ universal al que nadie puede escapar con los primeros acordes de
‘Loco pro’, con ‘Titi’ Lapolla y Marcelo Pastro marcando una presencia
omnipresente en la base rítmica. Poco hay que decir de Andrés Giménez, cuyo
registro e interpretación vocal, pese a los años, mantiene esa mezcla certera
de histrionismo y agresividad que se volvió su marca registrada y también
significó una decisiva influencia para las generaciones siguientes.
El protagonismo del público en ‘Poder Latino’ y la ‘mala leche’ del
clásico ‘El Nuevo Camino del Hombre’ (el hit que puso a los argentinos en el
mapa sudamericano regido, entonces, por los brasileños de Sepultura) hicieron
de este histórico regreso una renovación de votos con una fanaticada que no
distinguía entre iniciados y novatos. El sentimiento es uno solo y, por muy
cliché que a muchos les parezca semejante afirmación, es la impresión que nos
queda apenas retumban los primeros acordes de ‘Solo Por Ser Indios’, dedicada
sin censura al gobierno que privilegia los intereses del empresariado por sobre
la dignidad de la gente, como ocurre hoy en Chiloé y las comunidades mapuche en
la Araucanía. Para el final, una demoledora versión de ‘Cop Killer’ (original
de Body Count), dedicada con cariño a ya sabemos quiénes. En poco más de una
hora, A.N.I.M.A.L. demostró que el retorno va más allá de revivir aquella etapa
dorada del Metal como fueron esos locos y revolucionarios años ’90. El Poder
Latino se renueva para dar el siguiente golpe, con la actitud combativa que los
hizo una institución para quienes realmente llevan el sentimiento en la médula.
Pasada la medianoche, el público empezaba a reducirse luego de la
presentación de A.N.I.M.A.L., pero al menos lo suficiente para ser testigos del
regreso de nuestros referentes absolutos a nivel local y, por qué no,
internacional. No puede haber otro calificativo para una agrupación como
Criminal, cuyos 25 años en la carretera hablan por sí solos. Con el eterno
Anton Reisenegger al frente, la agrupación regresó a suelo nacional para
promocionar el recién salido del horno “Fear Itself”, trabajo que consigue
mantener los principios de una banda que, pese a los cambios de formación y los
años, no pierde su esencia ni un solo ápice. El comienzo con ‘Down Driven’ es
un claro ejemplo de cómo mantenerse en el tiempo, dando cuenta de la
experiencia y la vitalidad que hacen del cuarteto una institución que no
necesita vivir de lo hecho en el pasado para demostrar de qué están hechos. Y
si hay que hurgar en el material antiguo, una canción como ‘S.S.S.’ es la
indicada para quienes esperan sorpresas ‘inéditas’ más allá de los clásicos.
La descarga mortífera con ‘Cáncer’, el veneno mortal de ‘Scapegoat’ y
las cerca de mil voces entonando ‘Hijos de La Miseria’ cual himno patrio (en
realidad, lo es) conformaron la postal de una presentación en la que destacó el
debut del nuevo integrante, el guitarrista nacional Sergio Klein, cuya labor a
nivel técnico y escénico se hizo sentir de manera notable al complementar
fuerzas con Anton Reisenegger, el bajista Dan Biggins y el baterista Zac
O’Neil, todos desempeñándose de manera excelsa ante sus incondicionales de
siempre. Momento memorable fue el cierre del set regular, despachándose
matadoras versiones de ‘Stillborn’ y aquella declaración de principios llamada
‘Por La Fuerza de la Razón’, con los fans cantando cada verso a rabiar.
Luego de finalizar el set, la banda regresa
al escenario en medio de una ovación propia de los grandes, esta vez para despacharse
una seguidilla de clásicos, con los que cerraría la presentación de manera
magistral. ‘Self Destruction’, ‘Collide’ y ‘Victimized’ fueron suficientes para
encender en llamas un recinto en el que permanecieron tanto partícipes como
testigos del presente fuctífero de la máxima institución del Metal en nuestro
país. Y para rematar, la aplastante y eterna ‘New Disorder’, con el mosh
sembrando estragos hasta el último acorde. Cierre perfecto para una
presentación redonda durante una noche que, salvo el triste espectáculo de
Saken (insisto, una falta de respeto para quienes creemos en el aporte y valor
de lo nuestro), nos brindó un diagnóstico más que favorable para una escena que
se renueva de a poco pese a todo. Una próxima edición de ‘Hellbangers Tour’,
una próxima visita de A.N.I.M.A.L. promocionando lo que será su primer álbum en
poco más de una década, todo aquello denota un objetivo concreto y claro. El
compromiso con nuestras raíces se mantiene intacto y presente, a pesar de los
años. Ni Luksic ni Paulmann se mantendrán ajenos al grito desgarrador de la
Pachamama.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Beth Barría
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