Todo amante del Heavy Metal en su estado más puro que se declare ‘Hijo del Acero’ debiera conocer la existencia de un movimiento que, hace más de tres décadas, remeció los cimientos de toda Europa (con réplicas que se hicieron sentir incluso en EE.UU., sacudiendo casi todo el Hemisferio Norte del Globo Terráqueo y cuyo epicentro se localizó en las Islas Británicas, especialmente Inglaterra. Liderada por agrupaciones hoy populares a nivel mundial como Iron Maiden, Saxon y, en un comienzo, Def Leppard, la NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal) se tomó por asalto todo un continente gracias a un sonido duro y directo respecto al Rock Duro que se hacía del control de las listas de ventas y los conciertos masivos (AC/DC, Kiss, Queen, Van Halen, Scorpions) mientras Judas Priest y Motörhead, luego de unos oscuros pero enriquecedores años ’70, iniciaban la siguiente década como héroes de toda una generación que veía en ellos el regreso del legado implantado, con el volumen a tope, por Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath.
Sin embargo, salvo los casos de los mencionados Maiden, Saxon y Leppard, numerosas fueron las agrupaciones que, luego de un comienzo arrollador, terminaron sumergidas en la oscuridad del tiempo (Diamond Head, Tank, Grim Reaper, Blitzkrieg, por ejemplo.) Y de aquel ejército de bandas que, con los años, volverían a dar que hablar con el revival del movimiento que se dio a fines de la década pasada y principios de ésta, hubo un par que daría que hablar durante la noche del 20 de Mayo en el Club Rock&Guitarras. Un cartel que, pese a la disparidad del presente de cada una de estas agrupaciones, significaba un motivo de reunión y fiesta para quienes crecimos bajo el alero de un género que, pese a los años y las tendencias reinantes, nunca se dio por muerto, incluso pese a la “crítica especializada” por parte de quienes lo tildaban como ‘la moda de los ‘80’. A los cerca de 200 headbangers que abarrotaron el recinto ubicado en la comuna de Ñuñoa poco y nada les importaba. Mucho menos a los mismos integrantes de Satan y Tokyo Blade, agrupaciones cuyo presente es algo distinto el uno del otro. La banda liderada por el carismático e imbatible Brian Ross aprovechaba su tercera visita a nuestro país en plena gira promocional del aclamado “Atom By Atom” (editado el año anterior), mientras que los originarios de Salisbury hacían historia al debutar en suelo nacional con su formación histórica, en la que destacaba el joven cantante Chris Gillen, quien se encargó de tomar el lugar que, ocasionalmente, ocupan los históricos Alan Marsh (el cantante original) y Vic Wright.
La jornada empezaría apenas pasadas las 20 horas, de la mano de los nacionales Axe Battler, cuya propuesta no tiene empacho alguno en rescatar y resaltar las raíces de un género a prueba de balas, resistente e inoxidable como el acero de primera calidad. Desde el comienzo con la ahora clásica ‘Killers Of the Night’, la agrupación formada en 2009 se despachó una presentación que, tanto a nivel escénico como técnico, saca a relucir sus principios como los ‘Defensores de la Fe’ en estos tiempos con una bravura que, por momentos, emula el espectáculo del Heavy Metal en vivo en los ’80, cuando el género dominaba el mundo. Cortes como ‘Iron Tyrants’, ‘Prowling in Darkness’ y la más directa y furiosa ‘The Wrath Of My Steel’ (el mismo track que compone y da título al EP debut de 2010), se hacen sentir como explosiones producto de un bombardeo de Heavy Metal hecho por y para los seguidores de las tradición en su expresión más pura, sin aditamento alguno. Un momento pare recuerdo se produciría al final del set, cuando se incorpora al escenario el guitarrista Russ Tippins,, con quien nos brindaría una potente interpretación de ‘Do It Loud’, el track que da inicio a “Out Of Reach”, el primer y único LP grabado por Blind Fury (nombre que, por motivos legales, tuvo que adoptar Satan a mediados de los ’80). Un glorioso regalo para quienes sostenemos con firmeza que la Vieja y la Nueva Escuela son una sola, a prueba de los años y las modas.
Pasadas las 21 horas, se hacía realidad lo que, por razones obvias, se veía lejano y hasta imposible. Sin necesidad de intros pomposas ni entradas triunfales o sorpresivas, Tokyo Blade debutaba oficialmente en nuestro país y sería el propio Chris Gillen el encargado de estimular a los fans sin demorar mucho la respuesta, suficiente para abrir los fuegos con la carga furiosa de ‘Death on Main Street’, corte incluido en la cara B del single de 1983 ‘Powergame’. Comienzo arrollador que derivaría en el estallido de los fans apenas se dejan caer los acordes iniciales de ‘Someone To Love’, el corte que inaugura el LP “Night Of The Blade”, el cual interpretarían en su totalidad como lo anunciaba el cartel (a excepción de ‘Unleash The Beast’, ‘Rock Me To The Limit’ y ‘Warrior of the Rising Sun’) . De alguna manera volvíamos atrás en el tiempo mientras el público se transformaba en una sola voz entonando con puño en alto esos coros que mantuvieron a Tokyo Blade a salvo en las arenas del tiempo. El riff explosivo de ‘Break The Chains’ (sospechosamente similar al de un clásico de Iron Maiden, aunque el de Tokyo Blade data de un año antes) a cargo del eterno Andy Boulton termina por atrapar a los fans, mientras sobre el escenario, la sobriedad escénica no fue excusa para demostrar de qué estaban hechas estas antiguas y legendarias glorias británicas. Entre los pasajes melódicos y emotivos de la balada ‘Dead of the Night’ y los coros antémicos y punzantes de ‘Lightning Strikes (Straight Through The Heart)’, Tokyo Blade hace gala de una propuesta a la que los años, contrario a lo que parece, supieron mantener bien conservado y aún fresco, lo que se pudo apreciar con detalles gracias a un sonido aceptable, lo suficiente como para darnos cuenta del nivel en el que se encuentra una agrupación que ha sabido mantenerse en el ruedo a pesar de no formar parte del círculo más mainstream.
Si acaso hubo un pasaje que permitió apreciar de alguna manera las cualidades técnicas y escénicas del quinteto fue ‘Love Struck’, con la dupla rítmica conformada por Steve Pierce (batería) y el correcto pero sonriente Andy Wrighton (bajo) encargada de generar el groove ‘mala leche’ y constante que, por momentos, recrea la peligrosidad de las calles londinenses, mientras Andy Boulton y John Wiggins hacen gala de un excelso desempeño en las seis cuerdas, dando cátedra de sus habilidades técnicas como fieles exponentes de la técnica de las ‘guitarras gemelas’ (cuánto de aquello le deben a duplas históricas y renombradas como Tipton/Downing o Murray/Smith, por nombrar un par de instituciones influyentes hasta nuestros días!). Respecto al trabajo de Chris Gillen en su papel de voz y rostro, si bien los nervios iniciales le llevaron incluso a encarar a un fan en primera fila que le ofrecía una cerveza, con el pasar de los minutos se fue afirmando hasta lucirse con una interpretación sobresaliente, incluso al punto de hacer olvidar la ausencia de Vic Wright mediante personalidad, la necesaria para dejar en claro que estábamos viviendo una fiesta a la que hasta el más purista y escéptico está invitado, lo cual queda demostrado firmemente en ‘Midnight Rendezvous’. Luego de un breve pero contundente solo de batería a cargo de un incombustible Steve Pierce, la potencia golpeadora de ‘Always’ y la puñalada en la garganta de ‘Night of The Blade’ se encargarían de finalizar el set principal con el público rendido a sus pies, prácticamente apropiándose de los coros cual karaoke masivo. Y para rematar la presentación, luego una breve pero coreada versión del clásico de Maiden ‘The Trooper’, la descarga devastadora de ‘Sunrise In Tokyo’ y la tremenda ‘If Heaven Is Hell’, un bis con el que Tokyo Blade remata su histórico primer show en nuestro país de manera colosal. Más de tres décadas hubo que esperar para que los de Salisbury decidieran asomarse por Sudamérica, específicamente Chile, donde la devoción por el legendario Acero Británico se hace sentir cada vez más con una fuerza imposible de avasallar.
El reloj marcaba poco más de las 22 horas cuando, luego de una envolvente y oscura intro, se deja caer como un torrente ‘Siege Mentality’, track que, junto a la siguiente ‘Incantations’, forman parte de ‘Life Sentence’, trabajo editado en 2013 y que marcó el regreso de los de Newcastle a la cancha. Gran mérito por parte de una agrupación que, desde su primera visita a nuestro país, siempre dejó claro que esto va mucho más allá de un simple ‘revival’. Al menos esa es la impresión que da la banda liderada por un Brian Ross cuyo registro vocal ha sabido mantenerse incólume con ese timbre inconfundible de tenor que recuerda al mejor Ozzy Osbourne pero mucho más agresivo y más teatral, cual King Diamond. El papel desempeñado por Russ Tippins y Steve Ramsey en las seis cuerdas resulta ser la prueba irrefutable de cómo perdura un sonido que supo mantener su frescura sin renegar de sus principios ni recurrir al ‘piloto automático’.
El groove venenoso de ‘Twenty Twenty Five’ mantiene la euforia y el headbanging presente en los fans, lo que enfoca el punto de atención tanto en la figura de Ross como en el mismo público, incluso en esos coros hechos y moldeados para invocar a los Dioses del infierno. ‘The Devil’s Infantry’ y 'Atom By Atom' (cuya letra habla de las consecuencias del mal de Alzheimer para quien la sufre y su entorno), ratifica la vigencia absoluta de estos veteranos del Metal en estos últimos 5 años, mientras que la más antigua ‘Oppression’ (original del primer demo de 1981) se hace presente luego de que Brian atiende la petición de uno de los asistentes. Lo nuevo y lo antiguo se encuentran en un solo mundo de manera natural, sin necesidad de poses pretenciosas ni frases ‘para la galería’. De alguna manera, esa es la cualidad que hace de Brian Ross un frontman respetado y querido por quienes saben que el Heavy Metal, aunque suene cliché, se lleva en la sangre y en la piel, marcado a fuego.
En medio de la presentación del nuevo álbum mediante cortes como 'My Own God', la conocida intro ‘Into the Fire’, en medio de la euforia de los fans, daba paso al mega-clásico ‘Trial By Fire’, precisamente el track que da inicio al soberbio LP debut de 1983 “Court In The Act” (a estas alturas, un documento obligado para todo fan declarado de la NWOBHM), seguido de las estocadas mortales de ‘Blades Of Steel’, ambas pertenecientes al que para muchos no solo es el primer álbum, sino, hasta la fecha, su obra maestra. Pero como la idea es vivir el presente más que apelar a la nostalgia, ‘Farewell Evolution' y la punzante 'Ruination' se pueden calificar como claros ejemplos respecto al excelente estado de salud del quinteto de Newcastle. La pareja Ramsey-Tippins conforma una sola unidad mediante un desempeño matador, mientras la sociedad rítmica compuesta por el bajista Graeme English y el baterista Sean Taylor intercala velocidad con sutileza, derivando en un trabajo más que contundente. Suficiente para que Brian Ross lleve a cabo su performance de manera completa. Increíble, por cierto, la atracción que genera entre los fans, una cercanía que cautiva de inmediato.
La idea de demostrar la vigencia de un género asociado comúnmente a un movimiento de culto como se dio a comienzos de los '80 se pudo concretar firmemente mediante un set que privilegió notablemente el material creado y editado durante los últimos 5 años, por lo que cortes como 'Testimony' y 'The Fall Of Persephone', encargados de cerrar el set inicial, fácilmente se ganaron el favoritismo por parte de una fanaticada que nunca menguó su aporte al espectáculo. Y para rematar, la descarga final de la mano de 'Time To Die' y el single 'Kiss Of Death' (original de 1982), con lo que se daba fin a una presentación que, para muchos, corona un regreso que fue mucho más allá de la nostalgia. Puede que un trabajo como "Court In The Act" se mantenga aún insuperable respecto al material posterior, pero luego del regreso con "Life Sentence" y la reciente edición del contundente "Atom By Atom" ayudan a corroborar la vigencia indiscutible de un género que sobrevivió por muchos años para después clamar venganza. Esta tercera visita de Satan define las fortalezas e intenciones de un estilo que, a estas alturas, ya no necesita apelar al 'recuerdo'. Desde la oscuridad de los evos, los de Newcastle han resurgido para ejercer justicia sobre quienes los daban por muertos. Empuñando sus espadas con hojas de acero, nadie se salva de la ira del Acero Británico.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Nicolas Soto
0 Comentarios