Hace 5 años, Opeth daba el
golpe a la cátedra de la mano de Heritage
(2011), un trabajo en que, a nivel de contenido y arte, se alejaba
totalmente de su clásico sonido Death Metal en favor de sus influencias más
ligadas al Progresivo. Más allá de las reacciones -tanto positivas como
negativas- por parte de sus fans, la placa dio cuenta de la vocación artística
que mueve los hilos de la banda cuando se trata de expandir sus fronteras y
adquirir tonos extra en la paleta de colores, resultando en una exquisita y
nutrida mezcla de Rock Progresivo con tintes folk y Jazz-Fusión, altamente
influenciado por la música de los '70. Nada de raro si tomamos en cuenta que
Mikael Akerfeldt, su mente maestra y rostro principal, es un fanático acérrimo
de Camel, mítica agrupación
británica de los '70, la cual pareciera demostrar la misma devoción que a Morbid Angel, máximo icono del Death
Metal y gran influencia en el sonido extremo que alguna vez caracterizó a Opeth. Poco después, en 2014 para ser
más exactos, Pale Communion (2014)
disipó todas las dudas respecto al camino elegido: un trabajo oscuro, elegante,
más melódico que su antecesor y con mayor énfasis en la generación de
atmósferas sonoras que reflejan la orientación total hacia las raíces de un
género tan fascinante como complejo como lo es el Rock Progresivo y sus
similares. Pero aquello implicó evolucionar hacia una propuesta menos
'despeinada' y, por ende, mucho más elaborada a nivel de composición y
ejecución.
Precisamente lo que nos ofrece
Sorceress (2016), álbum número
12 en el catálogo de los de Estocolmo -el primero bajo el sello Nuclear Blast-,
es una fórmula perfeccionada en cuanto a la espontaneidad que se extrañaba en
sus trabajos recientes, recordando incluso algunos pasajes de sus primeros trabajos,
obviamente manteniendo la dirección sin perder el hilo por un instante. Un
trabajo que intercala la intensidad casi incendiaria del Rock duro de los '70
con pasajes acústicos altamente emotivos. Para lograr todo esto, ha sido
fundamental la supervisión del destacado productor inglés Tom Dagelty (Ghost, Pixies, Royal Blood), a
quien le debemos la oscura y fascinante solemnidad de Pale Communion, por lo que Sorceress implicaba tanto profundizar en la influencia del
Prog antiguo como mejorar algunos aspectos en los cuales el material anterior
parecía estar al debe.
Apenas ponemos 'play', lo
primero que nos encontramos es una breve y melancólica pieza instrumental
acústica titulada “Persephone”,
acompañada de una voz femenina a cargo de la intérprete inglesa Pascale Marie
Vickery. Poco después, luego de aquel delicado comienzo, llega el turno del
corte que le da título a la placa, cuta sección inicial denota la enorme
fascinación por el Progresivo italiano, en especial Premiata Forneria Marconi.
Magistral trabajo el de Joakim Svalberg, quien en esta grabación contó con un
órgano Hammond, un Mellotron, un Fender Rhodes 88 y un sintetizador Moog,
suficiente para recrear la atmósfera propia de un álbum de los '70 pero de
manera fresca. La dupla que conforman Akerfeldt y Fredrik Akesson en las seis
cuerdas resulta soberbia gracias a la sencillez y efectividad con que lo
difícil termina pareciendo fácil gracias a esa muralla de guitarras que emula a
su manera el patrón principal de “Kashmir”,
el clásico de Led Zeppelin. Punto a
favor también para la sociedad rítmica del bajista Martín Mendez y el eximio
baterista Martin Axenrot, ambos encargados de generar el dinamismo necesario
para que las guitarras y el teclado propaguen la pasión casi flameante con la
cual Opeth se desenvuelve en su
propio espacio.
La privilegiada voz de Mikael
Akerfeldt adquiere protagonismo en toda la placa, mucho más que en al menos los
dos trabajos anteriores. “The Wilde
Flowers” (clara referencia a una mítica agrupación inglesa de los '60 que
dio origen a la escena progresiva de Canterbury), con la influencia notoria de
Caravan y los inicios de Jethro Tull, da cuenta de cómo el cantante, líder y
guitarrista basa su creatividad ilimitada en el rescate de un pasado de culto
para los seguidores de un género que rompe con todo lo convencional hasta hoy.
Del sigiloso groove inicial hasta la sección esquizoide del final, explorando
pasajes aparentemente tranquilas pero poseídas por la densidad propia de una
niebla sonora que encuentra su punto cúlmine en el solo electrizante de Fredrik
Akesson, un músico cuyo dominio en el instrumento no requiere de ninguna prueba
de virtuosismo exacerbado para demostrar su calidad.
La épica acústica de “Will O The Wisp” y la cabalgata furiosa
de “Chrysalis” encuentran su punto de
unión precisamente en Jethro Tull, agrupación británica fundamental en la
escena progresiva de los '70, cuya influencia se hace notar en gran parte de
este trabajo con tintes de experiencia. No sería raro afirmar que, desde su
llegada en 2008 con el correcto "Watershed", Fredrik Akesson se
despacha lo que podría ser su mejor trabajo en las seis cuerdas, marcando así
su propio registro respecto a lo hecho por el retirado Peter Lindgren. Ni
hablar del desempeño de Martin Axenrot en la percusión, un componente que no
escatima recursos ante la cada vez más amplia gama de colores presente al
momento de componer. La dulce balada genesiana 'Sorceress 2' permite corroborar
la creatividad ilimitada con que Mikael Akerfeldt concibe su música siempre en
favor de lo que dicta el alma.
Un punto a mencionar respecto
a Sorceress es la capacidad
que posee Opeth para concebir piezas
instrumentales nutridas de una grandilocuencia basada en la inquietud cultural.
'The Seventh Sojourn', un corte con rasgos marcadamente arábigos que solo se
basta de dos guitarras acústicas y arreglos orquestales para envolver al oyente
en las arenas del extenso desierto del Sahara. Una muestra de creatividad y
versatilidad musical en la intro de 'The Apostle In Triumph' -original del
magnánimo y ya lejano debut en grande titulado "Orchid", hace dos
décadas- pero que la banda esta vez, con otra formación y, por ende, otra
mentalidad, se atreve a explorar de manera más profunda aquella faceta muchas
veces opacada por su reputación dentro del Metal. Queda claro con una pieza de
tamaña magnitud el hecho de que Opeth
juega en su propia liga, moviéndose como pez en el agua a través de un océano de
posibilidades donde poder desenvolverse con toda la libertad del universo.
Si hubiera que resumir el sonido
Opeth de los últimos 5 años en una
sola canción, esa sería “Strange Brew”.
Prueba suprema de cuánto evolucionó a nivel artístico la banda, pese a la
ausencia del sonido más crudo y extremo de sus trabajos anteriores hasta Watershed (2008). Un comienzo
tranquilo y de aspecto fúnebre que deriva en un estallido de sensaciones y
tonalidades esparcidas a través de un gran lienzo. Musicalmente, Martin Axenrot
hace sentir su protagonismo de una manera notable, como ha sido en gran parte
del álbum, consolidando así su condición de fundamental en la evolución de una
propuesta que durante dos décadas no ha parado de sorprender ni siquiera a los
ya iniciados. “A Fleeting Glance”, en
tanto, perfectamente podría encajar en una placa como Damnation (2003) debido a su cálida y melancólica melodía
que va fluyendo con una cadencia lenta y sigilosa como una serpiente, elemento
utilizado en sus producciones anteriores pero cuya fórmula permanece perenne,
entendible en una agrupación que se mueve solamente cuando lo dicta la ocasión
y la necesidad que emerge en cada nota y compás.
Y ya en plena recta final de Sorceress,
la explosión cósmica de 'Era' resume el significado de esta experiencia que
invita a experimentar y desafiar todas las reglas establecidas. La melodía
inicial a cargo del excelente Joakim Svalberg deriva, de pronto, en una
erupción volcánica generada por la batería de Martin Axenrot, cuyo desempeño a
lo largo de la placa sobrepasa de manera magistral lo hecho en los tres
trabajos anteriores. La admiración que siente Akerfeldt por la obra de Ritchie Blackmore -Rainbow- adquiere un
sentido de influencia siempre decisivo cuando se trata de intercalar momentos
de paz con la fogosidad que, por momentos, evoca el material más pesado pero
siempre enfocado en su raíz progresiva cada vez más ensalzada. Y para el
remate, una breve pieza titulada “Persephone
(Slight Return)” - Pascale Marie Vickery nuevamente interviene con
impecable sutileza-, de menos duración que el track inicial y algo más
acelerada, con el mencionado Svalberg emulando las texturas sonoras con que
Richard Wright le dio forma concreta al ropaje sónico de Pink Floyd.
Es necesario mencionar que
está disponible una edición limitada con un segundo CD, compuesto de cortes
extra, tanto inéditos como versiones en vivo. 'The Ward' es prácticamente una
declaración de amor hacia el sonido folk que Opeth ha profesado desde sus comienzos, desde la timidez presente
en medio de la bestialidad de Orchid,
hasta hoy con una personalidad ya formada y más resuelta. Mientras que 'Spring
MCMLXXIV' se nutre del misticismo sonoro de Genesis -con Fredrik Akesson permitiéndose
tomar unas cuantas 'cucharadas' de su registro sonoro a 'Sir' Steve Hackett-,
resultando en un pasaje interesante respecto a las cualidades que posee una
banda como Opeth cuando se trata de
crear melodías certeras e inquietantes, siempre conservando su esencia. Y para
el final, las versiones en vivo para “Cusp
Of Eternity”, “The Drappery Falls”
y “Voice Of Treason”, registradas en
un concierto en Plovdiv, BUlgaria, en Septiembre del año pasado. Nótese en el
corte original del seminal e insuperable Blackwater
Park el desempeño vocal de un Mikael Akerfeldt que se mantiene incólume
en las secciones melódicas pero, a la vez, acusando un desgaste que se hace
evidente al momento de ejecutar la voz gutural. Por supuesto, sería injusto e
indigno reprocharle algo así después de casi dos décadas. Opeth nunca ha sido Death Metal puramente tal y se valora el hecho
de que se le dé prioridad a la música en su esencia más que a la forma.
Sorceress es el testimonio fehaciente de una evolución que
se rige de manera natural, siempre bajo el libre albedrío característico del
universo mentado y hecho música-poesía por Mikael Akerfeldt, un tipo que,
durante más de un cuarto de siglo, ha moldeado su carrera en base a sus propias
reglas, siempre jugando en su propia liga. Quienes esperaban su regreso al
Death Metal, es mejor que se conformen con Orchid
(1995), Morningrise (1996),
Blackwater Park (2001) y Deliverance (2002). Entre el
dogmatismo superficial del Metal y la honestidad de la MÚSICA, no hay donde
perderse. Quien se resiste al hechizo liberador de la música, solo se refugia
en su ceguera cual fanático religioso. Opeth,
una vez más, da el paso necesario hacia donde los valientes se atreven.
CALIFICACIÓN:
Banda: Opeth
Disco: Sorceress (2016)
País: Suecia
Año: 2016
Sello: Nuclear Blast
Tracklist:
01 - Persephone
02 - Sorceress
03 - The Wilde Flowers
04 - Will O The Wisp
05 - Chrysalis
06 - Sorceress 2
07 - The Seventh Sojourn
08 - Strange Brew
09 - A Fleeting Glance
10 - Era
11 - Persephone (Slight Return)
Escrito por: Claudio Miranda
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