"Is it the end, my
friend?", preguntaba un angustiado Ozzy
Osbourne en la sección más pesada y retorcida de “Black Sabbath”, la canción que abre el LP debut con el nombre de
la canción y la banda, allá en 1970. La letra, a diferencia de lo que se piensa
comúnmente respecto a su fama de 'satánicos', relata -en primera persona- los
últimos momentos de alguien a punto de ser asesinado por el mismo demonio.
Geezer Butler escribió la letra basado en una supuesta experiencia personal que
lo alertó sobre los peligros que conllevan la magia negra y las denominadas
sectas 'religiosas', pero también se puede asociar al funesto destino que le
espera a una raza humana corrupta e hipócrita. Un destino al cual no podemos
escapar ni aunque le recemos a Dios -o como se llame aquel ser superior y
omnipotente en el que yo aún sostengo mis creencias-, y tanto la letra escrita
por el bajista como el riff malévolo con que el guitarrista Tony Iommi se
consagró como padre de un género con tintes de revolución, conforman una suerte
de conjuro al que nuestra curiosidad nos permite recurrir, aunque el costo es
alto. “Black Sabbath” resume, en su
totalidad, el eterno miedo a la muerte, el terror que nos produce el saber que
nuestro reloj biológico, sobretodo en la adultez, nos puede jugar en contra,
muchas veces de manera cruel. La sombría llegada de lo inevitable.
Black Sabbath Chile 2016-Foto por Carlos Muller |
La reciente Misa Negra que tuvo lugar el
sábado recién pasado en el Estadio Nacional -parte de la gira mundial titulada
razonablemente 'The End'-, más allá
de las reacciones encontradas entre quienes estuvimos presentes, refleja lo que
ha sido este 2016, año que ha visto partir de este mundo a una gran cantidad de
referentes legendarios de la música que mueve a la 'inmensa minoría'. En
realidad, más allá del año en curso, ya entramos de lleno a la era en que las
grandes luminarias del pasado comienzan a apagarse. Más allá de las fantasías
con que nuestros corazones de fans a veces nos enceguecen, lo cierto es que
ellos también son seres humanos y la gran mayoría de ellos ha optado por el
retiro o se encuentra en plena actividad pero asumiendo que, tarde o temprano,
todo llegará a su fin. Nos guste o no, el ciclo de la vida es implacable y ante
la llegada de la hora final, todos somos iguales.
Se
ha hablado del 'ocaso de los dioses' durante los últimos años, y con bastante
razón. Steve Harris, amo y señor absoluto de Iron Maiden, ha manifestado recientemente su preocupación respecto
al presente de una banda que goza merecidamente de su condición de 'leyenda',
la cual fue ganada en base a sangre, sudor y lágrimas. El retiro se ve cercano
y la Doncella de Hierro, en su núcleo, plantea la posibilidad de bajarse de los
escenarios en un futuro cercano pero de manera digna, en lo alto de su carrera.
The Rolling Stones, luego de 21
años, volvió a nuestro país en el marco de su gira "Olé!", la cual
sería su última visita a Sudamérica. Luego de más de medio siglo en la
carretera, las continuas giras y los excesos que marcaron su carrera y la de
muchos otros, lo mejor es terminar el ciclo pero con pundonor, la frente en
alto y bajo sus propias reglas. Aerosmith,
el reemplazo natural de los Stones durante los '70s/80s/90s, y luego de haber
llevado los excesos del Rock n' Roll hasta más allá de lo permitido, vive una
situación similar a la de sus 'antecesores'. Judas Priest y Scorpions
podrían ser las excepciones a la regla, luego de que sus respectivas 'giras de
despedida' reactivaran las ganas de seguir arriba del escenario como en sus
mejores tiempos y publicando trabajos notables. En el caso de los británicos,
Rob Halford ha señalado últimamente que hay material para un nuevo álbum, el
sucesor del aclamado Redeemer Of Souls
(2014), pero a estas alturas, y por razones obvias, lo mejor es esperar
a que aquello se concrete, más allá de las palabras y las buenas intenciones.
Respecto a Scorpions, si bien muchos
tildaron que su extensa gira de despedida -con dos visitas incluidas a nuestro
país- fue 'con elástico', el reciente ingreso del ex Motörhead Mikkey Dee en la
batería pareciera que le devolvió las energías a una banda que aseguraba estar
preparada para el retiro, cuando sobre el escenario demostraba todo lo
contrario.
Mencionamos a Motörhead y es
imposible no recordar el golpe que sentimos muchos con la repentina partida de
este mundo -pronto se cumplirá 1 año- del eterno y querido Lemmy Kilmister, de
quien muchos pensamos que realmente era inmortal, literalmente. El hombre de la
voz aguardentosa y la notoria verruga, bebedor habitual de Jack Daniel's y
dueño de la 5ta colección de objetos nazis de la Segunda Guerra Mundial más
grande del orbe, alguna vez declaró que la única forma en que lo bajarían del
escenario sería en un cajón de madera (se me viene a la mente la letra de ”Killed by Death”). Dicho y hecho: el
cáncer -maldita enfermedad- se lo llevó cuatro días después de haber llegado a
los 70, en plena promoción del reciente y -a la postre- final LP Bad Magic (2015). Otra pérdida
que dolió, y bastante, no solo dentro del Rock, fue la del icónico David Bowie, a principios de año,
debido a una enfermedad similar. A diferencia de Lemmy, su retiro de los
escenarios hace poco más de una década fue obligado debido a una enfermedad
cardíaca que lo afectó durante la gira promocional del álbum Reality, en 2004, pero siguió
componiendo y publicando material. Blackstar
(2016), su último trabajo, fue publicado el 8 de enero de este año, el
mismo día en que el 'Duque Blanco' cumplió 69. Dos días después, y en medio de
los rumores respecto a una posible enfermedad que lo aquejaba desde hace un
tiempo, el mundo se sumía en una pena profunda ante la terrible noticia. Si me
preguntan a mí, estoy convencido de que Bowie le hizo honor a su apodo
'camaleón' como nunca antes: el no murió, sino que se transformó en energía
cósmica y en una de esas vuelve reencarnado en un alienígena para salvarnos de
la destrucción del mundo, tal como hace más de cuarenta años lo hizo su
alter-ego Ziggy Stardust. Pero, al menos dentro de lo que va del año, la
pérdida más trágica de la que tenga aún el fresco recuerdo quien escribe este
artículo debe ser, por lejos, la del legendario tecladista Keith Emerson (Emerson,
Lake & Palmer). A sus 71 años, una enfermedad neurodegenerativa
diagnosticada en 2011 lo tenía tocando con 8 dedos e iba empeorando. Ante el
desolador panorama, el 'Jimi Hendrix de las teclas' decidió poner fin a su
martirio mediante un disparo en la sien el 11 de Marzo pasado. Una decisión
lamentable pero entendible si consideramos que un músico de su talla vive para
y por lo que lo mueve desde temprana edad, por lo que, a cierta altura de la
vida, y después de haber alcanzado el éxito y la inmortalidad gracias a su arte,
lo mejor es irse de este mundo con la mayor dignidad posible. Por cierto,
imposible olvidar a otro querido y eterno como Ronnie James Dio, el Enano
Maldito, cuya partida hace 6 años, producto de un agresivo cáncer estomacal,
debió ser el primer gran indicio de que los dioses también son humanos, sin
desmerecer en absoluto a lo vivido anteriormente con nombres de la talla de
Freddie Mercury, Kurt Cobain, George Harrison, Layne Staley, BB King, Ray
Manzarek y muchos otros durante más de 50 años de Rock en todas sus formas a
través de la Historia.
Led Zeppelin Celebration Day |
Aprovechando esta tribuna que me ha otorgado The Resistance hace poco
más de un año, debo confesar que estas situaciones me causan sensaciones
encontradas. Pude ver en vivo a Rush
y a Black Sabbath, quizás dos de mis
5 bandas favoritas de todos los tiempos. En el caso de los canadienses, aquel
histórico concierto de hace 6 años en el Nacional puede que haya sido el primero
y el último; los problemas físicos que aquejan a sus integrantes, la edad
avanzada y, sobretodo, los intereses personales luego de cuarenta años en la
carretera, fueron determinantes al momento de tomar la decisión final luego de
la reciente gira "R40".
Para mí al menos, como fan, prefiero quedarme con el recuerdo de una banda que,
en buen chileno, 'se pasó por la raja' todas las exigencias y caricaturas
propias de un género en el que muchos alucinan con ser 'estrellas' pero, muchas
veces, a costa de la integridad personal. Porque mientras ciertas bandas
reconocidas, y con más arrastre y prensa alrededor, terminaron siendo una mala
copia respecto a sus años dorados -no siempre la nostalgia es beneficiosa-, los
Tres Chiflados prefirieron la dignidad ante todo, siempre fieles a sí mismos. Respecto
a otros favoritos clásicos, hace rato que asumí la frustración de no poder ver
jamás a AC/DC en vivo, sobre todo
desde que Malcom Young fuera diagnosticado con demencia senil y... Bueno, el
resto de la historia ya la sabemos. En el caso de Led Zeppelin, el solo hecho de que Robert Plant -lo admito, no lo
vi en vivo ninguna de las veces anteriores que se presentó en nuestro país... Era
Zeppelin o nada, cosa de gustos- rechazara hace unos años una escalofriante
oferta millonaria para reunirse nuevamente con Jimmy Page y John Paul Jones y
salir de gira juntos habla de cuán fiel estos tipos han sido leales a sus
principios desde el comienzo, para bien de muchos -me incluyo- y mal de otros. Para
Plant, la década de los '70 fue una época en que los excesos estaban a la orden
del día, y tras la trágica muerte de su compañero en 1980, el baterista John
Bonham, todo lo relacionado con su ex banda quedó en el pasado, salvo las
contadas veces que se reunieron para ocasiones especiales, siendo la más
reciente la de diciembre de 2007, en el O2 Arena de Londres -registrado y
publicado en 2012, en formato audiovisual bajo el título "Celebration Day"-. Otro de
mis favoritos que lamento no poder ver en vivo, mucho menos con su formación
más clásica, es Genesis. A pesar del
anunciado regreso de Phil Collins a los escenarios hace unos días y ciertos
rumores sobre una posible y nueva reunión junto a Mike Rutherford y Tony Banks,
está claro que todo cambió en 1975 con la partida del excéntrico Peter Gabriel,
quien se volcó por completo, desde el comienzo, a su carrera solista, al igual
que el guitarrista Steve Hackett un tiempo después. Por supuesto, siempre será
un gusto disfrutar del legado de la banda en sus dos etapas reconocidas, pero
mejor quedarse con lo que realmente importa: su legado musical traducido en un
catálogo bien nutrido, tanto para gusto de los amantes del Progresivo en su
faceta más desquiciada y épica, como de quienes disfrutan de su material más
ligado al Pop/Rock elegante y radial. Por nombrar un extra, The Who -la primera banda que realmente
encarnó la rebeldía juvenil al extremo absoluto- también se ve imposible, luego
de haber cancelado lo que hubiera sido su debut en Chile y Sudamérica, allá en
2007. Desde la muerte del entrañable Keith Moon en 1978, la banda nunca más fue
la misma y, a pesar de que muchos vimos en su momento el reciente Endless Wire (2006) como el
retorno que esperábamos luego de algunas reuniones con poco éxito a nivel de
críticas, la verdad es que Pete Townshend y Roger Daltrey, los dos fundadores
sobrevivientes, están cansados. Sobretodo el guitarrista e ideólogo detrás de "Tommy" y "Quadrophenia", quien
desde comienzos de siglo sufre problemas auditivos, por lo que las ganas de
seguir tocando y girando alrededor del mundo se ven cada vez más lejanas, por
no decir nulas. Y así podría citar otros ejemplos reconocidos y no
terminaríamos nunca.
Nos
guste o no, vamos todos hacia donde mismo y la única manera de mantener vivo el
legado es traspasarlo a las futuras generaciones. Músicos, medios, sellos,
productores, fanáticos y melómanos por igual. De pronto resulta chocante y
hasta incómodo toparse en las redes sociales y en la vida real con gente
pronunciando comentarios casi desalentadores, como si el Rock padeciera una
enfermedad terminal y la vida perdiera su sentido por aquello. En lo personal,
desde la partida de mi abuelo hace seis años -mi sensei en la vida- que asumí,
a pesar del dolor inicial, que los humanos nos regimos bajo un ciclo natural
contra el cual no podemos hacer nada. Lo mejor es enfocarse de lleno el
presente, siempre mirando hacia adelante y disfrutar a concho con nuestros
seres queridos, tanto en el Rock como en la vida misma. Y mientras un niño le
ponga play a un disco de Megadeth, un
adulto mantenga la fe intacta en el Rock cada vez que ponga el Master Of Puppets (1986) a todo volumen y un músico se inspire en Steve
Vai para pulir su técnica en las seis cuerdas, entonces lo mejor que podemos
hacer es aplaudir y brindar el apoyo, siempre alentar a quienes estamos metidos
en esto sin boleto de regreso. También influye descubrir nuevas bandas, no solo
quedarse con los clásicos, sino observar lo que ocurre alrededor en estos
instantes. No voy a dar la lata más de la que ya he dado, pero gracias a
agrupaciones como Mastodon, Lamb Of God y Gojira, por nombrar algunos, a mis 32 años mantengo con firmeza que
no hay nada que lamentar cuando el Universo es más extenso de lo que uno cree.
Para mis tíos, por parte de mamá, el que a un adolescente en los '90-2000 le
gustara Deep Purple -cuando Pantera, Alice In Chains, Sepultura,
Slayer, Korn y Fear Factory
formaban parte de mi banda sonora en esos momentos, y aún lo son-, les resultaba
insólito. Los años y las vivencias me hicieron entender en carne propia esa
reticencia que, en un comienzo, me parecía totalmente ajena. Eso de pertenecer
a 'la generación que ve morir a sus héroes' resulta tan certero y realista como
cruel y pesimista, lo segundo más por parte de quienes juran de rodillas que
'todo está hecho' y mil afirmaciones similares que muchas veces terminan por
minar nuestra capacidad de asombro ante lo nuevo.
Para concluir, es necesario citar las palabras pronunciadas en 1973 por
Gerry Driscoll -portero de los estudios Abbey Road en esos años- e
inmortalizadas por Pink Floyd en “The Great Gig In The Sky”, una de las
piezas que componen esa Opus Magna eterna llamada The Dark Side Of The Moon (1973): "Y no tengo miedo de morir, cualquier momento está bien, no me
importa. ¿Por qué debería tener miedo de morir?, no hay razón para ello, tienes
que irte en algún momento". Curioso que una frase tan drástica y
trascendental provenga de una persona común y corriente, a quien Roger Waters,
la mente maestra de los Pink Floyd
setenteros, le diera una importancia insospechada para muchos. Para mí al
menos, las coincidencias no existen. El Rock jamás morirá porque, a fin de
cuentas, el asunto 'demoró' cinco décadas o más en gestarse y adquirir su forma
definitiva. El futuro es hoy y eso es lo que cuenta. "Is it the end, my friend?", pregunta Ozzy, a lo que Neil Young responde
de manera categórica: "Hey hey, My
my, Rock 'n' Roll can never die!" Y Ronnie James Dio, el Elfo
inmortal, remata: "Long live Rock
'n' Roll!" ¿Alguna duda? De mi parte al menos, jamás.
Escrito por: Claudio Miranda
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