"En esta vida solo puedes confiar en ti mismo y los seis primeros álbumes de Black Sabbath", afirmó, en algún momento un categórico Henry Rollins, como manera de manifestar su devoción por los de Birmingham. Y precisamente aquella 'simple' afirmación de fan resumía de manera certera lo que significó Black Sabbath durante el período 1970-1975. Desde la inesperada aura siniestra expelida en los riffs del corte que inauguraba el debut homónimo -llamado también 'Black Sabbath'- hasta los primeros antecedentes del Thrash Metal en 'Symptom of the Universe' -la pieza estelar del magnánimo "Sabotage", pasando por otras gemas como el siempre fundamental "Paranoid", el peso lisérgico de "Master Of Reality", la suciedad de "Vol. 4" y la creatividad ilimitada presente en "Sabbath Bloody Sabbath", este último el trabajo con que la pandilla liderada por el Señor de los riff Tony Iommi establecería la línea que separaría el cielo del infierno y demostraba de manera tajante que Black Sabbath, a pesar de las adicciones y los conflictos internos que no tardarían en hacer mella del progreso alcanzado hasta mediados de los '70, no era solo riffs pesados y secciones rítmicas siniestramente lentas; también hubo ambición artística, siempre apuntando hacia arriba y superándose a sí mismos. Por otro lado, afirmaciones como la frase pronunciada por el ex-Black Flag también cobraron fuerza gracias a la mala prensa que, hasta hoy, reciben trabajos como "Technical Ecstasy" y "Never Say Die", trabajos muy distintos respecto a lo hecho durante la primera mitad de la década mencionada y que daban cuenta del desgaste creativo y el quiebre interno, ambos factores culminando en el despido de Ozzy Osbourne y, por ende, el final de una era.
A través de estas líneas, y aprovechando esta tribuna a solo días de la próxima visita a nuestro país en el marco de la gira "The End" -a nadie le gusta las despedidas pero eso ya escapa a nuestras manos-, revisaremos el que, a mi gusto, es el trabajo que mejor define la esencia de Black Sabbath a nivel de sonido, creatividad y letras. Me refiero a "Master Of Reality", trabajo editado en Julio de 1971 y con que los Sabs no solo establecieron las bases de los distintos subgéneros del Rock y el Metal surgidos durante las próximas generaciones. Se trata del álbum con que, lisa y llanamente, los años '60 se esfumaron para siempre. Tanto Led Zeppelin como Deep Purple, pese a la revolución musical que lideraron a comienzos de los '70, poseían rastros de una era dominada por Beatles y Stones por igual, donde The Who se convertía en símbolo hippie por parte de quienes jamás entendieron lo que realmente pensaba Pete Townshend respecto a un movimiento tan inútil como hipócrita y el Blues británico, dentro de la agresividad cada vez más presente en bandas como Cream, Jeff Beck Group y unos primigenios Led Zeppelin, aún permanecía ligado a la tradición. Pero será el debut homónimo de Sabbath, a comienzos de 1970, lo que cambiará de parangón todas las normas establecidas hasta entonces. No solo a nivel musical, ya que tanto este trabajo como el siguiente "Paranoid" los desmarcó de toda una generación que aún seguía afiebrada con el 'verano del amor', Woodstock y todo lo que significara 'buena onda', siempre bajo el lema 'Paz y Amor'. Para cuatro jóvenes músicos de clase obrera que crecieron en una ciudad industrial como Birmingham, lo que ocurría en los '60 era irreal, poco y nada acorde con la cruda realidad. Todo aquello se vería reflejado en una propuesta sonora tan novedosa como controvertida, en que la inocencia idealista de los '60 tenía sus días contados gracias a esos riffs que no tardarán en hacer escuela durante las próximas generaciones. Y si acaso hubo un trabajo que eliminó todo rastro de la década anterior y cambió las reglas del juego de manera radical, no pudo ser otro más que "Master Of Reality".
Para mediados de 1971, un año después de la sorprendente aparición en el mapa, Black Sabbath decide traspasar ciertos límites que tanto en el debut homónimo como en el inmortal "Paranoid" había rozado y superado, por lo que, una vez ya atravesada la línea, llegaba el momento de adentrarse en esa oscuridad prohibida desde tiempos inmemoriales. El segundo trabajo de 1970 superaba con creces lo hecho en el debut, apartándose cada vez más de sus raíces blueseras para crear un sonido extraordinariamente atemporal y adelantado a su tiempo, pero no será con el siguiente "Master Of Reality" que el cuarteto de Birmingham decide dar el siguiente paso, el cual significará la consolidación de una propuesta que, hasta ese momento, generaba reticencia por parte de los medios y la conservadora crítica musical 'especializada'.
La tos de Tony Iommi da inicio a 'Sweet Leaf', el corte inaugural de esta tercera placa. Una oda a la cannabis, la marihuana como una vía de placer y necesidad. El riff inicial se mantiene constante, respaldado por una base rítmica cuyo groove es la evidencia de que menos termina siendo más. Todo aquello conforma la base necesaria para que Ozzy, por entonces dueño de un registro cada vez más elástico, inmortalize hasta los suspiros con eza voz que, para gusto o disgusto de muchos, será su marca registrada de aquí a la eternidad. Cerca de los 2 minutos y medio, la cadencia reptante y constante se interrumpe para dar paso a una erupción sonora, con Tony Iommi erigiéndose como una eminencia de las seis cuerdas más allá de los riffs, el bajo omnipresente de Geezer Butler en medio del caos y el frenesí desatado con la explosiva batería de Bill Ward, quizás el único instrumentista de su generación capaz de ponerse a la altura de referentes como Ginger Baker, Keith Moon y el mismo John Bonham. Y cuando aquel caos llega a su nivel más extremo, volvemos al riff principal, con la misma cadencia rítmica hasta el final. Por mérito propio, un clásico instantáneo.
Si bien está claro que Tony Iommi es el hombre detrás del sonido Sabbath y todo lo que vino después, el papel que juega Geezer Butler también fue fundamental para complementar de manera certera los riffs pendencieros con un bajo cuya profundidad y peso denotan presencia de manera magistral. 'After Forever' es la evidencia irrefutable de cómo el bajista de 22 años, al igual que sus compañeros de banda, se levantaba como un músico de excepción por mucho que la prensa 'especializada' lo ninguneara al igual que a Tony. Pero el segundo track del "Master Of Reality", desde esa intro con sintetizador en adelante, una muestra de agresividad canalizada con una maestría poco común en esos años, ya era un aviso de cuán adelantados estaban esto cuatro jóvenes malcarados respecto a sus colegas de generación. Sobran las palabras para describir de manera minuciosa algo más grande que la vida misma, pese a no ser un habitual en los set en vivo. En cuanto a la letra, el foco en los temas relacionados con el cristianismo causó gran controversia en su tiempo. Geezer Butler, el letrista titular de la banda, era un declarado católico, algo que resultaba 'disonante' en una agrupación con fama de 'satánicos' acusados de corrupción de menores y drogadictos.
Y precisamente, aquellas acusaciones por parte de los sectores conservadores de la sociedad británica encontrarían su punto en uno de los tantos himnos no solo de Sabbath sino de todo lo que será el Rock duro y el Metal. Porque, luego del aviso pronunciado de manera sutil e inquietante por Tony Iommi en la breve pieza instrumental 'Embryo', la amenaza se hace presente con 'Children Of The Grave', el corte que mejor representa a estos jóvenes Sabbath, a quienes las promesas utópicas del hippismo fueron negadas desde un comienzo, al menos para fortuna de los fans, los mismos que vimos en el cuarteto de Birmingham el reflejo de la ocuridad del ser humano y la injusticia bajo la cual se rigen nuestras vidas en este mundo tan hostil. Eso es precisamente 'Children Of The Grave', un llamado a la revolución y a estar alertas ante los peligros que conforman este mundo materialista y cada vez más artificial. Podría dedicarle decenas de párrafos a esta monumental pieza de Rock duro totalmente 'mala leche' y siniestro, pero el riff que se despacha Tony Iommi es suficiente para entender el camino que estos cuatro chicos desgreñados decidieron tomar en desmedro de la cara hipócrita del hippismo y toda esa 'buena onda' con que el movimiento de las flores no pasó de ser una caricatura. Por cierto, qué grande era Bill Ward en los tarros. Un músico que llevó a su máxima expresión la batería en el Rock duro, incluso sobrepasando lo que venía haciendo su colega en Led Zeppelin.
La cara B del vinilo comienza con otro instrumental, aunque un poco más extenso, una pieza acústica llamada 'Orchid', con un Tony Iommi pletórico al momento de demostrar sus sobrehumanas capacidades como músico y compositor, lo cual emulará de manera notable en los siguientes trabajos. Resulta insólito en la actualidad que el zurdo -como el propio Jimi Hendrix- fuera ninguneado ferozmente por la crítica musical durante los '70, aunque nada de raro si consideramos que a Black Sabbath siempre lo envolvió la mala prensa por parte de quienes vepian en ellos todo lo que NO debía ser una sociedad correcta y acorde a los principios de moral y buenas costumbres impuestos muchas veces a la fuerza. De esta manera es como, luego de esta breve pero siempre necesaria muestra de originalidad y buen gusto, el retorcido riff inicial de 'Lord Of This World', un ejemplo notable de lo que podía generar Black Sabbath a una velocidad bastante reducida respecto a otros contemporáneos, con el gran Tony Iommi desplegando todo su talento en las seis cuerdas y un Ozzy Osbourne cuya fúnebre voz posee un efecto lisérgico, quizás uno de los pocos rastros de psicodelia que, hasta ese momento, se encontraban presentes en la música pero siempre manteniendo esa atmósfera oscura con que la banda generaba reticencia y sorpresa entre quienes jamás esperaron encontrarse con algo así.
La experimentación siempre tuvo un lugar especial en cada trabajo de los Sabs y "Master Of Reality" no sería la excepción, incluso llevando el asunto hacia rincones pocas veces imaginados, como podemos apreciar en 'Solitude', un corte cuyo título habla por sí solo. El bajo de Geezer Butler se encarga por sí solo de generar la cadencia necesaria en un corte que nos hace sentir en el fondo del mar, con la 'irreconocible' voz de Ozzy -suena como su estuviera bajo el agua- y las habilidades de Tony Iommi en la flauta y el piano además de -obviamente- la guitarra. Y, de esta manera es como de la psicodelia en su estado más puro e introspectivo, llegamos al final de la placa con el groove arrastrado y venenoso de 'Into The Void', con los Sabs despachándose una obra de arte referente a todo lo que se llama riff en su propia ley. Es cierto, hemos afirmado que gracias a estos cuatro chicos con aspecto de hippies malolientes ya no era necesario pisar el acelerador para sonar pesado, pero pasados los 3 minutos nos encontramos con una sección donde prima la velocidad, con el fin de despertar del trance por un momento para después seguir dentro del vacío existencial en el cual nos mantenemos sumergidos durante nuestra existencia en el mundo terrenal.
Si acaso existe una característica especial que hace de "Master Of Reality" un trabajo definitivo -en la discografía de Black Sabbath -con el permiso de los "Paranoid" y "Sabbath Bloody Sabbath", por nombrar algunos ejemplos-, es que, pese a sus escasos 34' de duración, es de esos discos que uno lo reproduce una y otra vez, y genera el mismo impacto como si uno lo escuchara por primera vez. 'Sweet Leaf', 'Children Of The Grave', 'Lord Of This World' e 'Into the Void' llegan directamente a la mente y al alma gracias a esos riffs tan certeros como constantes en su ejecución. En el caso de 'Sweet Leaf', que el riff principal siga la misma progresión una y otra vez es una muestra de cuán visionario fue Tony Iommi al momento de desarrollar una técnica cuya simpleza escondía su monstruosa virtud con la guitarra. Cualquiera que se declare fan de Black Sabbath debe tener claro que Iommi es el hombre detrás del sonido característico de la banda y todas las que surgieron bajo su influencia, no solo en los trabajos de los '70, sino también en los que le sucedieron durante las próximas décadas. Por supuesto, el papel que desempeña Geezer Bultler en el bajo, Ozzy Osbourne en la voz y Bill Ward en la percusión da cuenta de la prodigiosa visión que tuvo la banda pese a las adicciones y la persecución por parte de la amarillista prensa británica que los acusaba de ser una mala influencia para la juventud. Dejando de lado lo mediático, agrupaciones de la talla de Saint Vitus, Pentagram, Kyuss y Candlemass le deben bastante a trabajos como este soberbio "Master Of Reality" para el desarrollo de géneros como el Doom y el Stoner, ambos absolutamente derivados del sonido con que Iommi y cía. remeció la década de los '70, eliminando todo rastro de aquello que recordara a Woodstock, donde el movimiento hippie, a diferencia de lo que muchos creen, terminó prostituyéndose para sobrevivir solo por unos cuantos años.
Escrito por: Claudio Miranda
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