1991
debe ser, por lejos, un año imposible de olvidar para el mundo del Rock y la
música popular. En especial para los fans de Queen, la mítica banda inglesa
que, hasta mediados de los '80, repletaba todos los estadios del orbe gracias a
una puesta en escena inigualable y un catálogo discográfico que reflejaba tanto
la capacidad de concebir himnos masivos, éxitos destinados a permanecer durante
semanas y meses en las radios y rankings de popularidad y, sobretodo, una
propuesta musical tan diversa como elegante y poderosa. Heavy Metal/Hard Rock,
Rock 'n' Roll, funk, rock progresivo, balada
de piano, pop de corte clásico, ópera, soul, gospel, disco... Todo estaba
permitido en el Universo de una banda que se 'pasó por el culo' todas las
etiquetas impuestas por la industria. Aquel año, hace un cuarto de siglo
exacto, y 24 horas después de reconocer públicamente, a través de un
comunicado, su condición de VIH positivo, su cantante y frontman Freddie
Mercury daba el paso que lo separaba del estrellato a la leyenda un 24 de
Noviembre. Se apagaba una de las voces más prodigiosas de todos los tiempos,
pero su personalidad sobre el escenario y plasmada en cada uno de sus trabajos
con la banda que lo catapultaría a la fama dos décadas antes, le aseguraban la
inmortalidad entre su legión de seguidores alrededor del mundo.
Lo particular de esta pérdida, la cual
conmocionó tanto al mundo de la música como de otras áreas relacionadas con el
arte y el espectáculo, es que lo hizo a su estilo. No sobre el escenario, pero
sí mediante un álbum al que el calificativo 'obra de arte' le queda chico.
Hablamos de "Innuendo"
un trabajo soberbio en toda sus líneas, grandilocuente y honesto como pocos. Y
sobretodo, autorrevelador. Mercury sabía que el fin se acercaba y junto a Brian
May, John Deacon y Roger Taylor, consiguió plasmar lo mejor de sus capacidades
interpretativas y su ser en un trabajo magistral, sustancialmente distinto
respecto a lo que venían haciendo durante los '80. Una vez consolidado el éxito
masivo, y ante el destino que le esperaba al cantante de la dentadura
prominente, lo mejor que podían hacer era volcar todas sus fuerzas en concebir
un trabajo brutalmente honesto, el regreso a sus orígenes ligados al Art-Rock
de comienzos de los '70.
Luego de la breve pero exitosa gira
promocional del álbum "A Kind Of
Magic" en 1986 -la última con Freddie-, Queen se toma un pequeño
receso. La banda solo había girado en Europa, en un lapso de poco más de dos
meses y en pleno periplo, surgían rumores por parte de los medios respecto a un
posible quiebre. La banda lo desmiente categóricamente, incluso en uno de los
recordados conciertos en Wembley durante ese año el propio Freddie le envía un
'cariñoso' mensaje a quienes los daban por acabados. Al año siguiente, Mercury
es diagnosticado como portador del virus VIH, lo cual se mantendrá en el más
absoluto hermetismo. Sería en ese período cuando el cantante nacido en Zanzibar
como Farroukh Bulsara cumplirá un sueño tan anhelado como el de ser estrella de
Rock: una colaboración magistral con la soprano española Montserrat Caballé,
junto a quien registraría un LP titulado "Barcelona"
(1988), cuyo track-título pasaría a ser el himno de los Juegos Olímpicos en
1992, en la ciudad del mismo nombre.
Luego de su breve incursión en la ópera, Freddie
Mercury se reúne con sus compañeros de banda y en 1989 Queen publica el
impecable "The Miracle",
trabajo que, a pesar de la positiva recepción por parte de la crítica y los
fans, no logra superar en ventas a sus predecesores debido a la rotunda decisión
de no realizar más giras por parte de la banda. Para entonces, la apariencia
cada vez más demacrada del controvertido cantante despierta las sospechas. En una
de sus últimas entrevistas, Freddie declara que "a mis 42 años, ya no
estoy para correr y cantar arriba de un escenario". Craso error: la gira
solista de Mick Jagger en 1988 y el regreso de The Rolling Stones al circuito
durante aquel período acentúan los rumores sobre la enfermedad que, en ese
tiempo, se asociaba solamente con la homosexualidad. La orientación sexual de
Freddie Mercury era de conocimiento público y objeto de morbo para la
amarillista prensa británica, por lo que sus propios compañeros (Brian May y
Roger Taylor) quienes ejercerán como portavoces, desmintiendo ferozmente todas
las sospechas sobre lo que realmente ocurría al interior de la banda y su
cantante.
Luego de un año en el estudio, "Innuendo" ve la luz el
5 de Febrero de 1991, deslumbrando a sus seguidores incondicionales, en
especial a los más inclinados hacia los primeros 5 trabajos de la Reina, su
etapa más fructífera a nivel creativo antes de la masividad total y los
estadios llenos cantando a todo pulmón "We are the Champions". La
mística envolvente de "Queen II", "Sheer Heart Attack"
y el insuperable "A Night At The
Opera" nuevamente se hacía presente, a través de composiciones
tridimensionales y una producción cristalina, a cargo de David Richards. Nadie
sabía en ese momento que el mejor Queen volvía con todo, pero a la vez
simbolizaba una despedida a lo grande.
El comienzo de la placa no puede ser el
más acertado. Desde el redoble inicial a cargo del portentoso Roger Taylor, 'Innuendo' resume en poco más de seis
minutos lo que realmente era Queen, más allá de los singles pegajosos y los
himnos de estadio: arte químicamente puro, complementado por un discurso basado
en la introspección y la superación personal, el dejar de lado los miedos y
mostrarnos al mundo tal cual somos. "Show yourself, destroy our
fears, release your mask". Más claro echarle agua. Musicalmente, la banda retoma su faceta
épica de los primeros álbumes -clara influencia de Led Zeppelin, con el groove
principal evocando a 'Kashmir',
aunque siempre mostrando señales de renovación, factor propio de una agrupación
que encarnó el real sentido de la ambición musical y el don de procrear
melodías deliciosamente comerciales, siempre con elegancia británica. Punto a
destacar la sección intermedia, con el solo de guitarra española a cargo del
maestro Steve Howe (Yes) y emulado con pasión incendiaria por Brian May en su
inconfundible Red Special, mientras Roger Taylor despliega toda su clase en la
batería. Y qué decir de Freddie Mercury. Sabiendo que le quedaba poco tiempo en
este mundo, el tipo lo da todo en cada línea interpretada. "Till the end of time". En la memoria, hasta el fin de
los tiempos, música destinada a permanecer por siempre en nuestras mentes y
almas. Qué decir de su videoclip, una expresión de videoarte en su máxima
capacidad. La esencia de Queen.
El siguiente track, 'I'm Going Slightly Mad' marca la ocasión
para que brille con luz propia el bajista John Deacon, algo opacado por sus
compañeros pero brillante cuando se trata de marcar presencia en las bajas
frecuencias, a la par con el desempeño siempre brillante de Freddie Mercury,
cuyo histrionismo en su interpretación nos convence, con la necesaria dosis de
humor, de que su sufrimiento lo tiene al borde de perder la razón, como podemos
apreciar en su recordado videoclip -uno
de los últimos con el mítico cantante-, con Brian May caracterizado como
pingüino (¡). Y si hay que referirnos al aporte vital del guitarrista al sonido
más heavy de Queen, 'Headlong' lo
refleja al detalle. Más allá de la diversidad que hizo de la banda britpanica
un referente dentro del Rock en todas sus ramas, Queen era, primordialmente,
una banda de Rock duro. Sobre el escenario, estos tipos rockeaban tan pesado
como AC/DC, Led Zeppelin y Van Halen juntos, por lo que, ante la imposibilidad
de pisar un escenario debido al delicado estado de salud de Mercury, hubo que
plasmar todo ese despliegue de energía en el estudio. Y vaya que lo lograron,
de manera sólida, con total resolución a pesar de todo. Resulta llamativo el
que una canción tan vigorosa contenga una letra repleta de desesperanza. El
propio Freddie deja entrever que su suerte ya estaba echada. "Nothing you can do about it".
El tipo no tiene empacho de confesarnos su resignación ante lo inevitable y lo
hace a su manera. A lo campeón.
Luego de los primeros tracks, todos singles
con resultados exitosos, llega una de las canciones menos conocidas del
repertorio de Queen pero siempre manteniendo la excelente calidad del álbum, la
deliciosamente melódica y alegre 'I Can't Live with You', cuyos coros se
impregnan de inmediato en tus sentidos, lo quieras o no. Abismalmente distinta
es 'Don't Try So Hard'. Melancólica a
más no poder, si te pilla desprevenido lo lamentarás. No solo destaca por la
escalofriante interpretación del eterno Freddie; la Red Special de Brian May
pareciera aullar de dolor con ese solo tan perfectamente ejecutado, recordando
lo hecho una década antes en '(Play) the
Game', pero generando una sensación mucho más desgarradora. ¿Cómo habría
sonado en vivo? Nunca lo sabremos, aunque una cosa es cierta: "Innuendo" es un álbum
que prioriza la honestidad ante todo. Queen no solo era himnos de estadio,
también te podía tocar la médula de los huesos, sacar a flote nuestra
sensibilidad. Para rematar la cara A, tenemos una acelerada 'Ride the Wild
Wind', original de Roger Taylor, cuyo fanatismo por los autos también se puede
apreciar en 'I'm Love with my Car',
del fundamental "A Night At The
Opera" (1975). A pesar de no ser uno de los momentos más altos del
álbum -por no decir lo más bajo-, cumple con su tarea de cerrar la primera
parte manteniendo el nivel creativo con que la Reina, hasta el último momento,
se rige bajo sus propias reglas.
La
cara B comienza con la emotiva 'All God's
People', una interesante mezcla de música gospel y soul, complementada por
una incendiaria sección intermedia de blues y arreglos de sintetizador que te
ponen los pelos de punta, al igual que los coros, con Freddie Mercury
desplegando todas sus virtudes interpretativas. Luego llegaría un pasaje
especial con 'These Are The Days of Our
Lives', originalmente compuesta por el mismo Taylor, quien la escribió
pensando en sus experiencias familiares del pasado, pero que Freddie la
transformaría sutilmente en su despedida. Si vieron el video -de paso, la
última aparición de Mercury ante una cámara-, sobretodo al final con el
cantante pronunciando la frase 'I still
love you' con mirada resignada, notarán la fuerte carga emocional que
genera este track. Cuánto sentimiento hay en el solo de Brian May, un tipo cuyo
virtuosismo en las seis cuerdas radica en la emoción misma.
'Delilah',
el sutil homenaje de Freddie a sus gatos -con maullido incluido-, saca a
relucir el buen gusto de Queen al momento de incursionar en el terreno del pop.
Queen puede rockear pesado y, al mismo tiempo, ejecutar música de inmensa
calidad, siempre motivados por la inquietud de explorar territorios desconocidos
y probar nuevos sabores. La siguiente 'The
Hitman', en claro contraste con los tracks anteriores, despliega toda la
furia metalera con que Brian May le imprimió a Queen un sello distintivo
respecto a sus colegas. Desde la entrada, mediante un riff bien furioso y un
groove constante e infeccioso, la Reina nos recuerda a la cara que cuando se
trataba de hacer Hard Rock, -o Heavy Metal, como quieran llamarlo-, la cosa iba
en serio y con todo.
Nos
acercamos al final de la placa, primero con 'Bijou',
una pieza de inconmensurable belleza, con la guitarra de Brian May derrochando
sentimiento al borde de las lágrimas, muy al estilo de David Gilmour en la
primera parte de 'Shine On You Crazy
Diamond' de Pink Floyd, mientras Freddie Mercury interpreta de manera
sublime aquellos versos que resumen el destino de los amantes cuyas vidas están
destinadas a permanecer juntos, en esta vida y en la otra. Increíble la carga
emocional que contiene "Innuendo"
alcanzando su punto más alto en este pasaje. Y para cerrar el álbum, la
melodramática y autoprofética 'The Show
Must Go On', cuyo emblemático arreglo de sintetizador desde el comienzo nos
impulsa a enfrentar la llegada del momento crucial, el paso de la vida hacia la
inmortalidad. La función debe continuar y el propio Freddie lo sabe. Resulta
llamativo y hasta épico el que el entonces moribundo cantante se despachara
tamaña interpretación en solo una toma. "My
soul is painted like the wings of butterflies. Fairytales of yesterday will
grow but never die", afirma rotundamente Mercury, prácticamente seguro
de que su hora final estaba cerca pero su legado le aseguraba la inmortalidad.
Momento conmovedor hasta para el más rudo. Entendible cuando hay un mensaje que
llama a perpetuar la obra hasta el final de los tiempos.
Una vez disponible en las disquerías, "Innuendo" recibió críticas
dispares, en especial por parte de los medios estadounidenses, quienes
aseguraban que Queen era una banda obsoleta ante el surgimiento de Nirvana,
Pearl Jam y otras agrupaciones de Seattle. Los 'dinosaurios' del Rock estaban
condenados a la extinción y Queen era el blanco favorito por parte de quienes
jamás aceptaron que los británicos se rigieran bajo sus propios códigos. Y a
fines de 1991, el 24 de Noviembre, un día después de aquel polémico comunicado
de prensa, la voz de Freddie Mercury, a los 45 años, abandonara para siempre el
mundo terrenal para reclamar, por fin, su merecido puesto como 'Mensajero de
los Dioses'.
"Innuendo" refleja,
hasta hoy, la esencia de Queen en todo su esplendor. No solo se trata del
último trabajo con Freddie Mercury en vida, también conforma una Declaración de
Principios por parte de una agrupación que impuso sus propios términos en un
contexto marcado por el predominio de las etiquetas. Ni el póstumo "Made In Heaven" (1995),
ni las reuniones recientes de los integrantes sobrevivientes -menos John
Deacon, retirado en 1997- con otros cantantes, giras incluidas, han podido
equipararse a la leyenda. "Innuendo"
es arte en estado puro, un trabajo tan ambicioso en su forma como honesto en su
discurso. Imprescindible en toda colección, al igual que otras Joyas de la
Corona como "Queen II",
"Sheer Heart Attack",
"A Night At The Opera"
y, a gusto personal, "The
Game", todos enormes trabajos con los que Queen se ganó un lugar
privilegiado en la Realeza del Rock hasta obtener el trono y la corona. El
espectáculo debe continuar y así será cada vez que le pongamos play a
cualquiera de esos tesoros. Larga vida a la Reina, la única y verdadera. GOD
SAVE THE QUEEN!
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