Ante la
lamentable pérdida sufrida con el emblemático Club Kmasú a fines del año
pasado, un lugar como el Arena de Recoleta parece erigirse como el nuevo punto de
encuentro para los seguidores del Metal
en su vertiente más underground y, sobre todo, orientado hacia un
segmento que vibra, suda y muere con las viejas glorias de un género como el
Thrash Metal, sin importar el rango de edad. Hace casi un mes, en el
mismo recinto Onslaught y Exumer –los ingleses de Grim Reaper tuvieron que cancelar debido a los problemas de salud que
aquejaban a su líder y cantante Steve Grimmett- protagonizaron una extensa y
calurosa jornada, donde ni las altas temperaturas ni los incendios que
afectaban a gran parte de nuestro territorio fueron suficientes para amilanar a
los cientos de headbangers presentes aquel 21 de Enero. Un mes más tarde, el
sábado 19 de febrero, el recinto ubicado en Avenida Einstein fue el escenario perfecto para
el espectáculo desplegado por distintos protagonistas, aunque con una recepción
igual de feroz o superior por parte de los fans que repletaron el lugar y en su
mayoría, formaron una gigantesca centrífuga que apenas dejó sobrevivientes,
aunque ninguno ileso. Entendible también si consideramos que a las tres legendarias agrupaciones que amenizaron la jornada, dos se presentaban por
primera vez en suelo nacional, por lo que la respuesta de los asistentes debía
estar a la altura.
Alrededor de las
18 horas, se abrirían los fuegos de la mano de Warth, agrupación formada en 2008 y cultora de un Death-Thrash primitivo
cuya misión era salir a atacar al instante. Y bien que lo lograron, pese al escaso público presente. Sin embargo, la banda no tenía otra opción más que
desplegar todo el poder destructivo propio del Thrash en su faceta más
demoníaca y cruda, en una presentación no exenta de una serie de problemas
técnicos, los cuales serían la constante durante toda la jornada.
Una apreciación similar a la anterior hacemos del show de Enforcer, aunque en este caso la sensación fue distinta y con un mejor sabor, a pesar de que el asunto, por un momento, parecía estar destinado al naufragio. Porque a pesar de que el bajo de Bastián sufrió un desperfecto técnico apenas comenzó la presentación, para Rodrigo “Belzebuth” Huina (guitarra, voz) aquel imprevisto fue suficiente para recordarnos de que el Thrash Metal es, primordialmente, una cuestión de ACTITUD, donde si cae uno, lo que cuenta es salir adelante y arrasar con todo, sin dejar prisioneros. “Ritual of Destruction”, “Black Souls” y “Dark Age”, todas correspondientes a su recién LP titulado Evil Power Attack (2016), cumplieron su labor de motivar al público que en ese momento ya empezaba a repletar el local. Thrash Metal destripador, mala leche y blasfemo hasta la médula, el cual ya causaba estragos hace una década, cuando llegó el debut en grande con Violent Speed Asault (2007), trabajo del cual incluyeron en el set el corte que titula el álbum. Suficiente para calentar los motores y prepararnos para lo que llegaría en cuestión de minutos.
Cerca de las 20
horas, y con la luz del sol aún presente poco antes del ocaso, llegaría el
primer gran momento de la jornada. De manera natural, como en sus mejores
tiempos, Sacred Reich hacía su debut en nuestro país y, ante la euforia
general, los primeros acordes de “The American Way” (trabajo que le da título a
su LP editado en 1990) bastarían para transformar el lugar en una ‘pista de
baile’ que no tardaría en estallar en un moshpit donde decenas de cuerpos
volaban sobre las cabezas del público. “Ignorance”, “One Nation”, “Love…Hate” y
“Free” no sonaron, sino más bien retumbaron de manera monstruosa, manteniendo
la intensidad flameante de una presentación que pese a su breve duración,
logró su objetivo al activar la centrífuga mortífera con que el Arena Recoleta
sucumbía ante el poder destructor de los de Arizona.
A nivel técnico y escénico, puede que el
cuarteto ya no conserve la energía de antaño, pero la sonrisa del bajista y
cantante Phil Rind ante la frenética reacción de los fans gráfica el
sentimiento expresado por una agrupación de culto entre los amantes del Thrash,
donde las guitarras a cargo de Jason Rainey -quien tuvo que lidiar con algunos
desperfectos técnicos en algunos pasajes del show- y Wiley Arnett impusieron
sus términos, mientras la dupla rítmica formada por Rind y el baterista Greg
Hall se encargó de mantener en alto el groove al que los cientos de devotos
fans presentes respondían de manera casi automática, como si se tratara de un
ritual del cual nadie debía quedar excluido, como se pudo notar en “Crimes
Against Humanity”, “Who’s To Blame” y el infaltable homenaje a Black Sabbath
con la tremenda versión de “War Pigs”, marcando el punto más alto de una
presentación donde la euforia se desbordaba a chorros. Para el final, un par de
clásicos con los que la mítica agrupación estadounidense ha cimentado su
carrera durante más de tres décadas, primero con “Death Squad”, con el Arena
Recoleta transformándose en una olla a presión y, luego, el remate con “Surf
Nicaragua”, por lejos, el himno de los oriundos de Arizona y, por qué no, un clásico
indispensable del Thrash Metal de los ’80. Poco menos de una hora fue
suficiente para que el Escuadrón de la Muerte asolara todo lo que encontró a su
paso durante su primera incursión en nuestro territorio.
A eso de las 21:30 horas, luego de un extenso
pero refrescante interludio, los canadienses de Exciter aparecían por tercera vez en un escenario nacional, aunque
se trataba también e la segunda con la formación original, la cual incluía al
emblemático baterista y cantante Dan Beehler, quien retornó a la banda en 2014.
Aquella formación, completada por el guitarrista John Ricci y el bajista Allan
Johnson –quien retornó a la banda junto con Beehler- realizó su debut en agosto
del año pasado en el Club Kmasú en una inolvidable velada también animada por los ya retirados Nuclear Assault. Poco más de un año hubo que esperar para una
siguiente visita, y, luego de la feroz presentación brindada durante aquella
ocasión, nada distinto se podía esperar aparte de un despliegue letal de todas
sus capacidades instrumentales y escénicas, como se pudo notar desde el inicio
con la voracidad propia de un clásico como “I am the Beast”.
Luego del espectacular comienzo y el saludo
inicial por parte de un emocionado Dan Beehler, llegaría “Rein Of Terror”, corte
extraído del olvidado Kill After Kill
(1992) –último trabajo registrado con Beehler antes de su exilio de dos
décadas-, cuya recepción por parte de los fans fue positiva. Pero no sería sino
con “Heavy Metal Maniac” que volvería la jornada del número anterior, esta vez
de manera mucho más aplastante y con el público prácticamente convertido en otro integrante de la banda, sobretodo en esos coros que, de pronto, te
recuerdan el real sentido de lo que significa esta irrefrenable pasión por el
Metal, prácticamente un sentimiento.
“Iron Dogs”, “Victims Of Sacrifice” y
“Delivering to the Master”, más allá del mosh y el headbanging constante,
grafican de manera contundente el excelente estado de salud presente en una
agrupación que, pese a sus más de tres décadas en la carretera, nadie se
explica el cómo sigue intacta en cuanto a sus cualidades instrumentales, al igual se su
puesta en escena. Imposible no quedar absorto ante la labor que desempeña Dan
Beehler, cuyas rodillas en el doble pedal parecen estar hechas de acero
inoxidable y su voz, pese al notorio desgaste, por algunos momentos parecía
recordar esa sed de sangre de los viejos tiempos que denota en sus
característicos agudos, En tanto, la guitarra de John Ricci y el bajo de Allan
Johnson se consagran como baluartes en una banda dueña de una solidez abismal y
una eficacia tremenda a nivel de ejecución, como pudimos notar en la
brutalísima “Violence and Force”.
“Rising of the
Dead”, el groove pendenciero de “Pounding Metal” y la muralla riffera de
“Beyond The Gates Of Doom” repletaron un set listo y dispuesto para todo amante
declarado del Speed Thrash Metal en su estado más puro, a pesar de algunas
deficiencias técnicas, como la saturación de la guitarra en algunos momentos.
Pero poco y nada importa cuando se trata de una banda que forjó su carrera en
base a sus principios pese a la oscuridad en que se sumergió durante los ’90,
como ocurrió con gran parte de la oleada thrash que se tomó por asalto el mundo
durante la década anterior. Por lo mismo es que un clásico como “Long Live The
Loud” se ha ganado un lugar en el set de la banda como un himno cantado con
puño en alto, sin mayor pretensión aparte de rendir culto a un género que, es
más que sabido, ha traspasado todo tipo de barreras, sobretodo musical. Y cerrando
la presentación, un regalo para los fans más ‘hardcore’, una potente versión de
“World War III”, extraída del primer demo registrado en 1980, seguida de otro
himno como lo es “Stand Up And Fight”. 1 hora y 10 minutos fue suficiente para
ser testigos de una clase magistral de Speed Thrash en su concepción, mejor si
viene directamente de una agrupación icónica dentro del Metal en su cara más
tradicional. Una vez más, Exciter
despejó todo tipo de dudas respecto a su reputación. Violencia y fuerza van de
la mano, y a todo volumen. Al menos así lo debe asumir todo ‘Heavy Metal
Maniac’ que se declare como tal.
Cerca de la
medianoche, Y con el recinto ubicado en la comuna de Recoleta ya colmado, llega
el momento más esperado por los fans del Thrash Metal más purista. Hubo que
esperar más de treinta años para que Razor
aterrizara por estos rumbos para deleitar una espera que nos mantuvo a muchos
expectantes luego de una serie de intentos infructuosos que, en su momento, nos
hicieron perder la esperanza sobre alguna posible visita. Por lo mismo se
explica, en parte, el estallido del público apenas retumbaron los primeros
acordes de “Instant Death”, fue suficiente para desatar un tornado que
perfectamente pudo echar abajo el local. “Cross me Fool”, “Violent Restitution”,
“Behind The Bars” y “Cut Throat” cayeron como bombas una tras otra, sin tregua
alguna.
Es necesario
recalcar que Razor ha sabido cimentar su carrera en base al constante liderazgo
con que el bajista Mike Campagnolo y el guitarrista Dave Carlo –ambos son los
únicos integrantes que sobreviven de la formación original- han sabido mantener, estos dos han manteniedo el legado de un referente obligado para todo amante del Thrash primitivo,
siempre conservando la firmeza de sus principios por sobre todo. Labor, que por
supuesto, complementada con el desempeño del cantante Bob Reid, quien debutara
con Razor en el subvalorado Shotgun Justice (1990), trabajo
del cual fueron incluidas en el set “Violence Condoned”, “Stabbed in the Back”
y “The Pugilist”, todos auténticos ejemplos de Thrash Metal sucio y callejero
bien en la vena de leyendas británicas como Motörhead y Tank.
Tampoco podemos dejar de lado el papel que juega en la base rítmica el
baterista Rider Johnson, cuya estampa en el groove característico del combo
canadiense se hace notoria al momento de mantener andando los engranajes de un
motor por el cual los años parecen hacerle cosquillas pese al evidente paso del
tiempo. No es de extrañar que clásicos como la fundamental “Iron Hammer” y “Hot
Metal” –esta última original de aquel EP debut titulado Armed and Dangerous (1984)- den cuenta de cómo esta
maquinaria asesina cumple con su tarea de rebanarle el cuello a todo el mundo,
haciéndole honor a su nombre, acorde con una reputación que los ha situado
entre los grandes del Thrash Metal canadiense y mundial junto a Voivod, Sacrifice, los mismos Exciter,
Annihilator y un larguísimo
etcétera. Por cierto, notable el saludo a nuestra capital por parte de un
emocionado Mike Campagnolo, quien se refiere a nuestra capital como la ciudad de
la perdición (algo de verdad hay en esa afirmación) al momento de presentar la
tremenda “City Of Damnation”, original del LP debut Executioner's Song (1985), trabajo del cual también
incluirían “Gatecrusher” y “Take This Torch”. Y como broche de oro, una
pletórica versión de “Evil Invaders”, el himno definitivo de Razor y cuyo accidentado comienzo no
fue impedimento para que esta fiesta del metal de viejo cuño culminara de la
mejor manera, con los fans volando de un lugar a otro y el interminable mosh
que perfectamente pudo provocar un forado en el suelo con la fuerza propia de
un taladro gigante. No hay que sacar muchas conclusiones respecto a lo vivido
la tarde/noche del sábado 19 de Febrero en el Arena Recoleta, sobretodo ante
toda esa descarga de poder de la que apenas sobrevivimos para contarlo.
Precisamente aquel poder provenía del legendario Martillo de Hierro con que los
Dioses del Metal enviaron a su Escuadrón de la Muerte para impartir violencia y
fuerza por montones ante una horda de headbangers hambrientos de Metal, solo
Metal y nada más que de Metal.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Nicolás Soto
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