#Especial: Master Of Puppets: El Metal Hecho Arte


Cuando hablamos de Metallica en su era dorada, es imposible no remontarse a la etapa 1983-1986, período en el cual los cuatro jinetes originarios de Los Ángeles procrearon trabajos que resultarían definitivos en el nacimiento y auge del Thrash Metal, género con que la escena Metalera de entonces se sumiría en una revolución que traspasaría las fronteras de lo musical. Por esos años, James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Cliff Burton, cuatro veinteañeros malcarados fans de Motörhead y cuya remarcada inclinación a las fiestas y continuas borracheras cimentarían su lado más desenfadado dentro de la naciente leyenda -en esos años eran conocidos con el apodo de 'Alcoholica'-, ya daban que hablar gracias a una propuesta que remecía todos los estamentos existentes en el Heavy Metal, donde los riffs heredados de la oleada de agrupaciones británicas que se tomó por asalto el mundo a comienzos de los '80 se transformarían en ráfagas asesinas, donde la combinación de crudeza-rabia-velocidad alcanzaría niveles jamás imaginados hasta el debut en grande con el seminal Kill Em All (1983), para muchos el primer álbum de Thrash Metal concebido de manera profesional. Y cuando el mundo aún se estaba desangrando luego de esa puñalada directa a la yugular, Ride The Lightning (1984) dio cuenta del verdadero potencial que poseía un cuarteto que no estaba dispuesto a seguir ninguna regla que no fuera las suyas. Nada de repetir fórmulas pasadas, el riesgo y la identidad artística era lo que importaba a pesar de del surgimiento en masa de jóvenes agrupaciones que intentaba superar la fuerza devastadora del debut del '83.


Precisamente bajo aquella premisa fue concebido Master Of Puppets (1986), el tercer trabajo en estudio y, lamentablemente el último con el querido Cliff Burton, cuya presencia en la banda fue fundamental en la evolución musical de una agrupación que, al momento de componer, buscaba sobrepasar todos los límites existentes y por haber. De esta manera fue como James Hetfield -¿es necesario presentarlo a estas alturas? usted está loco!-, al momento de componer los riffs que lo volverían referente para las siguientes generaciones, también era capaz de proporcionarle la tridimensionalidad necesaria para que cada uno de los ocho tracks que compone el álbum, sin necesidad de publicidad ni singles pegajosos, tuvieran aquel impacto certero que los transformaría en clásicos obligatorios, tanto de la banda como de un género que, ene se momento, se consolidaba por méritos propios. Por supuesto, los solos electrizantes de Kirk Hammett y la intensidad flameante que Lars Ulrich le proporcionaba a la batería, también fueron fundamentales para dar forma a un trabajo cuya solidez en todas sus líneas es puesta exitosamente a prueba.


  El comienzo con "Battery", cuya intro define por sí misma la ambición artística de Metallica en esos años, gráfica las intenciones de estos cuatro jóvenes respecto a quienes pensaban que se habían 'vendido' luego de firmar con una multinacional. Una clara reminicencia a los inicios pero demostrando el material del cual estaban hechos, siempre a través de ese desquiciado riff principal con que Hetfield se erige como genio y héroe, a lo que se suma aquella virtud de escupir lo que canta con la mala leche propia de esos años. "Cannot stop the battery!", y ante tamaña verdad, nada que hacer. Por cierto, el solo que se despacha Hammett luego de la sección instrumental más "calmada" causa estragos cual lanzallamas, mientras Lars Ulrich y Cliff Burton ejecutan su tarea como dupla rítmica de manera aplastante, sin que nada ni nadie pueda oponerles resistencia.

  El track que titula a la placa no solo debe tratarse del mayos clásico de Metallica en esos años, sino también una muestra de creatividad y versatilidad que nadie se imaginaba que pudiera ser posible en un género con las características del Thrash. 8 minutos y 36 segundos vertiginosos,  donde ni los años ni los controversiales años '90 pueden hacer mella. "Your life burns faster, obey your MASTER!!!". Así de categórico y de crudo, al igual que aquella sección intermedia donde James y Lars plasman todas sus virtudes instrumentales a un punto en que lo único que queda es cerrar los ojos y pensar en el destino que nos espera.


Poco después llega el turno de "The Thing That Should Not Be", una de las canciones más pesadas y tenebrosas dentro del catálogo de Metallica, cuyo título y letra están basados en "The Shadow Over Innsmouth", una de las obras que complementa el universo mitológico de Cthulhu -referencia mencionada en el anterior Ride The Lightning- creado por el legendario escritor H.P. Lovecraft, de cuya obra Cliff Burton era un fan declarado. Si bien la velocidad baja considerablemente respecto a gran parte del álbum, se trata de un pasaje interesante si consideramos que, para muchos, es ahí donde James Hetfield deja en claro que su capacidad para componer riffs emula, de alguna manera, lo hecho por Tony Iommi, la mente maestra de Black Sabbath. No sería raro, por ejemplo, que alguna criatura de otra dimensión lograra entrar al mundo real respondiendo al conjuro emanado del poder generado por la muralla de guitarras con que Hetfield y Hammett impone sus propios términos, incluso para pesar de quienes no veían con buenos ojos aquella evolución, dentro de su cada vez más numerosa legión de fans. Y cerrando la cara A del vinilo, si hablamos de expandir fronteras sin perder su esencia, "Welcome Home (Sanitarium)" es una muestra perfecta de lo que era capaz de generar Metallica. Una "balada" -¿se le puede denominar de esa manera a esto?- menos oscura que "Fade To Black" y quizás menos 'ganchera' que "One", pero cuya estructura e interpretación te sumergen en un estado de introspección que nos lleva a preguntarnos si acaso nuestra vida no es más que una ilusión provocada por una serie de traumas que, en realidad, nos mantiene confinados en algún centro psiquiátrico o una pesadilla de la cual tratamos de despertar en vano. Como sea, resulta impresionante el nivel creativo alcanzado por Metallica en apenas 3 años. Realmente fuera de serie. Por cierto, la cita a Rush -la banda favorita de Cliff y Kirk- es evidente en la sección instrumental pasados los 4 minutos. Impresionante, te deja sin palabras tanta genialidad en medio de la metralla.

   La otra cara del vinilo comienza con todo, literalmente. Los 8 minutos con que "Disposable Heroes" graba a fuego su huella satisfacen hasta al fan más orientado al Death Metal. El constante bombardeo de riffs encaja perfectamente con una letra que refleja el lado sucio de la guerra, una patada en el estómago al concepto de 'heroísmo' con que nos referimos a quienes van a combatir en beneficio de intereses ajenos, donde solo ganan los más poderosos, mientras los jóvenes...bueno, por algo quien escribe jamás ha realizado el Servicio Militar ni estupideces similares. Musicalmente, el desempeño del pequeño danés en los tarros es digno de admirar y aplaudir. La pareja que conforma con Hetfield al momento de amplificar el poder de los riff no merece discusión de ningún tipo.
  Luego de semejante despliegue de poder, llega el turno de la canción menos conocida del álbum , pero no menos importante. "Lepper Messiah" posee un groove tan simple como certero gracias a la tarea desplegada por James Hetfield al momento de ejecutar esos riffs sincopados con que el tipo se consagra como un 'superclase' dentro de sus colegas de género, mientras Lars Ulrich se anota con un trabajo magistral en el dominio del doble pedal.

  Si hay un momento para referirnos al papel desempeñado por Cliff Burton como bajista, compositor, intérprete e ideólogo de la banda, ese sería "Orion". Una obra de arte cuya sublimidad termina por rendir hasta al menos cercano al Metal. Cliff era un guitarrista que atacaba su bajo como una guitarra, cuya presencia en el sonido de la banda era tan fundamental como la de Hetfield y Hammett. ¿Thrash Metal Progresivo? Pónganle la etiqueta que quiera, pero una cosa es segura: Metallica no era un producto del Thrash, sino su generador y referente para quienes sabían que el género podía abarcar mucho más allá de lo que dictaran sus propios patrones. Si en Ride The Lightning Metallica se mostraba tal cual era, en Master Of Puppets profundizaba sus convicciones de manera tajante. Y para rematar la placa, el frenesí incendiario de "Damage, Inc.", con el cual el álbum concluye de manera similar al comienzo, pero sin autorrepetirse. LO que hace Lars Ulrich, al igual que en toda la placa, poco y nada tiene que envidiarle a lo hecho por gigantes de la batería como Dave Lombardo, Charlie Benante, Gene Hoglan e Igor Cavalera, todos contemporáneos del joven baterista danés y superiormente dotados, aunque fue Lars quien le enseñó a toda una generación el cómo debe sonar la batería en el Metal. Tan simple y cierto.


Con Master Of Puppets, Metallica alcanzó una popularidad impensada si tomamos en cuenta que, por ejemplo, la banda cimentó su éxito en base a originalidad, principios firmes y una puesta en escena con que pasarían de los pequeños recintos hasta las arenas y, más tarde, los estadios. Prueba de aquello fue la recepción generada por el público como soportes de Ozzy Osbourne, donde, como pocas veces ocurre, el número principal termina siendo ferozmente opacado por el telonero. Nada de raro si consideramos que el 'Madman' se encontraba promocionando el flojísimo Ultimate Sin, trabajo que reflejaba su decadencia creativa y personal, mientras que los de San Francisco representaban la sangre nueva de un género que se levantaba como toda una revolución. Desgraciadamente, Cliff Burton no permanecería por mucho tiempo en este mundo, pero su legado se mantiene incólume desde aquel fatídico 27 de Septiembre de 1986. Lo importante es que aquel monstruo publicado hace poco más de tres décadas sigue haciendo escuela entre quienes toman una guitarra por primera vez y deciden hacer del Metal una expresión artística y, al mismo tiempo, un canal de denuncia, donde la rebeldía y la creatividad combinadas conforman un arma mortal. Para la crítica especializada, Metallica, a partir de los '90, se erigió a la altura de Led Zeppelin como referente máximo del Rock pesado en todas sus facetas. Para quien escribe al menos, lo realmente importante es su legado: el Metal hecho arte, la honestidad ante todo.


Escrito por: Claudio Miranda


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