"Estoy de acuerdo si nos consideran una banda de Rock Progresivo ahora, pero puede que a la próxima vez seamos otra cosa. Y supongo que esa es la definición de ser progresivo", declaró hace un par de años Mikael Akerfeldt, la mente maestra de Opeth, agrupación que, durante la década presente, ha protagonizado una de las más radicales metamorfosis de las que se haya registrado en la historia del Rock y el Metal. El impacto generado tras la publicación de Heritage (2011) remeció a todo un planeta, aunque las reacciones fueron distintas por igual. Desilusión para los seguidores de sus inicios, sobretodo los más inclinados al Death Metal -tal como ocurrió en 2003 con Damnation-, y una grata sorpresa entre quienes realmente sabían que la esencia de los suecos radicaba en algo mucho más trascendental. Al interior de la banda, la dirección tomada obedecía, netamente, a una necesidad tanto espiritual tanto artística, sobretodo por parte del mismo Akerfeldt, un melómano cuya obsesión por el Rock Progresivo de los años '70, en especial el Progresivo, de alguna manera fue decisiva durante los más de 25 años en que la banda, en un comienzo asociada a las corrientes más extremas del Metal Europeo de los '90, transitó por una serie de gamas y dimensiones sonoras, aunque con el Death Metal -y algunos retazos de Black Metal al estilo de sus coterráneos de Emperor- como elemento característico en su sonido.
La adolescencia de Mikael Akerfeldt, como la
de muchos jóvenes de Suecia y toda Europa, estuvo marcada por el fenómeno del
Heavy Metal, género cuyo remezón tuvo epicentro en las Islas Británicas pero
que no tardaría en generar réplicas a través de todo el continente. Iron Maiden, Black Sabbath, Deep Purple y, en
especial, Judas Priest -agrupación de la que Akerfeldt se declara fan acérrimo, al
punto de declarar durante varias ocasiones que hubo una época en que era la
única banda que escuchaba a diario y que
Sad Wings Of Destiny (1976) es
su álbum favorito de todo el Metal-, el músico nacido en Estocolmo no tardó en
involucrarse dentro de las nacientes corrientes más extremas, con Slayer, Death, Celtic Frost y Morbid Angel como sus
bandas de cabecera. Sin embargo, poco antes de cumplir 20 años, y poco antes de
empezar el proceso compositivo de las piezas que conformarían el LP debut de la
banda que lo inmortalizaría -el extraordinario Orchid (1995)- la obra de agrupaciones como Yes, King Crimson y, sobretodo, Camel
-banda por la cual despertaría un fanatismo tan profundo como enfermizo-
conforman una revelación para el joven Mikael, un metalhead acérrimo que debía
todo su amor al género gracias a Iron
Maiden y Kiss. De esta manera es
como Orchid, trabajo cuya
publicación tuvo que esperar 1 año debido a problemas contractuales con el
sello distribuidor, daba que hablar respecto a las capacidades técnicas y
creativas de sus componentes, a pesar de su complicada producción. ¿Realmente
eran veinteañeros los músicos que conformaban esta banda cuya propuesta sonora
los hacía parecer auténticos veteranos? La prensa cae rendida ante tamaña
muestra de calidad musical, inusual en la floreciente escena europea del Death
Metal, aunque para Mikael Akerdefldt, la etiqueta siempre estuvo demás. Opeth encajaba poco y nada con lo que
ocurría en escenas como la de Gotenburgo y, aún así, tanto la crítica como los
fans del Metal Extremo se deshacen en loas ante esta nueva banda que, a pesar
de su sonido extremo, presentaba algo totalmente fuera de lo común.
Durante la segunda mitad de los '90, Opeth no tardaría en marcar a fuego su
nombre dentro de las principales figuras del Metal Extremo en Europa. Morningrise (1996), y los
conceptuales My Arms, Your Hearse (1998)
y Still Life (1999), se erigen
como trabajos fundamentales por parte de una banda que hacía del Death Metal
una expresión artística en su forma más pura. Sin embargo, el ambiente interno
no es de los mejores. Las dificultades para tocar en vivo y llevar a cabo giras
promocionales, y la huída de dos de sus componentes en 1997 -el baterista
Anders Nordin y el bajista Johan De Farfalla- hacen tambalear la continuidad de
una banda a la cual las ventas resultan inversamente proporcionales a los
excelentes comentarios por parte de los medios especializados. La llegada del
baterista uruguayo Martín López resulta un alivio para lo que serían las
sesiones de My Arms, Your Hearse,
donde Akerfeldt se haría cargo del bajo, instrumento que pasaría a tomar, una
vez concluidas las sesiones, un tocayo y coterráneo de López: Martín Méndez. El
tercer álbum de Opeth, si bien
mantenía una sonoridad similar a la de los trabajos anteriores, también
marcaría un punto importante en su propuesta artística, al cruzar elementos
progresivos con la brutalidad propia del Black Metal, como si David Gilmour se
integrara a Emperor o, algo similar,
Yes uniera fuerzas con Cradle Of Filth.
La afamada relación artística de Mikael
Akerfeldt con Steven Wilson perfectamente pudo haberse evitado, al menos por
parte del primero. En 1995, una joven y sorprendente banda inglesa llamada Porcupine Tree edita The Sky Moves Sideways, un
trabajo que emulaba lo realizado por Pink
Floyd en los '70, pero con una producción y sonido acorde a la década en
curso, lo cual llamaría la atención de un joven Akerfeldt, cuya fascinación por
la psicodelia no tardaría en plasmar en los siguientes trabajos de unos Opeth aún inmersos en su fase más
extrema. Por esos años, Dan Swano, un joven productor que no tardaría en
consagrarse como gurú del Metal europeo, luego de colaborar en Orchid y Morningrise, le recomienda al músico que trabaje con Wilson,
ya que para el nivel demostrado por la banda a nivel creativo, el álbum del '96
era el tope al que se podía llegar, al menos por parte del propio ingeniero en
sonido. Akerfeldt se muestra reacio a aquella colaboración, temeroso a un
posible rechazo por parte del joven músico y productor inglés. Sin embargo, en
2000, el líder de Opeth recibe un
correo electrónico por parte del propio Wilson, quien desea conocerlo para
intercambiar ideas. ¿Cómo se dio aquello? El guitarrista, cantante y compositor
principal de Porcupine Tree, luego
de una prueba de sonido, recibe la visita de un periodista, quien le regala una
copia del recién publicado Still Life.
Wilson, fan declarado del Metal Extremo, queda fascinado con el despliegue
creativo y conceptual de la banda; nunca había escuchado y digerido algo tan
fuera de lo común y, al mismo tiempo, soberbio en sus estructuras y atmósferas,
al menos del género al que los medios insistían con asociar a una banda que,
por entonces, y a pesar de las dificultades económicas -por entonces, Mikael
Akerfeldt alojaba en el sofá de la casa de la novia de su amigo, Jonas Renkse-,
ya dictaba cátedra respecto a su propia concepción del Metal como arte.
La participación de Steven Wilson en el
trabajo de Opeth no tardó en dar
frutos. Blackwater Park (2001), quinto trabajo en estudio de
los suecos, marcaría un antes y después en la propuesta artística de una
agrupación que no solo bebía de sus influencias setenteras dentro del Death
Metal que, por entonces, era su firma; marcó también el ensamble del King Crimson de los '70 con el Death
Metal Técnico, resultando en un trabajo multidimensional, donde los pasajes
acústicos podían intercalarse de manera libre y certera con los momentos más
pesados, siempre con la categoría con que Opeth
imponía sus términos. Gran mérito por parte de Steven Wilson en la producción,
siempre aprovechando las ilimitadas cualidades técnicas y creativas que poseía
cada integrante. Una vez publicado, en Febrero de 2001, Blackwater Park obtiene un éxito rotundo a nivel de
críticas, pese a no figurar en los charts de EE.UU. ni de Gran Bretaña. Lo
mejor de todo: por primera vez, Opeth
obtiene un reconocimiento que sobrepasa las fronteras del Metal, consolidándose
como uno de los referentes más importantes del Metal Progresivo, género que,
hasta ese momento veía en Dream Theater a
su máximo exponente.
La
unión de fuerzas entre Opeth y
Steven Wilson se extendería a otros dos trabajos que, originalmente saldrían en
formato doble, aunque la presión del sello Koch se impondría por sobre los
deseos de la banda. Es así como ven la luz Deliverance
(2002) y Damnation (2003),
placas fundamentales para entender el camino que Opeth estaba pavimentando para sí mismo. El primero nos presenta su
lado más pesado, con la banda desplegando todos sus recursos ligados al Death
Metal, arrasando con todo sin contemplación alguna, aunque con una maestría que
ya empezaba a levantarse como escuela. Pero sería Damnation el trabajo que sorprendería a muchos, fuera para
bien o mal, gracias a su propuesta mucho más atmosférica, con clara influencia
del Progresivo setentero y con los elementos del Metal Extremo totalmente
ausentes para que la banda, en solo 43 minutos, desplegara virtudes que siempre
estuvieron presentes en todo su catálogo pero invisibles dentro de la metralla
metalera que, hasta entonces mantenía a los suecos encasillados en un género
que poco y nada tenía que ver con su visión artística, aquella que siempre
predominó en su catálogo bajo el alero de las sonoridades más crudas y pesadas.
Si bien Damnation
significó, para muchos, la primera falta al 'pacto' entre Opeth y sus fans más duros, sería
Ghost Reveries (2005)
el trabajo con el cual Mikael Akerfeldt deja en claro que el mundo del Death
Metal y sus similares ya no acomoda como antaño. El haber fichado con
Roadrunner enfurece a los fans de sus inicios, quienes tildan a la banda de
'vendidos'. Akerfeldt no lo puede entender: tamaña reacción por haber fichado
en un sello mucho más grande y con más alcance que los anteriores como
Candlelight y Peaceville le hace replantear su visión respecto a los fans del
Metal. La publicación de Heritage
en 2011 es la gota que derrama el vaso, terminando por enajenar a los fans más
metaleros, quienes jamás le perdonarían sus palabras sobre el ambiente del
Metal y su implacable rechazo hacia nuevas experiencias artísticas y sonoras.
Más allá de las interpretaciones y preferencias personales, una cosa es cierta
en todo esto: Opeth nunca fue una
banda estrictamente metalera. Heritage
es un trabajo que desnuda la columna vertebral de la banda, dando cuenta de su
esencia real. ¿Alguien realmente pensaba que se trataba una banda de
Death/Black Metal como cualquier otra durante los '90? Al parecer, toda una
generación vivió "engañada".
Si
contáramos las influencias de Opeth
remarcadas durante la última década al menos, la gran mayoría viene del
Progresivo de los '70, tanto inglés como italiano. King Crimson, Genesis, Premiata Forneria Marconi y Banco Del Mutuo Soccorso fluyen
libremente en el ADN de la banda. En "Slither" -extraído de Heritage-, una composición
concebida como homenaje al desaparecido Ronnie James Dio, la influencia de Deep Purple y Rainbow vía Ritchie Blackmore se hace notar mediante una
interpretación categórica en todas sus líneas, mientras que "Faith In
Others", del más elaborado, Pale
Communion (2014), se erige como una pieza que replica de manera natural
los mejores momentos del legendario séquito liderado por Robert Fripp en su
encarnación setentera. Un antecedente sobre la orientación netamente progresiva
de Opeth data del 2002, en el aplastante Deliverance:
"For Absent Friends", una pieza instrumental acústica cuyo título
rinde homenaje a Genesis haciendo
referencia a la pieza del mismo nombre, original del seminal Nursery Cryme (1971).
05 de Abril, Opeth en el Teatro Nescafé de Las Artes- Más Información
Escrito por: Claudio Miranda
06 de Abril, Opeth en el Teatro Caupolicán - Más Información
0 Comentarios