Fue
una espera que duró cinco años, suficiente como para despertar nuevamente la
euforia de los fans más acérrimos de la que debe ser, por lejos, La gran agrupación
de Blues criollo por excelencia. Por lo mismo se puede explicar la altísima
convocatoria generada apenas fue anunciado el regreso a las canchas, con
formación titular y, lo mejor de todo, con creaciones nuevas, destacando el
single "Santiago de Chile", una clara señal de que El Cruce vuelve con todo y lo solo
estuvo tomando una siesta para despertar con la vibra que lo elevó a la
categoría de referente dentro del Rock nacional, la misma que vienen forjando
desde hace casi dos décadas.
Una cosa que hay que destacar respecto a
este retorno en grande es que la noche del 11 de Marzo el Teatro Cariola no
solo estuvo repleto en su capacidad, sino también albergó una fiesta a la que
todos estábamos invitados, una fiesta de Rock chileno hasta la médula.
Impresión que adquiere todo sentido, más aún contando con un invitado de lujo, Kuervos del Sur, agrupación que, en
poco más de una década, ha consolidado una propuesta que ensalza la pureza de
nuestras raíces intercalada con la mística zeppeliana y potenciada con las
cualidades interpretativas de cada componente, elementos que se hacen sentir
apenas se suben al escenario y con el recinto ya repleto viniéndose abajo al
mismo tiempo que recibe a la banda con una ovación que, hay que remarcarlo,
resulta inusual en nuestro medio.
A las 21 horas en punto, y al son de los
primeros acordes de "Vagabundo", Kuervos
Del Sur inicia su vuelo con duración de 1 hora aproximadamente, suficiente
como para desplegar todas las virtudes que ha hecho de la agrupación originaria
de Curicó una de las más grandes revelaciones dentro de la década en curso.
Liderados por el cantante Jaime Sepúlveda -un frontman cuya sola presencia
transmite credibilidad en base a una postura tan sencilla a nivel estético como
soberbia en cuanto a interpretación y dominio escénico- y el guitarrista Pedro
Durán, los Kuervos no se guardan nada. Todo lo contrario: "Aves de Mal
Agüero", "La Casa del Mañana", "El Árbol del Desierto"
y "El Indio" se bastan por sí solas para transformar la cancha del
Cariola en un mar de gente que no duda en saltar, cantar y aplaudir de manera
casi automática, aunque la acústica del recinto ubicado en calle San Diego jugó
en contra durante gran parte de la jornada. Reacciones que nos hablan del
sentido espiritual que rige en el trabajo creativo de una agrupación que ha
encarnado el principio de la auto gestión a su manera, sin tener que rendir
cuentas a nadie más que a sí mismos como auténticos artistas.
Las sorpresas llegaron con la interpretación
de "Caracol" -original del dvd Unplugged
en Valparaíso- y "Los Cometas", momento a destacar para
quienes asistieron el año pasado al lanzamiento del tremendo El Vuelo del Pillán, en el mismo
Teatro Cariola, donde centenares de fans grabaron la canción con sus celulares
y de ahí saldría el video para el single. Y ese debe ser, con seguridad, el
encanto que produce esta experiencia: la conexión con la gente común, siempre
recordándonos que la conexión con la tierra es la que determina nuestro andar
en la vida, discurso que cobra mayor fuerza en "Cenizas". A veces no
es necesario decirte fan de una banda, solo basta con que te transmita algo
profundo para caer rendido ante tamaña muestra de calidad y sentimiento a
prueba de balas. Kuervos Del Sur, en
vivo, encarna el real propósito del arte en el Rock nacional, mediante un
discurso tan sencillo como real, un despliegue técnico que denota pasión y buen
gusto, y, sobretodo, aquella actitud que llama a mostrarnos tal cual somos, sin
necesidad de recurrir a ningún tipo de posturas prefabricadas. Donde vuela el
Pillán, hasta el corazón más duro florece en abundancia.
Poco después, pasadas las 22:30 horas, llega
el momento esperado por toda una generación de fans y seguidores del Rock
chileno en su faceta más ligada a los sonidos del alma. Luego de media década
inactivos, sale al escenario El Cruce,
con formación estelar: Felipe Toro (guitarra y voz), Claudio Bluesman
Valenzuela (armónica, voz), Eduardo Negro Silva (bajo), Jorge Quinteros
(batería) y Gustavo Albuquerque (teclados, piano). Si alguien tenía dudas
respecto a este regreso en grande, todas se disiparían desde el comienzo
con "Tengo un Montón de Plata", suficiente para conectarnos con lo
mejor de una agrupación cuyo catálogo se mantiene perenne al paso de los años
y, al mismo tiempo, saca a relucir la raíces de un género que le debe su razón
de ser en gran parte a los sonidos surgidos hace casi un siglo en las orillas
del Mississipi. Tras cartón, el groove infeccioso de "Santiago de
Chile", single editado hace solo unos días y con el cual, El Cruce deja en claro que esta reunión
está centrada en el mismo presente, por supuesto intercalado con los mejores
momentos de un reciente pasado, como lo refleja la incendiaria "Yo No
Quiero Prensa".
El swing desenfadado de "Me Gustan
Todas" y la atmósfera callejera de "Billetera o Puñalada" fluyen
con una espontaneidad abismal, cualidad con que El Cruce revalida su reputación como uno de los mejores actos en
vivo a nivel local durante las últimas dos décadas. Felipe Toro es un músico
completo que tiene claro que el dominio de las seis cuerdas y su privilegiado
registro vocal no serían suficientes sin esa cuota de pasión con que cada nota
corre a través de la piel cual gota de sudor. Las sorpresas no tardarían en
llegar, de la mano de la cantante Niff de la Fuente y el trío de vientos al
cual Toro llama cariñosamente "brown grass", invitados que aportan la
atmósfera vintage con que se dejan caer cortes como "A Encender el
Blues" y "La Gata", los cuales hace rato que se ganaron el
rótulo de 'himno', como pudimos comprobar con el recinto completo prácticamente
adueñándose de las letras. Por supuesto, como apuntamos anteriormente, el
pasado y el presente se intercalan de igual a igual, como se pudo apreciar en
la inéditas "Ahora solo quiero olvidarla" y "El Almacén de Mi
Vecino" esta última claramente influenciada por próceres del soul y el
funk como James Brown y Stevie Wonder.
Respecto a la banda en sí, imposible no
quedar atónito ante tamaña muestra de clase y sentimiento fusionados en una
combinación que conmueve hasta al metalero más duro. Un placer para los
sentidos resulta presenciar a Felipe Toro mostrando su diploma como graduado de
la escuela de Led Zeppelin, mientras
Bluesman, armónica en mano, deja en claro que el espíritu siempre estuvo
presente y solo estaba durmiendo para despertar con más bríos. Todo aquello
complementado con la fundamental labor del brasileño Gustavo Albuquerque en los
teclados, quien se luce de manera magistral en pasajes como "La Chinita y
Yo", uno de los cortes que mejor refleja la esencia creativa de El Cruce, amplificada en vivo al punto
de calar hondo en el alma. Respecto a la base rítmica conformada por Jorge
Quinteros y el Negro Silva, sobran palabras cuando se trata de cumplir de
manera magnánima la tarea de generar el groove juguetón y, a la vez,
pendenciero con que el quinteto saca a relucir toda su esencia callejera.
Imposible, de esta manera, no identificarse cuando el alma es la que mueve los
hilos de la vida y nos enseña cuán bella pueden resultar las cosas simples
cuando la pasión y la creatividad se alinean en una sola unidad de energía
luminosa. De eso se trata el Rock n' Roll y ningún crítico podría entender con
la razón algo que solo se puede comprender y disfrutar con los ojos del alma.
"Todo se Devuelve" y su groove
claramente influenciado por el reggae, "Dicen que soy Borracho"
(original de Tito Fernandez) y la sensualidad de "Galán" marcaron
algunos los pasajes más encendidos de un set cuya extensión sobre pasó las dos
horas, suficiente para sumergirnos en una noche donde el borbón, el vino y las
historias de amores sufridos adquieren forma real en cada verso y acorde, a lo
que se suma un interludio a través de un video con imágenes del público
ingresando al teatro y la banda en pleno backstage, con cada integrante
saludando a sus incondicionales, los mismos que de alguna manera sabían que El
Cruce volvería nuevamente, esta vez para estar juntos en todo lo que se
venga. Pero si acaso hubo un momento en
que fue para muchos apenas posible contener la emoción, ese fue "Blues
para un amigo", dedicada especialmente al recientemente fallecido folklorista
Ángel Parra. El que dice que el blues es música exclusivamente 'gringa', es
porque no tiene idea de nada y El Cruce
es la evidencia irrefutable de que Chile es un país cuyos habitantes, sin tener
noción técnica de lo que es el género, inspiran historias que, por muy simples
que parezcan, denotan el sufrimiento diario con el cual estamos obligados a
lidiar, a veces sin esperanza, otras sonriendo en busca de una oportunidad. Es
decir, el blues posee un lenguaje universal que traspasa todas las barreras
socioculturales existentes y la pandilla liderada por Felipe Toro y Claudio
Bluesman Valenzuela lo reafirman sobre el escenario con la espontaneidad propia
de quienes saben que el Rock significa pensar menos y actuar más.
Entrando a la recta final, llegaría "Mi
Moto y Mi Blues", con un Claudio Bluesman Valenzuela demostrando que su
sola presencia junto a Toro y compañia resultan inspiradoras cuando se trata de
tomar un instrumento, montar una Harley y salir a recorrer la carretera hacia
un destino del cual solo uno conoce su existencia y finalidad. "Me tienes
Loco" y la inédita "Jenni" concluyen de manera magistral el set
regular, con el público satisfecho ante tamaña muestra de actitud y energía
durante toda la presentación. Y para terminar, con la participación de las
coristas de Femme Vocal, la emoción a flor de piel de "Niña de
Lluvia" -el clave gospel, conmovedora hasta los huesos- y la tremenda
"Blues al Desaparecido", esta última con cariñoso 'saludo' de Felipe
Toro a los criminales contratados por Pinochet -militares incluidos- para
cometer crímenes contra quienes pensaban distinto durante la dictadura. Final
conmovedor hasta las lágrimas.
Quizás
el único 'pero' de la jornada tuvo que ver con la acústica del recinto,
dificultando notoriamente el poder apreciar con más claridad el desempeño
instrumental de ambas agrupaciones nacionales. Aún así, nada empaña lo que fue una fiesta en
todos sus flancos, con la gente manifestando su devoción por las dos
agrupaciones que mejor encarnan el real sentido del Rock más allá de la
estética y todos esos tecnicismos que complican más que facilitar la recepción
de la gente. Los Kuervos del Sur,
por estos días, surcan los cielos al punto de pararse de igual a igual con el
águila sideral concebido por Los Jaivas
unas décadas antes. Por otro lado, El
Cruce nos recordó que hay Blues y Rock n' Roll para rato. Mirando el
pasado, viviendo el presente y proyectándose hacia el futuro, para lo cual fue
necesario que hablara el alma.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Beth Barría
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