"Seven deadly sin, seven way to win, seven holy paths to halle and your trip begins. Seven downward slopes, seven bloodied hopes, seven are your burning fires...seven your desires". Suficiente para adentrarnos en una experiencia de otra dimensión y una historia en la que la escuela filosófica de Alester Crowley y el universo literario de escritores como Orson Scott Card se conjugan para dar forma a una historia repleta de profecías y maldiciones, donde un ser humano dotado de poderes sobrehumanos ha sido elegido por los dioses de la Tierra para traer equilibrio a un mundo que se encuentra ad portas de la extinción y con la sombra de la muerte presente hasta el final.
1988 marca un momento clave para Iron Maiden, ya en esos años la agrupación más grande del Heavy Metal. Tras haber conquistado la cima del mundo con el emblemático Powerslave (1984) y una consiguiente gira que forjó su reputación como acto en vivo a nivel mundial -inmortalizada en ese documento obligatorio llamado Live After Death (1985), la Doncella de Hierro se la jugó por expandir sus virtudes creativas hacia donde pocos se atrevieron, sobretodo dentro de un género que pocas veces a accedido a abrir sus fronteras por el temor a perder su esencia. No podían estar más equivocados quienes jamás previeron que, durante la segunda mitad de los gloriosos '80, la pandilla liderada por el eterno jefe Steve Harris se consagraría como la gran institución del Heavy Metal, colocándose, rápidamente, a la altura de referentes más experimentados como Judas Priest, Kiss, UFO y Scorpions, entre otros. Todo en base a una ambición artística inusual en el género pero propio de una agrupación que, más allá del estilo al que se le asocia hasta hoy, hacía gala de una inspiración creativa que bebía de Yes, Genesis y Jethro Tull, agrupaciones de las que tanto Harris como el propio Bruce Dickinson son, hasta hoy, fans declarados.
Si dos años antes, Somewhere In Time señalaba el camino que tomaba la Doncella de Hierro al desmarcarse definitivamente de la extinta New Wave Of British Heavy Metal, 7th Son Of a 7th Son sobrepasaba todo lo imaginable en el Heavy Metal. Es cierto, Iron Maiden se alzaba como una banda con vocación notoriamente conceptual, pero en el '88, cuando se creía que ya todo estaba escrito, el séptimo trabajo en estudio de los británicos, simplemente, dejaría a todo un planeta sin habla. ¿De qué otra manera se puede reaccionar ante algo tan grande y pomposo como "Moonchild" y esa intro de teclados que no tarda en derivar en una explosión devastadora de energía y melodía juntas? Sumémosle la soberbia interpretación de un Bruce Dickinson que no tarda en disfrazarse del mencionado Alester Crowley y un trabajo en las guitarras por parte de Adrian Smith y Dave Murray, simplemente sobrecogedor, como lo será en toda la placa y lo fue durante toda aquella década. Al igual que aquella balada llamada "Infinite Dreams", donde el narrador narra, en primera persona sus visiones sobre la muerte después de la vida y donde aquellos sueños se vuelven pesadillas, cuyas dimensiones lo envuelven al punto que es casi imposible distinguir entre la realidad y la fantasía. Musicalmente, lo que hacen Smith y Murray en las seis cuerdas no se puede describir con palabras. Mención similar para la sociedad rítmica conformada por Steve Harris y el siempre querido baterista Nicko McBrain, sólida en todas sus líneas. Cuánta clase y creatividad, por Dios!
El momento más 'mainstream' del álbum llega con "Can I Play With Madness", un corte tan ganchero como soberbio en su letra y con un coro que se te graba automáticamente en la mente y el alma. Coros de estadio e histrionismo por toneladas, elementos intercalados de manera fluida por Bruce Dickinson, un tipo que, para entonces, ya sabía a la perfección lo que realmente buscaba el fan de Maiden tanto en la música como en el escenario, al igual que en la siguiente "The Evil That Men Do", donde todos los elementos distintivos de que hicieron grande a la banda se inmortalizan magistralmente. Atemporal, épica, dramática, adrenalínica, repleta de buen gusto y categoría en todo sentido. Por algo ha permanecido estable durante las giras recientes en el set.
Si la cara A te sumerge de inmediato en la experiencia, la B te lleva directamente al núcleo, tal como ocurre con el track que titula el álbum. Es cierto, Iron Maiden ya tenía experiencia bastante acumulada en esto del Heavy Metal con tintes marcadamente progresivos, pero "7th Son..." rebasa todo eso y más. Los teclados de Michael Kenney -técnico de los bajos hasta hoy-, aportan de manera decisiva a recrear las atmósferas ocultistas con que la maldición del Séptimo Hijo y su llegada al mundo se vuelven reales y, a la vez, angustiantes para quienes piensan que esto es "solamente" música. Todo lo contrario, Iron Maiden reflejó, mejor que nadie, el concepto de arte dentro de un género regido por los típicos clichés relacionados con el Rock, incluso erigiéndose a la altura de Led Zeppelin y los propios Genesis. Quienes han visto Maiden England (1989) sabrán de lo que hablo. ¿Seré el único que, al escuchar esa canción, ve cómo el Eddie de la portada se mueve sosteniendo al feto mientras surge de los hielos árticos clamando el nacimiento del elegido que ha llegado para salvarnos...o destruirnos? ¿Entenderán de lo que hablo los miles de asistentes que estuvieron presentes el 2 de octubre de 2013 en el Estadio Nacional? Yo al menos espero que sí. El único pero de esta tremenda pieza: es tan abrumadoramente magnánima que termina "opacando" a la siguiente "The Prophecy", un corte con remarcados tintes folk y donde Bruce Dickinson despliega sus mejores virtudes interpretativas, como en toda la placa. En este caso, llega a ser angustiante el cómo el "elegido", pese a su insistencia al advertir a su pueblo sobre una inminente catástrofe, es cruelmente ignorado por quienes creen que está loco. Suficiente como para hacernos reflexionar acerca de la realidad que vivimos a diario y lo que nos depara ante cada movimiento y/o decisión en la vida. ¿Quiénes son los charlatanes? ¿En quién podemos confiar? Y realmente el Séptimo Hijo realmente tenía razón y es el verdadero Mesías en su segunda venida, luego de más de 2.000 años?
En la recta final del álbum, si bien es sabido lo fundamental dentro del sonido de la Bestia y su columna vertebral a nivel creativo, "The Clairvoyant" refleja, musicalmente, la genialidad ilimitada con que Steve Harris hace de su trabajo en las bajas frecuencias un arte que no tardaría en inspirar a tres décadas de generaciones y más gracias a su sello inconfundible. Gran mérito también por parte de Dave Murray y Adrian Smith, ambos fusionando sus virtudes interpretativas para volverse juntos una fuerza luminosa que intercala la esperanza de la salvación con la angustia previa a nuestra hora final, mientras Dickinson lo da todo y mucho más en cada línea. Y rematando la placa, la furiosa cabalgata hacia la muerte -Steve Harris y ese breve pero contundente solo de bajo en la sección intermedia, tremendo!- con "Only the Good Die Young", donde queda claro que el funesto destino del Séptimo Hijo estaba predicho al igual que su llegada al mundo.
Más allá de los sorprendentes números a nivel de ventas y el éxito mundial amplificado en vivo a través de su gira correspondiente -Maiden England, tremendo documento para los fans de la Doncella en su cúspide creativa- 7th Son of a 7th Son marcó el broche de oro para una era dorada, tanto del Heavy Metal como de la propia Doncella. Más allá de las preferencias personales y los debates que se armen entre los fans, el séptimo LP de Iron Maiden marcó el punto culmine de la creatividad, en todas sus líneas, al punto de que, por poco menos de 45 minutos, todos los clichés existentes son derribados en favor de una historia repleta de ocultismo, fantasía y, sobretodo, muerte. Aquella muerte que pareció llegar primero con la pronta partida de Adrian Smith y, luego, el propio Dickinson -ambos regresarían a la banda, a fines de los '90-, pero que no fue más que el cierre glorioso para una era en que, a pesar de los excesos y las tentaciones, la música y el arte primaron por sobretodo. Pronto se cumplirán tres décadas desde que los sueños infinitos de la Bestia se volvieron tan reales como la vida y la muerte. El Séptimo Hijo llegó para advertirnos y se encuentra entre nosotros, por lo que esta vez no hay excusas que valga. Ángeles y demonios, ríndanse ante el inmenso poder de la Doncella de Hierro!
Recuerda que Iron Maiden regresa a nuestro país en octubre por partida doble: 14 de Octubre en Movistar Arena y 15 de Octubre en el Estadio Nacional. Ambos agotados.
Escrito por: Claudio Miranda
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