No
hay nada que no se haya dicho respecto a Paul Bruce Dickinson. Es cierto, su
carrera ha estado marcada, durante más de tres décadas, por su irrefutable
desempeño vocal y escénico dentro del Heavy Metal y el Rock en general. Sus
años al frente de Iron Maiden, la
banda más grande del género por donde se le mire, hablan por sí solos. Cuando
la banda liderada por el bajista Steve Harris se dio cuenta de que con Paul
Di'Anno era imposible expandir su sonido hacia algo más grande luego del, hasta
entonces, insuperable Killers (1981),
el cantante proveniente de Samson -banda
con la grabó un par de álbumes con el nombre artístico de 'Bruce Bruce' pero
jamás pudo despegar del amateurismo-, llegó para completar las piezas del
rompecabezas. Y vaya que lo logró. Siete soberbios trabajos de estudio en una
década y un álbum en vivo -Live After
Death (1985) es un documento obligatorio, de ahí en adelante es cosa de
gustos-, con que la Doncella de Hierro se situó en los '80 como el equivalente
a lo que fue Led Zeppelin durante la
década anterior. Y si bien el mérito es compartido entre los componentes de una
alineación que escribió y grabó su historia a fuego -obviando, por supuesto, el
excelso trabajo de marketing a cargo del histórico manager Rod Smallwood, el
'Peter Grant' del Heavy Metal-, el desempeño dentro y fuera el escenario demostrado
por Dickinson no tardó en mutar en una escuela que hasta hoy se mantiene
vigente luego de casi 40 años en cuanto a influencia, tanto a nivel de
interpretación como de presencia e interacción con el público.
Sin
embargo, reducir la carrera de Bruce Dickinson a lo realizado como integrante
de Iron Maiden sería injusto y superficial, sobretodo si nos referimos a un
personaje que, a diferencia de la gran mayoría de sus colegas de generación y
profesión, sobrepasó las barreras de la música y, con el mismo profesionalismo
que lo llevó a convertirse en un frontman a prueba de balas, el músico
originario de Worksop decidió abrazar otras actividades, algunas a las que ya
se dedicaba desde antes de dedicarse a la música de manera profesional y otras
que surgieron una vez obtenida la consagración y durante su etapa solista.
Quizás
la faceta extra-musical más reconocida de Dickinson, al menos desde antes de
ingresar a las filas de Maiden, es
la esgrima, disciplina deportiva que el cantante practicó de manera profesional
hasta los 23 años. Al momento de su “retiro”, allá por 1981, figuraba en el
séptimo lugar del circuito local, dato que deja en claro un dominio abismal con
el florín, así como la destreza física necesaria para moverse de manera libre e
inteligente, lo cual sería bien aprovechado sobre el escenario a medida que las
giras se hacían más largas y extenuantes. La reputación de Bruce Dickinson como
esgrimista de primer nivel era reconocida hasta por la propia federación
olímpica de su país: Dickinson sería convocado para representar a Inglaterra en
los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, pero la gira promocional del álbum Fear OF The Dark, editado ese
mismo año, sería desciva al momento de declinar la merecida invitación. Sin
embargo, en 2013, Dickinson se daría el gusto en enfrentar al ex campeón
olímpico Bartosz Piasecki, quien se referiría a su ‘colega’ como un contrincante ágil y veloz a pesar de
su baja estatura. Casi nada.
Otra
de las áreas en la que el cantante más emblemático del Heavy Metal se
desempeñaría de manera certera, adjunto a sus dotes ya probadas como letrista,
ha sido la literatura. A mediados de los ’80, una vez finalizada la gira
promocional del álbum Somewhere In
Time, Bruce Dickinson comienza a escribir su primera novela, The Adventures of Lord Iffy Boatrace,
una sátira hacia la clase pudiente británica claramente influenciada por la
obra de Tom Sharp, referente inglés de la novela satírica con altas dosis de
humor negro. El éxito obtenido tras su publicación en 1990 lo impulsa a
escribir una especie de secuela titulada The Missionary Position (1992), novela
que también contiene elementos de la sátira, esta vez dirigidos hacia el
televangelismo reinante en la época. Años más tarde, en 2008, diez años después
de la publicación del insuperable álbum Chemical Wedding, el cantante y
escritor une fuerzas con el director de cine Julian Doyle para escribir el
guión de la película del mismo nombre, la cual sería producida y transmitida
por la televisión británica y protagonizada por el actor Simon Callow, quién
posee un extenso currículum que incluye participaciones en películas como
Amadeus, Ace Ventura, Shakespeare In Love y Four Weddings and a Funeral, entre
otras.
Y si
hablamos de la pasión que mueve a Bruce Dickinson durante estos días y desde
hace un par de décadas, la aviación es tema obligado. Lo que comenzó como
clases de vuelo recreacional allá a comienzos de los ’90 y su afición a la
historia aeronáutica, derivó en lo que sería su licencia de piloto profesional,
la cual le permitiría, por ejemplo, manejar un avión de pasajeros modelo
Boeing. Trabajo que desempeñaría en las recientes giras Somewhere Back In Time
(2008-09), The Final Frontier (2010-11) y The Book Of Souls (2016-17), donde
sería el piloto encargado de comandar el Ed Force One, nave de pasajeros modelo
Boeing acondicionada para transportar todo el equipo técnico utilizado por Iron Maiden en sus shows alrededor del
mundo, así como a músicos y staff. Lo rescatable de esta faceta es cómo el
cantante la supo aprovechar en distintos grados. Desde un programa documental
emitido por Discovery Channel a comienzos de la década pasada, hasta la
fundación de empresas con las que se crearon nuevos empleos para quienes se
desempeñan en la aeronáutica. Pero el rol de piloto siempre está latente,
sobretodo cuando se trata de ayudar a quienes necesitan ayuda en distintas
latitudes del globo. Bien lo saben los 200 ciudadanos británicos que, en 2008,
se encontraban atrapados en el Líbano durante el conflicto bélico que asolaba
aquella zona ocupada por Israel, al igual que los hinchas del Rangers FC y el
Liverpool, quienes viajaron a Israel (2007) e Italia (2010),
respectivamente, para alentar a sus
equipos en aquellas latitudes.
Se
habla mucho de la música, el escenario, Iron
Maiden, el Heavy Metal y la gloria. Pero también da gusto saber de la
existencia de personajes que rompen totalmente con los clichés del Rock n’
Roll. Si en “Tattooed Millionaire” se burlaba con categoría de las estrellas de
Rock como Axl Rose y sus berrinches, en “Chemical Wedding” nos entregaba una
serie de secretos relacionados con la vida eterna y la
transmutación de los metales en oro puro, con una serie de mensajes crípticos
certeramente escondidos en la poesía influenciada por el mítico poeta William
Blake. Espadas, deporte, literatura, cine y el cielo extendiéndose al infinito.
He ahí el secreto de la alquimia de los tiempos modernos. De alguna manera,
gracias a Bruce Dickinson, todas las coincidencias fueron derribadas. Si Da
Vinci viviera, lo más probable es que terminaría cantando Heavy Metal y
piloteando su propia nave. Que no quepa duda.
Escrito por: Claudio Miranda
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