¿Qué tienen en común el Heavy Metal y lo que solemos llamar 'Rock de
raíz'? Muchas cosas, más de lo que una etiqueta pareciera definir de manera
dogmática. Pero si es necesario resaltar un elemento sobre y desde el
escenario, donde -en buen chileno, 'las papas queman', es la fuerza del
espíritu que nos mueve a hacer y disfrutar de la música, de hacer del Rock no
solo un sonido y un género musical. Cuando la fuerza de los riff y la furia
rítmica sincopada se complementan con discursos que apelan totalmente a la
identidad y la convicción de las ideas, el efecto en vivo resulta revitalizante
para quienes saben que esto del Rock tiene sentido y razón, más aún en un país
que, pese a su ingratitud con las artes, proporciona inspiración abundante
cuando se trata de retratar en la letra y la música la esencia de la persona
común, su lucha diaria consigo mismo y la conexión con la Tierra y la energía
que nos impulsa a apuntar hacia arriba sin decaer jamás. Al menos esa es la
sensación que nos queda tras lo desplegado la noche del sábado 19 de agosto en
el tradicional MiBar por parte de los nacionales Drake y Chaicura ambas
agrupaciones que a través de sus lanzamientos recientes -ambos trabajos
figurando dentro de lo mejor de la temporada pasada-, supieron plasmar de
manera certera y fluida sus respectivas propuestas, donde el sentimiento y la
clase conforman una fusión matadora y cuyos efectos generados en vivo
sobrepasan lo esperado y más.
A eso de las 21:45, la
descarga inicial con "Espiritual"
nos sumerge de lleno en la experiencia que significa Chaicura en vivo. Metal furioso con tendencias a la épica propia
del pueblo mapuche, el único que jamás se sometió a la dominación española de
América, y aquello se traduce en una puesta en escena donde predomina la
actitud y la experticia técnica de sus componentes, con el bajo de Juan Carlos
Piñeiro dictando cátedra sobre cómo utilizar las bajas frecuencias para
concebir paisaje sonoros sin sacrificar un ápice de peso, mientras la batería
de Erik Astudillo y la guitarra de Pedro Valenzuela conforman una muralla de
groove y riffs a prueba de misiles, siempre resaltando la altivez de nuestra
raíz ante cualquier agente externo a la identidad sonora del cuarteto. En
tanto, Félix Troncoso ejerce su rol como mensajero de la Tierra con la
personalidad suficiente como para recordarnos que la única forma de hacernos
sentir como seres humanos en esta sociedad inquisidora es luchar y dejarlo
todo, hasta el alma. Ni siquiera cuando su voz perdía volumen debido a algunos
problemas de sonido menguó su presencia. Todo en base a pura actitud.
"Ofrenda", "Yaneken", "Lo Esencial" y "En Silencio" continúan el
recorrido a través de Wunen Antu,
trabajo editado el año pasado y con el cual la banda saca a relucir los mejores
elementos de nuestro folklore con fuerza descomunal y, a la vez, la
sensibilidad necesaria como para hacernos tomar consciencia respecto a nuestro
entorno. No solo el mérito es de Félix Troncoso -un cantante cuya puesta en
escena se erige a la tura de su tremendo desempeño vocal con una naturalidad
cautivante-, sino también de sus propios compañeros. Un placer para los
sentidos poder apreciar las virtudes baterísticas de Erik Astudillo, el hombre
encargado de darle a cada golpe la fuerza de los truenos previos a las lluvias
que caen sobre los bosques australes, mientras Pedro Valenzuela en la guitarra
no solo cumple con cabalidad su rol como responsable del sonido de la banda,
sino también hace valer su clase en la identidad de una agrupación que exhala bríos
furiosos a la usanza de los guerreros mapuche en su lucha contra el invasor
europeo. Y así como el espíritu de la tierra remece los cimientos de la
sociedad moderna, también da a lugar al siempre bienvenido homenaje a la eterna
Violeta Parra a través de una
potente versión de la clásica "Guillatún".
El final con "Yanka" y "Trascender" marcan el
corolario para una presentación redonda, donde el Rock en su faceta más dura y,
por qué no, extrema, se alzó como el canal de expresión necesario para entender
con la lucha de un pueblo que, luego de más de 5 siglos, se mantiene indómito
pese a la prensa sucia y al miedo fabricado por los grandes empresarios. Chaicura, en vivo, es la prueba
irrefutable de que esta larga y feroz lucha no ha sido en vano. La esencia
trasciende sobre la apariencia y eso te marca de por vida.
Poco después, minutos antes de las 22 horas, el escenario es tomado
por asalto por un quinteto cuyo nombre refleja la intrepidez y ferocidad con
que Simbiosis (2016) logró
remecer suelo nacional. "Con Fe en
Existir" un himno a estas alturas, debe ser uno de los pasajes mejor
indicados para comenzar una presentación de Drake, agrupación que sabe lo que significa realmente mantener
flameando la bandera del Metal en el fragor de la lucha durante más de una
década. Liderados por un Felipe del Valle que ejerce como voz y 'Maestro de
Ceremonias' con una categoría irrefutable, el quinteto no duda en desplegar
desde el inicio aquellas virtudes con que ha destacado a nivel local en base a
su reputación como una de las agrupaciones más honestas en base a un discurso
honesto hasta la médula y melodías penetrantes y certeras complementados con
coros diseñados para ser entonados con puño en alto. El dramatismo marcial de “La
Respuesta” y el frenesí irrefrenable de “Mitomanía”
conforman, en vivo, una dupla lisa y llanamente asesina que intercala diversos
matices en favor de la pasión y la lucha del espíritu por su eterna
supervivencia. El inicio matador, luego de una breve pausa –con Felipe del
Valle animando un pequeño concurso para los presentes, cuyo premio consistía en
un descuento para una sesión de tatuaje-, mutaría en la solidez máxima con “Atlas”, una clase magistral de Heavy
Metal a prueba de todo tipo de clichés, con el martilleo constante invocando de
manera inmediata al headbanging y los coros repletos de esa poderosa melodía
con que Drake ofrece algo mucho más que su sonido.
Al momento de ahondar en las virtudes interpretativas y técnicas de
cada componente, “Lo que debo hacer”
cae como anillo al dedo. A la tremenda labor de Felipe del Valle como el hombre
de la voz y el espectáculo, se suma lo realizado por la dupla guitarrera
conformada por Gonzalo Nuñez y Felipe Vargas, ambos fusionados en una sola
descarga electrizante de poder, mientras la base rítmica conformada por el
bajista Jaime Ballesteros –su presencia en las bajas frecuencia, en vivo,
adquiere dimensiones gigantescas gracias a su impecable y prolijo técnico,
siempre a la altura de su presencia en escena- y el baterista Julio Parraguez mantiene su sólido y cabalgado groove como elemento esencial en la orientación
épica y emotiva con que Drake fortalece su sistema de ataque. Por cierto,
la inclusión de la clásica “Pictures Of
Home” de Deep Purple, -con Nuñez
y Vargas dictando cátedra sobre el uso efectivo de las ‘guitarras gemelas’, Gutiérrez
dejando el alma en cada golpe y masa ejecutadas con fuerza y precisión
extraordinarias, y Jaime Ballesteros emulando el solo de bajo de Roger Glover
con la prolijidad propia de un maestro-, es necesario remarcarlo como un
homenaje merecido a una de las principales influencias, tanto en Drake como en
todo lo que refiere al Heavy Metal en faceta más virtuosa y exigente. Mucho de
aquello lo sabe Iron Maiden, una
institución de la cual la dupla Vargas/Nuñez bebe bastante y aplica la fórmula
de las ‘twin guitars’ con una clase abismal.
El lamento desesperado de “Eterna
Paz” y la adrenalina de “Espíritu”
nuevamente conforman una de esas duplas en las que la mixtura de matices deriva
en un gran acierto en las presentaciones de Drake, más aun considerando que pocas agrupaciones tienen aquella
virtud de agregarle más colores y mezclas
a la paleta sonora sin tener que sacrificar su esencia o parte de ella.
Al igual que en la compleja y oscura “Tierra
de Brujos”, cuya versión con la participación del eximio guitarrista Mauro
Silva –Battlerage, Capitan Memo- define en vivo el
concepto de grandeza y ambición musical, a lo que se suma la sublime
interpretación de Felipe del Valle, cuyo desempeño como cantante y frontman parece
a prueba de cualquier proceso de combustión, literalmente. Para culminar el
set, un himno que el propio Del Valle invita al público a
apropiarse del coro, “En Silencio Se
Forja el Metal”. Y para el remate, el riff aplastante de “Inmortal”, cierre perfecto para una
noche en que, una vez más, pudimos comprobar el poder del Rock no solo como un
género musical, sino además una Declaración de Principios por parte de dos
agrupaciones que no tienen empacho en demostrar el material del cual se han
construido. Desde el llamado de nuestros ancestros hasta la influencia
artística proveniente del otro lado del Atlántico, todo es bienvenido y
necesario cuando detrás del discurso hay una razón de ser que trasciende más
allá de lo material, con sus componentes conectados el uno con el otro hasta
generar esa simbiosis que genera sus frutos a pesar del sacrificio. El espíritu
es uno y el Rock también, más allá de los prejuicios y clichés existentes.
Eternas gracias por recordárnoslo donde realmente importa, en el escenario.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Remigio Iribarra
GALERÍA:
CHAICURA
DRAKE
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