2005 fue el año
en que, luego de dos intentos fallidos –uno de ellos en 1997, en pleno apogeo
con el cúlmine Serpents Of The Light-,
se da por inicio al aberrante y blasfemo romance entre Deicide, la banda ícono
de todo lo que es la blasfemia y el anticristianismo llevados a su máxima
expresión, y su fervorosa fanaticada chilena. Para ser más exactos, aquel debut
en suelo nacional fue un 15 de Julio y el concierto no pasó inadvertido para
las autoridades eclesiásticas de ese tiempo: un año antes, el sangriento
asesinato del cura Faustino Gazziero a manos de un joven perturbado al que
maliciosamente los medios atribuyeron su crimen a su supuesto fanatismo por la
banda formada en Tampa impactaba a todo un país y, por lo tanto, una vez
anunciada la visita de los norteamericanos y ya llegada la fecha, los ánimos se
caldeaban hasta llegar a temperaturas
propias del mismo averno. Así fue como, para los fans del Death Metal,
el histórico debut de Deicide –en el
legendario Gimnasio Nataniel-, simbolizó un triunfo aplastante contra la
institución más antigua del mundo y, a la vez, una de las más corruptas e
hipócritas. Pasaron 12 años y otras tres visitas, y si bien los tiempos han
cambiado un poco (?), lo ocurrido la noche del viernes 18 de agosto en la discotheque Blondie fue una clara
prueba de fidelidad por parte del público chileno hacia una institución que,
para bien o mal, hizo del Death Metal un género capaz de provocar escozor en el
corazón de una sociedad atada los principios impuestos por la Iglesia y el
Estado. La controversia ha sido una constante en la historia de Deicide pero sería injusto quedarnos
solamente en eso, sobretodo si su discografía completa ofrece todos los
elementos con los que el género se ha mantenido al pie del cañón durante más de
tres décadas.
Por supuesto, la
jornada contó con un invitado estelar que, por estos días, se encuentra próximo
a estrenar nuevo material en estudio. Nos referimos a Recrucide, una de las agrupaciones más importantes del Death Metal
en su faceta más técnica a nivel local
durante la década en curso. Poco más de 30’ fueron suficientes para desplegar
todo su arsenal de riffs lisa y llanamente asesinos a través de un dominio
técnico suficiente como para hacer polvo todo lo que se interponga a su paso,
gracias a cortes como “Tyrano”, “Ritual”, “God Didn’t" y “Art Of Crime”. Quizás
el único punto bajo de la presentación tuvo que ver con los constantes
problemas de sonido, sobretodo con el micrófono del cantante y bajista Rodrigo
Zepeda, pero es en esas situaciones cuando la actitud resulta decisiva para
entregar un buen espectáculo, de igual forma que el discurso con que fue
presentado “Hipócrita”, dedicada con cariño a la Iglesia Católica y a su
inmaculado sacerdocio. ¡Eso es actitud Death Metal y hay que resaltarlo como
corresponde! Otro punto a destacar en esta breve pro potente presentación es el
estreno de “Disowned”, corte perteneciente a lo que será su cuarto trabajo en
estudio, próximo a ser lanzado en Octubre. De esta manera, Recrucide no solo culmina el exitoso ciclo del colosal Svpremacy (2014), sino además se prepara
para iniciar uno con que perfectamente podrían ratificar su condición como
referentes indiscutidos de un género que no transa sus principios por nada del
mundo.
Minutos después, y poco antes de las 21
horas, la ferocidad inicial de “Scars of the Crucifix” –trabajo perteneciente
al álbum del mismo nombre editado en 2004 y cuya gira promocional los trajo por
primera vez a nuestro país hace 12 años- nos avisaba que un nuevo ritual
blasfemo comenzaba, liderado como siempre por el bajista y cantante Glenn
Benton, un personaje a la altura de íconos como Gene Simmons dentro del género
y cuya carrera ha estado marcada por la polémica y la provocación a través de
una propuesta que encarna todo lo que la gente ama –y odia- del Death Metal. La
formación, por supuesto, la completan el baterista Steve Asheim y la dupla de
guitarras conformada por Kevin Quirion y Mark English, este último recién
llegado a la banda el año pasado. “When Satan Rules His World”, “In The Minds
Of Evil” –corte que titula su LP más reciente, editado en 2013- y “They Are the
Children of the Underworld” continúan de manera aplastante un set que intercala
la crudeza putrefacta del pasado con la violencia pulida del presente, por
supuesto manteniendo la intensidad inmisericorde con que el cuarteto saca a
relucir su fuerza destructora en un recinto abarrotado hasta el sector de la
barra. La dupla conformada por “Death To Jesus” y la más antigua “Oblivius to
Evil” –esta última perteneciente al debut homónimo de 1990- disipan todas las
dudas respecto a lo que nos ofrece Deicide
en vivo: pasdo y presente unidos para llevar a cabo la masacre anticristiana en
nombre de Satan.
Si ponemos hincapié en el set interpretado,
podemos referirnos a lo ocurrido en vivo como una ofrenda hacia los fans de sus
inicios. “Trifixion”, “Mephistopheles” y la clásica “Serpents of the Light” lo
dejan en claro y, por parte de sus fans incondicionales, el moshpit que se arma
en plena cancha adquiere dimensiones gigantescas y frente a aquello nada se
puede hacer. Mención similar para la siguiente tripleta conformada por “Blame
It on God”, “Dead But Dreaming” y “Once Upon The Cross”, un bombardeo de
clásicos del Death Metal de la vieja guardia, sembrando la mortandad extrema y
con el baño de sangre propio de la batalla más cruenta. Es cierto, fue en esas instancias cuando el
molesto acople amenazaba con hacer zozobrar una presentación demoledora y
sólida en todas sus líneas, pero con Glenn Benton ejerciendo como Sumo
Sacerdote de Satán y desplegando todas su cualidades vocales al mismo tiempo
que conformaba junto a Steve Asheim una base rítmica impenetrable a cualquier
atisbo de optimismo y ‘buena onda’, se supo sacar la tarea adelante, con la
categoría propia de la historia. Mención especial para la muralla de guitarras
con que Kevin Quiriion y Mark English sacan a relucir sus virtudes como
generadores de la banda sonora del infierno erigido sobre la Tierra. Hablar de
virtuosismo sería poco apropiado al referirnos a Deicide, una institución que encarna los valores de la “música
hecha para la gente enojada”. Si eso no es el Death Metal, entonces no se nos
ocurre nada más.
Llegando a la recta final, la masacre, el mosh
y el incesante headbanging son las reacciones esperadas ante el bombardeo
deathmetalero de la mano de “Kill The Christian”, “Deicide” y “Sacrifical
Suicide”, todas parte de un set que, pese a lo breve de su duración y a los
problemas de acople presentes en varios pasajes, fue concebido como un homenaje
a sus años dorados, priorizando la historia y los recuerdos de una época en que
el mundo se rendía ante los pies del rock duro de Pearl Jam y, por otro lado, se horrorizaba ante la fuerza
devastadora de un género que no escatimaba recursos cuando se trata de hacer
temblar los cimientos de lo políticamente correcto. Para el remate, los tiempos recientes
encarnados en “Homage for Satan” y la bestialidad juvenil de “Dead by Dawn”
bastaron para coronar 70 minutos de Death Metal puro, blasfemo e insolente
hasta la médula y repleto de aquella “mala leche” y actitud canalla con que, al
menos para quienes fuimos niños y adolescentes durante los ’90, fue un viaje a
través del tiempo y los recuerdos de una era que, pese a ser relegada al
underground tanto por puristas como por detractores, aún pisa fuerte como la
Bestia mencionada en el Apocalipsis. Es cierto, ya no hay controversias de por
medio, tampoco se ha registrado un caso similar al del asesinato del cura Gazziero
hace más de una década, pero Deicide,
partiendo por su nombre, es sinónimo de blasfemia en su estado más puro. Por
cierto, con un desquiciado en la Casa Blanca y una Iglesia Católica que, pese a
su decadencia, sigue tirando de los hilos en una sociedad supuestamente
“moderna”, la solución parece provenir del Inframundo, donde el mismo Satanás
impone su dominio con mano de hierro. Matar al nazareno y a todos sus esbirros
es la consigna de Deicide, la banda
sonora del averno terrenal.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Camila Muñoz
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