Durante más de tres décadas (en camino hacia las cuatro), la carrera de Iron Maiden se ha cimentado en base a una propuesta que prima los principios del arte por sobre lo que dicte la industria. Durante su etapa dorada, la década de los '80, la Doncella de Hierro ha sabido plasmar su identidad de manera aplastante una serie de trabajos cuya calidad creativa da cuenta de la visión que tenía Steve Harris desde un comienzo respecto a cómo debía sonar el Heavy Metal en un contexto donde el 'imperio MTV' parecía determinar categóricamente a sus elegidos como también ningunear a quienes no cumplían con los requerimientos necesarios para ubicarse en la cima del mundo. Iron Maiden no solo libró aquella batalla; se impuso a su manera, en base a trabajo duro y el buen manejo de su agenda a cargo de Rod Smallwood, para muchos el responsable del rápido y certero ascenso de la Bestia al Olimpo del Rock.
Si hubiese que destacar dos momentos claves en la consolidación de la Doncella como institución absoluta del Heavy Metal, se nos viene a la cabeza dos trabajos fundamentales: "Powerslave" (1984) y el conceptual "7th Son of a 7th Son" (1988), álbum que definió el estilo de una banda que no dudó jamás en romper con los esquemas propios de un género que, para mediados de los '80, formaba parte de la cultura popular, incluso en nuestro país. Ni hablar de las giras promocionales de cada trabajo, donde la puesta en escena marcó un hito en cuando a espectáculo, dejando en claro que, después de lo hecho por Kiss en los '70, sí era posible el acceso al siguiente nivel. Pero si se trata de lo esencial, la música hablaba por sí sola, reflejando de manera certera el universo imaginario que el legendario Derek Riggs plasmaba en sus creaciones, aquellas míticas portadas con el querido Eddie siempre en el rol protagónico.
Tanto "Powerslave" como "7th Son..." representan hitos en la carrera de la bestia que, hasta 1986, cumplía una década de vida. Sin embargo, a menudo solemos olvidar que entre ambos trabajos se encuentra uno bastante singular, el cual marcará el rumbo artístico con el que Maiden se desmarcará definitivamente del resto del género y también de una moribunda generación que, a principios de la década, se tomaba por asalto el Hemisferio Norte del globo terráqueo desde las calles de Londres y el resto de Gran Bretaña, la New Wave Of British Heavy Metal. Para la Doncella de Hierro llegaba el momento de jugar en su propia liga sin tener que dar explicaciones a nadie. Y si acaso llegó el momento y se aprovechó de buena manera, fue precisamente con "Somewhere In Time", un trabajo que, más allá de su condición de clásico en la actualidad, generó una controversia insospechada.
Grabado en los estudios Compass Point, ubicados en Nassau (Bahamas), donde fueron procreados también "Powerslave" y el fundamental "Piece Of Mind", "Somewhere In Time" fue un trabajo 'extraño' para toda una generación que jamás se imaginó, por ejemplo, el uso de sintetizadores. "No puedes hacer Heavy Metal con teclados" pregonaba con autoridad Bruce Dickinson en aquellos tiempos, cuando el Heavy Metal ya establecía una serie de reglas de oro que, al menor intento por pasar a llevar -independiente de la intención-, podía significar el castigo por parte de sus fans, derivando, muchas veces, en una lenta pero dolorosa muerte. Pero poco y nada importaron los dogmas ya impuestos y "Somewhere In Time" barrió con todos los prejuicios existentes.
Pocos saben que este trabajo fue uno de los más complicados de concebir, debido en gran parte a las crecientes y cada vez más notorias ideas creativas al interior de la banda. En especial entre Bruce Dickinson y el 'jefe' Steve Harris. Para el cantante proveniente de Samson, con el mundo a sus pies luego del éxito arrollador obtenido con "Powerslave" y la exitosa gira inmortalizada en "Live After Death", era la oportunidad de emular lo hecho por Led Zeppelin en "Physical Graffiti". Pero tanto Harris como el resto de sus compañeros ve aquello como un riesgo que podría significarles el descenso. No es para menos en un contexto en que, por esos años, llegar a la cima podía ser tan sencillo como caer al precipicio. En el Heavy Metal, un género duro de pulir y moldear, un paso en falso, a pesar de las buenas intenciones, podía significar el fin. Ante esta encrucijada, la banda decide trabajar más sus composiciones, fortalecer elementos como los coros y las melodías certeras con las que atrapaban a sus cada vez más números ejércitos de fans. Por supuesto, las guitarras a cargo de Adrian Smith y el eterno Dave Murray daban cuenta de una categoría que se no se adquiere de la nada, sino que viene incluida en el ADN.
Al momento de tener el vinilo en nuestras manos, primero nos dejamos atrapar por el soberbio arte a cargo de Derek Riggs, uno de los mejores y más grandes ilustradores tanto dentro como fuera del Metal. Para entonces, las portadas de la Doncella se han vuelto un ícono tanto para los iniciados en el Metal como para quienes recién se integraban o aun permanecían ajenos al género. La portada del excelso "Powerslave" ya insinuaba lo que sería el siguiente trabajo, con una serie de mensajes escondidos y curiosidades que hacían de su arte algo único. "Somewhere In Time", con la banda ya consolidada a nivel de imagen, presentaba un arte totalmente dedicado a los fans, con una serie de mensajes ocultos relacionados tanto con la banda como las referencias literarias ("Flight Of Icarus", "2 Minutes to Midnight") y fílmicas (Blade Runner, Terminator) que conformaban el universo de una banda cuyas fronteras se expandían al menos por toda la galaxia.
Una intro de guitarras con efecto de sintetizador da paso al ritmo marcial y posterior explosión con que 'Caught Somewhere In Time' da inicio a esta experiencia tan extraña como fascinante. Un riff que exuda dramatismo en su máxima expresión en medio de la incesante cabalgata liderada por Harris y su escudero en la batería, el siempre presente y versátil Nicko McBrain. La dupla Smith/Murray se despacha un trabajo de antología, sobretodo en la sección de los solos, donde cada uno saca a relucir sus recursos con una categoría escalofriante. Y de Bruce Dickinson... bueno, es poco lo que se puede decir ante un desempeño vocal que prioriza la teatralidad, dramatismo puro. Por cierto, comparando este registro con el de trabajos como "The Number OF The Beast" o lo hecho durante su etapa en Samson, resulta impresionante la madurez adquirida a un ritmo que, para muchos, puede resultar estresante.
"Wasted Years", el primer single y el hit absoluto de la placa, adquiere su condición de manera automática y por mérito propio. Nada de exagerado si se considera por ejemplo, que Iron Maiden concibió su popularidad en base a sus shows en vivo y a su esencia, totalmente a prueba de todo el dinero del mundo que los medios ofrecían a cambio de que simplificaran más su propuesta para hacerla más accesible. Pero la soberbia intro a cargo de Adrian Smith -con la batería de Nicko McBrain y el bajo omnipresente de Harris respaldando cual colchón- es la prueba fehaciente de que la honestidad y el virtuosismo van de la mano y pueden hasta marcar un momento en tu vida. Es cuestión de leer la letra para entender mejor lo que es la madurez: darte cuenta de que estás viviendo los 'años dorados', no vale la pena hurgar en el pasado cuando el presente es lo que importa. Uno de los mejores coros en todo el catálogo de Iron Maiden, de esos que un estadio repleto canta mirando al cielo y con puño en alto. Es curioso que, treinta años después, 'Wasted years' fuera elegida para cerrar los shows de la gira que los trajo a Chile en Marzo, con 55 mil almas rindiendo testimonio del actual estado en que se encuentra una banda que, a pesar de estar cerca del retiro -razones obvias- no deja de sorprendernos gratamente tanto en el estudio como sobre los escenarios.
El groove vacilón de 'Sea Of Madness' es la clara señal de que lo que muchas bandas derrochaban en velocidad, Iron Maiden invertía en una versatilidad magistral, volviendo fácil lo difícil y llegando directamente a los sentidos con esos coros pegajosos y ricos en matices, siempre en favor de la música, con la batería de Nicko McBrain adquiriendo un protagonismo fundamental. Un ejemplo claro del trabajo en producción a cargo de Martin Birch, para muchos el hombre detrás de esos memorables trabajos con los que, desde 1981 hasta comienzos de los '90 -fines de los '80 según los más fundamentalistas-, Iron Maiden dominó el 'planeta Metal' en desmedro de figuras que, pese a su reputación y mayor trayectoria, empezaban a quedar atrás rápidamente (Kiss, Judas Priest, UFO, AC/DC). Sin ser una canción tan conocida en su catálogo, reflejaba el poder aplastante de un sello absolutamente distintivo respecto al Heavy Metal de la época.
La orientación progresiva y épica ya remarcada en trabajos anteriores confirma su vigencia incuestionable de la mano de 'Heaven Can Wait', un corte cuya estructura parece simple en apariencia pero que, en realidad, da cuenta de la complejidad característica de estos Iron Maiden más elaborados y experimentados al momento de componer. No basta solo la experticia técnica cuando la creatividad resulta decisiva tanto para crear como destruir el mundo entero. El coro en la sección intermedia -pasados los tres minutos y medio- refleja la autenticidad con que la Bestia crea su material, siempre orientado a los fans, destinado ser erigida como un himno de aquí a la eternidad. El lado B del vinilo-cassette refleja el lado más accesible de la Doncella, aunque la otra cara no se queda atrás.
Con 'The Loneliness Of The Long Distance Runner', la faceta más progresiva y teatral de Iron Maiden puede pillar desprevenidos a quienes piensan que el secreto del éxito está en los coros hechos para cantar a todo un estadio. Adrian Smith y Dave Murray escribieron sus nombres en piedra gracias a un trabajo en guitarras sobrecogedor. Si K.K. Downing y Glenn Tipton fueron los pioneros en esto de las 'twin guitars', Smith y Murray perfeccionaron la fórmula al punto de inspirar a toda una generacion de jóvenes a tomar un instrumento. Lo mismo ocurre con Steve Harris, un bajista y compositor cuya devoción por Genesis y Jethro Tull quedaría graficada en trabajos como este "Somewhere In Time". Debe ser, a gusto personal, uno de las mejores interpretaciones por parte de Bruce Dickinson, componente fundamental en una banda que se adelantó por años luz a su generación. Y si tomamos en cuenta que la letra está basada en la obra de Alan Sillitoe -escritor inglés, uno de los pioneros de la novela de protesta social durante mediados del siglo XX-, no queda otra opción que caer rendidos ante tamaña muestra de calidad con que la Doncella valida su discurso, cada vez más cercano a quienes sabían que el Heavy Metal podía ir mucho más allá de los clichés.
'Stranger In A Stranger Land', el segundo single, permite apreciar con mayor detalle el desempeño vocal de Bruce Dickinson, quien no tiene empacho en situarse a la altura héroes de la talla de Ian Anderson (Jethro Tull) y Peter Hammill (Van der Graaf Generator), mientras Adrian Smith se despacha un solo que exuda toda la inspiración que llevó a Iron Maiden durante mediados de los '80 a lo alto del Rock mundial. Un dato curioso es que, al igual que 'Women In Uniform' (original de los australianos Skyhooks) y 'The Prophecy' (del posterior y magnánimo "7th Son..."), es el único track que termina 'con efecto fundido'. Algo curioso en una banda que, al momento de grabar, buscaba reflejar de la manera más gráfica posible su naturaleza como banda en vivo. La menor pero no menos notable 'Deja-Vu' genera un efecto similar, con Adrian Smith y Dave Murray fusionados en una sola onda de energía.
Y para el final, una de las composiciones en la carrera de Iron Maiden, la épica 'Alexander The Great', basada en el histórico personaje que se adueñó del Imperio Persa y sus alrededores, uno de los reinos más extensos del planeta. Su estampa novelesca ha inspirado a cientos de artistas de todas las ramas a rendirle tributo y/o sumergirse en los misterios que rodearon su figura de conquistador y joven estratega militar. Musicalmente, se trata de uno de los cortes donde la banda en sí muestra sus virtudes como una sola fuerza, donde la suma de todas sus fuerzas componen un todo inexpugnable. Bruce Dickinson, en sus inicios, veía a Iron Maiden un similar a su banda favorita: Deep Purple. Comparación quizás algo arriesgada pero no menos cierta si tomamos en cuenta que cada músico, en condición de autodidacta, terminó adquiriendo una reputación similar a la de cualquier egresado del mejor conservatorio. Final grandilocuente para un trabajo que, con los años, se ganó un lugar merecido como fundamental en el catálogo de la Doncella de Hierro.
Quizás la consagración con "7th Son Of A 7th Son" en 1988 lo relegó a un segundo plano, al punto de que la misma banda -en especial Harris y, sobretodo, Dickinson- se refiere a "Somewhere In Time" como un trabajo menor, afirmación reflejada en la escasa inclusión de alguno de sus tracks en los sets en vivo desde el retorno de Dickinson y Smith a fines de los '90. De todas maneras, para tratarse de una obra algo mirada en menos por sus propios creadores, “Somewhere In Time” retrata de manera magistral la vocación artística que hasta hoy mueve los hilos de la Bestia en materia creativa. El mismo Derek Riggs describió aquella visión en aquella portada inspirada directamente el futuro distópico que Ridley Scott llevó a la pantalla grande con “Blade Runner” a mediados de los ’80. En algún lugar del tiempo, en medio del mar de locura cotidiano que nos envuelve, la Bestia sigue más viva que nunca pese a estar cerca del retiro luego de toda una vida en la carretera. Donde algunos ven un desperdicio de tiempo respecto a lo que pudo ser, Iron Maiden deja en claro que los años dorados se viven hoy, ayer y siempre. UP THE IRONS!
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