#Especial: Abigail "La Alquimia Mortuoria Del Rey Diamante"


La sola mención de Kim Bendix Petersen pasaría totalmente inadvertida si no fuese por el pseudónimo que el danés tomaría por nombre propio para su inscripción en la historia del Heavy Metal como referente obligado dentro del género durante las últimas tres décadas. Desde su primera etapa en Mercyful Fate durante la primera mitad de la década de los '80, el legendario frontman danés ha dado que hablar no solo a su lúgubre puesta en escena -el maquillaje por el cual Gene Simmons entabló una demanda contra el músico a fines de los '80, un ícono de la cultura popular-, sino también por sus letras repletas de horror, blasfemia y ocultismo. Un universo donde renombradas sagas de terror como Poltergeist se ven la cara con el legado de eminencias como Stephen King y, en especial, H.P. Lovecraft, el padre del Horror Cósmico.

  El misterio que envuelve la figura de King Diamond, incluso al frente de la banda más importante que le haya dado Dinamarca al mundo, va mucho más allá del 'corpsepaint' que lo hiciera reconocible dentro y fuera del Metal y ese falsete retorcido que desata devoción entre sus seguidores de siempre y rechazo por parte de los puristas de lo virtuoso y lo correcto. Se dice que piezas como la épica "Melissa" -corte que le da título al LP debut de Mercyful Fate, editado en 1983 (el mismo año en que Metallica detonaba, con su Kill 'Em All, la más grande de las revoluciones)- están inspiradas en algún trauma personal que lo alejó del cristianismo y lo impulsó a adoptar una creencia que, en otros tiempos, le hubiese valido la condena a la pena capital por parte de la "Santa Inquisición". Precisamente la fama que le precedía al Rey Diamante al momento de debutar como solista a través del terrorífico y genial Fatal Portrait (1985) era una clara señal de lo fascinante que era su personaje en escena. Fascinante y aterrador como sus legendarias presentaciones en vivo.



  Si nos reducimos a lo discográfico y a su época dorada como músico, compositor y genio creativo, el material editado entre 1985 y 1990 constituye un deber tanto para fans como para los no tanto. Quizás para quien escribe, Them y Conspiracy -ambos forman parte de una misma secuela conceptual- son obras maestras y favoritos de toda la vida, mientras que en Fatal Portrait la vibra de los primigenios Mercyful Fate aún estaba latente y prueba de aquello es que, salvo las primeras cuatro canciones del debut del ’86 –y el track final “Haunted”-, no hay una línea conceptual consistente como sí lo habría a partir de lo que se considera, tanto para fans y críticos, LA obra definitiva del Rey. Por lo tanto, Abigail se develaría como el primer trabajo en el cual King Diamond tomaría el control absoluto, secundado en el trabajo creativo por un entonces veintañero Andy LaRoque –posteriormente, compañero de cuerdas del mítico Chuck Schuldiner en el colosal Invididual Thought Patterns (1993) de los legendarios Death-, cuyo desempeño como la mano derecha del Rey –o la izquierda, tomando en cuenta la filosofía satanista- se hará sentir durante los próximos 30 años y quedaría plasmado en un catálogo discográfico rico en música y letras ricas en misterio, suspenso y alquimia.

Es innegable que, tanto a nivel de concepto como producción musical, Abigail marcó un hito tanto en la carrera de King Diamond como en el propio género. Una historia de horror y misterio, donde la venganza, el ocultismo y, en especial, la muerte, conforman el leitmotiv del relato. Sin embargo, reducirse al argumento en sí –como lo veremos en las próximas líneas- sería superficial si omitimos un elemento que el extravagante cantante danés supo utilizar sabia y acertadamente: la numerología. La muerte está presente, como temática principal, en cada uno de los tracks que componen el disco, pero por mucho que tratemos de entender las letras, la verdad es que es para sumergirnos en lo profundo de esta obra es necesario observar más allá. Y por más cliché que parezca, el 666 –el “número de la bestia”- está presente de una manera quizás algo escondida para los ojos humanos, pero que para los aficionados a la simbología numérica, contiene elementos que hacen de la placa del ’87 un completo e interesante material de estudio.

De partida, debemos aclarar que la relación entre el 666 y el número 9 –símbolo de fuerza y conjuro, donde se condensan el espíritu y la materia a nivel universal, el grado máximo en la escala evolutiva, radicalmente opuesto al 1 que representa la individualidad- se traduce mediante la matemática y la más primordial de sus operaciones fundamentales: la suma. Entonces: 6+6+6 = 18. Y si sumamos 1+8 = 9. Por cierto, es necesario considerar esta fórmula con la visión de un satanista de la manera más analítica posible, por muy absurda que parezca.



Como menciona el relato en su inicio a través de “Funeral”, Abigail nació muerta el 7 de Julio de 1777. Por lo tanto, 7+7+1777 = 1791. Luego, 1+7+9+1 = 18 y 1+8 = 9, el mismo resultado obtenido a través de la cábala mencionada en el párrafo anterior. Pasamos al siguiente corte, titulado “Arrival”, encontramos un resultado similar en la mención al verano de 1845 -68 años después del día en que ocurrió la tragedia-, año en el cual se ambienta la historia (1+8+4+5 = 18, por lo tanto, 1+8 = 9). La numerología vuelve a estar presente y con cada vez más fuerza, sobretodo con el refuerzo que implica la letra: “Take our advise and go back on this night. If you refuse 18 will become 9", reza la advertencia que le hace el jinete a Jonathan ante su insistencia por habitar la mansión.

Si exploramos el arte del disco y su contenido, podemos apreciar la mención a los protagonistas de la historia, Jonathan La Fey y su esposa Miriam Natias, con la edad de cada uno adjunta a su nombre. Jonathan tiene 27 años (2+7) y Miriam, 18 (1+8). Por cierto, el disco se compone de 9 tracks y al sumar las cifras mencionadas en los tiempos de duración, el resultado es 108 -, obviando el 0, podemos afirmar: 1+8 =9, nuevamente-. La gestación de un ser humano, un bebé como es el caso de Abigail y se menciona en “The Possession”, dura 9 meses. Viéndolo de manera cada vez más profunda, el 9, al ser el último de la serie de cifras, anuncia tanto un fin como un comienzo. “Nada se crea si no se destruye”, postulaba Einstein. Para la Iglesia de Satán, el 9 es un número fundamental -la cantidad de mandamientos mencionados en la Biblia de Anton LaVey-  y bien lo sabe y aplica King Diamond, satanista declarado. Para su publicación, hace 30 años exactos, el hecho de que el 9 fuera mencionado en Abigail como el número clave para invocar a las entidades demoníacas generó una controversia que, pese a lo absurda que suene hoy, significó un “llamado de alerta” por parte de las autoridades religiosas debido a la maligna “influencia” que encarnaba el Heavy Metal en la juventud. Reitero, suena absurdo e hilarante, pero en su momento también quedó en evidencia la genialidad acertada con que el enmascarado cantante danés le daba cuerpo y contenido a una obra que, para entender más allá de la música y la figura de su creador, dejaba en claro una cosa: las coincidencias no existen. Porque mientras sus más acérrimos detractores pensaban que detrás de sus conceptos había alguna clase de contenido subliminal, el Rey Diamante no se los mandó a decir con nadie. Tanto como solista como en sus dos períodos al frente de Mercyful Fate, para King Diamond las cosas son o no son, nada de cosas raras ni insinuaciones a medias. Satanismo químicamente puro y expresado en la música de manera inteligente y elaborada hasta el más mínimo detalle.

  De lleno en el plano musical, no cabe duda de que Abigail es un álbum complejo en su totalidad, más aún cuando la música es concebida y dispuesta al servicio del concepto. Desde el lúgubre y esquizoide comienzo con “Funeral” hasta el groove vertiginoso de “Black Horsemen”, con Abigail recobrando su forma humana luego de que Miriam diera a luz y muriera tras ser poseída por el fantasma de la niña muerta. La llegada de los protagonistas a una mansión que esconde  un secreto cuyo descubrimiento traerá consecuencias. La posesión de Miriam por parte del espíritu de Abigail, la trágica muerte de ambos y un final digno del mejor thriller, con el macabro misterio descubierto. Todo plasmado en cada uno de los nueve tracks que hacen del segundo álbum solista de King Diamond una experiencia que devela el lado oscuro del ser humano y envuelve al oyente en un estado de locura y angustia cercanos al horror de la muerte acechando desde las tinieblas.



Si bien -además del propio Rey Diamante- participaron el guitarrista Michael Denner y el bajista Tim Hansen, ambos ex componentes de Mercyful Fate, el trabajo de Andy LaRoque resultaría fundamental al momento de elevar las composiciones a un nivel superior, brindándole al álbum en sí un enfoque orientado a la teatralidad y la interpretación con tintes operáticos con que Abigail se erigía desde su creación como una obra de arte y a la que muchos quieren acceder pero pocos son quienes realmente pueden conectar con el genio retorcido de Diamond. Por supuesto, y tal como en el anterior Fatal Portrait, tanto LaRoque como Denner se despachan un trabajo de primer nivel en las seis cuerdas, ambos aportando con solos y riffs desbordando el aura maligna con que el álbum nos atrapa en su oscuridad sin posibilidad de escapar, menos de mirar hacia atrás. Mención similar debemos hacer al baterista Mikkey Dee –futuro compañero de carretera del eterno Lemmy Kilmister en los legendarios Motörhead-, cuya destreza en el instrumento resulta una completa clínica en lo que respecta a métricas inusuales, quiebres acertados y solidez acorde a la exigencia del Rey con sus acompañantes en cada uno de sus trabajos.

El horror sobrenatural con que Abigail adquirió la categoría de ‘obligatorio’ –o lo que es casi lo mismo, un ‘clásico instantáneo’, algo de lo que muy pocos discos pueden jactarse- conformaría una especie de manual para el naciente Black Metal noruego. Desde los caóticos Mayhem hasta los más épicos Immortal, pasando por Gorgoroth, los Darkthrone noventeros, AncientTaake1349Ulver y, sobretodo, los bombásticos Dimmu Borgir, quienes no solo imitarían notablemente el estilo forjado por el Rey Diamante, sino también lo llevarían a niveles propios de cualquier producción de Hollywood, metafóricamente hablando.



Para concluir, debemos referirnos a Abigail como el quiebre definitivo de King Diamond, un peak creativo jamás igualado ni por el mismo cantante danés, así como una Declaración de Principios que perfectamente hubiese encajado como la continuación del supremo Don’t Break The Oath (1984), si no fuera porque el guitarrista Hank Shermann estaba empeñado en darle a Mercyful Fate una orientación más comercial, lo que causo diferencias entre el guitarrista y el Rey, derivando en el quiebre en abril de 1985. Por suerte, el tiempo y la perseverancia le dieron la razón a King Diamond, quien tenía mucho más que decir más allá de lo hecho junto a su ex banda. Por eso y mucho más, Abigail ha sabido mantenerse incólume al paso del tiempo y a cualquier moda del momento. Y este 2017, con motivo de sus tres décadas, Kim Bendix Petersen ha decidido realizar algunas presentaciones en Latinoamérica para interpretar su obra maestra en su total integridad. 29 de Octubre fue la fecha escogida, en el marco de la próxima edición del festival Santiago Gets Louder, para una visita que, desde su anuncio, ha sido catalogada como histórica, y con justa razón. Por ahora, nada mejor que hacer la previa poniéndole play al CD/vinilo/cassette y que el fantasma de Abigail resurja para continuar su venganza y esparcir su legado de muerte. La muerte debe triunfar, los finales felices no existen y no hay lugar para las coincidencias. Lo que suena cliché y negativo, no es más que una formula alquímica con tintes oníricos con la cual el Heavy Metal renovó sus principios como arte en su sentido más puro. Palabra y mandato del Rey.

Escrito por: Claudio Miranda



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