Tres
visitas a nuestro como componente -y alma- de Dream Theater, la banda con la que obtuvo el status de 'referente'.
Otras dos con The Winery Dogs, en un
formato reducido a trío y con una fórmula más rockera y menos compleja. Otra
más como integrante de ese supercombo progresivo llamado Transatlantic. Y otra más -hace solo unos meses- en su calidad de
componente de la banda de Neal Morse -compañero de nuestro protagonista en los
mencionados Transatlantic-, su amigo
y colega artístico desde hace casi dos décadas. desde hace más de una década,
el romance de Mike Portnoy con nuestro país va mucho más allá de los proyectos
que ha materializado en los que ha formado parte como pilar creativo
fundamental. A la vez, traducir este fenómeno a sus sólidas e innovadoras
virtudes como músico/baterista o a su reconocida cercanía con los fans sería
injusto y ciego cuando, al menos para los iniciados, hay algo más allá y que
tiene relación con su legado artístico plasmado en la música, cuya vigencia se
impone por sus propias armas. Y es que, en la misma senda de íconos
transversales de la talla de Roger Waters, Pete Townsend, Peter Gabriel y Neil
Peart, el oriundo de Long Beach supo consolidar su reputación como genio
conceptual a través de esa suite que marcó la década pasada para su ahora ex
banda, con cinco trabajos en estudio unidos por un denominador en común:
"Twelve Steps Suite". Como el mismo músico lo ha reconocido, sus
problemas de alcoholismo y la posterior rehabilitación personal gatillaron la
creación de una pieza musical que, a la postre, sería su firma como pieza
fundamental en el andamiaje sonoro y creativo de la banda que, durante tres
décadas de carrera, ha encarnado la epítome del Progresivo moderno. Por ende,
una vez anunciada la nueva visita, esta vez bajo el nombre de Mike Portnoy's Shattered Fortress, y
acompañado de una banda compuesta por músicos de categoría mundial, los fans de
la era dorada de la banda no tardaron en responder a la convocatoria y repletar
el Teatro La Cúpula. Al menos para quienes pudimos tasar en Internet el setlist
de la gira en curso, la cita de anoche era obligatoria.
Sería pasadas las 21 horas cuando, con el Preludio
de la película Psicosis, compuesto por Bernard Hermann, aparece sobre el
escenario Mike Portnoy, acompañado del guitarrista Eric Gillette, ambos
protagonizando un regreso esperado luego de la visita anterior junto a Neal
Morse. A ellos se les sumarían los guitarristas Richard Henshall y Charles
Griffiths, el cantante Ross Jennings, el bajista Conner Green y el tecladista
Diego Tejeida, es decir, la alineación casi completa de Haken, la banda británica que ha encarnado, durante la década en
curso, los nuevos bríos del espíritu progresivo y catalogados como herederos
del legado de Dream Theater, y con
justa razón, al punto de que el mismo Portnoy no tiene empacho en referirse a
"sus" compañeros, ante el público, como su banda favorita. Y bueno,
la de muchos de nosotros también.
La intro "Regressión", con la voz
del psiquiatra mezclada con algunos samples de los clásicos de Dream Theater, daría paso a
"Overture 1928", con el supercombo desplegando todas sus virtudes
interpretativas, manteniendo con solidez natural el misticismo conceptual del
recordado Metropolis PT2: Scenes from
a Memory, la obra conceptual con que los neoyorkinos se instalaron en
el Olimpo del Progresivo durante el cambio de década y milenio, hace más de 15
años. Un privilegio para los sentidos y el alma el poder apreciar el imponente
despliegue técnico con que la banda emula los mejores momentos del género en su
representante más destacado, con Eric Gillette comandando el trío de guitarras
y Diego Tejeida recreando la atmósfera potente y emotiva de la versión original
de manera fluida con la clase propia de un maestro. Y con la siguiente
"Strange Deja-Vu", Ross Jennings completaría el ensamble gracias a un
desempeño vocal a la altura de su entrega en escena. Por cierto, la respuesta
del público de alguna manera nos recordó a muchos la vibra generada aquel
histórico 6 de diciembre de 2005, cuando la Pista Atlética acogió el histórico
debut de Dream Theater -20.000
personas, sin considerar participaciones en festivales, hito mencionado en el
documental incluido en el DVD Score
(2006)- en una jornada hasta hoy recordada por sus propios
protagonistas, entre ellos el mismo Mike Portnoy, un tipo cuya cercanía con los
fans traspasa edades y gustos musicales de todo tipo.
Luego del primer saludo de Portnoy a la
eufórica fanaticada -con mención incluida al bueno de Eric GIllette y los
buenos muchachos de Haken presentes
acompañándolo en esta gira-, una potente y coreada versión de "The
Mirror" nos dejaba en claro que, más allá de la nostalgia, el objetivo se
centró en (re)establecer la conexión necesaria entre el público y el artista a
través de lo más importante: su obra. Considerada como una suerte de prólogo
para lo que vendría después, significó un momento mágico en que los más de 20
años que separan al tremendo Awake
(1994) de los tiempos actuales se redujeron a nada. Podríamos
detenernos en la solidez con que el trío Gillette-Griffiths-Henshall- saca a
relucir toda su categoría con todas sus partes destacando por igual o la escalofriante
maestría con que Diego Tejeida recrea esas capas sonoras repletas de dramatismo
y angustia -marca registrada del icónico Kevin Moore-, pero las imágenes
proyectadas en la pantalla nos recuerda de inmediato el por qué Dream Theater se ganó su merecida
reputación más allá de la experticia musical presente en la música. En gran
parte, Mike Portnoy supo reflejar su lucha personal en la música y, por ende,
la conexión es entendible para quienes vemos la esencia y no solamente la
forma.
Lo que anticipaba "The Mirror", tal
como ocurrió de manera cronológica, adquiere dimensiones gigantescas con los
primeros acordes de "The Glass Prison", la primera pieza de la
"Twelve Steps Suite" y la que para muchos significó un sueño hecho
realidad. Y volvemos a remarcar el sentido de la conexión del público con el
concepto remarcado en 1 hora de música concebida con el alma e interpretada con
la categoría que le dio a Dream Theater
una identidad que, pese a sus trayectoria, sigue siendo resistida tanto por el
mainstream como por los puristas del género. Sensación similar nos genera la
descarga metalera de "This Dying Soul", ovacionada por los fans como
pocas veces suele ocurrir, coreando las líneas melódicas y entregándose a la
pasión generada por la música. Por supuesto, da gusto observar a Mike Portnoy
desplegar todas sus virtudes baterísticas e interactuando con sus compañeros
como si fueran compañeros de ruta de toda la vida. Quizás los mal pensados
podrían acusar a Mike Portnoy de vivir "obsesionado" con su ex banda
-en redes sociales uno suele toparse con cada "genialidad", ya sea
escrita o a través de algún meme-, pero aquello sería una visión perniciosa
respecto a lo que significa Dream
Theater en su esencia. Mención honorífica para Diego Tejeida, quien no duda
en unirse a sus compañeros de cuerdas con su 'keytar' al ataque. Sublime.
La ráfaga sónica de "The Root of Al
Evil" -con Eric Gillette en la voz principal...tocar la guitarra y cantar
como lo hace él, un privilegio divino- y la melancolía floydiana de
"Repentance" -impecable Conner Green en las bajas frecuencias, pese a
su sobria puesta en escena- continúan el viaje introspectivo sin decaer en
absoluto la atmósfera generada a esas alturas. El track que abre el excelso Octavarium (2005) nos recordó aquel
estallido inicial con que Dream Theater
debutó en nuestro país hace 12 años, mientras el corte extraído del tremendo Systematic Chaos (2007) -con
Portnoy asumiendo la voz principal, al estilo de Phil Collins y Roger Taylor-
incluyó las voces grabadas de renombrados músicos y amigos del extrovertido
músico neoyorkino confesando sus más íntimos arrepentimientos. Corey Taylor,
Steve Vai, Joe Satriani, Steve Hogarth, Jon Anderson, Dave Ellefson, Mikael
Akerfeldt, Steven Wilson -los dos últimos, los más ovacionados por el público
presente-, Neal Morse, Chris Jericho...Para entonces la limpieza mental y
espiritual ya estaba concluida y el final con "The Shattered
Fortress" culminaría de manera grandilocuente y emotiva el viaje
instrospectivo a través de la procesión con que el músico se mostró al mundo
como un artista cuya fuente creativa bebía en gran parte de sus vivencias
personales. Honestidad a prueba de balas.
Para
el final, nuevamente la banda retomaría el breve pero emotivo recorrido a
través de la obra maestra del '99, primero con una versión suprema de
"Home", cuyo inicio nos despertaba de una hora de trance y con las
tres guitarras asumiendo el papel protagónico por igual a la vez que
protagonizaban una pequeña 'batalla' de solos. Poco después, un lujo musical
para degustar con elegancia: "The Dance Of Eternity", con Conner
Green exponiendo sus credenciales como uno de los bajistas más completos en la
actualidad y el trío Gillette-Griffiths-Henshall despachándose una clínica de
virtuosismo y actitud diseñada exclusivamente para músicos altamente entrenados
y melómanos con gustos de gran exigencia. Todo a la vez que el fiato generado
entre todos los músicos nos volaba el cráneo
como sólo los grandes saben hacerlo. Y para el cierre de oro, una conmovedora
versión de "Finally Free", con la banda despachándose un trabajo
interpretativo para enmarcar en la memoria.
Los únicos reparos que podríamos achacarle a
estas casi 2 horas de música radican tanto en el sonido -al debe la presencia
de los bajos- como la presencia de tres guitarras, quizás para otorgarle un
peso guitarrero extra a las versiones en vivo, aunque el sonido a ratos impedía
distinguir los instrumentos con más claridad. Sin embargo, nada empaña lo que
fue una jornada en que la mente y alma de Dream
Theater cerró definitivamente una etapa que marcó 25 años de carrera
ascendente hasta hoy. Y en gran parte, pese a los comentarios malintencionados
por parte de sus detractores, para Mike Portnoy la música con orientación
conceptual consiste en el reflejo de la verdad, su verdad. La verdad nos hará
libres y no hay nada que puedas hacer al respecto, reza "Repentance".
Por eso y mucho más, la figura de Mike Portnoy pesa más que nunca hoy en día,
incluso más allá de la banda con la que destacó a nivel planetario desde hace
más de dos décadas.
P.D.:
Haken en Chile 2018. Anótenlo.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Diego Pino
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