Digno
de destacar es el caso de De La Tierra
en nuestro país. A excepción de su participación en la primera edición del
festival Santiago Gets Louder (2015), sus visitas a nuestro país, incluyendo la
de anoche, han terminado dándole la razón al icónico cantante Andrés Giménez,
quien aseguró hace poco que presentaciones como la registrada en La Batuta
(2014) deben estar entre las más recordadas debido a intimidad que permite la
necesaria cercanía entre artistas y público. Es cierto, esa vez la urgencia
determinó el cambio de recinto debido a la baja venta de entradas y una
situación similar se produjo hace poco, aunque por razones distintas. Pero para
el músico argentino la urgencia, sea por ingresos o motivos de logística, pasa
a segundo plano al momento de salir al escenario y desplegar aquellas virtudes
interpretativas con que la banda deja hasta el alma en el escenario. Incluso
ante la continua insistencia de Giménez sobre la condición de De La Tierra como
'banda emergente', todo aquello es relegado al olvido cuando la experiencia y
el currículum de sus cuatro componentes relucen de manera natural, sin
necesidad de recurrir a algún aditivo que afecte su integridad artística.
El show, originalmente estaba agendado para
las 21 horas, pero hubo que esperar 1 hora para que comenzara la presentación,
lo que de alguna manera marca un punto bajo respecto a la organización. De
todas maneras, pese a la interminable espera –y con un recinto abarrotado a la
hora indicada en las redes oficiales-, la aparición de la banda y el estallido
inicial con “Maldita Historia” dejaba en claro
de qué se trataba el asunto: pasarla en grande y en familia. Y lo más
importante: que la sangre latinoamericana arda más que nunca, como se pudo
apreciar en las siguientes “Señales”, “Rostros” y “Valor Interior”, marcando un
inicio demoledor y una solidez que no daba lugar a ninguna clase de fisuras
cuando se trata de engrandecer el escenario en base a la música y la actitud.
El
fuego latino del himno “San Asesino” debe ser uno de los momentos a destacar en
el set de De La Tierra, con el público adueñándose de la canción ante la mirada
alborozada de un Andrés Giménez que sobre el escenario pareciera transformarse
en un gigante, mientras Andreas Kisser no solo lo secunda en los coros, sino
también nos brinda una cátedra sobre cómo tocar Metal sin apellidos y utilizar
la guitarra cual lanzallamas que lo hace arder todo. Imposible escapar, por lo mismo, ante el
efecto incendiario que generan también “Puro”, “Detonar” y “Dos Portais”, esta
última con el brasileño asumiendo la voz principal y con la banda exponiendo
sus credenciales como acto en vivo de categoría mundial y, a la vez, una sola unidad
de energía capaz de despertar la pasión
latina a la que el músico argentino apela en cada uno de sus discursos entre
canción y canción. Simplemente memorable, como la vibra generada en “Somos
Uno”, cuya versión en vivo te llega directo a la médula, incluso más allá de si
eres fan o no. El mérito, por cierto, hay que brindárselo a Andrés Giménez, un
tipo que tiene mucho que decir y expresar como todo ideólogo. Por cierto, es
necesario destacar la naturalidad con que el hombre de A.N.I.M.A.L. se dirige al público, incluso dándose el tiempo de
bromear con el público sobre la eliminación de Chile del próximo mundial, al
punto de incluir en la dinámica a Kisser, generando un ambiente totalmente
distendido. De la misma forma, la alusión a la lucha del pueblo mapuche –tanto
en territorio chileno como argentino- tenía que estar presente, como ocurrió
entre “Ciénagas de Odio”y “Fome”. Puede que para algunos no tenga que ver con
la música, pero las cosas como son: De La Tierra es honestidad y compromiso en
clave Metal. Y vaya que es necesaria esa actitud en el género en estos tiempos.
“Sin
Límites”, “la tribal” “Chamán de Manaus”,
y las mencionadas “Ciénagas de Odio” y “Fome” desataron el mosh en
algunos pasajes, por supuesto dentro de lo normal, manteniendo el ambiente de
familia y rito con que el cuarteto se para sobre el escenario. Por cierto,
además de la notoria presencia de Gimenez y Kisser –protagonistas
indiscutidos-, hay que reconocer el desempeño de Alex González en la batería.
Puede que el tipo no sea un genio a la altura de Dave Lombardo y Gene Hoglan
–para qué hablar de la banda que lo catapultó al éxito a nivel planetario y con
un estilo más accesible y melódico desde hace más de dos décadas-, pero su
aporte en el sonido de De La Tierra sobrepasa todo tipo de análisis y
preferencias. Simplemente una bestia en los tarros, emulando la pasión
flameante de leyendas como John Bonham y Keith Moon, guardando las proporciones
obviamente. Mención similar para el bajista Harold Hopkins, cuyo bajo perfil
sobre el escenario se ve compensado por su solidez en las bajas frecuencias y
un talento que explica su importancia en el andamiaje de los portorriqueños Puya. Bien al estilo de John Deacon,
sin hacer tanto ruido y cumpliendo su tarea como todo un superclase.
Para
el final, un par de bombazos con que la banda terminaría por dejar el cuerpo y
el alma, literalmente. Primero con “Sangramos al Resistir”, una dosis de groove
y Thrash Metal con que el recinto ubicado en patio Bellavista perfectamente
pudo venirse abajo ante tamaña descarga de poder y voltaje –la postal de Andrés
Giménez lanzándose al público, para el recuerdo-. Y como broche de oro, el
himno “Cosmonauta Quechua”, con Giménez cantando sobre uno de los
amplificadores y el ritual en su punto máximo, con el coro retumbando hasta más
no poder. Final perfecto para una hora de groove, riffs, Metal y actitud más
allá de la música, donde incluso los músicos se dieron el lujo de bromear con
alguno que otro clásico de Iron Maiden, lo cual se puede leer entre líneas como
una Declaración de Principios por parte de una agrupación que aún mantiene vivo
el legado de Bolívar y su visión de una América unida. Un sueño que se ve
difícil debido a la codicia de unos pocos, pero que se ve posible mientras las
ganas de luchar estén latentes. Hay que creerle a Andrés Giménez cuando dice
que De La Tierra es una banda que está empezando desde abajo. El currículum no
sirve de nada cuando no hay compromiso con una causa que va mucho más allá de
un género determinado. Metal combativo y honesto, a prueba de balas. De La
Tierra lo define así y, ante semejante muestra irrefutable de categoría, es
mejor acudir al llamado de la sangre latina. Seamos uno y que el valor interior
fluya como la sangre que derramamos al resistir.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Karla Soto
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