#LiveReview: Marky Ramone en Chile (+ Los Mox): "Un mundo mejor para todos"


Una leyenda, un sobreviviente, un referente para decenas de generaciones. Todo lo que se nos venga a la mente respecto a Marc Steven Bell y su nueva visita a nuestro país pareciera insuficiente para explicar el fervor incendiario que despierta el legado de Ramones desde hace más de cuatro décadas. Es cierto, la asociación con el punk rock que los neoyorkinos ayudaron a forjar desde los días en el mítico club CBGB es inevitable, pero lo cierto es que el Rock n' Roll en su totalidad vio en la icónica banda la llave para recuperar el salvajismo con que el género validó su evolución, siempre en base a la simpleza de los 3 acordes y la actitud "I' don't give a f..k" que impulsó a las generaciones contemporáneas y posteriores a tomar un instrumento, subirse al escenario y barrer con todo, en todo sentido. En el caso del veterano baterista, quien pasaría a adoptar el apellido con que es conocido  a nivel mundial desde su ingreso en 1978, es sabido que su rol de 'guardián del legado ramonero' es tan legítimo como ocurre en otros terrenos como el progresivo -Steve Hackett, por ejemplo, ejecuta con categoría una tarea similar con el repertorio del Genesis clásico- y el Hard Rock de viejo cuño -un lujo tener a Glenn Hughes girando con el repertorio del Deep Purple era 74-76-, por lo que tanto la convocatoria como el fanatismo que los fans profesa en cada presentación se explican por sí mismas. Y tal como ocurrió ayer en el Club Blondie de la capital, no hay análisis rebuscado que valga cuando la consigna es mandar al carajo los problemas y dejar que la energía fluya en el cuerpo, que la sangre arda con esos riffs cuya simpleza asesina, hasta hoy, forman parte de una escuela más grande que cualquier Liceo o Universidad perteneciente al mediocre sistema educacional actual.

  Por supuesto, como en toda fiesta que se precie de ser, Los Mox! fueron los invitados de lujo encargados de calentar el ambiente a partir de las 20 horas, al mismo tiempo que nos presentaron un set de himnos . "Toy con caña", "Ataque de caca", "Bronceado de Cantina", "Ron Damon", la versión del clásico de Nino Bravo "Un beso y una flor" y "Borracho de Corazón" conformaron un set con que el público presente en el recinto ubicado en la principal avenida de la capital respondió a la altura, entonando con puño en alto un repertorio que forma parte de la música popular a nivel local desde hace casi dos décadas. Un repertorio que aprovechó su media hora en escena incluso para rendir tributo a grandes como Michael Jackson -"Beat It"- y Metallica -"Damage Inc"-, recordándonos a su manera el por qué trascendieron mediante la actitud y sin necesidad de abanderarse por un estilo cual doctrina política. Un momento anecdótico a destacar fue el "recado" que Macuco le mandó a Eddie Vedder y Pearl Jam, reconocidos fans de la mítica banda neoyorquina pero ausentes anoche en lo que fue una reunión obligatoria para la familia ramonera. A veces el fanatismo no es igual para todos, nada que hacer al respecto. De todas maneras, está claro que el 'hueveo-core' de Los Mox! es marca registrada y se siente más allá de la música.



21:00 hrs. en punto y, una vez apagadas las luces, con el "HEY HO, LET'S GO!" agigantándose con fuerza, aparece Marky Ramone acompañado del bajista Alejandro Viejo, el guitarrista Aurelien Budynek y el cantante Pela, quienes, sin ninguna fanfarria introductoria ni nada parecido, con el recinto ya hecho una caldera a punto de estallar, dispararon con todo mediante el 'vacilón' a mil por hora de "Rockaway Beach", inicio perfecto y con el pedal del acelerador hasta el fondo. Tal cual, el primero de una colección de clásicos ejecutados sin tregua alguna, con apenas un par de segundos para respirar entremedio. El "one, two, three, four" con que Alejandro Viejo presentaría cada uno de los tracks que conformaron el set de un hora y 20 minutos de duración queda perpetuado como el siempre necesario homenaje a un estandarte como el eterno Dee Dee. Lo que los escépticos denominan "tributo" en realidad fue una celebración de vida y Rock n' Roll, con moshpit y cuerpos flotando y volando sobre el escenario. Y era solo el comienzo.
  Sin parar, a lo más una pausa de milisegundos para desplegar todo el arsenal de clásicos con que "Teenage Lobotomy", "Psycho Therapy", "Beat on the Brat", "I Wanna Be Your Boyfriend", "Judy Is a Punk", "Gimme Gimme Shock Treatment", "Commando", "Havana Affair", "Sheena Is A Punk Rocker" y "I Don't Care" -por nombrar apenas un puñado-, cayeron en forma de bombardeo sobre los fans que atinaron en responder con una combinación de mosh y baile a la usanza del Rock n' Roll de los años '50/'60, precisamente de donde Ramones bebió hasta el hartazgo para pulir ese sonido primitivo y directo con que el Rock n' Roll, durante los '70, rejuveneció a través de lo simple y lo directo. Y he ahí el por qué esa máquina llamada Marky Ramone's Blitzkrieg funciona a la perfección, incluso con sus propias imperfecciones: un Pela que, a pesar de su registro idéntico al del icónico Joey Ramone, se adueñó del escenario como el más avezado de los frontmen, incluso tuvo el empacho de decirle no a un fan que le ofreció una piscola, de manera directa y en la mejor de las ondas; mientras, Aurelien Budynek, junto con emular el sonido "serrucho" de otro símbolo ausente como lo es Johnny, aporta con una presencia escénica al punto de entablar con el público un feedback tan natural como aplastante. En el bajo y los coros, la tarea que ejecuta Alejandro Viejo deriva en una clase magistral de cómo se debe tocar y respirar el punk más allá del dominio con el instrumento, como quedó demostrado en "53rd & 3rd". Y es probable que ahí veamos la razón de por qué Marky lo eligió como compañero rítmico. El experimentado baterista lo sabe perfectamente: todos pueden aportar con lo suyo, sobretodo con cojones, lo que realmente es comer y transpirar Rock n' Roll sin ningún aditivo innecesario. Solo amplificadores con volumen al tope hasta que el cuerpo aguante. La centrífuga humana en "Rock n' Roll High School" -más de alguno evocando tiempos de colegio- y la declaración pandémica con puño en alto de "Now I Wanna Sniff Som Glue" cantada a todo pulmón -"one, two, three, four, five, six, seven, eight!"...y que nada te detenga!- se enmarcan como postales de una jornada sin puntos bajos, donde el ambiente de fiesta y la pista de baile al ritmo del Rock n' Roll en su faceta más directa y energizante fueron la tónica. 



  Así como el repertorio de Ramones da lugar a la crudeza de los clásicos de los '70, también hay espacio para los himnos entonados a todo pulmón, como fue en el caso de "Pet Sematary" y "I Believe In Miracles", ambos pertenecientes al recordado "Brain Drain" de 1989, el trabajo que marcó el regreso de Marky a la banda luego de un exilio de 6 años. Es cierto, en el estudio la evolución de los neoyorkinos aún genera división, reticencia por parte de los puristas, pero nada de eso importa donde queman las papas: en vivo, donde el Rock n' Roll no da espacio a malas caras ni posturas prefabricadas. Y es ahí también donde la figura de Joey aparece en "The KKK Took My Baby", la canción originada por aquel lío de faldas que terminó por hacer trizas la amistad entre el desaparecido cantante y Johnny, quien lo seguiría un tiempo después. Importante, en esos casos, conocer la historia de aquellas canciones para comprender la conexión generada entre intérpretes y los fans incondicionales, los mismos que, de alguna manera, aún sienten su partida luego de 17 años. El "GABBA GABBA HEY!!" al final de "Pinhead" pareciera que forma un túnel cuyo recorrido no tiene final. Así de mágica y poderosa es la obra de Ramones, en toda su extensión.
El megaclásico "I Wanna Be Sedated" -a estas alturas, un himno de la cultura pop del siglo XX y tan vigente en estos tiempos-, la esquizoide "Anxiety" -la única presente del subvalorado "Mondo Bizarro", un disco que poco y nada debiera envidiar al material "clásico"- y la explosiva "Do You Rermember Rock and Roll Radio?" coronaban la recta final del espectáculo, generando una vibra similar a la de un "Loco Live" o el imprescindible "It's Alive", ambos registros en vivo obligados para todo fan. Puede que suene cliché, pero el hábitat natural de Ramones siempre fue el escenario como lo fue en el caso de sus compañeros de correrías de Motörhead, los autores de ese sublime homenaje llamado "R.A.M.O.N.E.S." -incluida en el singular "1916" y versionada por los de Brooklyn en el final "Adios Amigos" (1995)-, un recordatorio en forma de cachetada sobre por qué hablar de estos cuatro muchachos malcarados y vestidos con vaqueros gastados y chaquetas de cuero negras fueron mucho más que una banda de punk más. Mención necesaria también para "Needles & Pins" -original de The Searchers- , "Surfin' Bird" -The Trashmen, pioneros subvalorado e imprescindibles por donde se les mire- y "Do You Wanna Dance" -compuesta y grabada antes por el legendario Bobby Freeman, versionada también por Cliff Richards & The Shadows-, dos ejemplos irrefutables respecto al origen de la inspiración en esos años que parecían debatirse entre el naciente Heavy Metal a todo volumen y los devaneos pomposos del Progresivo en su cúspide antes de culminar la década de los '70 en caída libre. Necesario para comprender, obviamente, el verdadero sentido de la reinvención: la efectividad de lo simple, la adolescencia va mucho más allá de una etapa en la vida y aquellos adultos de 30 o 40 años que empezaron escuchando Ramones desde la infancia parecen entenderlo a la perfección.
Llegando al final, un cierre de lujo: el desenfado juguetón de "California Sun", el infaltable homenaje a Joey con una estremecedora "What A Wonderful World" -original del icónico músico de jazz Louis Armstrong y cuya versión a cargo del Ramone "sentimental" aparece en el póstumo "Don't Worry About Me (2002)"-, y el himno punk-rocker por excelencia, la inefable "Blitzkrieg Bop", con el "HEY HO, LET'S GO!!" terminando por echar abajo los cimientos del recinto, un himno de vida y guerra por donde se le mire. Final perfecto para otra celebración al legado de una banda que pavimentó el camino para millones de personas que descubrieron en la sencillez esos tres acordes una vía de escape y expresión tan letales como cualquier arma. La reverencia silenciosa de Marky habla por sí sola: que la música hable y lo demás se vaya a la cresta. Durante 80' minutos, el espíritu de Ramones, a través de su guardian Marky, estuvo presente para electrizarnos con una descarga letal de tratamiento de choque y recordarnos el verdadero propósito de la música para la gente común. Tal como predica "I Believe In Miracles": "yo creo en un mundo mejor para mí y para ti". Así de innegable es la influencia de los nacidos en Brooklyn, no solo para un estilo musical, sino también para la vida. Algo tan simple y, al mismo tiempo, tan maravilloso.






Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Nicolas Soto

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