Todo
amante de la saga iniciada en 1968 debe reconocer sin excusas la trascendencia
de Deep Purple como una institución
del Rock duro más allá de los 'grandes éxitos' - inevitable la confusión con
'clásicos' en cualquier caso-, donde tanto sus integrantes actuales como
quienes siguen activos luego de formar parte activa de sus respectivas
'formaciones doradas' han sabido mantener vigente un legado hasta hoy a prueba
de todo. Glenn Hughes debe ser, por lejos, el ejemplo más representativo de
cómo el legado de los máximos referentes del Hard Rock y el posterior Heavy
Metal se ha preservado con tamaña frescura, al punto de recrear en vivo un
repertorio mítico e inmortalizado en una serie de registros trascendentes tanto
para fans púrpuras como amantes del género en su faceta más primal. Y la
tercera visita del bajista/cantante inglés a nuestro país -por tercer año
consecutivo-, esta vez tuvo ingredientes especiales, tanto a nivel de setlist
como de puesta escénica.
Un
Club Chocolate repleto fue el lugar escogido para las siguientes 2 horas de Deep Purple clásico, el de la era
1973-76, favorita de quienes realmente llevan el color púrpura en el ADN,
grabado a fuego en la piel. Una celebración de la historia y la calidad que,
pasadas las 22:15 horas, y con una intro compuesta por samples de canciones de
la legendaria banda -incluyendo el audio de Jon Lord presentando a Glenn,
extraído del mítico California Jam '74-, comenzaría con el martillazo sónico de
"Stormbringer". Si con la aparición del ex-Trapeze y sus músicos la recepción del público fue incendiaria, con
el riff inicial del track que titula el álbum editado a fines de 1974 el
recinto se vino abajo por completo hasta transformarse en un mar de cuerpos
saltando y cabeceando, todos entregados a la magia del fuego sonoro de los
ingleses en manos de su guardián.
Una
alineación de lujo atacando con todo y denotando una solidez escalofriante. Es
cierto, con 70 años en el cuerpo y más de 50 de carrera artística, Glenn Hughes
se mantiene en excelente forma a nivel vocal, al igual que su maestría el bajo.
Un todoterreno que no tiene empacho en compartir protagonismo con sus
compañeros de ruta, en especial el chileno Fer Escobedo, de quien hablaremos
con mayor profundidad más adelante. Porque luego del explosivo inicio,
"Might Just Take Your Life" y "Sail Away" -ambas extraídas
del insuperable "Burn (1974)",
erigen como protagonista a Jay Boe Hansen, un tecladista que recrea el clásico
sonido Hammond con una soltura impresionante, a la vez que el sintetizador
Minimoog pareciera formar una tormenta de sonido que nos envuelve en fuego y
pasión. Algo similar podemos afirmar de Soren Andersen, un guitarrista cuya
estampa recuerda al bueno de Ritchie Blackmore, al igual que su tremendo desempeño
con la Fender Stratocaster, como se puede apreciar en ese blues desgarrador
llamado "Mistreated", con el público cantando a 'cogote atravesado' y
Glenn dictando cátedra de interpretación al borde de la sangre y las lágrimas.
Desbordar pasión a destajo, sufrimiento y belleza en un mismo sonido, eso era Deep Purple a mediados de los '70 y
Hughes, acompañado de músicos seleccionados personalmente por él, recrea esa
atmósfera al punto de hacer del glorioso pasado un presente inmortal.
Para
la 'crítica especializada', puede que apelar a la historia sea un pecado
mortal, pero cuando se trata de alguien que participó y forjó esa historia, aquellos
juicios quedan en eso y nada más. Por lo mismo es imposible no estremecerse
cuando el propio Glenn hace mención al recordado California Jam '74 al momento
de presentar ese monstruo llamado "You Fool No One", una jam que no
para de crecer en tamaño y genialidad -Glenn autografiando el vinilo de un fan
desde el escenario antes de unirse al ensamble sonoro sus compañeros...cuánta
grandeza en ese momento, por Dios!-, con Fer Escobedo liderando la caballería
con una maestría abismal. Con 25 años, el talentoso baterista nacional
despliega su tarea con la fuerza de los titanes, dejando en cada golpe la vida.
El 'drumming' machacante del supremo Ian Paice, el ardor 'latino' de Mike
Shrieve -baterista de la alineación clásica de Santana- y la locura inflamable de Keith Moon...características que
explican el porqué el veterano músico inglés lo eligió para su gira mundial
durante los próximos dos años. Y mientras Fer aporrea los tarros como si
invocara a las divinidades del universo, Glenn lo mira alborozado, como un
padre a su hijo. Es su chico, su baterista, como lo afirma ante un público que
veía en el joven músico el orgullo del talento local -bandera chilena en mano y
visiblemente emocionado ante lo que estaba viviendo, para enmarcarlo en el
recuerdo-, un representante de la sangre latinoamericana reforzando las líneas
de la 'división negra' de la saga púrpura. De paso, la grandeza de "You
Fool No One" permite apreciar las virtudes guitarrísticas de Soren
Andersen, un tipo que emula los momentos más explosivos de Ritchie Blackmore en
esos solos con que se incendia el lugar, quizás no tan impredecible como 'The
Man In Black', pero con ese sentimiento que te impulsa a cerrar los ojos y
viajar cuatro décadas atrás en cuestión de segundos. El poder del Rock en su
estado más puro.
De la cita con la historia pasamos a los
homenajes, en especial el que le rinde Glenn al eterno Jon Lord con una sentida
versión de "This Time Around", acompañado en el piano/teclado por Jay
Boe Hansen, un instrumentista que emula con personalidad propia el sonido del
desaparecido fundador de Deep Purple.
La mención a su ex compañero de correrías David Coverdale al presentar la
siguiente "Holy Man", a su vez, perfectamente podría ser la razón
esencial de porqué Glenn Hughes es considerado el guardián legítimo del legado
setentero de los británicos y es sobre el escenario donde todas las respuestas
quedan a la luz respecto a su incuestionable título. Para rematar en lo alto,
una mastodóntica "Gettin' Tighter" que se extendió hasta los confines
de la galaxia, con el propio Hughes recordándonos que no solo es un maestro
como cantante, sino también un bajista superclase. Un momento esperado y
disfrutado a concho por quienes alguna vez alucinamos con registros de la talla
de "This Time Around: Live In
Japan" y "Live At
Long Beach 1976", ambos los únicos registros en vivo oficiales con
el talentoso guitarrista Tommy Bolin -una sobredosis se lo llevó de este mundo
a los 25 años, a finales de ese fatídico '76, poco después de culminado el primer
ciclo de los ingleses-, a quien el propio Glenn saluda y declara su amor
"donde quiera que esté". Integridad artística y humana en su máxima
definición, por donde se le mire.
Para
el cierre del set, nuevamente nos remontamos a 1975-76 con una cruda versión
del megaclásico "Smoke On The Water" pegada al final con
"Georgia On My Mind" -versionada también por íconos de la talla de
Ray Charles-, tal como en los directos mencionados en el párrafo anterior. Un
viaje en el tiempo que culmina en lo más profundo del alma con "You Keep
On Moving", por lejos el clásico más representativo del Deep Purple modelo 1975-76, aquel que
con el distinto pero potente "Come
Taste The Band" (1975) dejó en claro lo necesaria que es la
evolución tratándose de un conjunto de músicos que se resistieron a permanecer
en la línea de confort, aún si para ello hubiera que realizar cambios en el
equipo, una constante en la carrera de los de Hertford desde el debut en 1968.
En el caso del propio Hughes, cuánto pesó su preferencia por el soul y el funk
al momento de ingresar a la agrupación allá por 1973, cuando se pensaba que ya
lo habían hecho todo. Y quienes se negaron a aceptar ese cambio, jamás podrán
entender lo que realmente significa Deep
Purple más allá de un par de etiquetas que poco y nada tienen que ver con
lo que realmente significó para el Rock más heavy y virtuoso desde sus inicios.
Para
el final, luego del contundente repaso por los mejores momentos de la historia
del Rock -reducir el legado de Deep
Purple a la devoción de sus fans es ningunear su aporte al género en una
era de revoluciones artísticas y amplificadores a todo volumen-, un par de
bombazos de Hard Rock, hasta hoy fundamentales en el playlist de cualquier
'rocker' declarado. Primero una poderosa "Highway Star" casi calcada
a su versión original en estudio, con Glenn tomando el micrófono y moverse
sobre el escenario con la soltura del más avezado de los frontmen. Y para el
remate, luego de un breve solo de batería por parte del explosivo Fer Escobedo
-entre los "chileno!" del público, con el 'ceacheí' incluido, y el
trueno generado en cada golpe...imposible describir con palabras tamaña muestra
de grandeza y pasión-, el estallido nuclear de "Burn", un clásico tan
incombustible como la discografía completa de los ingleses luego de 50 años
azotando escenarios y creando paisajes en base a distorsión, peso e
imaginación. Broche glorioso para una jornada en que el peso de una época fue
tan protagonista como el presente que ratifica su influencia, hasta hoy tan
invaluable como omnipresente. Deep
Purple y su legado histórico seguirán reventando parlantes mientras Glenn
Hughes siga ejerciendo su merecido papel de guardián y embajador supremo. El
fuego púrpura sigue intacto y flameando más fuerte que nunca. Sí, el mismo
fuego con el que llevamos grabado a fuego un estilo de vida que nos hace arder
con el mejor Rock de todos los tiempos.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Diego Pino
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