Una edición distinta resultó el GuitarFest de este año, incluso más allá del nombre ilustre anunciado. Es cierto, ni siquiera viene al caso referirnos al currículum de Marty Friedman, un catedrático supremo en la guitarra y dueño de una reputación que a estas alturas habla tanto por sus discos solistas como su recordado paso en Megadeth durante los ’90. Pero si la visita anterior (2015) nos dio la impresión de que con su sola presencia y unas cuantas demostraciones hacia el público bastaba aquella ocasión, el regreso sería diametralmente distinto. Como lo anunció el mismo Alfredo Lewin, el norteamericano radicado en Japón hace casi 20 años vino a presentar un espectáculo, no solo para músicos sino también para aquellos fans de toda una vida, esos fans que crecieron con la leyenda de un referente que marcó huella en el Metal en su faceta más virtuosa y técnica, al mismo tiempo que superaba las fronteras del género sin renegar en absoluto de su vibra pesada y la complejidad de su propuesta en solitario. Mayor razón para la convocatoria generada el sábado 7 de abril en un repleto Club Amanda, abarrotado por una multitud que respondió a la entrega brindada por parte del maestro y su banda compuesta por músicos elegidos con pizas, tanto por su puesta en escena como por el asombroso despliegue técnico brindado a lo largo de la presentación.
Obviamente, un festival de la talla de Guitarfest consiste en darle el espacio merecido a los grandes exponentes nacionales y Benjamín Lechuga debe ser, por lejos, el referente más importante de la guitarra durante los últimos dos años. Tanto al frente de los progresivos Delta -al frente desde hace más de una década- como en su faceta solista, el eximio guitarrista nacional no tiene empacho en lucir sus credenciales con la misma clase que le valió haber estudiado en Europa una vez ganada la beca de Steve Vai, y es en el escenario donde aquella categoría se expande sin que nada ni nadie pueda impedirlo. Un recinto colmado desde temprano presenciando un set de primer nivel, con el bajista Marcos Sánchez y el baterista Felipe Cortés completando el equipo con una solidez contundente y un sentido del espectáculo cuya fluidez seductora ha hecho del combo un acto en vivo de primer nivel, sin importar el escenario. Mención también para la excelente cantante argentina Paula Loza -voz y corista de Animals, tributo trasandino a Pink Floyd-, cuya interpretación evocando a figuras como Claire Torry y Theresa Tomasson en pasajes como "Introspection" y "Waiting for a Miracle" le da al trío un aura tan cálida como electrizante. En poco menos de una hora, Lechuga no solo impuso términos a nivel musical, sino también nos recordó que la técnica -"virtuosismo" lo llaman el común de los mortales- y la actitud van de la mano Humanidad y arte, fundamentales unidas entre sí para sobrepasar cualquier barrera existente y por haber.
Luego de un intermedio de 15 minutos -en ese lapso, se procedió a sortear entre los asistentes una réplica del modelo de guitarra del invitado estelar, a la vez que Alfredo Lewin nos contaba sobre el éxito del Guitarfest desde su primera edición hace más de una década, con más de una que otra anécdota-, uno a uno aparecerían sobre el escenario los componentes de la banda liderada por uno de los referentes supremos de la guitarra desde hace tres décadas. Un equipo -recálquese el concepto en una agrupación donde el protagonismo es compartido y sobrepasa el peso de cualquier nombre- que desde el inicio impone su peso en todas las líneas. Un baterista como Chargeeee, cuya estética glam-ochentera y entrega sobre el escenario es directamente proporcional a la maestría técnica con que aporrea los tarros. Al desempeño del baterista japonés, sumémosle a Kiyoshi, una bajista que desborda carisma y técnica por toneladas, conformando junto a su extravagante compatriota una base rítmica más que bestial. En las guitarras, el aporte de Jordan, si bien pareciera en un comienzo "limitarse" al papel de guitarra secundaria respecto al protagonista, no tardaría en derivar en una demostración de maestría descomunal, entablando de manera casi telepática una dupla letal junto al maestro. La banda, por supuesto, encabezada por un Marty Friedman que, a diferencia de la visita anterior en 2015, se la jugó por ofrecer un show completo, con un set que abarcaría casi toda su carrera, incluyendo uno que otro guiño a la banda que lo catapultó a la Primera División del Metal mundial durante los '90. Ese silencio al que llama para comenzar la presentación e introducirnos a la experiencia en vivo con el riff martillado que daría paso a "Hyper Doom", queda grabado a fuego desde el inicio.
"Amagi Goe", "Street Demon", "Elixir" y "Stigmata Addiction" pasan casi de forma ininterrumpida, dejando en claro las intenciones con las que Marty Friedman se presentó en suelo nacional, esta vez con la intención de desatar la furia guitarrera que, hasta hoy, es su firma en cada trabajo en estudio, como quedó demostrado en el reciente "Wall Of Sound" (2017), placa de la cual destacaron en el set "Self Pollution" y "White Worm". Quizás poco tratándose de uno de los mejores discos de la temporada pasada, pero poco y nada importa ante el abismal despliegue de cada componente, con Marty dictando cátedra de interpretación en base a calidad y pasión, determinantes ambas cuando se trata de acariciar la fibra del más escéptico de los asistentes. Y he ahí el porqué el concepto de 'experiencia' encaja como anillo al dedo, tomando en cuenta la interacción entre músicos y público, entablando una comunión donde el amor por la música como arte en estado puro refuerza su poder flameante con esa entrega que derrocha sudor y gritos a destajo. Gran prueba de ello es la presencia de Chargeeeee como músico y showman, un baterista con ligero parecido al Tommy Lee de los '80 pero con una calidad técnica que te deja de rodillas.
Además del set interpretado, cada músico tendría un momento 'solista' para demostrar sus virtudes ante un público ya rendido y el caso de Kiyoshi es para enmarcarlo en la memoria. Porque más allá de su escalofriante técnica con el bajo, la actitud que, de pronto, le impulsa a tomar el micrófono para versionar a Britney Spears en clave Death-Thrash Metal, se transforma en una bocanada de aire fresco. Algo parecido ocurre con Jordan, con quien Marty recurre a la magia para formar figuras musicales con cada nota interpretada. Esas paralelas, por Dios! Y los guiños a Megadeth con la guitarra española de "Holy Wars" y una sección de "Tornado Of Souls"...regalos inesperados y bienvenidos. Todo, por supuesto, encajando en un set donde "Devil Take Tomorrow", "Ashes To Ashes" y "Forbidden City" llegan una tras otra de manera aplastante, apenas dando tregua para respirar un poco y permitirle a Marty jugar con el público pronunciando chilenismos en su singular español, arrancando risas por doquier. Sencillamente épico, euforia total llegando a su clímax en "Dragon Mistress", corte extraído del mítico debut "Dragon's Kiss" (1988), la cual sonó milimétricamente calcada a su versión en estudio sin sacrificar por nada del mundo la vibra incendiaria con que el recinto de la comuna de Vitacura se vino abajo.
Así como pudimos disfrutar del Metal técnico en su nivel de ira máximo, la emoción de "Undertow" también tuvo su lugar de honor para quienes sabemos que el sentimiento es un factor clave cuando se trata de expandir y explorar horizontes ignotos, al mismo tiempo que los corazones rotos se recomponen con nada nota. Por mucho que te pueda gustar el Metal en su vena más furiosa y violenta, la sensibilidad humana se abre a la magia de la música como terapia y detonante de recuerdos, algo en lo que Friedman se maneja a la perfección al momento de elegir los colores con que le da forma al lienzo sonoro con que nuestra imaginación se desata sin que nada ni nadie lo impida.
Una vez concluido el set regular, llegaría el final con "Kaeritakunatta Yo", coreada por los fans como un himno de toda la vida. Cierre perfecto para una presentación donde primó el espectáculo y la actitud por sobre cualquier norma protocolar. Para disfrutar de la magia suprema de la guitarra eléctrica, seas músico o no, solo basta abrir tus sentidos para hacer de la música la mejor de las drogas o, por qué no, el impulso necesario para salir adelante y pararte frente al mundo. El Dragón Naciente surge una vez más para descargar su furia y, a la vez, empaparnos de emoción donde pareciera que no la hay. Marty Friedman hay para rato y este regreso será recordado como el más atronador desde sus tiempos con Megadeth allá en los '90. Por cierto, tras presenciar tamaña presentación ¿alguien realmente cree que debería volver a unir fuerzas con Dave Mustaine como en la "era dorada"? No piense leseras, el Dragón se basta por sí mismo para desatar su cólera.
Galería:
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Priscilla López
Marty Friedman
1 Comentarios
Demoledor!
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