La década en curso marcó una era controversial para Morbid Angel, por lejos la banda más icónica del Death Metal desde hace tres décadas. Luego del regreso de su histórico frontman David Vincent (2004), los de Florida se limitaron a girar alrededor del mundo presentando un set compuesto por material de sus imprescindibles cuatro primeros discos. La publicación del distinto “Illud Divinum Insanus” (2011) –trabajo cuyo sonido industrial trajo consigo el repudio por parte de sus hardcore-fans- y la lamentable expulsión de Evil D, con acusaciones de un lado a otro, parecían minar en gran parte la reputación de la banda, dando lugar a una serie de comentarios y reacciones desafortunadas entre quienes permanecían más atentos a la ‘farándula’ que a lo que realmente importa. Pero como todo legado artístico que se precie como tal, y dejando en claro que su aporte como genio conceptual fue clave en el desarrollo artístico tanto de la banda que lo hizo famoso como del género en su totalidad, el surgimiento de I Am Morbid marcó un precedente en la carrera del veterano bajista y cantante, a quien los fans más doctrinarios aún no le perdonan su conversión al country, factor que poco y nada importa cuando hay una obra que sigue haciendo escuela después de treinta años. Esto es Death Metal y es en el escenario donde realmente hay que golpear a puño cerrado la mesa y patear la silla, tal como ocurrió en el Club Blondie la noche del viernes 20 de abril, en una jornada que, además, tuvo de protagonistas a dos agrupaciones nacionales, ambas exponentes de propuestas tan distintas como interesantes en su esencia.
Pasadas las 19:30 horas, y pese al escaso público presente en ese momento, el Prog Death Metal de Inanna fue protagonista gracias a su interesante propuesta, donde la brutalidad propia del Metal Extremo y la psicodelia presente en varios pasajes, forman una amalgama sonora que hace del trío una banda inclasificable. Desde “Doom of Mankind” hasta “Redeeming of Chaos”, un set bastante acotado, aunque suficiente para apreciar las virtudes creativas y técnicas de cada componente, destacando la magistral labor de Diego Ilabaca como responsable de fusionar la metralla del Metal con las atmósferas calidad que, por momentos, nos sumergen en un trance del que apenas nos podemos reponer terminada la presentación. Tal como se puede apreciar en pasajes como “The Lighthouse”, uno de esos cortes ante el cual no queda más que caer de rodillas. Pese a lo sobria de su puesta en escena –al menos respecto a lo que se vendría poco después-, Inanna nos recordó, durante poco más de media hora, sobre el don que tiene el Metal de abrir vórtices hacia otros universos, siempre combinando de manera certera lo lúgubre y lo cósmico. Integridad musical defendida con la mejor de las armas: el arte.
Poco después llegaría el turno de Blaxem, una joven agrupación que, desde su formación en 2012, cultiva un estilo arraigado en el Metal moderno de los ’90 a la altura de una incendiaria puesta escénica. Recorriendo casi todo su LP debut "Who Cares" (2017), el cuarteto sale a ganar apenas se sube al escenario, terminando por descargar toda su metralla a nivel de entrega y ejecución. Metal sin apellidos, con Daniel Hidalgo (guitarra, voz) liderando el implacable ataque y soltando bombazos como “Who Cares”, “Hated View” y “Knowledge Of War”, esta última con Fabian Prieto llevando la batuta en lo que fue su última presentación con la banda. A destacar no solo la entrega y la ejecución, sino también el buen sonido que permitió apreciar, claramente, cada detalle, remarcando el excelente trabajo profesional por parte del equipo técnico que hace posible el poder apreciar la irrefutable calidad presente a nivel local. Y eso se agradece de corazón por parte de quienes sabemos que no necesariamente hay que buscar afuera cuando se trata de recibir tamaños puñetazos sonoros en estos tiempos.
21:40 horas y, una vez apagadas las luces, la intro “Omni Potens” nos sumerge de inmediato en lo que será un recorrido escalofriante a través de las profundiades del averno y, a la vez, un deleite para los fans del Death Metal más malvado de la todos los tiempos. ¿Qué más malvado y siniestro que “Immortal Rites”, por ejemplo? Corte perfecto para comenzar el viaje por el inframundo, con el público coreando esas melodías retorcidas con que Morbid Angel se impuso como la banda de Death Metal desde fines de los años ’80 en adelante. Y gran mérito corre por parte de David Vincent, cuyo registro vocal permanece intacto, pese a todo el agua que ha corrido bajo el río. Tras cartón, una aplastante “Fall From Grace” que terminaría pro desatar la centrifuga humana con que la Blondie se vino abajo en un abrir y cerrar de ojos. El ritual recién estaba empezando y ya nos quedaba claro que esto era mucho más que un “auto-homenaje”: la muerte estaba de fiesta y su banda sonora no paraba de causar estragos.
En poco más de una hora, solo clásico tras clásico, incluso aquellos inéditos en sus directos como fue el caso de “Visions From The Dark Side”, un regalo del mismo infierno para los fans de ese macabro LP debut llamado “Altars Of Madness” (1989). Y remarcamos el aspecto macabro, tanto del disco mencionado como de los tres posteriores, porque si hay algo que hace del Death Metal un género tan interesante como escalofriante a la vez, es el conjunto de temáticas abordadas, muchas veces al borde del cliché pero apropiadas para un estilo musical que refleja el horror del mundo real, donde el infierno terrenal es una realidad dolorosa con la que hay que lidiar a diario. Quienes piensan que lo oculto y la vida cotidiana son elementos aparte uno del otro, es porque vive en la caverna.
Otro elemento interesante es que, además del set, pudimos apreciar las virtudes interpretativas de cada componente. Es cierto, David Vincent es el ideólogo del Morbid Angel clásico –guste o no a los fans más severos- y cada letra en esos cuatro primeros discos es de su total autoría, pero tampoco podemos permanecer indiferentes, por ejemplo, al contundente desempeño de Tim Yeung en batería –Hate Eternal, Divine Heresy, Decrepit Birth-, quien fuera compañero de Vincent hace un par de años en la banda de Florida, ambos presentes en la formación que brindó esa devastadora presentación en el recordado Metal Fest (2013). Sin duda, una bestia en los tarros, dotado de una precisión técnica que le ha valido una reputación merecida como referente en su instrumento para los seguidores de los sonidos extremos. Mención similar para los guitarristas Ira Black –Heathen, Lizzy Borden, Vicious Rumors- y el brasileño Bill Hudson –qué gran adquisición por parte del icónico Udo Dirkschneider para su banda U.D.O.!- ambos detonando sus municiones al momento de conformar la muralla sónica que se mantiene inexpugnable a todo, al mismo tiempo que, en algún pasaje, dan cuenta de una soberbia experticia técnica. En especial Ira Black, quien pese a su bajo perfil sobre el escenario, no tiene empacho en batirse a duelo con el joven Bill, dejando en claro la exquisitez con que Vincent elige a sus compañeros de ruta. Un deleite para todo melómano.
Vamos mencionando virtudes que afloran sobre el escenario de manera magistral y otra de ellas tiene que ver con la entrega por parte del propio Vincent con el público. Resulta conmovedor poder escuchar al público corear el nombre de la “nueva” banda, ante lo cual Evil D responde con un espontáneo “You are Morbid!”, un gesto quizás algo “demagógico” pero que denota algo tan importante como el agradecimiento del histórico frontman hacia sus seguidores de siempre, los mismos que que saben qué es lo que importa más allá de las circunstancias en las que se dio su partida. Por ende, la inclusión de “I Am Morbid” –el único pasaje extraído del extraño Illud Divinum Insanus-, se sintió como algo natural, generando la calurosa recepción por parte de los fans presentes. Increíble cómo un pasaje impensado en una maratón de Death Metal a la “vieja usanza” –suena algo inapropiado tratándose de una institución suprema en la totalidad del género- se para de igual a igual con “Dominate”, “Rapture”, “Maze Of Torment”, “Pain Divine” y “Blessed Are The Sick”, dejando en claro que, contra lo que suele ocurrir normalmente en este contexto, el respeto y la euforia conforman esa balanza pocas veces equilibrada por igual. Como agregado, es necesario señalar que el set de I Am Morbid se puede conformar como una respuesta a la decisión que tomó Morbid Angel (Trey Azagthoth) de excluir de su repertorio todo indicio de sus primeros cuatro discos. Una decisión polémica que refuerza, de cualquier modo, el rescate de la era dorada por parte de quien fuera responsable de plasmar en las letras el horror cósmico con que los estadounidenses se ganaron su reputación como referentes supremos de la música extrema, en plena era de cambios y revoluciones.
Si hace 7 años, muchos pensaban que la variedad musical con que David Vincent “renegaba” de la naturaleza brutal de la banda con que pasó a la inmortalidad, el encore conformado por “God Of Emptiness” y “World Of Shit (The Promised Land)” –“Covenant” (1993), un mazazo de maldad y peso sobrehumanos cuyas secuelas perduran hasta hoy- no hace más que remarcar la importancia de los de Florida en el desarrollo de un estilo que elevó a la muerte como el principio y fin de la historia de la humanidad. Pocas veces un estilo musical ha sabido reflejar la verdadera naturaleza humana como lo hizo el Death Metal, incluso más allá de la música. Por ende, negar el aporte de David Vincent al género es desconocer la importancia del concepto, la identificación con un estilo de música que se erigió, desde su concepción, como la banda sonora de un mundo condenado al sufrimiento eterno. Más que un repaso por la historia, lo que ocurrió en la Blondie fue un ritual que llamó a renovar votos con el sonido de la muerte. Mientras la humanidad siga desbarrancándose, la música para la gente enojada seguirá presente al momento de canalizar nuestra ira contra toda autoridad, a la vez que la fascinación por lo oculto y lo retorcido nos arrastra por las profundidades de nuestra oscuridad personal. “Altars Of Madness”, “Blessed Are The Sick”, “Covenant” y “Domination” no solo marcaron hitos en un género determinado, sino también permanecen incólumes al paso del tiempo como placas fundamentales dentro de un género que no transa su sed de sangre por nada del mundo. Por otro lado, sería tremendo un disco como banda, algo que no parece tan descabellado tomando en cuenta la maestría con que sus cuatro componentes se mueven a sus anchas. Por ahora, los clásicos rigen y los ritos inmortales surten efecto al momento de renovar el pacto con los Dioses de los infiernos exteriores.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Karla Soto
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