El
culto generado por Immolation a
nivel local refleja tanto la fidelidad de los seguidores del Death Metal
químicamente puro, como la vigencia con que los liderados por el carismático
Ross Dolan se mantienen en la brecha como referentes del género. Luego del
histórico debut en el Caupolicán, los norteamericanos volvieron para brindar
otra cátedra de odio y elegancia, dejando en claro que el rótulo de
'referentes' es más que merecido, incluso a la altura de sus colegas de
generación más aventajados. "Atonement" (2017), largaduración editado
el año pasado, es una alerta irrefutable sobre cómo, durante casi tres décadas,
los neoyorkinos vomitan violencia hasta exterminar todo rastro de humanidad.
Con una Blondie repleta en su aforo -a estas alturas, recinto que se ha ganado
una tradición fundamental al acoger presentaciones locales e internacionales-,
solo quedó pedir perdón de rodillas ante tamaño poder destructivo. Todo aquello
complementado, pr supuesto, con la presencia de agrupaciones locales que tienen algo que decir, con el
puño golpeando la mesa, si es necesario.
El
martillazo inicial con Bonebreaker
nos dio la idea más clara respecto a lo que se vendría durante los próximos
minutos. Liderado por ex integrantes de Undercroft,
el quinteto no escatima recursos cuando se trata de desplegar experticia y
brutalidad a destajo, dejando en claro que, más allá de su reciente formación
-finales del año pasado-, la sangre y los años en la carretera se hacen notar
de manera soberbia. La jerarquía con que
Tito Melin, Marco Medina y André Arancibia sacan provecho de su imponente
pasado como pioneros de nuestra escena, sale a la luz desde el comienzo,
siempre de frente y al ataque. S eso le sumamos el magistral desempeño de
Cristian Medina -ex Recrucide- y
Gonzalo Fuenzalida -Andragón-, ambos
aportando al funcionamiento de la maquinaria trituradora con que Bonebreaker no solo repasa las páginas
más gloriosas del Death Metal nacional, sino también nos proporciona una idea
concreta respecto a lo que se viene en un futuro más cercano de lo que creemos.
Poco después llegaría el turno de Timecode, destacada agrupación local
que, por estos días, disfruta de un presente demoledor gracias a la reciente
edición del inédito "The Devious
Syndrome", trabajo del cual
pudimos apreciar en directo pasajes como "Prodrome",
"Disquieting Symptoms" y "Self-Harm Relapse", entre otros.
Con Sebastián Silva al frente, el quinteto impuso términos y categoría en todas
sus líneas, dejando a la luz versatilidad con que la metralla del Metal Extremo
puede ir de la mano con lo melódico sin sacrificar un ápice de su brutalidad
natural. Una puesta en escena tan intimidante como la música basta para exponer
más de 15 años de carrera sobre el escenario con la clase de quienes saben lo
que significa tocar y sentir el Metal más allá de cualquier apellido. Otra
virtud a rescatar es la entrega con que cada componente ejecuta su tarea,
haciendo y deshaciendo como el caos en su forma más pura. De la misma forma, y
a pesar de algún momento de incomodidad por alguna molestia física, el hecho de
que el propio Sebastián Silva se sobreponga a
aquello en su rol de frontman con una interpretación magnánima, es digno
de recalcar como ejemplo a seguir. Tal como debe ser el Metal: actitud, trabajo
en equipo y profesionalismo al 1000%. Un placer para los sentidos lo de Timecode y una lección sobre lo que
significa el género más allá de la música.
¿Qué se puede decir respecto a una agrupación
de la talla de Trimegisto? Poco,
porque sus 18 años de carrera quedan graficados en una propuesta que brama y
aniquila por sí misma. Un Death Metal que vomita lo más pútrido de nuestra
humanidad, con tripas y sangre incluidas. A eso sumémosle un setlist acotado
pero suficiente como para introducirnos en el mismo averno, abarcando tanto su
reciente trabajo "Pocilge"
(2016) como alguna que otra joya escondida como lo es "Shapes In
The Void". Y he ahí la gran virtud de los nacionales: encarnar los
principios del género sobre el escenario al punto de generar aquella vibra de
odio y venganza con que el recinto, de apoco repletando su capacidad, responde
con el headbanging de manera automática. Es cierto que Immolation era el motivo de encuentro para los fans del estilo,
pero da gusto también poder apreciar tamaño despliegue por parte de una
institución a nivel nacional, siempre portando el estandarte de la muerte y
arrasando con todo rastro existente de la bondad humana.
Pasadas
las 21:40, la patada riffera de "The Distorting Light" iniciaba lo
que sería una hora completa del Death Metal más blasfemo y machacante, a la
usanza de comienzos de los '90, cuando el relevo del Thrash conformaba su
propia oleada. Immolation sobre el
escenario en pleno, saliendo a matar o matar, sin piedad con los débiles. Ross
Dolan, al frente en bajo y voz, establece un liderazgo impecable, siempre
dirigiendo el ataque con la sapiencia propia de quienes saben lo que significa
mantenerse en forma para tocar esta música sobrehumana. Su eterno compañero
desde los inicios en 1988, el guitarrista Robert Vigna, no solo lo secunda,
sino también se encarga de recordarnos a su manera que el Death Metal no solo
es música, sino también actitud escénica. Un maniático con hacha en mano, cual
verdugo ejecutando la sentencia.
Tanto
el corte inaugural como "When the Jackals Come", "Destructive
Currents" y "Thrown To The Fire", extraídos del reciente "Atonement", encajan a
la perfección con el grueso de una discografía tan extensa como fundamental en
toda colección. Así es como "Once Ordained", "Swarm Of
Terror", "Kingdom Of Conspiracy", "Den Of Thieves" y
"Master and Decay", una tras otra, se dejaron caer como bombazos mortíferos
de velocidad y brutalidad hasta la médula. Y tratándose de una agrupación con
tres décadas en el cuerpo, la inclusión
de las más antiguas "Immolation" e "Into Everlasting Fire"
-ambas de ese enajenado debut titulado "Dawn
Of Possession" (1991)- prácticamente fue un regalo más que apreciado
por los fans con más años, aquellos que supieron de la existencia de los
norteamericanos por medio de esas cintas intercambiadas por correo. Es verdad,
eran otros tiempos, pero las palabras de agradecimiento de Ross Dolan a los
fans en algunos pasajes del show reflejan aquella interacción con que el culto
hacia los rincones más oscuros del Death Metal se ha mantenido en pie durante
toda una vida. Gran parte del mérito también hay que dárselo al guitarrista
Alex Bouks y el baterista Steve Shalaty, ambos responsables de hacer funcionar
esta máquina infernal que se resiste a transar sus principios.
Si bien el tiempo sobre el escenario parece
mezquino, tampoco tenemos derecho a pataleo después de apreciar semejante
descargar de brutalidad. Todo lo contrario: una Blondie a full capacidad y una
banda que saca partido a su trayectoria enfocándose en el presente es la
muestra irrefutable del excelente estado de salud del que goza el género. El
Death Metal no solo está vivo, sino también más iracundo y demoledor que nunca,
todo traducido en una presentación que supera lo soberbio. No solo la muerte
tuvo su ritual, tino también el odio, el sentimiento en base al cual se mueve
el mundo. Y mientras el odio siga flameando, estaremos reunidos alrededor de su
altar. Immolation, una vez más, nos
entregó esos valores con que debemos enfrentar el desastre cada vez más
inminente.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Tay Martinez
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