Pepper
Keenan y John Custer, ambos nombres fundamentales en la historia de Corrosion Of Conformity hasta hoy.
Ambos marcaron un aporte decisivo para la transmutación del Thrash-Crossover de
los inicios -allá a mediados de los '80- al sonido lisérgico con que los de
Raleigh se hicieron un nombre a partir de los '90. Una de las pocas relaciones
que ha permanecido duradera frente al paso de los años y las diferencias
musicales, aunque el caso de Keenan conforma un romance que alimenta la leyenda
y la eleva a la categoría de culto entre los amantes de los riffs hipnóticos y
las guitarras bañadas en lodo. Entre "In
The Arms Of God" (2005) -el último con Keenan antes de su largo
exilio- y el recién salido del horno "No
Cross No Crown", han pasado 13 años y dos discos que, pese al
éxito obtenido, de alguna manera sintió el peso de una ausencia sensible para
los fans que vieron en placas como "Blind"
(1991) y "Deliverance"
(1994) una especie de comunión y renovación de votos con el legado supremo de Black Sabbath.
Bajo
la supervisión del bueno de Custer -irremplazable en lo que respecta a su
visión sobre cómo debe sonar una banda a la que conoce desde hace casi tres
décadas-, "No Cross No
Crown" recupera los mejores momentos de una agrupación que se ha
mantenido fiel a sus principios en cada trabajo, aunque el regreso de Keenan,
respecto a los dos trabajos anteriores, le otorga a la banda la virtud de
sumirte en un trance mental del cual es imposible abstraerse de una. Es cierto,
son otros tiempos respecto a hace más de una década, pero el sello COC está presente, incluso a partir de
"Novus Deus", la misma intro que da paso al martilleo esquizoide de
"The Luddite". Un placer para los sentidos toda esa descarga de
psicodelia y fuego con la que el cuarteto ataca y mata sin vacilar un solo
instante, al igual que la más rápida "Cast the First Stone", con
Woody Weatherman y el propio Pepper Keenan unidos en un mismo objetivo:
aniquilar todo lo que se encuentre a su paso. La lóbrega pieza instrumental
"1. No Cross" y la experimental "Wolf Named Crow" culminan
la cara A del vinilo con una fluidez que da cuenta del vigoroso estado de salud
con que Corrossion Of Conformity
camina, se mueve , salta y corre. Tal como en los viejos tiempos.
La
cara B del primer vinilo comienza de manera menos sorprendente pero igual de
auspiciosa. "Little Man" es un buen ejemplo sobre cómo reciclar riffs
y darles la frescura suficiente como para fascinar a iniciados y novatos por
igual, al igual que sus coros con 'marca registrada'. Y luego de esa sublime y
dulce instrumental acústica "Matre's Diem", "Forgive Me"
nos introduce a los rincones más oscuros de nuestro subconsciente humano,
manteniendo su identidad rockanrrolera ante todo. A destacar la labor de Mike
Dean y Reed Mullin como responsables de una base rítmica cuya agresividad y
solidez no paran de sorprender hasta al más escéptico.
"Nothing
Left To Say", el corte que inicia la cara A del segundo vinilo, es COC al
desnudo. Psicodelia, sensualidad, pasión, frustración hecha música. Un comienzo
que emula pasajes cósmicos del Sabbath setentero y una dupla guitarrera que
desborda sangre por litros. Y luego del interludio instrumental "Sacred
Isolation" -con tintes arabescos y un poco más pesada que las piezas
anteriores- , el groove venenoso de "Old Disaster" y el puñetazo
iracundo de "E.L.M.", ambas muestras aplastantes de la vitalidad con
que los originarios de Raleigh exponen sus credenciales como artesanos de los
riffs con ponzoña. Para el final del viaje, una cara B que bebe del Hard Rock
setentero en todo sentido. Primero con el paisaje desolado de "No Cross No
Crown", continuando con las montañas rocosas que se elevan en "A
Quest to Believe (A Call to the Void)". Un final catártico, capaz de
erizarte la piel ante tamañas muestras de firmeza y despliegue de poder
curativo. Y como broche de oro, una notable versión de "Son and
Daughter" de Queen (la versión
original denota claramente la influencia sabbáthica en el sonido con que Brian
May encarnaba la cara más heavy de la Reina).
"No
Cross No Crown" expele olor a cannabis en cada uno de sus surcos. Una
virtud presente en obras maestras como el insuperable "Deliverance" y, por ende, mantiene a COC como referente supremo de un género
que rinde culto a la suciedad de las guitarras y todo lo que sea Rock duro
hasta la médula. Y vaya que hizo bien el regreso del hijo pródigo! Porque hacía
falta un buen incentivo para echar unos cuantos humos y algo pa' la mente,
sobretodo si hay una banda sonora que se mantiene incólume e igual de peligrosa
que hace más de tres décadas.
Claudio Miranda
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