#LiveReview: Evil Confrontation Festival "Nada es imposible"


Es inevitable hacer la mención al extinto Metal Fest, el evento metalero que pudo ser el más grande del continente y del cual solo queda el recuerdo de sus tres ediciones, una iniciativa cuya corta vida fue aprovechada a full por quienes estuvieron presentes. Es lo primero que se nos viene a la mente respecto a lo que ocurrió este fin de semana en la hacienda Picarquin, a unos kilómetros de San Francisco de Mostazal (Sexta Región), lugar que albergó lo que perfectamente podemos calificar como el primer festival al aire libre de Metal en nuestro país, un ritual que convocó a todas las legiones del continente, lo que da cuenta de la importancia que tiene Chile como plaza obligada para el género en su faceta más subterránea. Gran mérito por parte de Evil Confrontation, una marca que se la ha jugado tanto en la producción de eventos internacionales y el apoyo al producto local como sello discográfico, por lo que la iniciativa de organizar un festival al aire libre -al más puro estilo de un Wacken o un Hellfest en Europa- marcaba un paso gigante y, por qué no, la prueba global con que las posibilidades de una segunda edición estarían a la vista.

Es importante recalcar que hay bastante por mejorar y, también, mucho que resaltar sobre lo que ocurrió durante este fin de semana. Con sus pro y sus contra, el fin de semana del 19/20 de Mayo tuvo una serie de protagonistas y elementos que hicieron del evento una experiencia donde no solo la música fue protagonista, sino también el intercambio cultural. Perú, Colombia, Paraguay, Argentina, Bolivia...Todo un continente unido por el odio, ese odio canalizado y transformado en Metal, sin concesión a nada que no responda a los principios del estilo y la unión que genera, dejando en claro que el idioma de la música es universal y, ante algo así, no hay 'pero' que valga.

SÁBADO 19


La jornada comenzaría alrededor del mediodía de la mano de Cementerio, una joven agrupación local que cultiva un Heavy Metal  directo y con alta orientación melódica, aunque la timidez mostrada sobre el escenario contrastó notoriamente con el Heavy ardiente de los colombianos de Axe Steeler, estos últimos desplegando un potencial escénico a la altura de su reputación como uno de los nombres más 'pesados' del estilo en el país cafetero durante la década en curso. Poco antes del descanso programado, los nacionales de Hellish se encargaron de poner la cuota de desenfreno al máximo con su Speed Metal muy al estilo del Thrash alemán en sus albores.


Una vez de vuelta a la acción, llegaría el turno de los peruanos de Mandrágora, cuya participación en el festival estuvo marcada por el debut de Maria Orithya en las voces. Enseguida, el Thrash Metal marcial de Massive Power se encargó de poner su cuota de intensidad y mosh en 40' minutos de actuación, pero muy al debe en cuanto a la actitud apropiada en el contexto de un festival internacional, más aún tratándose de una banda con dos décadas de carrera.  Otro contraste respecto al despliegue escénico con que los mexicanos de Voltax hicieron arder el escenario hasta destacar como uno de los protagonistas de la jornada, encarnando los principios del Heavy Metal hasta la médula.


Ya con el sol puesto y la noche llegando de lleno -junto con el frío, era que no-, los chilenos de Lucifer's Hammer mantuvieron el nivel del evento gracias a su propuesta más ligada a lo vintage del Heavy Metal a la usanza de los '80, coronando uno de los puntos más altos del cartel nacional. Y así es como del Metal en sus variables Heavy y Speed-Thrash, pasábamos al Hard Rock de los suecos de Dead Lord, cultores de una propuesta que denotaba la notoria influencia de Thin Lizzy y Kiss, estos últimos homenajeados con una breve pero potente referencia a "Detroit Rock City", además de las coreografías sobre el escenario, marcas registradas de una institución que se mantiene vigente hasta hoy como influencia atemporal. Por lejos, uno de los puntos más altos del festival y una sorpresa que perfectamente podría significar un futuro regreso por estos rumbos.


Cerca de las 22 horas, el Black Metal despiadado de Communion le dio al festival un sentido de ritual en su estado más puro y desplegando maldad sónica por toneladas. Y llegamos al momento más alto de la jornada, esta vez de la mano de los míticos Demolition Hammer, cuyo culto entre los fans del Thrash Metal de comienzos de los '90 se hizo sentir mediante la centrífuga humana con que Picarquin se convirtió en el epicentro de la devastación total. Crudo, potente, aniquilando y degollándole el cuello a todos, liderados por un furibundo Steve Reynolds que no paraba de putear entre cada canción. Eso es Thrash Metal en su máxima definición: odio, agresividad y furia contra el mundo en su máxima expresión, algo que los neoyorkinos, pese al segundo plano al que fueron relegados respecto a sus colegas más aventajados, lo aplican con la maestría de los de verdad.

Entrando a la recta final, y con el implacable frío obligando a recurrir a todo tipo de artimañas para mantener la temperatura corporal -una que otra 'poción mágica' necesaria en estos casos-, llegamos a la recta final empezando con los míticos Angel Witch, nombre obligado para los fans de la NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal), la oleada metalera que tomó por asalto el planeta desde las Islas Británicas a comienzos de los años '80. Capitaneados por el fundador sobreviviente Kevin Heybourne, el cuarteto londinense nos ofreció un set dedicado en gran parte a su insuperable LP homónimo de 1980, suficiente como para transportarnos a casi cuatro décadas atrás, específicamente a aquellos años en los que el Heavy Metal reinaba en el globo. Sin embargo, y pese al excelente sonido, la molestia de Heybourne por los problemas de retorno se hizo evidente, al igual que su irregular desempeño vocal y una actitud parca que nos dio la sensación de haber venido, en buen chileno, a "hacer la pega", lo que nos dejó con sensaciones encontradas tratándose de su debut en suelo nacional. Y tras una serie de desajustes en el horario -Angel Witch no quería cerrar- los suizos de Völzer y los nacionales de Necroripper cerraron la primera jornada ante un público ya más escaso. A esas horas, la Hacienda Picarquin era un frigorífico y ni el más efectivo de los abrigos/brebajes podía apalear las bajísimas temperaturas.

DOMINGO


La jornada dominical arrancó con el acelerador hasta el fondo, cortesía de los nacionales de Acrostic y su inconfundible marca 'noisethrash'. Dos cucharadas y a la papa, lo cual se aplica con suprema contundencia en estas lides relacionadas con la fusión de Metal y punk en una mezcla tan minimalista como machacante en su ejecución. Luego, desde Paraguay, el Thrash Metal asesino de Evilforce aportando con la cuota de metralla necesaria. Y dando cuenta de la variedad de estilos presentes en el festival, el Epic-Doom con tintes progresivos de los porteños de Deathsvn marcaba el final del primer tramo de la jornada con esa sensación de diversidad que muchas veces hace falta en el Metal en su totalidad.


Luego del necesario descanso, las actividades en el escenario se retomarían de la mano de Ejecutor, agrupación que pone en práctica el término "Metal Negro" como una suerte de conjuro para invocar los poderes del mismo Lucifer y acabar con todo vestigio existente del cristianismo, sin delicadeza alguna y siempre atacando de frente. Y del Metal pútrido y violento, de imnediato pasamos al Heavy Metal grandilocuente de los peruanos de Blizzard Hunter, quienes nos brindaron una cátedra de espectáculo, potencia y entrega de clase mundial, al punto de regalarnos una tremenda versión de la clásica "Queen Of The Reich" de los supremos Queensrÿche, todo ante un público cada vez más entusiasta en cuanto a actitud y, aunque en menor grado a esas horas, cantidad.

Entre los chilenos de Ripper y los ecuatorianos de Nightprowler, se repartió la cuota de violencia y destrucción necesaria con que la amenaza de bajas temperaturas como la noche anterior mermaran a favor de la multitud que se preparaba para el plato de fondo, aunque sin obviar en absoluto las sorpresas que dejó la jornada durante su transcurso. Porque luego del Doom primigenio de Condenados, el Metal gótico con tintes Black de Tribulation nos indujo en una suerte de experiencia ritual con todo lo que caracteriza el Rock como combinación de sensualidad y perversión fusionadas en una mezcla irresistible. Un punto a destacar como sorpresa para quienes presenciaban el debut de una de las agrupaciones suecas más importantes del underground europeo y mundial, siempre fieles a la tradición del shock rock de los '70 pero con ese toque refrescante que hace de este estilo algo totalmente resistente a cualquier moda del momento. A tomar en cuenta para un futuro regreso con todo su despliegue escénico.



El último tramo de la jornada -y del festival- comenzaría con los nacionales de Oraculum y su Death Metal hecho por y para puristas del género, repleto de ocultismo y visiones apocalípticas plasmadas en la música. Luego llegaría el turno de los ingleses de Pagan Altar, nombre de vital importancia para los amantes del Doom en su estado más puro. Liderados por un sobrio Alan Jones -hijo del desaparecido fundador Terry Jones-, no dudaron en desplegar su propuesta altamente arraigada en las raíces al más puro estilo de Black Sabbath y Witchfinder General, justificando con categoría su condición de headliner y ganándose la calurosa recepción de un público que, a esas horas, se mantenía incólume a las bajas temperaturas respecto a la noche anterior. Desgraciadamente, por problemas de tiempo, el set tuvo que ser repentinamente cortado, pero nada empaña lo que para muchos fue una actuación de primer nivel, de lo mejor del festival.


Y para el cierre, un acto esperado durante más de tres décadas. Nos referimos a Tom G. Warrior, la mente y alma de los suizos (inmortales) de Celtic Frost, esta vez al frente de su agrupación Triptykon, con quienes interpretaría un set compuesto en uno 90% de clásicos de su antigua banda y con alguno que otro agregado de los míticos demos de Hellhammer. "Procreation (Of The Wicked)", "Cyrcle of the Tyrants", "Necromantical Screams", "Into The Cyrpts Of Rays", "Morbid Tales", "Reaper", "Messiah"...una tras otra desfilando como conjuros de maldad y relatos de mitos lovecraftianos en una escenografía coronada con el arte del desaparecido artista H.R. Giger -a quien le debemos el arte ocupado en el supremo "To Mega Therion" y el diseño del icónico monstruo de "Alien"-, con el veterano Tom G. Warrior haciendo gala de tres décadas en la carretera que salen a relucir con la clase de un grande, ante lo cual fue inevitable la interacción con el público rendido ante su sola presencia. Defintivamente, el hecho de que Triptykon fuera la banda escogida para cerrar la jornada y el evento, tuvo razones expuestas sobre el escenario, donde el Metal Extremo en su faceta más vanguardista nos recordó que esto va mucho más allá de la música o la estética.

En resumen, hay harto por mejorar. Gran iniciativa la exposición de arte medieval en todos sus aspectos -artesanía, duelos a espada, deportes propios de la época-, y también el depsliegue escénico de las bandas latinoamericanas. Por otro lado, falta aún por demostrar la actitud necesaria para esta clase de encuentros, al menos por parte de las bandas locales, pero es algo que se puede trabajar cuando hay profesionalismo dentro de la autogestión que implica tocar Metal en un contexto donde todo parece adverso. Evil Confrontation Festival tuvo un debut con tintes de prueba global, aprobado con creces pero con hartas cosas en las que habrá que enfatizar en el futuro. De todas formas, quienes sueñan con una segunda edición pueden estar tranquilos. De los errores se aprende y la reunión llevada a cabo en Picarquin es prueba irrefutable de que nada es imposible cuando hay trabajo y profesionalismo en un género que ha sabido valerse por sí mismo.

Escrito por: Claudio Miranda 
Fotos por:  Cristhian Quiroz/Tay Martinez




























































Día 2:




























































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