Me
es imposible escribir esta columna sin apelar, en gran parte, al punto de vista
personal. Para quienes nos introducimos en la música pesada durante los '90
-para quien escribe, el martillazo de "5 Minutes Alone" y su mítico
videoclip, a sus tiernos 10 años de edad...cómo reponerte de algo así!-, el
legado de Pantera es omnipotente.
Tiempos en los que el género parecía sucumbir a fenómeno del grunge, pero que,
gracias a los texanos, tomó nuevos bríos, siempre en favor de la actitud y la
originalidad. Esa rabia canalizada con que los vaqueros del infierno golpearon
fuerte la mesa, hasta hoy permanece irreplicable, pese a la influencia presente
en el Metal durante las últimas tres décadas.
Cuando
empecé a escribir esta columna el mismo sábado en la mañana -apenas enterado de
la lamentable noticia-, pensaba enfocarme en la relación de los hermanos Abbott
con la tragedia. Partiendo por el doloroso y repudiable asesinato de Dimebag
Darrell, ocurrido la noche de ese amargo 8 de diciembre de 2004 -esa misma
fecha, pero en 1980, otro imbécil hacía lo mismo con John Lennon-, las
posibilidades de ver a Pantera en vivo se fueron al tacho de la basura. Lo
admito: nunca pude verlos en vivo cuando vinieron las dos veces a Chile, hace
dos décadas. La edad, la falta de recursos y el hecho de vivir en provincia
pueden resultar determinantes y frustrantes a la vez. Y casi 14 años después,
el corazón de Vinnie Paul falló y así fue como otro vaquero -y hermano mayor
del malogrado guitarrista- cruzaba el portal de la inmortalidad. A la vez, el
sueño de una "reunión" de Pantera
con algún guitarrista invitado -Zakk Wylde era el favorito, quizás lo más
cercano al estilo que impuso Darrell Lance Abbott como músico e instrumentista
de primer nivel en el Metal- se hacía cenizas y, para Vinnie Paul, el
sufrimiento se acababa. Un sufrimiento que se hizo evidente en más de alguna
performance en vivo -sea como invitado o durante sus shows con Hellyeah-, cuando la emoción y la pena
pudieron más.
Perfectamente
podría hablar desde el testimonio lacrimógeno y el dolor que implica perder a
tus héroes en el Metal y la vida, pero cuando le pones play a discos como "Vulgar Display Of Power"
(1992), "The Great
Southern Trendkill" (1996), "Far
Beyond Driven" (1994) -el favorito de su servidor- o el
fundamental "Cowboys From Hell"
(1990), te acuerdas de por qué esta música entró a tu vida para
acompañarte en la autopista que te lleva al mismísimo infierno, sin opción de
regreso. Pueden llamarme insensible, pero no puedo entender a alguien que se
diga fan de Pantera toda una vida y, sin embargo, exponga solo lamentos -ya sea
en la vida real o en redes sociales-, como si el mundo se fuera a acabar. Todo
lo contrario: hablamos de una agrupación que hizo del Metal una revolución que
nos impulsa a mirar hacia adelante y hacer frente al dolor y la pérdida con la
bravura propia de quienes sabemos lo tapada en mierda que puede estar la vida.
"Revivir viejas reseñas es una herramienta inútil de confusión", pregonaban
los vaqueros en "Yesterday Don't Mean Shit", cuando en la interna
todo se caía a pedazos, pero sabían que la mejor manera de terminar todo es a
lo grande. A lo campeón. A lo Pantera.
De
Vinnie Paul no hay nada que no se haya dicho, al igual que de su legendario
hermano y sus otros compañeros. Desde los inicios ligados al Glam-Metal de la
época hasta el sonido que los catapultó como referentes del Metal sin apellidos
durante los refrescantes '90s, pasando por la transición marcada por el
derechamente Heavy "Power
Metal" (1988) y el definitivo "Cowboys
From Hell". Un tipo cuyos
inicios en la música, tal como en el caso de su hermano Darrell, fue impulsado
por el impacto escénico de Kiss a
temprana edad, al mismo tiempo que el supremo "2112" de Rush gatilló su dedicación a la
batería. Con Peter Criss y Neil Peart transformados en héroes y referentes, un
adolescente Vinnie comenzó su recorrido uniendo fuerzas con su hermano y el
bajista Rex Brown, a quienes se sumaría el cantante Terry Glaze. Luego de tres
trabajos, todos fracasos a nivel de éxito, la revolución Thrash Metal liderada
por Metallica y Slayer sería clave en el cambio de sonido, a lo que podemos agregar
el ingreso de un joven Phil Anselmo, dueño de un registro vocal a la altura de
la personalidad con que se erigiría como figura y referente durante la década
de los '90. Y en el caso del baterista fundador, hablamos de una técnica bien
dotada, forjada por un autodidacta que se atrevió a desafiar los dogmas
existentes en un género muchas veces apegado a éstos.
Desde
la alta factura técnica desplegada en "Primal Concrete Sledge", hasta
los apabullantes golpeteos 'tribales' de "13 Steps To Nowhere",
pasando por la agresividad incendiaria con que "Mouth For War" abre
la obra del '92,, el uso del cencerro del la oscura "Drag Of Waters"
-elemento que denota la influencia perenne de los monstruos de los '70 como Led Zeppelin, ZZ Top, Blue Öyster Cult y los mismos Kiss- la marcialidad venenosa de "Becoming" y el groove
mala leche de "5 Minutes Alone", quizás el ejemplo más gráfico de cómo
pegarle a los tarros e intercalar buen gusto y maestría con cojones, todo de
manera ecuánime. Podríamos nombrar el repertorio completo de la era 1990-2000 y
algunos pasajes del mencionado "Power
Metal", pero la música se siente con el estómago y la discografía
de Pantera debe ser, por lejos, el mejor ejemplo. Por otro lado, no podemos
obviar su papel en Hellyeah, quizás
menos connotado respecto a la banda más grande del Metal de los entrañables
'90, pero con cinco placas en estudio que reflejan un estilo tan transversal
como certero al momento de darle al género el refresco siempre necesario.
Iba
a escribir esta nota con pena, rabia y resignación, pero eso no es Metal. No es
propio al hablar de una banda como la que allanó el camino para toda una
generación que poco y nada quería saber de "tradiciones" y dogmas.
Hablar de Pantera es hablar de furia y agresividad dirigidos con inteligencia y
actitud. Y Vinnie Paul, al igual que su hermano, fueron ideólogos y generadores
de una revolución que sigue remeciendo, incluso a casi dos décadas de que los
vaqueros tomaran caminos por separado. No sé ustedes, pero un disco como "The Great Southern Trendkill"
-a mi gusto, la obra cumbre de los de Texas- siempre sonará mejor con el
volumen al máximo, sobretodo para apreciar la batería hasta el más mínimo
detalle. Y también sostengo que el groove infernal de Vinnie Paul le debe estar
dando cara, en estos momentos, a los buenos de John Bonham, Cozy Powell y Keith
Moon. Aporreando los tarros con una precisión a la altura de la ferocidad con
que una pandilla de vaqueros impuso su ley en los albores de una década
fructífera para muchos y confusa para otros. Mientras le pongamos play a
nuestros discos, el Metal siempre desplegará su poder agresivo sin que nada ni
nadie pueda impedirlo.
Por: Claudio Miranda
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