¿En qué momento Metallica estableció su supremacía artística al punto de situarse 3
pasos adelante respecto a sus colegas de generación? Una pregunta cuya
respuesta la podemos encontrar en “Ride
The Lightning” (1984), la placa sucesora del visceral debut “Kill 'Em All” (1983) y con la
cual podemos concluir dos cosillas. La primera es que Metallica dejaba en claro que no eran un producto, sino el
generador de una revolución que fue más allá de la forma. Y la segunda, y la más
importante: el significado del Thrash Metal como expresión artística, siempre
dispuesto a romper esquemas hasta más allá de lo (des)conocido.
Para su servidor, “Ride The Lightning” fue un descubrimiento del que, hasta
hoy, conforma algo revelador, un mazazo de Metal y vanguardia reforzados por la
actitud con que cuatro veinteañeros malcarados jugaban a ganar sin importarles
en absoluto las opiniones externas. El hecho de encontrarte con una pieza como
"Fade To Black" te genera sentimientos encontrados, dependiendo del
estado de ánimo y es entendible, pese a los prejuicios existentes en una
generación que, hasta entonces, solía asociar el concepto de balada al
decadente glam metal de la época y sus canciones cortavenas para rockeros
enamorados. Pero tanto la inspiración como el contenido del track 4 del segundo
trabajo de los californianos reflejaban un sentimiento de ira y decepción canalizadas
con la maestría suficiente como para demostrar, a la vez, de qué estaban
hechos.
Es cierto, Metallica bajó la velocidad respecto a su antecesor, las guitarras
ya no echaban fuego de manera desquiciada, la batería bajo un poco su
intensidad y la voz de James Hetfield, por primera vez, se notaba mucho más
trabajada respecto a los escupitajos vocales con que su garganta parecía
desgarrarse. Pero es ahí donde Cliff Burton, el talentoso bajista que había
deslumbrado a sus nuevos compañeros, ejerce como influencia determinante y
eleva los "retazos" de vanguardia presentes en el “Kill 'Em All”
hacia el siguiente nivel. Ya no solo se trataba de tocar "rapido y
furioso", también había que canalizar la frustración personal con que la
música aspiraba a algo superior sin perder un ápice de su honestidad.
También es verdad que la balada
mencionada anteriormente marcó la primera "falta de acuerdo" entre Metallica y los fans más duros, los
mismos que, hasta hoy, rasgan vestiduras cuando sale al tapete el cambio de
imagen y sonido durante los años '90. Bajo esa lógica, podríamos otorgarle ese
apelativo a la intro acústica que da paso a la ferocidad implacable de
"Fight Fire With Fire", pero es precisamente aquel distintivo con que
“Ride The Lightning” golpea el
tablero y sacude hasta las piezas de su propio ejército. Una ráfaga de poder y
furia ante la cual no queda más que rezar, más aún tomando la letra que relata
una eventual guerra nuclear que, obviamente, acabará con toda la vida existente
en el planeta. En lo musical, y respecto a la visceralidad de “Kill 'Em All”, nos encontramos
con una banda que ha mejorado su experticia técnica, y bastante. Un James
Hetfield que ahora canta sin solamente gritar y cuyo desempeño en las seis
cuerdas junto a un aplicadísimo Kirk Hammett resulta tan sobresaliente como
influyente para otros músicos. Lars Ulrich, en la batería, intercala intensidad
primal con la solidez necesaria en su momento, aporreando los tarros como el
trueno. En tanto, Cliff Burton le saca provecho a su maestría en el bajo explotando
al máximo su creatividad, utilizando pedal de distorsión con la sabiduría propia
de los que están destinados a ser grandes.
De la descarga inicial de
"Fight..." pasamos a la complejidad del track-título. Perfecto de
principio a fin, nada sobra ni falta. Suena cliché o lo que quieran, pero son
esos pasajes los que revelan el estado de gracia en el cual se encontraba Metallica, incluso pese a las urgencias
que motivaron, por ejemplo, a arrendar instrumentos luego de sufrir el robo de
los suyos en la gira promocional del disco anterior. Ningún estudio en USA
tenía las características que requería el sonido de la banda, por lo que Lars
Ulrich propone los estudios Sweet Silence de Copenhague -sí, su natal
Dinamarca- y lo demás es tanto historia como música. Por eso es que tanto los
golpes de la batería como las guitarras gemelas de James y Kirk generan esa
sensación de monstruosidad genuina, entre lo intimidante y lo excitante.
Reitero la diferencia entre producto y generador, sobretodo ante una pieza
maestra en todo su esplendor. Mención aparte para la letra que relata los
pensamientos de alguien condenado a silla eléctrica por un crimen que no
cometió. De esas canciones que tienen todo, tanto razón de ser como categoría
artística.
El bajo distorsionado que corona la
intro de "For Whom The Bell Tolls" debe ser, a estas alturas, un distintivo sonoro que, hasta hoy, marca pauta
más allá de las fronteras del Metal. Quienes pensaban que “Ride The Lightning” era un retroceso respecto al desenfreno
de “Kill 'Em All”, no podían
estar más equivocados. De paso, la inspiración en la novela del mismo nombre,
escrita por Ernest Hemingway –quien, a la vez, se basó en la Guerra Civil
Española-, constituye un claro mensaje sobre la deshonra propia de la guerra
moderna, recreando la espantosa muerte de un cuerpo de infantería ubicado en
una colina que sucumbe a un ataque aéreo. Musicalmente, además del bajo de
Cliff tomando las riendas, destaca la simpleza con que Metallica libera su poder y emprende rumbo hacia terrenos cada vez
más ignotos. De Lars Ulrich, puedes decir lo que quieras respecto a sus
cualidades ‘baterísticas’, pero su sello en cada golpe es único.
Culminando la cara A del disco, y tal como mencionábamos anteriormente,
“Fade To Black” marcó una de las primeras “traiciones” de los californianos a
su fanaticada más “hardcore”, lo cual poco y nada importó a la propia banda
que, en ese momento, tenía claro el camino a tomar sin importar lo que dijera
el resto. Y esto va mucho más allá de una cuestión de soberbia, ya que pocos
sabían, que, al menos para James Hetfield, el robo de su guitarra en gira
resultó en un hecho desagradable, al borde del dolor. “No one
but me can save myself, but it’s too late”, simple y
desolador, al borde del suicidio. Lo
interesante, yendo a la música, es que su estructura se convertirá en un modelo
a seguir para el futuro -“Welcome Home (Sanitarium)”, “One”-, aunque “Fade…”
sobresale tanto por su simpleza como la vibra intimista que le ha valido el
cariño de una mayoría.
El lado B del álbum inicia arrasando
con todo. “Trapped Under Ice”, Thrash Metal químicamente puro, señal
irrefutable de una evolución que no empañaba en absoluto la rebeldía metalera
de Metallica, sino todo lo
contrario. Un riff que Kirk Hammett tenía guardado desde sus tiempos en Exodus –reutilizado por lo de San
Francisco en “Impaler”, del demoledor “Tempo
Of The Damned” (2004)- y que encaja a la perfección con el objetivo de
Ride The Lightning en su totalidad: combinar todo tipod e matices en torno a
una misma identidad, sin perder un ápice de coherencia, como también podemos
apreciar en la más “accesible” “Escape”, un poco más pausada pero no menos
interesante. Una canción que perfectamente pintaba para “hit single” (?) pero
jamás interpretada en vivo, en gran parte debido al rechazo por parte del mismo
Hetfield.
¿Qué se puede decir respecto a
“Creepíng Death”? Que es un clásico del Thrash Metal por derecho propio desde
su concepción, por ejemplo. Desde esa intro que golpea nuestras cabezas como un
martillo, queda aclaro que Metallica
fue la mejor banda del planeta cuando se lo propuso. James Hetfield se consagra
como un creador de riffs capaces de rebanarte el cuello como un corvo. Kirk
Hammett y su ya forjada capacidad de ejecutar solos tan ricos en colores como certeros.
“So let it written, so let it be done”, y no se diga más. La inspiración bíblica presente en la
letra adquiere ribetes apocalípticos, sobretodo en su clásica sección
intermedia, con el riff compuesto por el mismo Hammett –también original de su período
en Exodus e incluido en el primer
demo de los de San Francisco-, épico y asesino a más no poder, transformándose
en uno de los momentos más altos durante sus presentaciones en vivo, como
podemos apreciar en el recordado concierto en Seattle de 1989.
Para el final, una pieza que marcó a fuego la creatividad ilimitada de Metallica y su orientación artística
más allá de cualquier etiqueta. Hablamos de “The Call Of Ktulu”, un
instrumental cuyo título conformó un homenaje merecido y espontáneo al maestro
H.P. Lovecraft, el padre del horror cósmico. Originalmente la pieza llevaba por
título “When Hell Freezes Over”, pero para un ávido lector como Cliff Burton,
la conexión lovecraftiana estaba presente en cada nota, en cada compás. A la
vez, las virtudes bajísticas del nacido en Castro Valley relucen de manera
escalofriante, mientras James, Lars y Kirk unen fuerzas para invocar a la
criatura que surge del mar para imponer su dominio y acabar con la especie
humana de una vez por todas. Thrash Metal 100% progresivo y lisérgico,
bordeando el doom y, por qué no, marcando tendencia en subgéneros cada vez más
extremos y oscuros. Por cierto, además del desempeño de Cliff como “bajo
solista”, con qué clase se para Hammett en las seis cuerdas. Deslumbrante,
terrorífico, complemento perfecto para un Hetfield que, en esos años, la rompía
construyendo muros rifferos de alto octanaje.
El éxito del segundo trabajo de Metallica
se vio capitalizado en una gira que incluyó su recordada parada en el Monsters
of Rock realizado en Donington, donde el propio James Hetfield proclama: “si
quieren ver maquillaje y spandex, y quieren escuchar las palabras “Rock n’ Roll
baby” en cada maldita canción…esta no es la maldita banda!!”, tomando en cuenta
que en el cartel estaban también Ratt
y Bon Jovi. Evidencia contundente respecto a una banda que barría con
todo lo establecido tanto a nivel de actitud como creadores y líderes de la
revolución metalera con que el género se revitalizaba por sí mismo, sin
necesidad de recurrir a la difusión masiva, al menos hasta finales de la década
de los ’80.
“Ride
The Lightning” es
un documento de vital importancia para entender la evolución del Metal hasta
nuestros días. Un manual de cómo romper todas las reglas existentes, incluyendo
las tuyas y, sobretodo, una muestra suprema de arte y principios a prueba de
todo. Reitero: cuando quisieron ser los mejores, lo fueron y no vale la pena
rebatirlo. Para quien escribe al menos, el siguiente “Master Of Puppets” (1986) es un favorito absoluto, pero los
discos como “Ride…” son
necesarios de igual forma para abrir los ojos de la mente. He ahí donde radica el misterio de la tormenta perfecta.
Escrito por: Claudio Miranda
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