En
género donde el virtuosismo, el contenido intelectual y la pomposidad son
elementos fundamentales, incluso rozando el rótulo de ‘dogma’, el caso de Rick
Wakeman es único. Con casi 70 años, el legendario músico inglés ha cultivado
una carrera excepcional, donde la música juega un papel primordial al momento
de generar atmósferas y despertar emociones hasta en el corazón más duro,
combinando influencias doctas con la fuerza del Rock. Tanto su carrera solista
como sus etapas en Yes –su estadía
en la legendaria banda durante los ’70, un deber para todo melómano y amante
del Rock Progresivo que se declare tal- tienen algo en común y tiene que ver
con la virtud de hacer de la música un viaje a través del tiempo y, por qué no,
del espacio, donde el mito y la historia se entrelazan con una categoría sobrenatural.
Por ende, su retorno a nuestro país, esta vez acompañado por una orquesta
sinfónica –tal como hace casi una década en la Quinta Vergara-, perfectamente
podría considerarse como uno de los mejores espectáculo de lo que va de la
temporada en curso, dejando en claro que el nexo existente entre el Rock y la
música docta es mucho más fuerte y real de lo que solemos creer.
Pasadas
las 21 horas, y una vez con los músicos en posición sobre el escenario, el
maestro hace su ingreso en medio de la ovación general, para dar inicio al
concierto con una solemne e imponente interpretación íntegra del clásico “The Myths and Legends of King Arthur and
the Knights of the Round Table” (1975). Bajo la dirección del destacado
músico y arreglista británico Guy Protheroe -colaborador cercano del ex Yes desde los lejanos ’70- la elegancia
y calidez transmitidas son abrumadoras. Un Movistar Arena a la mitad de su
capacidad pero rendido totalmente ante tamaña muestra de clase y magia que solo
“The Wizard” sabe generar, ya sea en solitario o con acompañamiento tanto
sinfónico como eléctrico. Camelot se vuelve un lugar real en nuestro mundo, mientras
el Rey Arturo y sus Caballeros salen a combatir con bravura al enemigo que
amenaza la paz de su reino. Solo basta cerrar los ojos para comprobar el poder
de la música, sin siquiera recurrir a los efectos visuales propios de la música
popular. Otra dimensión, otro nivel, donde solo los superclase como el propio
Wakeman son capaces de moverse sin alterar un ápice de su ADN.
Una vez terminado el recorrido (casi) íntegro
por su opus del ’75, Wakeman saluda al público con su particular humor,
haciendo mención a su ‘pobre español’ y el público responde con hilaridad,
entablando un nexo que va más allá de los aplausos y las miradas reflexivas
ante tamaño nivel de distinción mostrado sobre el escenario. Todo esto
anticipando una sublime versión de “After The Ball”, aquella pieza con que el
icónico músico inglés se mantuvo en la brecha durante la década del ’80,
siempre jugando en su propia liga y dando cuenta de una sensibilidad a la
altura de su despliegue técnico. Sensación similar es la que nos genera la más
antigua "Catherine Howard”, la primera mención al fundamental “The Six Wives of Henry VIII” (1973),
una de sus piezas más reconocidas de todo su catálogo en solitario y cuya
versión sinfónica se para de ‘igual a igual’ con la original de hace más de
cuatro décadas. Y ya que mencionábamos el humor singular del destacado
instrumentista nacido en Perivale, una postal para el recuerdo: Wakeman
preguntándole a la gente del público si alguien se ha casado una, dos, tres o
cuatro veces, en alusión a sus cuatro matrimonios anteriores. Más allá de las
risas, resulta impresionante el cómo el artista se mimetiza con su obra de
manera natural y con una espontaneidad solo permitida a los ‘cracks’ con casi
cinco décadas de carrera en el cuerpo y una obra para todos los gustos,
sobretodo los más exigentes.
Para los fans de Yes, la versión despachada
de “And You And I” constituye una joya de colección. Puede que para los fans la
voz de Jon Anderson resulta un elemento imposible de superar, pero Wakeman,
quien actualmente se encuentra girando junto a su eterno compañero en la “otra”
versión de su icónica banda, sabe perfectamente cómo cautivar al público sin
siquiera ‘despeinarse’. Tal como el inefable Mago Merlín, el eximio músico
inglés despliega sus trucos con una soltura técnica que te deja sin palabras
durante toda la presentación. ¿Alguien podría explicar de manera científica la
emoción que despierta su interpretación para piano de “Help!” y “Eleanor
Rigby”? Si la obra de The Beatles es
patrimonio supremo de la cultura popular de los últimos 60 años, “The Wizard”
lo reafirma con la categoría que solo los grandes poseen y aplican. Por cierto,
además de los ‘Fab Four’, el infaltable homenaje a su eterno amigo David Bowie
con “Life On Mars?” –Wakeman tocó el piano en la grabación del indispensable LP
“Hunky Dory” (1971)- caló
hondo y razones hay más que suficientes. Una muestra irrefutable de la
integridad artística que los próceres como el “Mago de los teclados” ha sabido
mantener en alto durante más de medio siglo de carrera –ya como músico de
sesión, en solitario, o con los mismos Yes-,
sin ceder en absoluto a las presiones externas.
Hacia
el final del set regular, llegaría el momento más alto de la presentación, por
lejos. Precedida de una breve “The Dance Of A Thousand Lights”, el recinto ubicado en el Parque O´Higgins, se
vendría abajo con una imponente versión del clásico absoluto de “The Wizard”
como solista. Hablamos de “Journey to
the Centre of the Earth”, trabajo editado en 1974 y basado en la obra
del visionario novelista francés Julio Verne. Y si bien la solemnidad fue la
tónica del espectáculo en su totalidad, para quienes alguna vez nos sumergimos
en el universo literario del mencionado escritor, es un viaje obligado. Si bien se echó de
menos la narración del malogrado actor británico David Hemmings como en su
versión original, nada de aquello empaña las sensaciones transmitidas. Reitero,
basta con cerrar los ojos para darnos cuenta de por qué Rick Wakeman es
considerado un forjador del Rock Sinfónico, dejando de lado los clichés y
enfocándose en recrear los pasajes con
que Verne se adelantó a sus contemporáneos y nos introdujo a los lugares más
recónditos de un mundo que creemos conocer (erróneamente) en su totalidad.
Tratándose de la mencionada obra, la música recrea de manera magistral el viaje
donde la expedición comandada por el profesor Otto Lidenbrock sortea una serie
de obstáculos y experimenta todo tipo de aventuras y riesgos en su recorrido a
través de los misteriosos recovecos subterráneos, celosamente escondidos para
una humanidad que se desarrolló como cultura y sociedad en la superficie. Y que
un tipo de la talla de Rick Wakeman tenga el don de darle a la música selecta
un propósito que va más allá de la gimnasia musical, es digno de aplaudir y
preservar.
Para
rematar, una movediza versión del megaclásico de Yes “Roundabout”, regalo caído
del cielo para los fans de la legendaria banda inglesa. Un momento para
enmarcar como también lo fueron “The Jig”, “Sea Horses”, “Merlin The Magician”
y “Always With You”, esta última interpretada por primera vez en vivo. Final
perfecto para una presentación que dio cuenta del excelente estado de salud del
que goza una de las máximas autoridades del Rock Sinfónico, a quien el paso de
los años solo le impulsa a desplegar su clase como el más avezado de los
músicos doctos y guiar nuestros espíritus inquietos hacia el corazón de su
arte. Un arte que se mantiene fresco y trasciende más allá de cualquier barrera
existente, todo gracias a un genio cuya sensibilidad es la luz que nos guía a
diario.
Por: Claudio Miranda
Fotografía: Priscilla López
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