Ha pasado un poco más de una década desde el
regreso de una de las agrupaciones definitivas de la generación
"grunge" que marcó el rumbo del Rock durante los aún frescos años
'90. Desde la reunión en 2005 y el ingreso de William DuVall como el elegido
para cubrir la vacante del eterno Layne Staley -fallecido en 2002, víctima de
una sobredosis a los 36 años-, los de Seattle han editado tres trabajos en
estudio, al mismo tiempo que sobre el escenario
despejaron la mayor cantidad posible de dudas respecto a si acaso había
vida después de la trágica pérdida de su voz emblemática. "Black Gives Way
To Blue" (2009) fue el punto cúlmine de este retorno en grande,
manteniendo la vibra fangosa de la música a pesar de que la "guerra del
volumen" hizo lo suyo en la mezcla. El siguiente "The Devil Put
Dinosaurs Here" (2013), en cambio, nos mostró a una formación que no tuvo
empacho en mostrarse al desnudo más allá de las sonoridades pesadas, pero sin
el toque certero del LP anterior, a pesar de la intención de consolidar una
identidad que respetara lo hecho en el pasado y sin llegar al autoplagio.
Es
necesario entender el recorrido de poco más de una década para entender lo que
hubo detrás del recién salido del horno "Rainier Fog", sexto LP en
estudio de los de Seattle -séptimo si contamos el EP acústico "Jar Of Flies" (1994),
un clásico indispensable a estas alturas- y, con toda seguridad, el más fresco y brillante de este segundo ciclo.
Es la sensación que nos da el comienzo con "The One To Know", cuyo
martilleo constante le da a las guitarras fangosas de Jerry Cantrell un aura de
mala leche y psicodelia que caminan de la mano con tremenda fluidez. No hay
problema con rescatar elementos de obras maestras como "Facelift"
(1990) o "Dirt" (1992) cuando lo haces a tu manera y de manera
espontánea. La siguiente "Rainier Fog" reafirma aquella intención con
una solidez tremenda y una coherencia a la altura de la agresividad con que los
riffs penetran la corteza cerebral.
"Red
Giant" erige como protagonista al histórico fundador Sean Kinney, cuyo
groove inconfundible se mantiene igual de aplastante, aportando a la muralla
lisérgica que el cuarteto levanta en favor de una propuesta que no transa su
esencia por nada del mundo. Algo similar ocurre con "Fly", menos
estruendosa que el corete anterior y cuya vibra más "relajada" evoca
la época del LP homónimo (1995), pero encajando con los nuevos bríos de esta
versión de Alice In Chains que se enfoca en el presente y resplandece sin
necesidad de ningún aditivo externo. Gran mérito en una banda que, pese a la
sobriedad característica del presente ciclo, mantiene en alto su devoción por
Black Sabbath como queda de manifiesto en "Drone", bajo cuya
atmósfera lisérgica encontramos inspiración lírica de gran nivel creativo: "In the time I have spent with you,
Unconfined, beyond physical, I did not regret my time on the wire". Perfectamente
podría calificar como el momento cumbre del disco debido al espesor con que
emula esos turbulentos y retorcidos años '90, esta vez recurriendo al oficio de
los veteranos de guerra.
La segunda mitad de la placa arranca con la
desesperanza de "Deaf Ears Blind Eyes", donde al peso de las
guitarras se puede sumar el excelente trabajo de Cantrell y DuVall en las
voces, aportando enormemente al color característico del sonido con que el
cuarteto pareciera oscurecer hasta el día más soleado. Y aquella virtud vocal
es la que prevalece en la siguiente "Maybe" desde el inicio. Alice In
Chains es un todo en su máxima extensión, donde cada componente dirige su
mirada hacia una meta en común, obviamente con Jerry Cantrell al frente como
generador principal de una identidad incuestionable y, por qué no, universal.
El riff matador con que abre "So Far
Under" da paso a una de las piezas más inspiradas del repertorio de
Alice In Chains en su nueva etapa. Una canción compuesta en su totalidad por
William DuVall, quien también se da el lujo de ejecutar un solo de guitarra tan
prolijo como repleto de 'feeling' en su concepción. Y ya que mencionamos el
-¿pequeño?- aporte de DuVall como compositor, "Never Fade" llega como
anillo al dedo en estos tiempos donde la música ha visto partir de este mundo a
sus pioneros y héroes, al mismo tiempo que Cantrell la presenta como el fruto
de la experiencia espiritual que significó para él la aún reciente pérdida de
su amigo y compañero de carretera Chris Cornell, a quien sitúa en una posición
similar a la de su abuela -fallecida cuando la banda se encontraba en pleno
proceso creativo, a mediados del año pasado- y, naturalmente, el entrañable Layne Staley.
Visión que comparte, parcialmente, el propio William DuVall, a quien se le
atribuye gran parte de la letra, señal potente de homenaje y cariño por dos de
las figuras más determinantes del Rock de las últimas tres décadas.
Cerrando
la placa, "All I Am" resume en 7' la carrera de Alice In Chains como
forjadores de una identidad que marcaría tendencia desde los albores de los
'90. Una balada arrastrada, oscura, deprimente y sin oportunidad para la
esperanza, muy al estilo de himnos como "Down I A Hole", aunque sin
la vibra retorcida de la "etapa clásica". La limpieza a la que se
sometió el cuarteto al momento de volver a las pistas fue mucho más allá del
abuso de sustancias que marcó a la banda a nivel interno, permitiendo pulir
aquellas virtudes que hacen de la música un elemento conductor que convierte el
vacío existencial del ser humano en arte en su estado más puro. Puede que para
los fans más puristas, tanto "All I Am" como el disco en su totalidad
tenga poco y nada que ofrecer respecto a lo hecho en el pasado, pero la
coherencia latente en cada surco es incuestionable.
A
nivel de individualidades, Jerry Cantrell sigue demostrando que él es el jefe y
generador principal de un sonido que responde al sufrimiento interno de nuestra
humanidad. La labor de William DuVall, en este trabajo, ya ni siquiera debería
generar dudas de ningún tipo; ni el más "viudo" del extinto Staley
debiera desconocer su aporte al nuevo brío con que los de Seattle volvieron hace
más de diez años para demostrar de qué están hechos. Respecto a la dupla
rítmica compuesta por los históricos Mike Inez y Sean Kinney, es poco lo que se
puede agregar cuando se trabaja de memoria y la magia permanece intacta.
A estas alturas, es probable que Alice In
Chains tenga mucho que probar aún tratándose del sexto larga-duración oficial
de su catálogo, aunque tampoco podemos desconocer que los años -y las
experiencias personales- no pasan en vano. "Rainier Fog" se presenta
tan certero en sus líneas como abundante en la neblina que genera cada riff. A
simple oída, puede que no haya nada nuevo que ofrecer, pero hay una etapa en la
vida en la que es necesario exorcizar nuestros demonios en favor de nuestra
integridad humana, incluso cuando todo se cae a pedazos. Es Alice In Chains en
su forma más honesta y acá no hay 'pero' que valga.
Escrito por: Claudio Miranda
Te recordamos que Alice In Chains formará parte de Santiago Gets Louder Meets Solid Rock este 02 de noviembre en el Movistar Arena, puedes adquirir tu ticket acá: https://www.puntoticket.com/sgl-solidrock
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