Cuando uno se refiere a Queen, es imposible no pensar en Freddie Mercury. Es cierto que Brian May, Roger Taylor y John Deacon fueron igual de vitales en el funcionamiento de una de las bandas más versátiles y exitosas de la historia de la música, es innegable. Pero la figura del nacido en Zanzíbar trascendió a niveles prácticamente universales, da igual si te gusta el Heavy Metal, el Rock progresivo o el pop. Y esa trascendencia que traspasa las barreras del tiempo y el espacio solo se puede entender a través de la música y los siempre necesarios registros en vivo que documentan el poderío abrumador de la Reina en su apogeo.
Para
quien escribe esta columna, quedará marcado a fuego en la memoria dos hitos
personales relacionados con los británicos. El primero es el impacto de
"Bohemian Rhapsody" en la película "Wayne's World" (1992),
con Wayne y sus amigos haciendo headbanging en la sección 'metalera' de la
canción. El otro tiene que ver con la experiencia audiovisual: para un niño de
12 años que aún no sabe lo que quiere para el futuro, la revelación que
significa tasar "Queen In Rio" (edición VHS con el concierto de la
mencionada banda inglesa en el recordado Festival Rock In Rio de 1985, cómo olvidar algo así!) no tiene
precio ni se puede describir con palabras exactas. Y es que la presencia que
ejercía Freddie Mercury sobre el escenario -acompañado por otros tres músicos
de alta factura técnica y creativa- resultaba tan atractivo para quienes
disfrutamos esta música como chocante para quienes no están preparados para
tamaña muestra de personalidad y transgresión.
Podría
referirme a las cualidades vocales de un Freddie Mercury que, hasta sus últimos
días, hizo gala de una voz privilegiada en todas sus líneas, como quedó
registrado en los míticos conciertos que brindó Queen en Wembley en Julio de 1986,
así como el final "Innuendo" conformaba la prueba irrefutable de una
banda que jamás menguó sus capacidades en el estudio, incluso con su portentoso
cantante dándolo todo hasta quedar exhausto después de cada sesión. Para
entonces, año 1991, Mercury se despedía del mundo a su manera, antes de que el SIDA
cobrara su vida definitivamente aquel fatídico 24 de noviembre de ese año, un
día después de que el cantante de 45 años reconociera públicamente su condición
como portador del VIH.
Podría
referirme también a sus excesos, traducidos en una voracidad sexual que daba
cuenta de alguien que solo se regía bajo sus propios límites, independiente de
su orientación. Excesos que llegaron a su punto cúlmine en esos días en Munich
a comienzos de los '80, cuando el cantante de origen turco se permitía
compartir con sus amigos y amantes una orgía de sexo y drogas que dejaba a Aerosmith
y Mötley Crüe como meros aprendices. No tiene nada de morboso hablar de
aquello, considerando que a Freddie le importaba un carajo lo que pensaran los
demás sobre su vida privada. Más aún cuando la prensa amarillista de Inglaterra
se le lanzaba en picada publicando reportajes picantes respecto a la figura de
Freddie Mercury como un tipo que decía lo que pensaba sin pelos en la lengua.
Mientras
escribo esta nota, en mi equipo suena a todo volumen "Sheer Heart
Attack" (1974), uno de mis Top 5 de Queen a nivel de discos en estudio. "Queen
II" (1974) y el supremo "A Night At The Opera" (1975) también figuran
en mi ranking personal -completado por "The Game" (1980) e
"Innuendo" (1991)-, pero fue el tercer trabajo en estudio de la Reina
el que terminó por ganarse mi cariño por el universo que me presentó desde la
primera escucha y, sobretodo, formar un nexo entre lo humano y lo divino. "Killer Queen", el hit single de ese disco, es tan elegante como atrevida en todas sus líneas, a la altura de la misma "Bohemian Rhapsody", aunque menos ambiciosa y más punzante.
No
puedo ser subjetivo al hablar de una banda que atrapó la atención de todos,
hasta la del más escéptico que desconfiaba de la grandilocuencia con que Queen
se presentaba en sociedad. Una característica reforzada por un eclecticismo
poco común en esos años y solamente propia de otras leyendas como The Beatles. Heavy
Metal, glam rock, folk, rockabilly, progresivo, music-hall, funk, música disco
o cualquier estilo bailable…Todo estaba permitido en una banda que siempre se
exigió para sobresalir en una era dividida entre el rock duro, el punk, el rock
sinfónico y los sonidos de la pista de baile. Para qué encasillarte si puedes
hacer lo que se te dé la gana y a tu manera?
En lo que respecta al espectáculo en vivo, hay trabajos para regodear hasta al fan más exigente. "Live Killers", trabajo con que cerraban los dorados '70 -y un favorito de quien escribe-, nos mostraba a una banda en pleno dominio de sus facultades, en una versión tan cruda que descoloca a quienes piensan que Queen era una banda "simpática", por no decir inofensiva. No solo destacaba Freddie Mercury como frontman, intérprete y maestro de ceremonias; el ataque guitarrero de Brian May podía cobrar víctimas fatales de la misma forma en que recreaba la elegancia del estudio pero con una fuerza rockera que perfectamente le podía dar cara a Led Zeppelin, Deep Purple, Black Sabbath y Kiss juntos. Y alguien cree que aquello suena exagerado, la dupla rítmica compuesta por los infalibles John Deacon y Roger Taylor lo reafirmaba con la efectividad propia de cualquier arma de destrucción masiva. ASÍ de letal era Queen en vivo: rock pesado sin apellidos y con espacio para los solos de guitarra, los himnos de estadios y la participación de un público al que el propio Mercury señalaba como el 5to integrante.
Ha pasado más de un cuarto de siglo de la muerte de Freddie Mercury, como es sabido, su legado permanece tan vigente, incluso más allá del rótulo de "clásico". Cada vez que le ponemos play a alguna de sus placas o revisamos por enésima vez un registro histórico de la talla de "Live At Wembley '86", nos sometemos a una clase magistral de Rock y pasión por parte de un personaje que asumió, desde el comienzo de su carrera, que su destino era la inmortalidad.Y vaya que lo logró, a su manera y dejando en claro que al público hay que dominarlo y, al mismo tiempo, complacerlo. No es populismo, sino honestidad en base al arte como canal de expresión sin reglas, salvo una: apuntar siempre hacia el regazo de los dioses. Por eso y más, Freddie Mercury y Queen aún son parte de la banda sonora de esta era donde la vida es un campeonato a disputar a diario y no todo es una cama de rosas. Como debe ser el Rock.
Escrito por: Claudio Miranda
0 Comentarios