Se anunció como una reunión doble de aquellas y, por ende, la convocatoria generada se tradujo en un recinto abarrotado media hora antes de que comenzara el espectáculo. Y cómo no si hablamos de dos agrupaciones que han forjado su reputación en base a profesionalismo y un sentido del espectáculo que no deja a nadie indiferente. Las novedades en la alineación de Egregor y el arrastre con que Éntomos se permite azotar cualquier escenario como lo viene haciendo de hace rato, motivos que hicieron de la reunión del viernes pasado un ritual de elegancia, amor puro y energía lumínica que nos permite abrir los ojos de la mente, a la vez que hubo espacio para la metralla que terminó por echar abajo el ya tradicional Bar de René.
La jornada comenzó pasadas las 22:30 con Egregor, el quinteto ariqueño que viene llegando de una gira por México y estrenó hace poco a su flamante contratación, el baterista Rodrigo Atilio Sánchez. Un ingreso que se tradujo en un despliegue de potencia a la altura de una puesta escénica que le ha valido al quinteto ariqueño un éxito rotundo como acto en vivo de nivel internacional. Y es que su propuesta, influenciada por el Metal gótico en cuanto a sonido, tiene la virtud de identificarse espontáneamente con el folklore de esta parte del mundo, reafirmando una transversalidad a la altura de la honestidad y el buen gusto presentes en la música.
Si lo presentado en "Karma" (2015) conforma un viaje a través de los misterios más recónditos de nuestra tierra, el concepto de 'experiencia' cobra dimensión y sentido desde el ingreso del quinteto al escenario, logrando el ambiente perfecto para desplegar su espectáculo sin sacrificar un ápice de su cercanía con el público. Bien de aquello lo sabe Magdalena Opazo, cuyo temple resulta tan seductor como natural en su interpretación y el mensaje que entrega de manera directa. Cuestión de citar pasajes como "Sideral", una canción que habla sobre el amor puro y, tal como lo presenta la cantante, expone un contenido necesario en estos tiempos en que se suele confundir "amor" con "obsesión". Así, directo y sin rodeos, generando una recepción calurosa en un público que no duda en entablar 'feedback' con la que debe ser, por lejos, una de las 5 o 10 bandas nacionales más importantes de la década en curso.
Además de las virtudes interpretativas con que Magdalena Opazo impone su presencia, es necesario resaltar el ensamblaje al que cada integrante aporta en favor de un objetivo en común. Resulta un deleite apreciar el cómo Rodrigo Sánchez se entiende con sus compañeros, en especial el bajista Alejandro Heredia, su colega rítmico y con quien construye el groove onírico con que Egregor diseña su lienzo en el firmamento. Suficiente como para que las guitarras a cargo de Giancarlo Nattino y Richard Iturra recurran a la paleta de colores para dar forma y vida a un sonido que combina la fuerza del Metal con la honestidad del arte sin necesidad de amarrarse a ninguna etiqueta que no sea la que proponen sus propios autores. "Ritual", "Ilumina" y "Máscaras" grafican en vivo aquellas atmósferas con que cada canción se transforma en un mundo tan fascinante como ignoto.
Para el final, y a pedido de un público en éxtasis, una portentosa versión de "Qué he Sacado con Quererte", original de nuestra suprema -y eterna- Violeta Parra, al estilo de los ariqueños, una suerte de alquimia sonora que intercala la belleza acústica inicial con el fuego del Metal en clara señal de ambición artística y homenaje obligatorio a quien debe ser, por paliza, el máximo referente cultural de nuestro país a nivel mundial. Y tal como Violeta, el arte debe ser tan universal en su orientación como representante de la tierra que ve surgir a sus creadores. Eso es Egregor sobre el escenario, un sentimiento que permite la conexión entre el Metal como expresión artística y la consciencia del ser humano que cree en el cambio interno para hacerlo posible a nivel global.
Si lo de Egregor consiste en un ritual de purificación y comunión con el amor en su esencia, lo que generan los bichos desde el escenario sobrepasa toda lógica. Porque cuando hablamos de Éntomos, hay una vocación por hacer Metal sin someterse a ningún principio que no sea el caos en su forma más pura. La rebeldía que irradia la música adquiere tintes gigantescos, propios de una tempestad sonora que llama de inmediato al mosh y el headbanging constantes. Repletar un lugar como René es una cosa, que el recinto se venga abajo sin dejar sobrevivientes es otra.
El golpe de oscuridad y odio con que "El Misántropo" siembra estragos de entrada, nos sumerge de inmediato en un vendaval que arrasa con todo a su paso, al igual que con las siguientes "ADicto y Decadente", "Inmolación" y "Disidente", todos himnos que el público presente en el recinto de calle Sta. Isabel se apropia con puño en alto y entona como grito de guerra. ¿Cómo explicar con palabras exactas lo que genera esta propuesta con alto riesgo de infección? Y es verdad: las palabras sobran ante tamaña muestra de clase, sobretodo cuando te das cuenta de que el riff principal de "Nativo" puede ser coreado como pocas veces ocurre con nuestros artistas a nivel local. Una postal que emula la reacción del público brasileño que, hace poco más de 15 años, 'cantaba' los fraseos del "YYZ" de Rush durante ese histórico concierto en Rio, aunque guardando las proporciones y dejando en claro el trabajo y la dedicación que hay detrás de este insecto que no conoce de dudas.
Así como "Disidencia" (2017) adquiere dimensiones escalofriantes sobre el escenario, también hay tiempo para visitar el EP homónimo (2015) con una aplastante versión de "Insecto", un instrumental que recrea un mundo deconstruído y regido por bichos de diversas especies. Es ahí donde las virtudes instrumentales de cada componente se mueven en el caos que ellos mismos generan en cada riff. Y de la misma manera en que la versatilidad instrumental tiene su espacio, "Humanidad (La Furia del Hombre)" se levanta como un recordatorio sobre el propósito del Metal y la música como canal de expresión. Así es como los guitarristas Pablo Nadinic y Danny Barrera, el baterista Franco Mitchell y el bajista Oscar Romero -mención especial para este último y su ataque con el instrumento-, se encaminan en conjunto hacia una misma meta, un futuro que promete bastante con la interpretación de "Leviatán", adelanto de lo que será su próximo trabajo ya en proceso de creación.
Hay varias lecciones que sacar respecto a este tipo de jornadas donde tienes a dos pesos pesados que conjugan su historia en tiempo presente. Más allá de las observaciones técnicas, resulta fundamental tener en estas dos agrupaciones un ejemplo sobre cómo moverse sobre el escenario y dar cuenta de la honestidad con que el mensaje cala hondo en nuestros sentidos. Son encuentros como los del viernes pasado en René los que reflejan el excelente estado del Metal nacional actualmente, donde la autogestión y el profesionalismo se complementan casi por naturaleza. Y para quien escribe, la reunión en René fue una muestra irrefutable de disidencia sideral, donde el amor y la rebelión lucharon juntos.
Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Mauricio Donoso
1 Comentarios
verlos en vivo es simplemente otra wea. de otro mundo. Feliz de haber sido parte de esa tocata tan épica. Aguabten los bichos, aguante egregor y aguante el metal Chileno conchetumare!!
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