1992, Reading, Sudeste de Inglaterra. En el marco del festival realizado en aquel lugar, el domingo 30 de agosto marcaba la tercera y última jornada, con Nirvana, Nick Cave & The Bad Seeds, Mudhoney y Beastie Boys figurando como actos principales y todas agrupaciones que estaban dando que hablar durante aquella época. En el cartel de aquel día, también figuraba una agrupación compuesta por cuatro chicas cuyo promedio de edad bordeaba los 30 años pero cultora de un sonido marcado por la suciedad, las ganas de comerse el mundo y una puesta en escena en plan "I don't give a f**k". L7 figuraban como invitadas especiales en uno de los festivales más prestigiosos del mundo y su LP "Bricks Are Heavy", editado unos meses antes, situaba a las californianas a la altura del movimiento rockero que azotaba el planeta y cuyo epicentro se localizaba en Seattle.
Aquel 30 de Agosto perfectamente podría haber pasado a la historia como una jornada sin contratiempos y con la música como protagonista sin discusión, como debiera ser. Sin embargo, una serie de "dificultades técnicas" obligó a la banda liderada por la guitarrista y cantante Donita Sparks -a quien se sumaban Suzi Gardner en guitarra y voces, Jennifer Finch en el bajo y Demetra Plakas en batería, la alineación más clásica y estable- a detener su presentación, originando la hostilidad de un público mayoritariamente masculino. El alboroto tras el parón deriva en en una multitud que no haya nada mejor que arrojar barro al escenario, ante lo cual, una confrontacional Donita responde de una manera bastante singular: arrojando al público ¡su tampón! y con una frase para la que sobra toda traducción y, a la vez, resume la filosofía de las californianas en tres décadas de carrera: "Eat my used tampon, fuckers!".
Dicen que la música debiera importar más allá de cualquier factor externo y estamos totalmente de acuerdo. Pero el caso de L7 merece una atención especial; la controversia generada durante su presentación en Reading aquel movido 1992 no hizo más que denotar el adverso ambiente machista -muchas veces al borde de lo retrógrada- bajo el cual implicaba para una mujer el dedicarse a la música y tocar Rock como cualquiera de sus colegas hombres. Tal como ocurrió una década antes con sus pares de The Runaways y el cuarteto inglés Girlschool, el machismo imperante en el género fue tomado más como un impulso que un obstáculo, contando con la venia de artistas de la talla de Nirvana, de la cual su emblemático líder Kurt Cobain se declaraba admirador, tanto por la música como por su postura derechamente feminista y contestataria.
Desde su formación en 1985, L7 se caracterizó por cultivar una propuesta musical con olor a garage, al hueso y sin pelos en la lengua. Mientras sus colegas de Vixen y la propia Lita Ford -ex-The Runaways y consagrada como solista durante los ostentosos '80- proyectaban una imagen sexy y acorde a los valores del Metal americano de la década de los '80, Donita Sparks la tuvo clara como líder e ideóloga al momento de formar a la banda: un 'look' áspero con miradas desaliñadas, actitud puñetera cual noche de borrachera interminable y que hacía de lo 'feo' un reflejo de cómo debía ser y sonar la música en todo sentido. Punk en estado puro, lo más cercano a los Ramones de los inicios pero con el espíritu provocador de Sex Pistols. Mientras Madonna, Cindy Lauper y Bonnie Tyler despuntaban en el atardecer de los '80 como estrellas e íconos femeninos de los "transgresor" en la música -de acuerdo a los criterios de MTV-, hablar de L7 implicaba sumergirse en las cloacas de Los Angeles y descubrir los inicios de un movimiento que poco y nada tenía que ver con el cabello escarmenado y el Rock de estadios.
En cuanto al material discográfico existente, y sin desmerecer la crudeza indomable de sus dos primeros trabajos, sería con "Bricks Are Heavy", editado en 1992 y con el cual la agrupación se consagró como institución de la revolución que azotaba el panorama rockero en los '90 y, a la vez, dictó las pautas necesarias para el surgimiento del 'riot grrrl', este último un movimiento underground que combinaba la energía 'mala leche' del punk con la política y el feminismo como esencias de un discurso de lucha transversal. De alguna forma, la Tercera Ola Feminista que tuvo lugar en EE.UU. tuvo su banda sonora con este grupo de mujeres que abrazaron el Rock como un arma letal.
1992 fue, de paso, el año en que L7 se reveló como algo más allá, un fenómeno que irritaba a los sectores conservadores -incluyendo en el propio Rock, las cosas como son-, al mismo tiempo que allanó el camino para que centenares de agrupaciones independentes abrazaran el feminismo como lo que debe ser: una causa social que trasciende todo tipo de fronteras. No solo fue el año de su triunfo discográfico y el del incidente en Reading; tal como Sex Pistols a fines de los '70, y en medio de una presentación en directo para la TV inglesa, la banda angelina protagoniza una de sus performances más caóticas e incendiarias: Donita Sparks dejando caer sus pantalones y mostrándose desnuda de la cintura para abajo, al final de "Pretend We're Dead" y con el estudio conmocionado ante tamaña muestra de energía y agresividad. El repudio por parte de la opinión pública y los medios, tal como pasó tras el episodio anteriormente mencionado, no se hace esperar. ¿Pedir disculpas? Aún no ocurre aquello y es probable que jamás se dé aquello.
Recuerda que L7 se presenta el viernes 30 de Noviembre en el Club Chocolate de la capital. Puede encontrar tus tickets acá.
Escrito por: Claudio Miranda
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