El caso de Blaze Bayley debiera ser digno de imitar a nivel transversal. Su periplo al frente de Iron Maiden fue la epítome del bajo momento en que se situaba el Heavy Metal a nivel mundial, al punto de que los dos trabajos editados con la Doncella de Hierro durante su estadía han adquirido el rótulo de "clásico" recién en la década que se nos va. Sin embargo, y pese al "fracaso" del que tanto se habló en su momento, la edición del tremendo "Silicon Messiah" (2000) significó un nuevo comienzo y, a la vez, la prueba irrefutable del asombroso genio creativo con que Bayley nos recordó que era mucho más que "el reemplazante de...", algo que viene reafirmando con fuerza en la década en curso mediante placas de altísimo nivel. "The Redemption Of William Black", editado el año pasado y correspondiente a la trilogía "Infinite Entaglement", nos dejó con esa sensación de que el tipo, a sus 55 años, tiene cuerda para rato y la localía que se ganó desde hace un buen lustro se hizo sentir anoche en un abarrotado Club Subterráneo. Un 'Duro de Matar' por naturaleza.
Pasadas las 20 horas, los nacionales de Drake abrieron los fuegos mediante potentes cañonazos de Heavy Metal y una puesta en escena que combina entrega y despliegue musical por toneladas. Con un set que bordeó la media hora, "La Respuesta", "Lo Que Debo Hacer" y "Tierra de Brujos" destacaron como los mejores momentos por parte de un quinteto que sale a atacar sin pensarlo dos veces. Incluso hay espacio para entrenar material inédito, como es el caso de "Condenado", cuya intro denota la influencia del Rock progresivo de Rush y, a la vez, nos da una idea aproximada respecto a lo que será su próximo trabajo discográfico -aún en proceso de producción. Descollante y sólido en todas sus líneas, Drake apuesta en grande y nos lo hace saber a su manera.
El reloj ya pasaba de las 21 horas cuando las luces del recinto ubicado en Av Providencia se apagan para avisarnos que DON Blaze Bayley - y sus muchachos ya estaban preparados para ofrecernos un set que, como es sabido, nos presenta lo mejor de su carrera y, sobretodo, expone la vigencia con que el nacido en Birmingham intercala su recordado paso por Maiden con su recorrido posterior hasta hoy. De ahí que "Redeemer", el corte que abre el mencionado "The Redemption...", se manifieste como el arranque de una jornada sin altibajos y con el público reaccionando como un integrante más, demostrándole su cariño hasta el sudor. Pegada le sigue "Are You Here", y de inmediato nos encontramos con un veterano de mil batallas en plena forma y con una voz que, pese a sus "limitaciones" respecto a los insignes más aventajados, impone su firma con incuestionable autoridad.
Así como empezamos con el fructífero presente, su pasado en Iron Maiden sale a relucir (casi) sin aviso de la mano de "Futureal", con el recinto viniéndose abajo y un Blaze Bayley pletórico, desplegando profesionalismo y entrega como un grande de verdad. Un grande que no tiene empacho en jactarse de su integridad artística y humana, como lo reafirma al momento de presentar la soberbia "Independence", uno de los pasajes a destacar tanto por la fiereza con que Bayley se erige sobre el escenario como por la respuesta de los fans más acérrimos de la Bestia.
Como mencionábamos al principio, hablar de Blaze Bayley como artista y persona implica referirnos a un obrero del Metal que marca pauta cuando se trata de hacer de la música un estilo de vida, sin depender de las multinacionales y con los fans aportando a la autogestión como una retribución. Debe ser esa razón por la que el pasado 'maideniano' representado en la clásica "Virus", la frescura perenne de "Sillicon Messiah", la agresión sónica de "Samurai" y la calidez envolvente de "Prayers Of Light" forman una amalgama de poder y maestría por igual, suficiente como para romper cualquier prejuicio existente y por haber. Eso, en el fondo, es Blaze Bayley en su esencia: un tipo que hace de la lucha una forma de vida y pensamiento, un creador que se mueve a sus anchas en su mundo sin necesidad de grandes luminarias. Hasta se da el lujo de 'desafiar' a los fans en los coros y dominarlo con la fluidez propia de un frontman de categoría mundial.
La notoria presencia del subvalorado "Virtual XI" (1998) en el set es entendible por haber cumplido 20 años la temporada pasada. Por ende, y además de la citada "Futureal", la presencia de "The Clansman", "The Angel and The Gambler" y "Como Estáis Amigos" -todas coreadas por los fans hasta romper la voz- marcó un momento cumbre. Al supremo, despliegue escénico de Blaze, debemos sumarle el aporte del bajista Karl Shchramm y el guitarrista Chris Appelton como instrumentistas de primer nivel y partícipes del espectáculo, en especial el segundo, prendiendo fuego y levantando a la fanaticada. A resaltar también la labor del baterista Martin McNee, dueño de una pegada y precisión bestiales. Por supuesto, la cita al "X-Factor" (1995) con la electrizante "Man On The Edge" -con la centrífuga humana dejando un forado en el suelo- era menester y pasaje obligado como suele ocurrir en cada uno de los shows de DON Blaze.
Para el final, la fuerza titánica de "A Thousand Years", remate perfecto para un espectáculo en el cual primó tanto la calidad como la figura de un sujeto que se mantiene firme a sus convicciones en favor de lo que lo mueve a él y a todos quienes amamos esta música. Detrás de los éxitos y los viejos posters con que una generación creció en los '90 con Iron Maiden sonando en los parlantes y el viejo Walkman -el recuerdo del entonces Teatro Monumental repleto en 1996, imborrable-, hay un espíritu de lucha permanente, en que el riesgo atrae más de lo que intimida. Para los 'duros de matar' como Blaze Bayley, no hay nada que los detenga cuando se trata de concebir plegarias de luz en medio de las tinieblas.
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Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Diego Pino
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