No sé si es por la edad o el
carrete, pero Lock Up es de esas agrupaciones que, pese al impacto inicial del
descubrimiento en plena adolescencia, fue duplicando cariño y atención con el
paso de los años y las escuchas con que la realidad cotidiana adquiere su
propia banda sonora. Música violenta, emperrada con el mundo y con ganas de
destruirlo todo, como gran parte de lo que mis audífonos y parlantes disparaban sin compasión.
De Lock UP supe de su existencia en 2003, cuando un amigo y compañero de
universidad en esos años me enseñó el “Hate Breeds Suffering” (2002), una placa
devastadora y sinónimo de brutalidad acojonante. La figura de próceres como
Napalm Death estaba presente en la voracidad con que la música te molía los
huesos, y cómo omitir ese detalle si en sus filas contaba con dos viejos
conocidos: el bajista Shane Embury y el extinto guitarrista Jesse Pintado
(fallecido en 2006). Además de los ilustres componentes mencionados, también
debíamos sumar la figura del cantante Tompa Lindberg (At The Gates) y el
baterista Nick Barker. De este último les cuento un secreto personal: jamás
pude conectar con Cradle Of Filth, mucho menos con Dimmu Borgir, en ambas el de
Chesterfield dejó huella como un portento en su instrumento. Pero su trabajo en
Lock Up, Brujería y Old Man’s Child –sumémosle su labor como músico de sesión
en el supremo “Bleed The Filth” (2007) de Divine Heresy- me dejó K.O. y hasta hoy es
un nombre que se me viene a la mente cuando me preguntan por referentes del
Metal Extremo en los tarros, junto a Dave Lombardo y Gene Hoglan, por nombrar a
un par de capos.
Aprovechando la tribuna que me da esta página para explayarme sobre estas
trivialidades, guardo otra anécdota: hace unos años, allá por 2013, con mi
colega y amigo Pablo Madrid teníamos una banda y en algpun ensayo ensayos, Pablo
quedó falto de dinero para aportar con la cuota requerida. Como una suerte de “pago”, a la semana
siguiente me regaló su copia del “Necropolis Transparent” (2011), un trabajo cuya
producción resultaba ser más pulida que los dos trabajos anteriores pero igual
de bestial, una moledora de carne que no paraba de castigarte durante poco más
de 40’ minutos. En los créditos figuraba el nombre de un compatriota a quien no
es necesario presentar con tanto detalle: Anton Reisenegger, quien tomó,
merecidamente, la vacante del malogrado Jesse Pintado y pasó, de esta forma, a
completar el ensamblaje de este “dream team” de pesadilla de todo el Metal
Extremo.
No me voy a poner a hablar de la historia de los supergrupos del Rock y
el Metal, porque creo que eso da para otro artículo y para largo. De lo que sí
estoy seguro y e hago cargo, es que Lock Up es una de las pocos supercombos
que, en todas sus formaciones hasta hoy –desde Peter Tägtgren (Hypocrisy, Pain)
hasta el actual Kevin Sharp (Brutal Truth) han dejado su firma, ¿qué más se
puede pedir?), encarna el propósito de su arte hasta la médula. Una cosa son
los nombres, otra bien distinta es que la unión de fuerzas resulte. Y cuando se
trata de hacer música extrema y con alto poder destructivo, Lock Up gana, gusta
y golea. No hay debate que valga la pena ante tamaña muestra de violencia
sobrehumana, a la cual es imposible escapar ileso.
La primera visita de estos señores fue en 2013, en el marco del
desaparecido Metal Fest –se echa de menos, lo sabemos- con un setlist
compuesto, en un 80%, por material del flamante “Necropolis Transparent” y el
ya clásico “Hate Breed Suffering”, además del necesario homenaje a Jesse
Pintado a través de un par de versiones de Terrorizer. De aquella alineación,
sólo un cambio: Tompa Lindberg, cuya agenda con At The Gates obligó al retiro,
siendo reemplazado por otro ilustre que también debutó en el mismo contexto:
Kevin Sharp, fundador de los históricos Brutal Truth, institución del grindcore
desde sus inicios hace tres décadas hasta su disolución en 2014. Un año antes
de la separación, el sueño de la fanaticada local de los sonidos groseros y
abusivos se hizo realidad y los neoyorkinos brindaron una cátedra de carnicería
en el Movistar Arena. Dicen que si sobreviviste para contarlo, simplemente no
estuviste ahí.
Este sábado 30 de Marzo, el retorno a la capital será especial, compartiendo escenario con Brujería -donde también milita nuestro Anton bajo el pseudónimo "El Criminal"- en una jornada diseñada exclusivamente para los amantes de la música extrema en su máxima expresión, sin espacio para la tregua y con el Centro Cultural Lo Prado -ex Mundo Mágico- tornándose un hospital de campaña. Más aún con el reciente LP "Demonization" (2017) recién salido del horno y con la voraz metralla de su firma esparciendo la mortandad total. De eso se trata la música, de acuerdo a los principios de Lock Up: engendrar sufrimiento en base al odio puro, con la transparencia suficiente como para hacer del mundo que conocemos como tal una zona de muerte y desesperanza.
Este sábado 30 de Marzo, el retorno a la capital será especial, compartiendo escenario con Brujería -donde también milita nuestro Anton bajo el pseudónimo "El Criminal"- en una jornada diseñada exclusivamente para los amantes de la música extrema en su máxima expresión, sin espacio para la tregua y con el Centro Cultural Lo Prado -ex Mundo Mágico- tornándose un hospital de campaña. Más aún con el reciente LP "Demonization" (2017) recién salido del horno y con la voraz metralla de su firma esparciendo la mortandad total. De eso se trata la música, de acuerdo a los principios de Lock Up: engendrar sufrimiento en base al odio puro, con la transparencia suficiente como para hacer del mundo que conocemos como tal una zona de muerte y desesperanza.
0 Comentarios