La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump en 2016 fue un monstruo grande que pisó fuerte en el panorama mundial. El renombrado magnate no se guardó nada durante su campaña y recurrió al sentimiento patriota -y el deslenguamiento de su discurso- para hacerse de una mayoría de adherentes que veían en su figura el resurgir de la nación, todo reflejado en el recordado slogan "Make America Great Again". El ala más conservadora, el Partido Republicano en su faceta más dura, llegaba nuevamente al poder, pero al mismo tiempo que se apelaba al nacionalismo, los inmigrantes latinos -en especial los mexicanos-, se convirtieron en el blanco principal de Trump, acusados de mancillar a la sociedad estadounidense, al punto de que, entre sus promesas más polémicas, está el del muro en la frontera con México.
Con Donald Trump manejando los destinos de la mayor potencia del mundo, Latinoamérica comenzó a sentir sus efectos: la ultraderecha volvía al poder en Brasil, Argentina y Chile, esparciendo una capa pseudo-nacionalista y repleta de odio hacia el foráneo. De alguna forma, el "efecto Trump" replicaba los "valores" de una época oscura en estos rincones, cuando las dictaduras imperantes en el Cono Sur durante las décadas de 1970 y 1980 nos sumergieron en el apagón cultural y el fin de la humanidad como principio.
Entre "Brujerizmo" (2000) y el siguiente "Pocho Aztlan" (2016) pasó un tiempo de larga espera. Brujería, referente histórico del Metal Extremo en Latinoamérica y el resto del mundo, forjaba su reputación como acto en vivo de clase mundial para los seguidores del Grindcore y todo lo que fuera música extrema. Si bien la ausencia prolongada de trabajos discográficos no minimizó en lo más mínimo la vigencia de Juan Brujo y sus narcosatánicos como capos supremos, imposible no fijar la mirada en Washington para un artista que, a fines de los '80, llegaba al Gigante del Norte en calidad de inmigrante por mejores oportunidades de vida. Por ende, y a pesar de su vigencia intrínseca, un clásico como "Raza Odiada (Pito Wilson)" volvía a la palestra luego de dos décadas, con esta vez sonorizando una amenaza tan preocupante como lo fue la Guerra Fría en los '80. Pito Wilson se reencarnaba en la figura de un demente con poder sobre millones.
Poco antes de terminar el ostracismo discográfico con el aclamado "Pocho Aztlán", el sin gle "Viva Presidente Trump!" marcaba el retorno en plena forma, exponiendo su compromiso con la contingencia y enrostrándole a sus detractores la vigencia incuestionable con que el Metal Extremo renovaba sus votos. La referencia (universal) a Adolf Hitler y la mención a "Pito Wilson" en su secuela actual, son elementos de vital importancia para entender lo que significa Brujería desde sus inicios en el amanecer de los '90 hasta hoy: el Metal Extremo disparando contra el status quo y los poderes establecidos. Y sin censura, como tiene que ser.
Dentro de unos días, Brujería volverá a nuestro país, con una gira que comprenderá cuatro ciudades. Una visita que cobra mayor sentido en estos "tiempos mejores", en que importa más la "defensa exterior" que el bienestar de la gente necesitada. Y esa debe ser, por lejos, la principal razón de porqué Juan Brujo sigue firme con su cruzada anti-imperialista, incluso habiendo firmado en 2000 un himno como "Anti-Castro", el recordado palo al régimen de Fidel Castro con el que Brujería barrió con sus detractores que lo tildaban de "comunista" por las ideas plasmadas en sus letras. Las como son: Brujería dispara contra todo y contra todos, y el contexto mundial amerita apuntar contra ese magnate que emula al desaparecido líder de la Alemania nazi en cuanto a discurso y mentalidad. En tiempos de cólera y duda, los ritmos satánicos se pronuncian desafiantes y sin pelos en la lengua, machete en mano y echando chingazos en el lugar y tiempo justos, como desde los inicios.
Escrito por: Claudio Miranda
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