En poco más de una década, Lefutray ha forjado un sello sonoro que reúne los principios del Metal Extremo en una amalgama letal. Sin intenciones de renunciar a la agresión sónica con que la música propaga su halo devastador, con ganas de superarse a sí mismos como creadores e intérpretes de un estilo que no da tregua a ningún atisbo de relajo. Bajo esa premisa es que "Human Delusions" surge, en su totalidad, como la Declaración de Principios de una agrupación que ha trabajado duro para concebir esa firma que no conoce de etiquetas ni clasificaciones externas a la metralla implacable del distintivo sonoro de los chilenos.
El cuarto LP en su catálogo, "Human Delusions" consiste en un compendio de música furiosa hasta la médula, con el irrefrenable deseo de arrasar con todo a su paso más allá de lo imaginado. Si en el anterior "Oath" (2015) dieron el salto definitivo hacia la Primera División como referentes locales durante la década que se nos va, ahora el asunto va por romperla en terrenos que conocen de sobra, por lo que fue necesario cocinar este trabajo a fuego lento, con harta sazón pero siempre en favor del distintivo de brutalidad y técnica con que Lefutray impone sus términos. En ese sentido, la visión del guitarrista y productor Cristian Olivares queda registrada a lo largo de los 40 minutos con que la placa hace valer la superioridad sin tapujos de la banda en su circa 2019.
De una, a la cara, no te lo manda a decir con nadie. Así se puede resumir la apertura con "The Wrath", una apabullante muestra de Death/Thrash Metal en toda su forma, con marcados toques groove y un sistema de ataque/defensa con que la música se transforma en una potencial arma de destrucción masiva. Le sigue "The Wolves", un pasaje donde queda de manifiesto la ferocidad con que Lefutray construye y retrata su propia concepción del mundo, sin decaer el fuego cruzado con que el Metal deja surcos y víctimas por doquier.
Musicalmente, el efecto demoledor con que "Human Delusions" derriba todo a su alrededor, le debe mucho a la dupla rítmica compuesta por el bajista Miguel Hernández y el baterista Yonnatan Muñoz, ambos responsables de hacer funcionar la aceitada máquina inferna de Lefutray, mientras el cantante Juan Vejar y el mencionado guitarrista Cristian Olivares dibujan el lienzo sonoro de dolor y muerte con que la placa se impregna en los sentidos. Una cualidad grupal que en "Wires" y "The Mist" adquiere un sentido real, tomando en cuenta la diferencia de revoluciones entre ambos tracks. La cascada de lava del primero y la altura abismal del segundo se hermanan en un propósito creativo con que el propio Metal se libera de sus ataduras y dispara su grito de venganza hasta el infinito.
La lúgubre intro de "Labyrinth" es solo un anticipo de la descarga mortal con que Lefutray te castiga sin cesar. Esa sensación de castigo sin misericordia alguna es lo que hace de esta banda un ejemplo a seguir para quienes gustan de la brutalidad en toda su forma, así como de la experticia técnica con que sus ejecutantes se abren paso. Impresión similar que nos queda en las siguientes "The Waiting" y "New Blood", pasajes diseñados y construidos con una solidez escalofriante. En el caso de "New Blood", necesario recalcar la virtud de poder procrear coros andémicos y pasajes gancheros sin sacrificar la agresión de su estampa. Lefutray en su mejor forma, haciendo y deshaciendo a su antojo, sin pedirle permiso a nadie. Y eso se nota en el estudio, adjunto la fluidez con que su propuesta da el paso hacia el siguiente nivel sin renegar de sus integridad.
Rematando el álbum, el groove montañoso de "The Mirage", un pasaje instrumental cuya atmósfera de amenaza y vértigo nos da una señal respecto al futuro, pero con los sentidos puestos en el presente. Un cierre magistral para un trabajo cuya cantidad de errores y puntos bajos es cero, a la vez que nos deja de rodillas rogando compasión luego de tamaña paliza y reflexionando respecto a la humanidad como el espejo de una ilusión que se cae a pedazos. Lefutray da un paso gigante y, de alguna forma, la ira de los lobos que aparecen en medio de la niebla termina por sumirnos en un laberinto de perdición, el cual sólo podremos sortear si asumimos el dominio de la nueva sangre que señala la ruta a tomar para las generaciones de hoy y mañana.
Escrito por: Claudio Miranda
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