Toda revolución trasciende más allá de un área determinada, tiene que ser global y su alcance supera todo límite definido y por haber. Una revolución como el Thrash Metal logra su objetivo como tal y lo de anoche en el Club Blondie de la capital, por lejos la prueba irrefutable de lo que provoca un estilo en que el peso del Heavy Metal y la crudeza/velocidad del Hardcore-Punk conforman una causa por la cual se ha derramado y sudado sangre. Y en este caso, es aquella sangre la que ha mantenido vigente uno de los subgéneros más apasionantes del Rock y la música en general.
A estas alturas, hablar de Exodus es referirnos a una institución que, después de más de 35 años de carrera, sigue encarnando los valores del Thrash Metal en su forma más pura, sin concesión a nada que no responda a las sanguinarias necesidades artísticas del quinteto liderado por el eterno Gary Holt. En otro punto cardinal, el regreso de Hirax a nuestro país, luego de una década exacta, se podría traducir de entrada en un amor incondicional por el Heavy Metal y un ritual de purificación metalera de la que nadie está excluido. Culminando el cartel internacional, la presencia de At War deriva en un catalizador infalible para los amantes de este sonido cuyo origen underground se mantiene tan impertérrito como la potencia con que la música se trasnforma en el soundtrack de un mundo que se cae a pedazos, literalmente.
A eso de las 19 horas, el groove telúrico de Sobernot dio el 'vamos' a la jornada apelando a su categoría como acto en vivo de gran nivel en el plano local, como se manifiesta desde el inicio con "The Second Coming" y un cuarteto afiatado a nivel instrumental -estrenando a Piero Ramírez en batería- y, sobretodo, como ejecutores de un espectáculo que echa fuego de principio a fin, sin una sola grieta en su muro de metralla y fuego cruzado.
La contundencia con que transcurrió el set, matadora por donde se le mira, al igual que el despliegue escénico con que el conjunto chileno reluce su artillería y entabla el feedback con el público que de a poco comenzaba a repletar el recinto. "Let Them Starve", Cold Bitch" y "Dead Space" desfilan imponentes y al hueso, así como la inédita "Death By Cunnilingus" -¡te pasaste!- nos dio una pista sobre el futuro sin disminuir la intensidad por un instante. Riffs de alto octanaje que, en vivo, provocan daños severos y, al mismo tiempo, proyecta esa sensación de catarsis que no sabe de etiquetas en su tarea de arrasar con todo y más. Magistral, demoledor y atrevido, Sobernot gana por goleada y gusta apelando a un sello cada vez más personal, con la categoría propia de quienes aspiran a lo más alto y dan la vida por lograrlo si es necesario.
Poco antes de las 20 horas, la leyenda originaria de Virginia Beach aterrizaba con su arsenal de guerra para transformar el lugar en un mosh con matices de campo de batalla. Y es que At War le hace honor a su sitial de honor en el culto que genera entre los thrashers más acérrimos. Con la intro "F.Y.I" y el estallido de "Consicentious Objector", el veterano power-trío prácticamente se despachó un repertorio de Thrash Metal a la vena, a la usanza de la vieja escuela. Nada de alardes de rimbombancias acá: con una patada en la cara y fractura en el tabique, es más que suficiente.
Con el bajista/cantante Paul Arnold y el guitarrista Shawn Helsel a la cabeza como los fundadores sobrevivientes -completando la formación el baterista Brian Williams-, sólo queda entregarnos de rodillas ante la hecatombe total con que At War defiende y ataca en vivo sin dejar ilesos. Una sobriedad escénica compensada con auténticos misilazos y una solidez a la medida de la más letal de las armas de destrucción masiva. "Ordered To Kill" -la que le da título al LP debut de 1986-, "Assassins", "Creed of the Sniper" y "Rapechase", todas grafican sin tecnicismos la esencia de un sonido cuya rabia juvenil permanece intacta a pesar del paso del tiempo. Hacer la pega a lo grande, haciendo valer una historia que, pese a no alcanzar el mismo sitial que sus colegas más aventajados, se pronuncia drástica y firme a sus principios. Breve el set de los norteamericanos, -30' aprox- pero suficiente como para hacernos una idea respecto al estado de salud con que la firma primitiva de At War cumple la orden que se impuso desde sus inicios en 1984: MATAR. Para esa tarea fueron preparados estos señores que han lidiado con la muerte y la locura en pleno campo de batalla.
Como mencionábamos unos párrafos más arriba, hubo que esperar 10 años para que Hirax nuevamente pisara un escenario chileno, y razones hay de sobra. Por destacar una que trasciende fuera de la música, la personalidad del entrañable Katon W. De Pena, un tipo que profesa su amor por el Heavy Metal como parte de su incorruptible ADN y una vez que aparece junto a sus compañeros para entregarnos una demoledora versión de "100.000 Strong" como apertura de su set, el infierno arde hasta los confines del paraíso. Y nada de pausas ni instantes para respirar siquiera un poco, porque "Hellion Rising" aparece de inmediato y el lugar se viene abajo, literalmente.
Con "Immortal Legacy" (2014) aún bajo el brazo por ser su placa más reciente, la nueva visita de los californianos permitió ser testigos y partícipes del predominio con que el Thrash Metal experimenta su segundo ciclo desde hace 14 años. Hubo que trabajar duro para probar que las coincidencias no existen, y aquello se nota en el espectáculo con que deleita a todo el público, con el moshpit dejando un forado que, más tarde, triplicaría su tamaño. Así es como "Tied To The Gallows Pole" y "Black Smoke" marcan presencia cual clásicos de toda la vida, generando la inmediata y calurosa recepción de una fanaticada hambrienta de Metal hasta las tripas.
Al papel de Katon como frontman avezado y dueño de un carisma sin igual, debemos sumar el notable desempeño de los hermanos Lance y Steve Harrison -guitarra y bajo, respectivamente-, ambos artífices de la segunda juventud que adoptaron los de Cypress desde mediados de la década anterior, completando la alineación el baterista Mike Vega, completando una alineación que raya lo perfecto y dándonos una idea más que clara respecto a la naturalidad con que Hirax toma la apariencia de una bestia que devora a todo lo que se interponga en su camino. Una masacre por donde se le mire, con decenas de cuerpos, zapatillas y mochilas volando por los aires, incluyendo un fan que se subió el escenario y aprovechó de darle un abrazo fraterno a un alborozado Katon antes de desaparecer en la centrífuga humana. Con los dispositivos de seguridad colapsados, ¿qué más se puede hacer? Sólo mirar desde lejos o formar parte de un show en que el público fue partícipe a su manera, siempre contribuyendo a lo que realmente importa.
La notoria presencia del material editado durante la etapa 2004-14 es decidora respecto al presente que viven los californianos, aunque también hubo lugar para despacharnos un par de joyitas de su etapa ochentera. "Lightning Thunder" y "Hate, Fear and Power" -ambos del LP del mismo nombre (1986)-, bastaron para rememorar los mejores momentos de la Vieja Escuela, como el propio Katon lo remarcó en más de algún pasaje del show. Mientras que "El Diablo Negro" -del ahora clásico "The New Age Of terror (2004)-, se consagra sin cuestionamientos como un himno de vida y muerte, gracias a su coro dotado de majestad y oscuridad fusionados con la maestría de los que saben. Para el final, la paliza inmisericorde de "Bombs Of Death", cierre perfecto para una presentación aplastante en su totalidad, sin ninguna oportunidad de tregua cuando se trata de preservar los valores del Thrash hasta la médula. Sólo esperemos que no haya que esperar otros 10 años, de lo contrario habrá que quedarnos con el recuerdo de un tornado de fuego y escombros que no distinguió nada en su trayecto de destrucción.
Como toda fiesta metalera orientada a lo "Old School" que se precie de serlo, la alerta del plato principal llegó con "Let It Go" de Def Leppard -así como "Heavy Metal Thunder" de Saxon anuncia la salida de Metallica al escenario y "Doctor Doctor" de UFO hace lo mismo en cada concierto de Iron Maiden- para después apagar las luces y la intro del avión en caída dando paso al frenesí sangriento del clásico de clásicos "Bonded By Blood" y el moshpit en plena erupción. Ahí tienes a Exodus de entrada y en toda su forma, capitaneados por Gary Holt -a quien tendremos de regreso en poco más de un mes con Slayer en lo que será su último paso por nuestro país- y a quienes acompaña una formación que dicta cátedra de violencia sónica sin sutilezas ni rodeos. Atacando de frente, rebanándole la yugular a todo el mundo y destrozando los cráneos esparcidos en el suelo. "EXODUS ATTACK!!!", bramido con puño en alto en medio de la demencial arremetida con que los de San Francisco van a la carga, a matar o morir.
Si el inicio fue prácticamente un regalo para quienes se iniciaron con ese monumento llamado "Bonded By Blood" (1985), de sopetón volvemos al presente de la mano de "Blood In, Blood Out", con el baterista Tom Hunting descollando como un BMW con seis cilindros corriendo a mil por hora, y Steve "Zetro" Souza proyectando la clase que le valió un lugar de honor como referente del Thrash Metal más burro y puñetero... Exodus en estado puro. Por otro lado, y volviendo a los clásicos, "And Then There Were None" inmortalizó la postal de una bengala circulando en cancha, ante la mirada jovial de los californianos. Por algo Exodus fueron comparados en la década del '80 con Mötley Crüe, las diferencias estéticas dan lo mismo cuando el "desastre" en vivo -o la fiesta, como quieran llamarlo- alcanza matices que van más allá de lo estrictamente musical.
Más allá del protagonismo irrebatible de los clásicos, "Iconoclasm" se ganó su lugar en set como uno de los mejores momentos del período 2005-2014, cuando Rob Dukes se hizo cargo de las voces. Quizás para los fans de la 'era dorada' fue un período extraño, con los de San Francisco incursionando en un sonido más "moderno", pero da un enorme gusto el darnos cuenta de que no son más que prejuicios que, en pleno directo, se desvanecen en medio moshpit. De eso se trata, ¿o no?, así como la dupleta formada por "Fabulous Disaster" -un título que habla por sí solo, de la placa del mismo nombre (1989)- y "Body Harvest" -del reciente "Blood In, Blood Out" (2014)- se inmortaliza como suprema muestra de la unión sanguínea con que Exodus simboliza el espíritu de rebeldía con que el Metal le levantó la voz a sus mayores en esos tiempos en que se pensaba que todo estaba hecho.
El lienzo de violencia y muerte con que "Deathamphetamine" se levanta para caer sobre el millar de 'bangers' presentes, aporta a mantener la temperatura en un máximo infrahumano, a la vez que nos permite analizar con mayor profundidad el funcionamiento de las individualidades. Gary Holt, el 'jefe' que tomó el puesto en 1983 tras la partida del fundador Kirk Hammett a Metallica, te brinda ahí mismo una clínica de sangre y cojones como elementos esenciales en su papel de guitarra principal, mientras su compañero de cuerdas Lee Altus ayuda a la muralla riffera con que la música genera los estragos correspondientes a la naturaleza asesina de su estilo. En el bajo, Jack Gibson ya sabe lo que tiene que hacer, y con Tom Hunting la base rítmica prácticamente funciona de memoria, como hermanos de sangre. Y respecto a Steve "Zetro" Souza, faltan palabras ante lo que genera su sola presencia, así como el ex Legacy se da un tiempo, en medio del show, de anunciar al público la posibilidad de grabar un DVD en nuestro país -no sería raro que ocurriera en un futuro no muy lejano- y citar como ejemplo el fundamental "At Budokan" (1979) de Cheap Trick, en alusión a la acogida del público hacia estos pioneros de la destrucción. Un lazo que se viene gestando desde la 1era visita de Exodus a territorio chileno en 1998, cuando se presentaron en el desaparecido Gimnasio Nataniel y, sobretodo, la única con el malogrado Paul Baloff.
"Blacklist", "A Lesson In Violence" y "War Is My Shepherd" aparecen una tras otra esparciendo su implacable poder devastador, culminando el set con la bailable "Toxic Waltz" -tienes que estar muerto como para que no te haga mover el cuerpo- y el asalto desquiciado de "Strike Of The Beast", con el "wall of death" terminando por derribar todo vestigio de civilización que quede en pie. Para el final, una dupla de oro para los fans del verdadero Thrash Metal, como tiene que ser: "Metal Command" y, a pedido del público, la insaciable "Piranha". Para quienes realmente disfrutamos y llevamos en la sangre el fervor por esta música, un placer en toda su regla, de aquellos que sólo la violencia del entorno cotidiano nos puede entregar.
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Con el bajista/cantante Paul Arnold y el guitarrista Shawn Helsel a la cabeza como los fundadores sobrevivientes -completando la formación el baterista Brian Williams-, sólo queda entregarnos de rodillas ante la hecatombe total con que At War defiende y ataca en vivo sin dejar ilesos. Una sobriedad escénica compensada con auténticos misilazos y una solidez a la medida de la más letal de las armas de destrucción masiva. "Ordered To Kill" -la que le da título al LP debut de 1986-, "Assassins", "Creed of the Sniper" y "Rapechase", todas grafican sin tecnicismos la esencia de un sonido cuya rabia juvenil permanece intacta a pesar del paso del tiempo. Hacer la pega a lo grande, haciendo valer una historia que, pese a no alcanzar el mismo sitial que sus colegas más aventajados, se pronuncia drástica y firme a sus principios. Breve el set de los norteamericanos, -30' aprox- pero suficiente como para hacernos una idea respecto al estado de salud con que la firma primitiva de At War cumple la orden que se impuso desde sus inicios en 1984: MATAR. Para esa tarea fueron preparados estos señores que han lidiado con la muerte y la locura en pleno campo de batalla.
Como mencionábamos unos párrafos más arriba, hubo que esperar 10 años para que Hirax nuevamente pisara un escenario chileno, y razones hay de sobra. Por destacar una que trasciende fuera de la música, la personalidad del entrañable Katon W. De Pena, un tipo que profesa su amor por el Heavy Metal como parte de su incorruptible ADN y una vez que aparece junto a sus compañeros para entregarnos una demoledora versión de "100.000 Strong" como apertura de su set, el infierno arde hasta los confines del paraíso. Y nada de pausas ni instantes para respirar siquiera un poco, porque "Hellion Rising" aparece de inmediato y el lugar se viene abajo, literalmente.
Con "Immortal Legacy" (2014) aún bajo el brazo por ser su placa más reciente, la nueva visita de los californianos permitió ser testigos y partícipes del predominio con que el Thrash Metal experimenta su segundo ciclo desde hace 14 años. Hubo que trabajar duro para probar que las coincidencias no existen, y aquello se nota en el espectáculo con que deleita a todo el público, con el moshpit dejando un forado que, más tarde, triplicaría su tamaño. Así es como "Tied To The Gallows Pole" y "Black Smoke" marcan presencia cual clásicos de toda la vida, generando la inmediata y calurosa recepción de una fanaticada hambrienta de Metal hasta las tripas.
Al papel de Katon como frontman avezado y dueño de un carisma sin igual, debemos sumar el notable desempeño de los hermanos Lance y Steve Harrison -guitarra y bajo, respectivamente-, ambos artífices de la segunda juventud que adoptaron los de Cypress desde mediados de la década anterior, completando la alineación el baterista Mike Vega, completando una alineación que raya lo perfecto y dándonos una idea más que clara respecto a la naturalidad con que Hirax toma la apariencia de una bestia que devora a todo lo que se interponga en su camino. Una masacre por donde se le mire, con decenas de cuerpos, zapatillas y mochilas volando por los aires, incluyendo un fan que se subió el escenario y aprovechó de darle un abrazo fraterno a un alborozado Katon antes de desaparecer en la centrífuga humana. Con los dispositivos de seguridad colapsados, ¿qué más se puede hacer? Sólo mirar desde lejos o formar parte de un show en que el público fue partícipe a su manera, siempre contribuyendo a lo que realmente importa.
La notoria presencia del material editado durante la etapa 2004-14 es decidora respecto al presente que viven los californianos, aunque también hubo lugar para despacharnos un par de joyitas de su etapa ochentera. "Lightning Thunder" y "Hate, Fear and Power" -ambos del LP del mismo nombre (1986)-, bastaron para rememorar los mejores momentos de la Vieja Escuela, como el propio Katon lo remarcó en más de algún pasaje del show. Mientras que "El Diablo Negro" -del ahora clásico "The New Age Of terror (2004)-, se consagra sin cuestionamientos como un himno de vida y muerte, gracias a su coro dotado de majestad y oscuridad fusionados con la maestría de los que saben. Para el final, la paliza inmisericorde de "Bombs Of Death", cierre perfecto para una presentación aplastante en su totalidad, sin ninguna oportunidad de tregua cuando se trata de preservar los valores del Thrash hasta la médula. Sólo esperemos que no haya que esperar otros 10 años, de lo contrario habrá que quedarnos con el recuerdo de un tornado de fuego y escombros que no distinguió nada en su trayecto de destrucción.
Como toda fiesta metalera orientada a lo "Old School" que se precie de serlo, la alerta del plato principal llegó con "Let It Go" de Def Leppard -así como "Heavy Metal Thunder" de Saxon anuncia la salida de Metallica al escenario y "Doctor Doctor" de UFO hace lo mismo en cada concierto de Iron Maiden- para después apagar las luces y la intro del avión en caída dando paso al frenesí sangriento del clásico de clásicos "Bonded By Blood" y el moshpit en plena erupción. Ahí tienes a Exodus de entrada y en toda su forma, capitaneados por Gary Holt -a quien tendremos de regreso en poco más de un mes con Slayer en lo que será su último paso por nuestro país- y a quienes acompaña una formación que dicta cátedra de violencia sónica sin sutilezas ni rodeos. Atacando de frente, rebanándole la yugular a todo el mundo y destrozando los cráneos esparcidos en el suelo. "EXODUS ATTACK!!!", bramido con puño en alto en medio de la demencial arremetida con que los de San Francisco van a la carga, a matar o morir.
Si el inicio fue prácticamente un regalo para quienes se iniciaron con ese monumento llamado "Bonded By Blood" (1985), de sopetón volvemos al presente de la mano de "Blood In, Blood Out", con el baterista Tom Hunting descollando como un BMW con seis cilindros corriendo a mil por hora, y Steve "Zetro" Souza proyectando la clase que le valió un lugar de honor como referente del Thrash Metal más burro y puñetero... Exodus en estado puro. Por otro lado, y volviendo a los clásicos, "And Then There Were None" inmortalizó la postal de una bengala circulando en cancha, ante la mirada jovial de los californianos. Por algo Exodus fueron comparados en la década del '80 con Mötley Crüe, las diferencias estéticas dan lo mismo cuando el "desastre" en vivo -o la fiesta, como quieran llamarlo- alcanza matices que van más allá de lo estrictamente musical.
Más allá del protagonismo irrebatible de los clásicos, "Iconoclasm" se ganó su lugar en set como uno de los mejores momentos del período 2005-2014, cuando Rob Dukes se hizo cargo de las voces. Quizás para los fans de la 'era dorada' fue un período extraño, con los de San Francisco incursionando en un sonido más "moderno", pero da un enorme gusto el darnos cuenta de que no son más que prejuicios que, en pleno directo, se desvanecen en medio moshpit. De eso se trata, ¿o no?, así como la dupleta formada por "Fabulous Disaster" -un título que habla por sí solo, de la placa del mismo nombre (1989)- y "Body Harvest" -del reciente "Blood In, Blood Out" (2014)- se inmortaliza como suprema muestra de la unión sanguínea con que Exodus simboliza el espíritu de rebeldía con que el Metal le levantó la voz a sus mayores en esos tiempos en que se pensaba que todo estaba hecho.
El lienzo de violencia y muerte con que "Deathamphetamine" se levanta para caer sobre el millar de 'bangers' presentes, aporta a mantener la temperatura en un máximo infrahumano, a la vez que nos permite analizar con mayor profundidad el funcionamiento de las individualidades. Gary Holt, el 'jefe' que tomó el puesto en 1983 tras la partida del fundador Kirk Hammett a Metallica, te brinda ahí mismo una clínica de sangre y cojones como elementos esenciales en su papel de guitarra principal, mientras su compañero de cuerdas Lee Altus ayuda a la muralla riffera con que la música genera los estragos correspondientes a la naturaleza asesina de su estilo. En el bajo, Jack Gibson ya sabe lo que tiene que hacer, y con Tom Hunting la base rítmica prácticamente funciona de memoria, como hermanos de sangre. Y respecto a Steve "Zetro" Souza, faltan palabras ante lo que genera su sola presencia, así como el ex Legacy se da un tiempo, en medio del show, de anunciar al público la posibilidad de grabar un DVD en nuestro país -no sería raro que ocurriera en un futuro no muy lejano- y citar como ejemplo el fundamental "At Budokan" (1979) de Cheap Trick, en alusión a la acogida del público hacia estos pioneros de la destrucción. Un lazo que se viene gestando desde la 1era visita de Exodus a territorio chileno en 1998, cuando se presentaron en el desaparecido Gimnasio Nataniel y, sobretodo, la única con el malogrado Paul Baloff.
"Blacklist", "A Lesson In Violence" y "War Is My Shepherd" aparecen una tras otra esparciendo su implacable poder devastador, culminando el set con la bailable "Toxic Waltz" -tienes que estar muerto como para que no te haga mover el cuerpo- y el asalto desquiciado de "Strike Of The Beast", con el "wall of death" terminando por derribar todo vestigio de civilización que quede en pie. Para el final, una dupla de oro para los fans del verdadero Thrash Metal, como tiene que ser: "Metal Command" y, a pedido del público, la insaciable "Piranha". Para quienes realmente disfrutamos y llevamos en la sangre el fervor por esta música, un placer en toda su regla, de aquellos que sólo la violencia del entorno cotidiano nos puede entregar.
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Fotos: Diego Pino
Escrito por: Claudio Miranda
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