Si acaso hay una institución que ha tenido poco reconocimiento mediático pese a su trayectoria y aporte al Rock n' Roll, Turbonegro se lleva todos los premiados. Pioneros, luchadores, sobrevivientes de una época ensombrecida por el Brit Pop, el grunge y toda tendencia que quiso darle muerte -en vano- al un estilo que, te guste o no, va más allá de lo meramente musical. Una firma que reúne y proyecta los elementos más provocativos del punk, el glam, inyectándole una dosis letal de metanfetamina que pude situarte en la cima o colapsar tu organismo hasta la muerte. De cualquier forma, para la pandilla liderada por el bajista y fundador "Happy-Tom", no hay límites de ninguna clase y sus directos conforman la prueba irrefutable de una identidad que escupe Rock n' Roll a destajo y pronuncia las cosas por su nombre, sin pelos en la lengua y apuntando siempre contra lo 'políticamente correcto' en todas sus aristas.
La discreta asistencia presente en la Blondie, en un comienzo, da para remarcar esa sensación de injusticia hacia el conjunto nórdico, cuya influencia transversal es reconocida por nombres de la talla de Ratos De Porao, Kyuss y Behemoth. Suficiente como para hacernos una idea respecto a qué sería del Rock n' Roll como espectáculo en estos tiempos en que los medios parecen estar más pendientes de encontrar a los "salvadores del Rock" que de lo que viene ocurriendo en Noruega desde finales de los '80, donde hay mucho más que el Black Metal con que se convirtió en potencia mundial.
De cualquier forma, sólo los precisos fuimos testigos y partícipes de una función aplastante y soberbia en todas sus líneas, partiendo con "The Age Of Pamparius" -que también abre esa obra maestra llamada "Apocalypse Dudes" (1998) y esa majestuosidad que muta repentinamente en una muestra de Rock n' Roll de alto octanaje, directo al grano y donde el buen gusto melódico va de la mano con un mensaje que barre con toda moralina y prejuicio que poco y nada se relacionan con lo que realmente importa Nada más importa y la fiesta se desata; nada de miradas serias, todo sonrisa y baile en este ritual de celebración sin ninguna otra regla que no sea pasarla bien y darle a cada himno esa dimensión de poder y libertad con sentido. No hay tiempo que perder y es por eso que del reciente "Rock n Roll Machine" (2017), salen a relucir "Well Hello", "Rock n' Roll Machine" -el gancho tipo AC/DC, irresistible hasta para el más escéptico- y "Hurry Up & Die", todas situándonos en un presente que poco dista del puñete con que la década del '90 los vio crecer enfrentando al mundo a combos y patadas.
El groove punketa de "Back To Dungaree High" nuevamente nos transporta a su etapa clásica, y previa una versión de la 1ra parte de la inmortal "Bohemian Rhapsody" de Queen, "City Of Satan" aparece como lo que es y siempre será: un himno de estadio que sólo los entendidos pueden disfrutar como tal. ¿Cómo tan mirados en menos estos señores, si estos pasajes prácticamente redefinen lo que es el Rock para las masas sin perder un ápice de su peligrosidad? Pregunta que jamás obtendrá respuesta mientras la fiesta alcanza su peak y los coros con puño en alto se imponen ante cualquier duda. Mucho menos ante un frontman como The Duke Of Nothing y su dominio escénico ante el cual el público cae rendido con obediencia religiosa, además de esa personalidad que intercala el glamour de Freddie Mercury con el ímpetu de Roger Daltrey.
"Blow Me" (Like the Wind)" y "Hot For Nietzsche" continúan la fiesta y la temperatura no decae. Turbonegro ofrece un show sin fisuras ni baches, donde los trajes de marinero, los ojos pintados y la estética "homo-glam" conforman un sello que rinde homenaje a una época en que todo estaba permitido: la década del '70. En ese aspecto, "All My Friends Are Dead" recupera los valores del Punk en toda su forma y su versión en directo refleja lo acojonante que debe ser el Rock n' Roll, sobretodo en estos tiempos. Mención similar para "Are You Ready (for Some Darkness)" y esa virtud que tienen los nórdicos de proyectar tinieblas sin perder la vibra cañera de su estampa. Épico, repleto de fervor y temple, un culto a la música que nos hace jóvenes para siempre, a nivel de mentalidad. Por cierto, da gusto sentir en carne propia el golpe anímico con que "Fist City" adquiere el rótulo de 'clásico' sin importar que se trate de una canción reciente. Y eso sólo lo hacen los grandes de verdad, los mismos que, muchas veces, deben batallar con la historia.
De lleno en el último tramo, una seguidilla de himnos que terminó por multiplicar en euforia a una inmensa minoría ávida de adrenalina y camorra. "Wasted Again", empezaría la serie, seguida por "Sell Your Body (to the Night)", "Denim Demon", "Get In On" y "Self Destructo Bust". Todas sólidaz y contundentes por naturaleza propia, capaces de derribar con todo vestigio de civilización existente y probatorias de cómo el Rock n' Roll se las ha ingeniado para seguir en pie, a pesar de quienes dudan de aquello. Por otro lado, un deleite apreciar a Euroboy en la guitarra líder, un tipo que echa fuego en sus solos mientras su estampa marciana tipo Ziggy Stardust hace el resto. En la guitarra rítmica, el trabajo de Rune Rebellion es magistral, una muralla inexpugnable de riffs complementada con la profundidad que le brinda "Happy-Tom" -una locomotora en el bajo, literalmente-, su compañero de carretera durante más de 30 años.
Respecto a Tommy Manboy, poco que decir respecto a un baterista que en cada golpe despierta el rugir del infierno mismo, con una tremenda dosis de sangre extra. Por último, destacar el papel de Haakon-Marius en los teclados, además de su participación activa en el espectáculo con que Turbonegro hace de su directo una Declaración de Principios en toda regla.
Cerrando el set, una categórica "Special Education" con su palito al decadente sistema escolar en escena, tranmitiendo con claridad el desenfado con que los noruegos pintan su propio lienzo sin, por ello, menguar la rudeza garagera de su identidad. Para el encore, primero el frenesí homoerótico de "Prince of the Rodeo", seguido del pequeña homenaje a Beastie Boys con "Fight For Your Right (to party)". Rematando la noche, la eyaculadora "I Got Erection" terminando el show como corresponde. En lo alto, excitando todo lo que tenga vida y se mueva, culminando el acto sexual hasta alcanzar el punto máximo de placer. Es el 'riesgo' que se correo cuando nos atrevemos a explorar la entrepiernas del Apicalipsis que vivimos desde el inicio de los tiempos. Llámenlo "Deathpunk" o cuanta etiqueta se nos ocurra, pero mientras exista Turbonegro, el Rock n' Roll seguirá emborrachándose y fornicando frente al estatus quo. Y aunque se vea complicada una segunda visita en el futuro, queda el recuerdo de una noche satánica en todo sentido, donde los 30 años de carrera se notaron con la sapiencia de los grandes.
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Respecto a Tommy Manboy, poco que decir respecto a un baterista que en cada golpe despierta el rugir del infierno mismo, con una tremenda dosis de sangre extra. Por último, destacar el papel de Haakon-Marius en los teclados, además de su participación activa en el espectáculo con que Turbonegro hace de su directo una Declaración de Principios en toda regla.
Cerrando el set, una categórica "Special Education" con su palito al decadente sistema escolar en escena, tranmitiendo con claridad el desenfado con que los noruegos pintan su propio lienzo sin, por ello, menguar la rudeza garagera de su identidad. Para el encore, primero el frenesí homoerótico de "Prince of the Rodeo", seguido del pequeña homenaje a Beastie Boys con "Fight For Your Right (to party)". Rematando la noche, la eyaculadora "I Got Erection" terminando el show como corresponde. En lo alto, excitando todo lo que tenga vida y se mueva, culminando el acto sexual hasta alcanzar el punto máximo de placer. Es el 'riesgo' que se correo cuando nos atrevemos a explorar la entrepiernas del Apicalipsis que vivimos desde el inicio de los tiempos. Llámenlo "Deathpunk" o cuanta etiqueta se nos ocurra, pero mientras exista Turbonegro, el Rock n' Roll seguirá emborrachándose y fornicando frente al estatus quo. Y aunque se vea complicada una segunda visita en el futuro, queda el recuerdo de una noche satánica en todo sentido, donde los 30 años de carrera se notaron con la sapiencia de los grandes.
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Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Priscilla López
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