Hace días, mientras caminaba escuchando a Nunca Seremos
Dichosos, cuando todavía suponíamos ser libres al transitar por la Alameda,
pensé: “a mi taita le hubiera encantado NSD”. Mi taita era fanático de Deep
Purple, Led Zeppelin y sobre todo de AC/DC. Era de los viejos chistosos. Esos
que nombran las canciones en español. Onda “Escalera al cielo”(Stairway to
Heaven), “Y justicia Para Todos”(And justice For All) y “Deja que haya Rock” (Let
there Be Rock). Además, era fanático de Víctor Jara, Illapu y Mercedes Soza.
Sus gustos eran re variados, pero siempre muy políticos.
Nunca fue muy cercano al metal. No como yo al menos. Salvo su
resto de Scorpions, Sepultura y Metallica. Recuerdo cuando paseábamos en su
Monza. Un auto de marca Chevrolet del año 89, si mal no recuerdo. En él
trabajaba como colectivero y también lo usábamos, cuando se podía, para ir a
pasear. A veces, ponía “Territory”, de Sepultura. Él decía “Territorio”, porque
como les dije, a todas las hueás les ponía nombres en español.
Aparte de tener esos gustos musicales, mi taita era un
admirador de la figura del Ché y de Fidel Castro. Tenía incluso una polera de
Rage Against The Machine con el rostro del Ché. Le gustaba harto el señor
Guevara, tanto que tenía dos cuadros de él en la casa. Uno con el mismo rostro
que tenía en su polera, y otro, donde salía con el fallecido mandatario cubano
recién mencionado.
Pero, ¿qué chucha me llevó a pensar que mi taita, un weón
con gustos tan variados, escucharía a NSD? Pvta. Fácil. Veo algo de Sepultura
en NSD. Ese coraje sudaca impregnado en el rock de protesta. Valoro caleta su
mensaje combativo. Valoro caleta todo lo que rescatan. Mismo cuento con NSD. A
mí nunca jamás me gustó tanto una banda metal chilena como me gusta NSD.
Otro de los puntos cuáticos, es que mi taita sabía todo lo
contestatario que era Sepultura, pero poco y nada entendía de las canciones en
inglés. Jamás supo decir ni hola en ese idioma. Aún así, vacilaba brígido el “Roots
Bloody Roots” en el auto, porque uno de sus amigos metaleros que vivió las de
zamba y canuta en dictadura, le dijo que Sepultura era una banda que mezclaba
el metal con consignas políticas. Luego de escuchar a los Cavalera, ponía Sol y
Lluvia, Metallica, Grace Jones, Silvio Rodríguez, Madonna, y se armaba un mix
más extraño que la chucha. Igual me divertía caleta.
Cuando salíamos solos era mejor. No porque no quiera a mi
mamita ni a mis hermanos. Es que cuando salíamos solos, significaba que “JUGABA
EL COLO”. En mi casa somos todos ColoColinos. Pero con mi taita éramos enfermos
de fanáticos. Yo más que él incluso. Cuando salíamos del block en que vivíamos
en la población Lo Valledor, partíamos escuchando “All My Love” de Led
Zeppelin, luego íbamos a alguna picada a ver el partido, en donde yo me comía
todo a su paso: pollo asao, papas fritas, completos, helados, frugeles,
tabletones y la siempre bendita fanta de litro. Ese formato que ya ni existe.
De vuelta, me venía con una indigestión más o menos, pero qué importaba, si
venía feliz porque, primero había comido más que la chucha y, segundo, había
visto jugar a mi Colo Colito. En el playlist de regreso, nunca faltó Victor
Jara. Podía faltar todo, pero no Víctor.
Rara vez fui al estadio cuando chico. Pero cuando fuimos,
fuimos en el Monza, otra vez, los dos solos. El primer partido al que fui, fue
esa vez que declararon al club en
quiebra e hicieron un partido como de beneficio, luego de que el ladrón de
Peter Dragicevic dejara al club en banca rota. Simbólico po’! En ese partido
quedó inmortalizada la camiseta que decía “A morir por el Colo”. Si me
preguntan cómo me acuerdo de tanta huevá, ni yo lo sé. Sólo están esas cosas en
mi mente y ya. Recuerdo hasta lo que escuchamos de vuelta de ese partido. Pusimos
La Radio Futuro, porque esa vez mi taita había olvidado sacar los cassettes
piratas con papelitos en las esquinas que poníamos en su radio Pionner. Ese
partido lo perdimos. Creo que 3 a 2.
Cada vez que voy a ver al Colo hoy (todos los fines de semana, en realidad) pienso en “Mawiza Ñi Piwke”.
El equipo que representa al mapuche, con la música que reivinidica su consigna
de lucha del pueblo en cuestión. Complemento perfecto para que mi taita quisiera a NSD tanto como yo.
Mi taita siempre fue rockero y colocolino. Además tenía más
que una leve simpatía por la izquierda. Era más que sólo admirar al Ché Guevara
y a Fidel Castro. El loco era rojo y punto, nunca temió en esconderlo, como sí
lo hacen muchas personas que crecieron en dictadura. Él se crió en La Victoria.
Donde mataron al cura André Jarlán y a tantos otros. Se entiende el miedo que
siente la gente. De todos modos, nunca lo vi con miedo. Mi taita creció en La
Victoria, ahí lo apodaron “Ñato”, porque pvta que era ñato. Obvio.
Años después, cuando yo tenía como trece años, nuestra
relación se cortó por hueás fomes. El copete y las drogas insertas en la
población lo mandaron a la real chucha. Mi taita se convirtió en un hombre
terrible diferente al que yo alguna vez admiré por su valentía y coraje.
Corajudo era. Y lo digo con autoridad, porque aparte de ser colectivero,
gásfiter (hueá que no mencioné antes), colocolino y rockero, el loco era choro.
De esos choros viejos que odian a los narcos y que no roban a los suyos. De
esos que defienden con fuerza a sus vecinos y que no dejan que sean pasados a
llevar. Si hoy estuviera vivo mi taita, habría escuchado NSD conmigo toda la
tarde (porque así lo hice) y luego habríamos salido a cacerolear y a cuidar los
almacenes del barrio para evitar que los saqueos se conviertan en cualquier
hueá. Porque a nuestros vecinos, a nuestra clase, nadie la toca.
Los lemas de la versión chora de mi taita eran dos y eran
bien claros: “El enemigo son las grandes empresas” y “Yo no soy ladrón, yo
recupero”. Poco de lo que pude hablar con mi taita sobre esos temas me dejó la
película más que clara. Recuerdo que alguna vez me dijo: “hermano (rara vez me
decía hijo) si usted alguna vez se cabrea, y quiere salir a mandarse cagás, yo
no soy nadie pa prohibírselo. Pero identifique bien a su enemigo”. No necesité ningún
colegio, ningún liceo ni ninguna universidad para aprender a identificar ese
tipo de cosas. La calle, el Monza y el estadio fueron mi mejor escuela. Y mi
taita fue el mejor profesor.
Si se están imaginando a un típico flayte chorizo de esos
que salen hoy en día en la tele (a esa que usted no debe creerle ni el 10% de
lo que dice) pues está equivocado. Mi taita era terrible elegante. Suena raro
decir “terrible elegante” pero lo era. Usaba camisitas y pantalones de vestir.
Usaba los zapatos más lustrados que la frente de algún pelao y tenía una
sonrisa digna de comercial de pepsodent; esas blancas y parejitas que salen en
los comerciales. Además, jamás en la vida habló como flayte. Le aseguro, señor
lector, que esta columna tiene más picanterías que todas las que él dijo en su
vida. Si usted hubiera visto a mi papá sobre su Monza, trabajando como
colectivero, le recalco que jamás habría usted creído que mi taita era un hueón
tan choro.
Pero como dije, todo eso se perdió. Se perdió en las drogas y sobre todo en el copete. Allá él con sus dramas y sus traumas que arrastró desde pendejo. Nunca pude ayudarlo. No podía hacer mucho con trece años. Los embates de un sistema que nunca le permitieron surgir, lo llevaron a la debacle. Sufrió caleta antes de morir producto de una cirrosis. Me atrevería a decir que sufrió toda su vida. Por eso no lo juzgo.
Pero como dije, todo eso se perdió. Se perdió en las drogas y sobre todo en el copete. Allá él con sus dramas y sus traumas que arrastró desde pendejo. Nunca pude ayudarlo. No podía hacer mucho con trece años. Los embates de un sistema que nunca le permitieron surgir, lo llevaron a la debacle. Sufrió caleta antes de morir producto de una cirrosis. Me atrevería a decir que sufrió toda su vida. Por eso no lo juzgo.
Vuelvo a la Alameda. Voy camino a la u con mis audífonos
puestos y escucho “Revolución” de los NSD. Luego pongo el disco “Tierra”
enterito. Así prosigo con “Kollong” y subo el volumen a tope para escuchar “Kumbagüe”,
sobre todo a la hora de escuchar el discurso del Werken Mijail Carbone. Recuerdo
esas tardes de Monza, Colo-Colo y Sepultura con mi taita… y pienso… Pienso en
que si fuéramos al estadio hoy, iríamos tranquilitos escuchando “Mawiza Ñi
Piwke” y luego de un partido, felices iríamos a una tokata de los cabros a
entonar esos temas en vivo.
Mi taita sería acérrimo de “Las Venas Abiertas”. Lo sé
porque no tendría las limitantes idiomáticas que tenía con Sepultura y
felizmente entonaría un grito de combate similar al de Víctor Jara y Mercedes
Soza (a quienes tanto amaba), con la rabia y fuerza que los Cavalera lo
hicieron con Territorio. Estoy seguro, papá, que si estuvieras vivo, hoy
estaríamos apañando a los nuestros, a nuestra clase acá en La Victoria (donde
vivo hace 17 años), con un parlante flayte bien grande y lleno de luces,
escuchando a estos cuatro cabros que pvta me habría encantado que escucharas.
Te extraño, Ñato. Te extraño mucho.
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