#CdReview - Ozzy Osbourne: "Ordinary Man"


"Te haré gritar, te haré defecar", proclama con un tono retorcido Ozzy en los versos iniciales de "Straight To Hell", el track con que arranca "Ordinary Man", el primer LP en estudio del 'Madman' en una década y quizás, el más consistente desde el ya lejano "Ozzmosis" (1995) o, siendo generosos, "Down To Earth" (2001). En medio de sus problemas de salud, con la confirmación de su diagnóstico de Parkinson y el propio Osbourne hablando sobre el poco tiempo que le queda de vida, llega oportunamente un trabajo que disipa cualquier duda respecto al estado creativo del padrino del Metal y coincide con el aniversario 50 del debut homónimo de Black Sabbath para proyectarnos ese sentimiento de locura con que Ozzy desafía una y otra vez a quien quiera que lo dé por acabado, incluso a la propia muerte.

   El título "Ordinary Man", por muy sugerente u obvio que parezca -depende del punto de vista-, le rinde honores a la perseverancia de una figura icónica por derecho propio. En sus casi 50' de duración se respira una espontaneidad que, tomando en cuenta los nombres que componen esta producción recién salida del horno, emular increíblemente los inicios de la carrera artística del Príncipe de las Tineblas, tanto en solitario como parte de los Sabs. Todo se manera fluida y dinámica, con Chad Smith y Duff McKagan asumiendo roles de vital importancia como base rítmica y el productor Andrew Watt ejerciendo como supervisor y músico invitado, además de figurar su nombre junto a los otros tres mencionados en los créditos de composición. El resultado, sumando a otro puñado de nombres estelares, es un trabajo extraordinario que no necesita aspirar a la categoría de "obra maestra" para el disfrute por los cuatro puntos cardinales. 

  La guitarra filosa y amenazante de Slash marca presencia al inicio de "Straight To Hell", un corte  que rescata los mejores momentos de Black Sabbath en los '70, resaltando la premura con que el 12vo álbum del 'Madman' se atreve a darle cara al catálogo clásico. Insolente, sarcástico, perverso, pero por sobretodo, auténtico y con ganas de comerse al mundo. De pronto se nos viene a la mente el caso del supremo "No More Tears" (1991), un disco que apareció de sorpresa, cuando se pensaba que Ozzy lo había hecho todo y ya le pintaba la cara a la muerte bien de cerca. Casi tres décadas después, se repite un patrón de similares tintes, con más rodaje, con la muerte rondando hasta rozarle el hombro pero el sello inconfundible de un loco que escribe otra página en su diario.

    Tras la patada inicial, "All My Life" sorprende por el cambio de atmósfera, lo que no quita en absoluto el gancho con que triunfante en la 1ra recta del disco. Hay coros hechos para hacer cantar a todo un estadio, pero nada de eso tiene sentido si no hay convicción, y ese punto Ozzy se los come a todos con cuchillo y tenedor. No hay nada gratuito, no hay truco, sólo las ganas de hacer música y dejarle al mundo un testimonio de lucha por parte de un demente al que los años le pueden pesar en lo físico pero jamás en su forma de ser. Por otro lado, el hedor sabbáthico de "Goodbye" le da al álbum un halo de oscuridad que perfectamente podría hebrlo tomado Tony Iommi para darle un espacio en "13", el regreso al estudio de los de Birmingham. Ozzy no olvida sus raíces en lo absoluto y, al mismo tiempo, parece taparles la boca a quienes hasta hoy dudan de su aporte en el ensamble de LA banda seminal del Heavy Metal por excelencia. Es de esperarse si consideramos en 1er lugar que ninguna banda funciona solamente por individualidades. La sección final, con el acelerador hasta el fondo, no apta para personas con problemas cardíacos.

Llegamos al track que titula el álbum y nos encontramos con una pieza monumental. Sir Elton John, en el piano y las voces junto al 'Madman' -Saxon, Alice In Chains y Queens Of The Stone Age figuran en el currículum del hombre de "Rocket Man" en cuanto a colaboraciones con artistas de Hard Rock y Heavy Metal-, con Slash nuevamente en la guitarra y el tándem rítmico McKagan-Smith aportando con lo suyo en lo que perfectamente podríamos calificar como un "clásico inmediato". Ozzy y Elton John uniendo sus voces con la sublimidad propia de los grandes enfrentando el ocaso, sin espacio para la duda y dándole a la música un sentido sanador: ambos en sus mejores tiempos pasaron por un infierno personal antes de alcanzar el cielo. Por lo tanto, y como pocas veces suele ocurrir en una balada de Rock, hay consistencia y pasión, directamente proporcionales a la calidad que le imprime Andrew Watt en la producción. Espectacular y rutilante por donde se le mire.

   "Under The Graveyard" fue el primer single del álbum y se integra al todo con naturalidad, intercalando pasajes de tranquila resignación con ráfagas de música pesada sin perder el hilo musical. Notable la labor de Chad Smith en los tarros, mientras Duff McKagan la rompe como generador de la profundidad sónica que aprovecha Andrew Watt para echar fuego como eminencia en la guitarra. Brillante y honesto en todos sus costados, con la voz de Ozzy rejuveneciendo sin necesidad de ningún efecto. 

La harmónica de Ozzy, seguida del bajo acechante de Duff McKagan, dan paso al blues grosero de "Eat Me", una referencia tentadora al Black Sabbath circa 1970  en cuanto a nivel de composición. Necesario recalcar aquello debido al desempeño de Andrew Watt como producto y cuyo currículum resulta poco ortodoxo para quienes estamos más ligados a las vertiente más densas del Hard Rock. Pero Watt, como todo un profesional de las ligas mayores, entiende a la perfección que el nombre de Ozzy Osbourne debe recibir un tratamiento a la altura de su legado y el resultado está ahí a la vista.

  "Today Is The End" te sumerge en la penumbra sin necesidad de forzarte. 100% Sabbath en el inicio, aunque con la impronta del Ozzy ochentero en los coros gracias a su melodía pegajosa y, a la vez, repleta de buen gusto. "Scary Little Green Men", por otro lado, parece aludir en 1ra persona a las perturbaciones mentales del Maestro, con el capo guitarrero Tom Morello personificando, a través de su instrumento, a los pequeños seres que le susurran al oído al 'Madman'. Por lejos, uno de los pasajes más atractivos del álbum, lo que nos deja en claro que, a sus 71 años, Osbourne es eterno por derecho propio y lo seguro de esta virtud por la infinitas de veces en que se ha visto las caras con la parca. Muchos aspiran a logran semejante hazaña, pero pocos tienen éxito.. y viven para contarla y hacerla canción.

Entrando a la recta final de "Ordinary Man", la paz interior que nos produce "Holy For Tonight" puede ser percibida como un aviso del final o, por qué no, una muestra de calidad artística que abruma por su magia sin renegar por nada del mundo de su humanidad. De pronto, el puñete Punk-Thrash de "It's A Raid" pone las cosas en su lugar y la hecatombe es total -Chard Smith jugando a lo crack en los tarros, magnánimo! Llamativa la parte central de esta canción, muy experimental y con ese aire lisérgico que sitúa al Madman en un espectro donde cualquier mortal común y corriente moriría con solo poner un pie. Todo lo que se llama 'lujo', con el rapero Post-Malone poniendo lo suyo sin desencajar en lo absoluto. Y si hablamos de lujos, un invitado de la talla de Travis Scott -y el mencionado Post-Malone- termina desconcertando hasta al más 'abierto de mente' en "Take What You Want", el bonus track de la edición digital. Y volvemos a destacar lo fundamental que resulta el trabajo de Andrew Watt como productor, pues más allá de las preferencias personales, el desafío personal que implica adaptarse a las tendencias musicales de hoy sin despegarse de su esencia primigenia termina dándole la razón al Maestro. Después de todo, y tras 50 años de carrera artística, el 'Madman' puede hacer lo que quiera porque se lo ganó a pulso y hambre, como los elegidos.

Si bien los guiños al pasado son una constante a nivel de letras y música, "Ordinary Man" es un verbo conjugado en tiempo presente de manera genuina. Puede que, como el mismo Ozzy declaró hace unas semanas, le quede poco tiempo en el mundo terrenal, pero el "FUCK YOU ALL!!!" que escupe con furia al final del disco podría leerse perfectamente como una posible despedida a su estilo, sin necesidad de mensajes ni gestos lacrimógenos. Viejo, estamos hablando de Ozzy Osbourne, un loco extraordinario y que, a estas alturas, no tiene porqué rendirle cuentas a nadie en esta vida ni en la otra.


Escrito por: Claudio Miranda

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